
Por Thomas Harris
Cuando el niño Benjamín cayó dentro de la piscina escuchamos sólo un ¡plasch!
Mi hermana Ruth gritó intuitivamente: ¡se cayó un niño a la piscina!
La familia preparaba una larga mesa para el almuerzo campestre, mientras los niños merodeaban juntos por allí en el campo. Habíamos llegado una gran parte de la familia a Pelarco a pasar las fiestas patrias con Héctor y Chela, aprovechando la visita de mi hija Claudia y su marido Luis desde Málaga.
La piscina estaba llena de aguas lluvia, un agua verde llena de sapillos y guarisapos.
Escuchamos el ¡plash! y mi hermana Ruth gritó con sagacidad, sin haber visto nada: ¡se cayó un niño a la piscina!
Mi hermano Lorenzo no dudo nunca. Inmediatamente pasó por encima de la larga mesa, corrió hasta la piscina repleta de agua sucia y se tiró dentro de la piscina.
Y desaparece en el agua verde.
Y pasan los segundos, y pasan los segundos...
Y reaparece y levanta con sus brazos al niño de tres años.
Mi hermana lo tomó en brazos y Benjamín había sido salvado desde el fondo de la alberca.
Quedamos helados.
Ese almuerzo campestre fue una reunión familiar especialmente conmovida, con la sensación de haber presenciado un milagro y agradecidos de tener un hermano superhéroe.
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