viernes, octubre 27, 2023

"En la Plaza Jean Genet de Barcelona". Cuento del innovador y original escritor tunecino, Walid Soliman. Traducción: Omar Pérez Santiago


 Walid Soliman

En la Plaza Jean Genet


Para Song-Eun Lee

1

En aquel momento yo estudiaba en Barcelona, viviendo no lejos de la famosa avenida La Rambla. De noche yo saldría a vagar alrededor de las calles con sus edificios sublimes, o quizás al puerto, y pasar el tiempo o buscar aventuras.

Una tarde, mi curiosidad me dirigió a una calle lateral, no lejos de La Rambla. Era una calle tranquila, limpia, con una plazoleta en el medio. En la señalética leí su nombre, “Plaza Jean Genet”.

El lugar me atrajo y me senté en un banco de la plaza. De mi mochila saqué mi libro predilecto —El libro de arena de Borges—, mi compañero dondequiera que yo iba. Comencé a leer tranquilamente, entregándome a la calmada brisa de la tarde que empezaba a aliviar ese día que chorreaba de sudor. Cuando la noche cayó, yo ya había leído la mayor parte del libro. Al dejar el lugar, me propuse regresar a leer regularmente allí, y disfrutar de la brisa que soplaba en la plaza.

 

2

Al día siguiente llegué al mismo lugar, casi a la misma hora, y me senté en el mismo banco. Cuando abrí mi mochila para sacar mi libro, advertí que había un hombre relativamente viejo sentado a mi lado. No me preocupó tanto su presencia, sino el sentimiento incómodo de que yo lo conocía de alguna parte.

Era un poco corpulento, mas no tan anticuado, su cabeza completamente rapada y sus ojos inyectados de sangre me indicaron que él no había dormido mucho. Pero lo que captó realmente mi atención en sus ojos grises fue el fulgor que aguijoneaban los ojos de los demás, con una inteligencia ardiente. Cuando nuestras miradas se cruzaron, él sacó el puro cubano de sus labios y me saludó en francés. Esa fue la primera cosa que despertó mis aprensiones, preguntándome cómo él supo que yo hablaba francés, si estábamos en España. Pero yo no tuve tiempo de continuar con estos pensamientos pues él me envolvió con una pregunta:

“Parece que usted no es español... Es obvio que usted es del mediterráneo meridional”.

“Es verdad. ¡Estudio aquí... pero soy un extranjero!”.

“¡Somos todos extranjeros en este mundo!”.

“Concuerdo con usted completamente, somos todos extranjeros en este mundo... y usted tampoco es español, presumo”.

“El mundo es mi casa... la geografía no me concierne mucho...”.

Mientras hablaba con él, traté de recordar su rostro, pero sin éxito. Lo hallé, de nuevo, haciéndome una pregunta, ahora referida al libro en mis manos.

“¿Qué lee usted?”.

Dije: “El libro de arena, de Borges. Yo no sé cuántas veces lo he leído, y lo llevo conmigo dondequiera que voy. Nunca me canso de leerlo una y otra vez”.

“A veces los libros pueden llegar a ser una droga... pero, aun así, pienso que Borges es uno de los escritores más grandes de nuestro tiempo”.

Había algo en su tono que transmitía un poco de burla; por lo menos eso me pareció, y comencé a sentir como si hablara con un enigma.

“Lo malo de la arena... nada crece, todo se borra”.

Dijo eso inclinando su mano en la espalda del banco, y advertí que él no parecía tan imponente como yo había supuesto inicialmente. Era claro que su vida no había sido una caminata en el parque. Entonces tomó el sombrero de paja que había estado en sus dedos y se lo puso en su cabeza, diciendo: 

“¿Sabe de quién es esa cita?”.

“Honestamente... mi memoria me falla”.

“James Joyce, en Ulysses”.

Pero antes de que pudiera encontrar el momento para preguntarle su nombre, o si nos habíamos visto anteriormente, desapareció y me dejó flotando en mi confusión.

Con él desapareció también mi deseo de leer ese día, y su voz solemne continuó sonando en mis oídos. Me quedé allí, inmóvil, hasta el anochecer.

 

3

En los días que siguieron seguí yendo al mismo lugar, sentándome en el mismo banco, esperando evidentemente encontrar a ese hombre que me pareció un connoisseur del mundo de la literatura. Pero él nunca vino. De hecho, nada me podría confirmar lo real de nuestro encuentro, o que todo no fue simplemente un confuso sueño.

 

4

El verano había comenzado a expirar cuando un día entré en una gran librería especializada en literatura extranjera en el centro de Barcelona. Buscaba una copia de Ulysses de James Joyce. Mientras registraba los estantes, llamó mi atención un grupo de fotografías en blanco y negro que colgaban encima de la estantería de los libros. Eran fotos de famosos autores, y allí entre Sartre y Camus —temblé cuando lo vi— colgaba una foto de un hombre con su cabeza completamente rasurada y que fuma un puro cubano. Puse en el estante el libro que tenía en las manos para ver más de cerca y confirmé leyendo lo que estaba escrito debajo de la foto. Cuando leí el nombre, no podría creer que el individuo rasurado que se había sentado a mi lado, y que había hablado conmigo, fue, de hecho, la persona de la imagen: Jean Genet.

viernes, octubre 06, 2023

SALMO NOCTURNO Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023

 

SALMO NOCTURNO

Jon Fosse, premio Nobel de Literatura 2023

De Piedra en piedra, Versión del noruego de Omar Pérez Santiago

 

Hay una tierra que abre o aparta

su abismo de noche y azabache

para ocultar tu cuerpo y tu alma

hasta que nada pase

 

Existe una noche que te abraza

que dulcemente te acoge y recibe

y siempre, siempre deja descansar,

tu mano, tu alma, tu pie

 

En todo lo que existe, sí,  vive Dios,

en la tierra y la noche torbellino,

tú eres su alma, eres su salvación,

tú iluminas su cielo y su destino.

 


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