domingo, marzo 27, 2022

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL PENSAMIENTO CHILENO.

 



Omar Pérez Santiago. Ilustración: Miki Yamamoto

La levedad es virtuosa en la coquetería, no en el pensamiento.

Era un día maravilloso. Un cielo tan claro, tan tranquilo que nada vaticinaba que la caravana de la talentosa ministra Izkia Siches fuese emboscada en un camino rural de Temucuicui.

Hubo disparos al aire.

Crac-crac-crac.

Fue una pesadilla para la ministra, una morena de acción.

¿Cómo fue posible que una ministra inteligente, una doctora que sabe tanto de la vida, se haya visto emboscada en un camino rural?

La respuesta parece ser compleja o conmovedora, y lo es.

No es un problema del gobierno de Boric. Es una mala herencia.

El pensamiento intelectual chileno es ligero, fragmentado e inmóvil. En Chile no se perfilan bien las fuerzas colectivas de nuestra época. Hay divorcio de alma y cuerpo que responde a una crisis profunda del pensamiento.

1.LEVEDAD. No hay  densidad cultural en los análisis de las representaciones colectivas. Predominan las notas sin carácter para los noticieros. O los llamados “Análisis de Agenda” en podcasts, donde dicen esto y lo otro, fugaz. (Así debe ser el gimo de las almas muertas que habría en el Purgatorio). Y nuestro acervo artístico está inmóvil. Eso nos retrasa.

2.PARADOJA. Cuantos más datos obran en nuestro poder, mejor entendemos la historia. La acumulación de conocimiento útil altera el curso de la historia. Le pone ritmo y genera cambios. Al entender qué está ocurriendo, aceleramos. Es lo que Yuval Noah Harari llama la “paradoja del conocimiento histórico”. El conocimiento cambia el comportamiento y genera una transformación en el vivir, y un entendimiento  entre generaciones y su época. De hecho, configura una época. Les pone nombre a las cosas nuevas.

3.MENTALIDADES. En Chile no hay precisión de la mentalidad, aquello que uno tiene en común con otra persona. La historia de las mentalidades o de los pensamientos comunes, es siempre colectiva e impersonal. Es la percepción de los hechos que tiene un ser común. Las categorías intelectuales o afectivas o simbólicas compartidas por  todos  los ciudadanos  de una misma  época. Así se consensuan las fuerzas colectivas amplias que vivimos en una época.

4.VISIÓN. Esto es re importante hoy. No se ve la realidad. A pocos les importa la vida real ni las nuevas líneas de investigación sobre los grupos intelectuales, las mentalidades y las emociones latinoamericanas, como las del argentino Martin Bergel. No se discuten las   nuevas categorías interpretativas que construyen comprensiones inéditas y frescas de problemas antiguos. Y repetimos los mismos comportamientos en una rueda eterna.

5.Según la historia intelectual, Chile habría tenido dos épocas brillantes en el siglo XX.

PRIMERO. Los años 30 y 40 fue la inauguración de una modernidad, la crisis de la oligarquía, el nacimiento del proceso de substitución de importaciones y la era del nacionalismo popular. Se produce un cambio de modelo desde el desarrollo hacia afuera a un desarrollo hacia adentro. Las editoriales se expanden.  La participación dinámica de las clases medias y sectores obreros iba como el viento. Surge la llamada Generación del 38: intelectuales y artistas de raigambres modestas, de clase media, buscan una identidad nacional. Es un orden mesocrático que valoriza las costumbres populares.

SEGUNDO.  En los años 60 el modelo se rompió como un cristal. ¡Crack! Las escuelas de sociología de las universidades de Chile, Católica, y de Concepción  impulsó como una tempestad a la joven intelectualidad chilena. Se creo un poderoso y legitimado movimiento de renovación intelectual. La música, el teatro, el boom literario latinoamericano, (en fin, tanta cosa), no eran outsider al poder. No eran unos patipelaos. Definieron las mentalidades de una era.

6.RUINAS Ese movimiento intelectual y artístico fue un Boeing que se estrelló en el muro de la represión militar. Un crimen social que dejó cadáveres, ruinas y desolación. Y las nuevas generaciones intelectuales han tenido dificultades estructurales. Son universidades fantasmas, centros de estudios de mercado de mala calidad y escuelas donde la plata manda. Así se instaló una crisis de imaginación que permea todo. No hay cariño por los intelectuales, los literatos y por la gente de imaginación. En Chile, encadenado a su sombra, hay un problema ético central: la heredada crisis del pensamiento y la educación, una negra nube que oscurece el sol, y que impide entendernos.

Maldigo al alto cielo.


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