domingo, abril 30, 2006

¿Quién es Ari Behn?

Ari Behn estaba catalogado como el noruego mejor vestido, fiestero y bohemio, comentador de tragos en la tele, con una relación no aclarada con las drogas, el terror de los porteros de las discotecas. Behn tenía la rutina inconfundible del escritor joven y hambriento de éxito. Con sus amigos más pegotes, formó un club social llamado El vino nuevo, dedicado a jaranear, bajo pretextos intelectuales. En el 2000, la televisión noruega mostró un documental realizado por Behn en Las Vegas, acompañado de bellas prostitutas que jalaban cocaína. Behn dijo que se trataba de «una realidad simulada, no documental».

Los Reyes Harald y Sonia, los soberanos de este país nórdico tienen dos hijos, la princesa Marta Luisa y el príncipe heredero Haakon. Haakon se casó el 2001 con Mette Marit, una madre soltera, que se convertirá en Reina el día en que Haakon suceda a su padre en el trono. El pasado díscolo de Mette, en el que tuvo afición a las drogas y a la juerga, y el hecho de ser madre soltera y que el padre de su hijo haya estado en la cárcel, no impidió que se convirtiera en Princesa de Noruega.

En el 2002, el rey Harald condujo, creo que con un poco de julepe, a su hija Marta Luisa hasta el altar para entregársela al debatido escritor Ari Behn, que nació en 1972 en Aarhus, Dinamarca y de niño vivió 5 años en Inglaterra. El mismo se considera un trotamundos y un outsider que ha trabajado como chofer y barman. En 1999 publicó un libro de cuentos de casi cien páginas en la editorial Kolon, llamado Trist som faen. La primera edición fue de 1800 ejemplares pero llegó a vender 80 mil. Ari Behn se convirtió a los 26 años en un escritor pop y top. Trist som faen llegó a las listas de los más vendidos y su estilo fue asociado al realismo sucio de Raymond Carver. Del mismo modo, fue tamborileado por la crítica: “No sabía que teníamos un escritor tan bueno entre nosotros”, “Tiene mucho que contar y talento para ello”, “cualidades indiscutibles, alta precisión, sentido contemporáneo, sensual idioma de imágenes“. En Suecia, donde su libro ya ha sido traducido, los críticos también lo alaban: “Talentoso”, “una especial mezcla de cinismo y melancolía”.

En 1999 activó un debate sobre la literatura noruega, y la acusó de ser aburrida, y que los escritores eran como alumnos que hacían las tareas ante sus profes. Según él, la tarea de un escritor hoy consiste en robarle a los actions films el público que le robaron a la literatura. Hay que escribir libros llenos de vida y de acción. No hay que escribir para torturar a otros con el bostezo. O sea, evitar ser una lata. Un tema universal, ¿no?
Su novela Bakgard es del año 2003.

Lee un cuento de Ari Behn

Un cuento de Ari Behn

Después de la fiesta
De Trist som faen, 1999



La cafetería Bjorg está en el tercer piso del centro comercial y las escaleras son mi forma de ejercicio diario. Pero el último tiempo he tenido problemas para caminar. Vacilo un buen rato hasta que aprieto el botón del ascensor. Temo que la gente que me conoce vea que estoy en camino a estar enfermo. Todo está como siempre en la cafetería, huele a comida barata y no hay tampoco nadie que hable en voz alta en las mesas. Así ha sido siempre. Voy a la barra y me sirvo un sorbo de café amargo. Apoyo la taza en la bandeja y me muevo hacia la caja. En la portada de un diario hay una foto del esquiador que ganó el círculo de campeones. Me agacho un poco y le echo una mirada.

“Debes pagar por el diario, sabes” dice la cajera. “O lo devuelves o pagas. No puedo hacer caridad con todos.”

¿Qué se cree? Quería ver lo que se escribió sobre el esquiador en el diario. ¿Cree que yo me he convertido en un ladrón de un escuálido diario? Jaja. Quizás ella no me reconoce. Su parroquiano de cada día. Pero uno no puede esperar otra cosa. Somos muchos los viejos en el centro comercial esta mañana. Y yo no me veo especial. Aparte del mar. Que nunca toca techo. Por dentro.

“Sí, sí. Obviamente que pagaré”, respondo y le doy el dinero. Ella lo toma sin agradecer.

¿Es el mar una madre o un amante? pienso y me voy a sentar en la mesa en la esquina. Una joven está sentada en la mesa de la muralla. Ella me mira. ¿Pasa algo?
Las olas. Sí, los rompeolas. Rosita Carmen García, se llamaba. Esa vez que llegamos al Callao en el Perú. Ella era la hija del inspector del puerto e su padre intentó todo para que no subiera. Pero, naturalmente, ella logró colarse y subirse al barco. Yo obtuve la primera vuelta y debí siempre pestañear cuatro o cinco veces al mirar a Rosita que era tan fina y buena y tenía ojos tan grandes y tan negros.

¿Son realmente las olas del Océano Pacífico? Las escucho cada noche, pero nunca estoy seguro. El ritmo. ¿No vuelve? Los muchachos me saludan cuando yo me siento. Son los mismos de ayer. Sigurd Skavasen y Gunnar Johansen, ambos obreros jubilados. Edin Holthe es también del grupo, un palo seco que no hace nada más que quejarse de dolores de espalda y del corazón.


Clara Piedad de Panamá era la más ávida de todas. Ella abordó el barco casi junto con el atraque al puerto y no se fue hasta que todos se hubieron vaciado. Exclamó y gritó y nosotros la amábamos por sus rudas bromas y su largo pelo negro. Para no hablar de Linda Hamilton de Brisbane. Eran mujeres que conocían su profesión. El mismo capitán hablaba de ella durante largo rato cuando nos acercábamos a Australia, y era una ley no escrita que él tomaría el primer lugar. Linda era aventurera igual que la Marilyn Monroe y, naturalmente, costaba más que las otras.

Sonrío. Los muchachos siguen mi mirada y se giran. Hay algo que han aprendido. Tratan de seguir lo que yo he comenzado. Ella no tiene más veinte años y sonríe de vuelta. Levanto la mano para saludarla. Gunnar y Sigurd hacen lo mismo. Pero ella no aprecia el gesto. Ella se inclina y comienza a hojear un diario.

Isadora Campos y Calletto de Valparaíso, Chile. Estuve con ella varias veces. Ella no era como el resto de la camada. Era alegre y seria, a la vez. Igual que el mar. Una corona de rosas de cuarenta brazas de profundidad. Oh, querida Isadora. A ti te amé como a nadie. Pero tú nunca querías casarte. Murió sola hace dos años atrás. Recibí tu carta de vuelta con un cordial mensaje de tu hermana.

“Antes la habría conquistado como nada”, “ le dije a Gunnnar.
“Entonces era marino y trovador. Ninguna mujer lograba rezar dos veces.”

Pero esto no es todo. Alguna vez emergen ellas. Todos los infinitos y extraños ojos del Océano Pacifico. Fiji Samoa. Cook Islands. Pitcairn. Mar verde, corales y arenas naranjas. Por todas partes había whisky y buenas peleas en los bares. En dos ocasiones fui testigo de la muerte de hombres, en peleas por faldas y coronas de flores. Ellas sabían todo sobre el arte de poner a los marinos unos contra otros, y sonreían cuando los muchachos se golpeaban. Yo mismo he golpeado a muchos hombres en el mundo por una mujer. Pero nadie salió herido. Yo los golpeé hasta aturdirlos y eso era todo.

“¿Por qué no te moriste en el mar?” pregunta Sigurd. Está serio y no bromea. El muy bien podría haber escupido a todos los otros viejos. A todos nosotros que estamos sentados frente al aparato de la televisión por las tardes y que venimos enjutos al centro comercial en cuanto abren por la mañana. Nosotros que estamos de más. El feudo de los náufragos. Nuestra esquina, marineros.
“Sí” respondo. “Sí. ¿Porqué no lo hice?”
Traducción del noruego: Omar Pérez Santiago

miércoles, abril 26, 2006

Ronaldinho es cómic



El dibujante Mauricio de Sousa, el creador de la "Turma da Mónica", un exitoso dibujante brasileño, edita una revista teniendo a Ronaldinho como personaje principal.
La serie será publicada ahora en periódicos y revistas. Lleva por título Ronaldinho gaucho

miércoles, abril 19, 2006

Cómo recordar un poema de Bukovsky

En una pequeña tertulia anoche se discutió -como se discute en tertulias- si Bukovsky era buen poeta, o si sus méritos eran narrativos. Intenté recordar el poema Poema de amor a una striptisera. Aunque no lo recordé correctamente (sólo yo lo sabía) intenté ser fiel.
Aquí refloto la versión más correcta.

Poema de amor a una striptisera

Hace 50 años yo iba a ver a las
striptiseras
del Burbank y del Follies
Y era muy triste
Y muy dramático.
La luz cambiaba del verde al
Púrpura y al rosa
Y la música era fuerte y
Vibrante,
Ahora estoy aquí sentado esta noche
Fumando y
Escuchando música clásica
Pero aún recuerdo algunos de sus
Nombres: Darlene, Candy, Jeanette
Y Rosalie.
Rosalie era
La mejor, una experta
Nos movíamos en los asientos
Y Rugíamos
Cuando el encanto de Rosalie se ofrecía
A los solitarios
Hace ya tanto tiempo.
Ahora, Rosalie,
O estarás muy vieja o
Muy quieta bajo tierra,
Yo soy aquel espinilludo,
Que mentía sobre mi edad,
Sólo para verte.
Eras exquisita, Rosalie,
En 1935,
tan exquisita como para evocarte
Ahora
Cuando la luz es
Amarilla
Y las noches son
Lentas.

Poema de amor a una striptisera-Charles Bukowsky
mi versión del inglés
love poem to a stripper

la imagen es de Robert Crumb, (Bukovsky en el cómic)

Más Bukowski y Crumb

lunes, abril 17, 2006

Evangelio de Judas, Evangelio de Borges

En 1944, se publicó Ficciones de Borges. El libro incluía ocho cuentos ya reunidos antes en El Jardín de senderos que se bifurcan (1941) y agregaba otros seis nuevos, bajo el encabezamiento Artificios.

En el cuento La Forma de la espada, el protagonista narra la historia de una traición como si él fuera la víctima y no el traidor. En El tema del traidor y la muerte, el primero se convierte en el segundo, en una trueque de roles. En el cuento Tres versiones de Judas el sueco Nils Runeberg, interpreta la naturaleza del sacrificio de Cristo. Su tercera conclusión es que Dios no se encarnó en Jesús cuando asumió la condición humana, sino que Dios totalmente se hizo hombre en Judas.

Años después, en 1975, Borges publica El libro de arena. Y su cuento La secta de los Treinta puede leerse como un adjunto de Tres versiones de Judas. Aquí habla sobre la voluntariedad del sacrificio de Jesús y de Judas. En la tragedia de la Cruz sólo hubo dos voluntarios: El Redentor y Judas.

Imagen: Kiss me, judas, de Jefferson Costa

domingo, abril 16, 2006

Judas Iscariote según el gnóstico de Borges

Jorge Luis Borges
Tres versiones de Judas
(Artificios, 1944; Ficciones, 1944)

There seemed a certainity in degradation.T. E. Lawrence: Seven Pillars of Wisdom, CIII

En el Asia Menor o en Alejandría, en el segundo siglo de nuestra fe, cuando Basílides publicaba que el cosmos era una temeraria o malvada improvisación de ángeles deficientes, Nils Runeberg hubiera dirigido, con singular pasión intelectual, uno de los coventículos gnósticos. Dante le hubiera destinado, tal vez, un sepulcro de fuego; su nombre aumentaría los catálogos de heresiarcas menores, entre Satornilo y Carpócrates; algún fragmento de sus prédicas, exonerado de injurias, perduraría en el apócrifo Liber adversus omnes haereses o habría perecido cuando el incendio de una bibilioteca monástica devoró el último ejemplar del Syntagma. En cambio, Dios le deparó el siglo veinte y la ciudad universitaria de Lund. Ahí, en 1904, publicó la primera edición de Kristus och Judas; ahí, en 1909, su libro capital Den hemlige Frälsaren. (Del último hay versión alemana, ejecutada en 1912 por Emili Schering; se llama Der heimliche Heiland.)
Antes de ensayar un examen de los precitados trabajos, urge repetir que Nils Runeberg, miembro de la Unión Evangélica Nacional, era hondamente religioso. En un cenáculo de París o aun en Buenos Aires, un literato podría muy bien redescubrir las tesis de Runeberg; esas tesis, propuestas en un cenáculo, serían ligeros ejercicios inútiles de la negligencia o de la blasfemia. Para Runeberg, fueron la clave que descifra un misterio central de la teología; fueron materia de meditación y análisis, de controversia histórica y filológica, de soberbia, de júbilo y de terror. Justificaron y desbarataron su vida. Quienes recorran este artículo, deben asimismo considerar que no registra sino las conclusiones de Runeberg, no su dialéctica y sus pruebas. Alguien observará que la conclusión precedió sin duda a las “pruebas”. ¿Quién se resigna a buscar pruebas de algo no creído por él o cuya prédica no le importa?
La primera edición de Kristus och Judas lleva este categórico epígrafe, cuyo sentido, años después, monstruosamente dilataría el propio Nils Runeberg: No una cosa, todas las cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas (De Quincey, 1857). Precedido por algún alemán, De Quincey especuló que Judas entregó a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma; Runeberg sugiere una vindicación de índole metafísica. Hábilmente, empieza por destacar la superfluidad del acto de Judas. Observa (como Robertson) que para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol. Ello, sin embargo, ocurrió. Suponer un error en la Escritura es intolerable; no menos tolerable es admitir un hecho casual en el más precioso acontecimiento de la historia del mundo. Ergo, la traición de Judas no fue casual; fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención. Prosigue Runeberg: El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aun más la Reprobación. Así dilucidó Nils Runeberg el enigma de Judas.
Los teólogos de todas las confesiones lo refutaron. Lars Peter Engström lo acusó de ignorar, o de preterir, la unión hipostática; Axel Borelius, de renovar la herejía de los docetas, que negaron la humanidad de Jesus; el acerado obispo de Lund, de contradecir el tercer versículo del capítulo 22 del Evangelio de San Lucas.
Estos variados anatemas influyeron en Runeberg, que parcialmente rescribió el reprobado libro y modificó su doctrina. Abandonó a sus adversarios el terreno teológico y propuso oblicuas razones de orden moral. Admitió que Jesús, «que disponía de los considerables recursos que la Omnipotencia puede ofrecer», no necesitaba de un hombre para redimir a todos los hombres. Rebatió, luego, a quienes afirman que nada sabemos del inexplicable traidor; sabemos, dijo, que fue uno de los apóstoles, uno de los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanar enfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y para echar fuera demonios (Mateo 10: 7­8; Lucas 9: 1). Un varón a quien ha distinguido así el Redentor merece de nosotros la mejor interpretación de sus actos. Imputar su crimen a la codicia (como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12: 6) es resignarse al móvil más torpe. Nils Runeberg propone el móvil contrario: un hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el espíritu. Renunció al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer.[1] Premeditó con lucidez terrible sus culpas. En el adulterio suelen participar la ternura y la abnegación; en el homicidio, el coraje; en las profanaciones y la blasfemia, cierto fulgor satánico. Judas eligió aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud: el abuso de confianza (Juan 12: 6) y la delación. Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno. Pablo ha escrito: El que se gloria, gloríese en el Señor (I Corintios 1: 31); Judas buscó el Infierno, porque la dicha del Señor le bastaba. Pensó que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres.[2]
Muchos han descubierto, post factum, que en los justificables comienzos de Runeberg está su extravagante fin y que Den hemlige Frälsaren es una mera perversión o exasperación de Kristus och Judas. A fines de 1907, Runeberg terminó y revisó el texto manuscrito; casi dos años transcurrieron sin que lo entregara a la imprenta. En octubre de 1909, el libro apareció con un prólogo (tibio hasta lo enigmático) del hebraísta dinamarqués Erik Erfjord y con este pérfido epígrafe: En el mundo estaba y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció (Juan 1: 10). El argumento general no es complejo, si bien la conclusión es monstruosa. Dios, arguye Nils Runeberg, se rebajó a ser hombre para la redención del género humano; cabe conjeturar que fue perfecto el sacrificio obrado por él, no invalidado o atenuado por omisiones. Limitar lo que padeció a la agonía de una tarde en la cruz es blasfematorio.[3] Afirmar que fue hombre y que fue incapaz de pecado encierra contradicción; los atributos de impeccabilitas y de humanitas no son compatibles. Kemnitz admite que el Redentor pudo sentir fatiga, frío, turbación, hambre y sed; también cabe admitir que pudo pecar y perderse. El famoso texto Brotará como raíz de tierra sedienta; no hay buen parecer en él, ni hermosura; despreciado y el último de los hombres; varón de dolores, experimentado en quebrantos (Isaías 53: 2­3), es para muchos una previsión del crucificado, en la hora de su muerte; para algunos (verbigracia, Hans Lassen Martensen), una refutación de la hermosura que el consenso vulgar atribuye a Cristo; para Runeberg, la puntual profecía no de un momento sino de todo el atroz porvenir, en el tiempo y en la eternidad, del Verbo hecho carne. Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue judas.
En vano propusieron esa revelación las librerías de Estocolmo y de Lund. Los incrédulos la consideraron, a priori, un insípido y laborioso juego teológico; los teólogos la desdeñaron.
Runeberg intuyó en esa indiferencia ecuménica una casi milagrosa confirmación. Dios ordenaba esa indiferencia; Dios no quería que se propalara en la tierra Su terrible secreto. Runeberg comprendió que no era llegada la hora: Sintió que estaban convergiendo sobre él antiguas maldiciones divinas; recordó a Elías y a Moisés, ,que en la montaña se taparon la cara para no ver a Dios; a Isaías, que se aterró cuando sus ojos vieron a Aquel cuya gloria llena la tierra; a Saúl, cuyos ojos quedaron ciegos en el camino de Damasco; al rabino Simeón ben Azaí, que vio el Paraíso y murió; al famoso hechicero Juan de Viterbo, que enloqueció cuando pudo ver a la Trinidad; a los Midrashim, que abominan de los impíos que pronuncian el Shem Hamephorash, el Secreto Nombre de Dios. ¿No era él, acaso, culpable de ese crimen oscuro? ¿No sería ésa la blasfemia contra el Espíritu, la que no será perdonada (Mateo 12: 31)? Valerio Sorano murió por haber divulgado el oculto nombre de Roma; ¿qué infinito castigo sería el suyo, por haber descubierto y divulgado el horrible nombre de Dios?
Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runeberg erró por las calles de Malmö, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir con el Redentor el Infierno.
Murió de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de 1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al concepto del Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y del infortunio.

1944

[1] Borelius interroga con burla: ¿Por qué no renunció a renunciar? ¿Porqué no a renunciar a renunciar?.

[2] Euclydes da Cunha, en un libro ignorado por Runeberg, anota que para el heresiarca de Canudos, Antonio Conselheiro, la virtud «era una casi impiedad». El lector argentino recordará pasajes análogos en la obra de Almafuerte. Runeberg publicó, en la hoja simbólica Sju insegel, un asiduo poema descriptivo, El agua secreta; las primeras estrofas narran los hechos de un tumultuoso día; las últimas, el hallazgo de un estanque glacial; el poeta sugiere que la perduración de esa agua silenciosa corrige nuestra inútil violencia y de algún modo la permite y la absuelve. El poema concluye así: El agua de la selva es feliz; podemos ser malvados y dolorosos.

[3] ­Maurice Abramowicz observa: “Jésus, d'aprés ce scandinave, a toujours le beau rôle; ses déboires, grâce à la science des typographes, jouissent d'une réputabon polyglotte; sa résidence de trente­trois ans parmi les humains ne fut en somme, qu'une villégiature”. Erfjord, en el tercer apéndice de la Christelige Dogmatik refuta ese pasaje. Anota que la crucifixión de Dios no ha cesado, porque lo acontecido una sola vez en el tiempo se repite sin tregua en la eternidad. Judas, ahora, sigue cobrando las monedas de plata; sigue besando a Jesucristo; sigue arrojando las monedas de plata en el templo; sigue anudando el lazo de la cuerda en el campo de sangre. (Erlord, para justificar esa afirmación, invoca el último capítulo del primer tomo de la Vindicación de la eternidad, de Jaromir Hladík).

El evangelio según San Borges

Me levanto muy temprano y voy al encuentro con Jorge Luis Borges.
Enero del 2005.
Participo de una reunión de trabajo de la OMS en Ginebra. Pero esta mañana salgo del Hotel Cornavin decidido a encontrarme con Jorge Luis Borges, el maestro.
La nieve le otorga una azulina claridad a esta ciudad, a esta hermosa ciudad.
Cruzo el canal y me introduzco en la ciudad vieja por Rue de la Sinagoga.
Ingreso al Cimetière des Rois, el panteón de Ginebra. El cementerio es austero, a estos muertos les ofende el lujo y la apariencia. En la entrada hay una capilla y en la muralla, un mapa. Camino a la zona D y llego a la tumba 735. La piedra recubierta de hielo dice: Jorge Luis Borges debajo de un relieve de unos guerreros vikingos la frase
«...and ne forhtedon nà» : «...no tener miedo»,
y, mas abajo: (1899-1986).
No sé que hacer.
Doy una vuelta alrededor de la piedra. Allí se lee la frase de la Völsunga Saga
«Hann tekur sverðið Gram og leggur í meðal þeirra bert» : (“El tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos").
Hay un grabado de una nave vikinga, y bajo ésta una tercera inscripción: "De Ulrica a Javier Otálora".
De pronto, siento un aliento.
En este mismo cementerio, unos pasos más allá, están los restos de Juan Calvino. Me surge una intuición. Borges fue un calvinista. Su estética es calvinista.
¿Y su fe, cuál era la fe de Borges?
Borges llegó por primera vez a Ginebra el 24 de abril 1914 y la ciudad tenía 130 mil habitantes. Hasta el 6 de junio de 1918 vivió aquí con sus padres, su hermana y su abuela materna- en la Vieille cité, en la actual Ferdinand Doler número 9, cerca de la iglesia ortodoxa rusa.
Entonces Borges tenía 15 años, la edad única de formación intelectual y de una fe. Borges no era feliz. “Yo era entonces un joven desdichado”.
Su padre lo envió a ver una puta en la calle Dufour. No pudo realizar el acto. Era joven y no era feliz. Su hermana Norah ha recordado que Borges estaba muy triste y volvía por las noches llorando a casa.

El joven desdichado hace el bachillerato en el College Calvin, un liceo inaugurado en 1559 por Juan Calvino. Borges entra a la clase del profesor H. de Ziegler, el segundo año los hace con de Patois y el tercer año con Juvet. Son cuarenta alumnos, más de la mitad eran extranjeros. Varios de su compañeros y amigos eran judios.
¿Que se podría haber estudiado allí en el College Calvin?
Conjeturo: una fe.
Borges el bilingüe, se hace multilingüe. Lee allí lo que muchos jóvenes aún hoy leen como primeras lecturas: los simbolistas franceses (Verlaine, Rimbau, Mallarme), la poesía de Walt Whitman (en una traducción alemana en un anuario expresionista) y la filosofía de Schopenhauer. Borges no puede sustraerse a la influencia de la revolución rusa del 17 y escribe sus poemas Los Salmos Rojos (La trinchera que avanza / es en la estepa / un barco al abordaje / con gallardetes de hurras)
Borges leyó la Biblia en la traducción de Lutero, que “contribuye a la belleza” y aprendió de Calvino su gusto por la sencillez.
Obviamente, qué duda cabe, Borges aprendió en el liceo a parafrasear como su actual vecino, Calvino: corto, irónico, cortés, elusivo. El decoro de los calvinistas. Puntillistas. Calvino se dirigía a la gente culta. Su estilo de escritura es clásico. Razona sobre los sistemas, utiliza la lógica. Calvino amaba el retraimiento. Era breve.
Qué duda cabe, ¿verdad? Borges se educa en el recato de los calvinistas. Austeros. Les ofende el lujo y la apariencia. Calvino había roto con los santos, las devociones y las supersticiones. Calzaba bien con Borges, con su pudor, su sentido del ridículo y una dignidad.
Juan Calvino buscó encontrarse a sí mismo: “Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se debe tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo”. (Religión Cristiana. Libro Primero.)
Borges creyó lo mismo: “Le doy vueltas a una idea: la idea de que, a pesar de que la vida de un hombre se componga de miles y miles de momentos y días, esos muchos instantes y esos muchos días pueden ser reducidos a uno: el momento en que un hombre averigua quién es, cuando se ve cara a cara consigo mismo” (Credo de Poeta. Arte Poética)

Extraer de sí mismo a sí mismo. Un nacimiento interior. Una proyección de Dios. O del Espíritu. O del destino (que tal vez es lo mismo, diría él mismo Borges). La palabra –ha dicho el poeta- viene dada. Uno descubre su voz natural, su ritmo. Uno, finalmente, transmite un sueño. Sus historias deberían ser leídas como se leen las historias bíblicas, “como las fábulas de Teseo o Ahuasero”, al fin, como un evangelio no canónico.

Esta es la conclusión, que recibo esta mañana fría frente a su tumba: Borges era gnóstico, creía en el proceso intuitivo de conocerse a sí mismo. Los gnósticos -se había olvidado esto- son cristianos eruditos y carismáticos. En la época paleocristiano -entre los siglos I al IV- había tres corrientes del cristianismo, la cetrino-paulina, la judeocristiana y la gnóstica.
Los «evangelios gnósticos» -el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Apocrifón de Juan, el Evangelio de la Verdad, el Evangelio de los Egipcios, el Evangelio de Judas, el libro secreto de Jaime, el Apocalipsis de Pablo, la Carta de Pedro a Felipe y el Apocalipsis de Pedro- han permanecido ignorados.

Esta conclusión me obliga -nos obliga- a releer a Borges.

Por otro lado y del mismo modo a Borges le preocupa la belleza. Calvino admiraba a los celtas por razones políticas religiosas y estéticas. Borges aprendió de Calvino que las traducciones literales tenían exotismo, y por eso, belleza. Borges afirma que las bellas traducciones literales surgen con las traducciones de la Biblia. Principalmente, cita Borges a la Biblia inglesa, la Biblia de su abuela protestante, donde él aprendió a leer.
Calvino admiraba a la literatura gaélica por la calidad estética de la traducción de la Biblia.
La literatura gaélica era un orden de los celtas. Viene del alfabeto ogham y tiene base rúnica.
La literatura gaélica está asociada a la religión culta y a la lectura de la Biblia.

Así Borges llegó a la idea germana: unos hombres sometidos a la lealtad, al valor y a una varonil sumisión al destino. Por esa vía, Borges se topó con la literatura escandinava, la runas y las sagas islandesas. Una runa era una manifestación divina. 46 años después Borges junto a la bella María Esther Vázquez completaría su viaje cuando publica Literaturas germánicas medievales y escribiría su popular sentencia: “De las literaturas germánicas medievales la más compleja y rica es incomparablemente la escandinava”.

Cuando su mujer, María Kodama, en sus últimos días aquí en Ginebra, le preguntó si le llamaba a un sacerdote, Borges contestó que le trajera dos: un católico y un protestante.

Antes de morir el poeta rezó el Padre Nuestro.
En Ginebra, el día 14 de junio de 1986, oficiaron los ritos funerarios de un gnóstico, un sacerdote católico, Pierre Jacquet y un pastor protestante, Edouard de Montmollin, que aclaró la importancia de la fe metodista de la abuela de Borges. El pastor leyó el primer capítulo del evangelio según San Juan. Leyó la parábola El Palacio y el poema Los Conjurados.
María Kodama vestida de blanco, y las rosas, también blancas, sobre el féretro. Ese día de junio, en la Catedral de Saint Pierre, una iglesia gótica donde Calvino proclamó su fe cismática, fue velado el poeta. Desde la catedral por una sola callejuela en bajada se llega, por la rue de la Sinagoga, al Cimetière des Rois.

Este es el Panteón de Ginebra.
Aquí está Calvino.
Aquí está Borges.
Y aquí estoy yo, humildemente, en esta ciudad fría, fría y bella y de luz azulina, para rendir respeto al maestro.

jueves, abril 13, 2006

Snuff en Juarez

Es la tesis de Marcela Lagarde, la diputada que preside la comisión del Congreso mexicano encargada de esclarecer los macabros asesinatos de 440 mujeres en Ciudad Juárez. Ella asegura que detrás de este feminicidio, habría siniestras producciones del “cine” pornográfico, conocido como “snuff”.
Imagen: "Psychophatia Sexualis" Miguel Angel Martin

Snuff de La Pintana

Lo más conmovedor es que la Tesis del Snuff ya fue planteada en el diario La Nación. Efectivamente. El periodista Jimmy Quintana contó, en noviembre de 2004, la espeluznante historia de un joven de 27 años (también de La Pintana) que fue raptado, obligado a subir en un auto, amarrado de piernas y manos, le vendaron los ojos y minutos después, el auto se detuvo para que fuese llevado al maletero. En un potrero del paradero 41 de Santa Rosa, siempre vendado, lo desnudaron de la cintura hacia arriba y le sacaron los zapatos y los calcetines, le propinaron patadas, combos y golpes con la pistola, en todo su cuerpo. Mientras una mujer lo grababa. Lo drogaron y le dieron alcohol. Lo dejaron botado y atado allí hasta que alguien lo vio y lo ayudó.
Imagen: "Black Bandaged Head" Trevor Brown

Descuartizado de La Pintana: ¿Pornocrimen?


La primera vez que escuché la tesis fue en la radio cooperativa por la criminóloga Doris Cooper. No descarta que el joven de La Pintana haya sido descuartizado para ser grabado y luego vendido como video. A esas películas se les llama snuff, donde todo es real.
Macabro, ¿no?

miércoles, abril 12, 2006

jueves, abril 06, 2006

Teresa Calderón, Gonzalo Contreras y Sonia González: Se arrienda casa de familia fracturada

Nuevas novelas han puesto de moda el síndrome -en familias de profesionales, se entiende- de las crisis de parejas cuarentonas. Escritas por escritores cuarentones, también se entiende. Ya ven, están de moda los ajustes de cuentas en familias inbunchadas.

Toquen madera.

Teresa Calderón tiene un nombre reconocido dentro de la poesía chilena. Pero, de pronto, le picó el bicho de la narrativa. Publicó cuentos en Vida de Perras y ahora ha publicado una novela, Amiga Mía, con la que Teresa Calderón ganó el más importante de los premios nacionales, el Premio del Consejo Nacional de Arte y Cultura, año 2004.
Amiga mía, digámoslo de entrada, es un viaje interior al estilo de C. G. Jung.
Catalina e Isabel, dos cuarentonas santiaguinas, beben café en el Tavelli de Providencia. Catalina le hace leer a Isabel un cuento donde ella está metida en un sueño que es, a la vez, el sueño inicial de las películas capitales del sueco Bergman, Fresas Salvajes. El personaje contempla su propio cadáver. En la película, Borg, que así se llama el protagonista, decide emprender el viaje en coche con su nuera que se ha ido de casa de su hijo tras una discusión por su embarazo. Durante el viaje para en la casa donde pasaba sus vacaciones de niño, donde crecen fresas salvajes y tuvo su primer amor. Y mediante asociaciones libres de imágenes oníricas descubrirá que el triunfo, la culpa y la muerte son centrales en su vida.
Catalina recuerda brumosamente que debe hacerle caso a los sueños, “conoce al instante los graves escritos de Artemidor”, como dice el poema Idus de Marzo, de Constatino Cavafis, que Catalina también rememora. Así, las imágenes misteriosas del sueño de Catalina, dan origen, en la novela de Teresa Calderón, a un viaje interior de dos amigas, con vidas malgastadas y la juventud perdida. Las relaciones afectivas se convertirán en el centro de la novela, la creación de una imaginería y un tejido fantasioso que pasan a constituirse en realidades existenciales, premoniciones y profecías. En esa zona de evaporación se usa una técnica narrativa fragmentaria que conduce a una pantalla iridiscente, para descubrir el contenido latente del sueño.
La novela de Teresa Calderón, con ese aire brumoso y difuso, con reiteradas referencias literarias, transcurre entre amores viejos decepcionados, trágicos y románticos, la soledad y el abandono, la infidelidad y el alcoholismo. Son, en suma, memorias, sesiones psicoanalíticas, pedazos de diarios, esbozos y resonancias donde aparece el desgarro, la soledad y el anhelo de amor.
La novela Amiga mía, como la película Fresas Salvajes, es pesimista y triste. No puede ser de otro modo: es una historia de la desilusión.

Se molestó Gonzalo Contreras por las críticas a su último libro La Ley Natural (2004). Por cierto, su molestia es con “ciertos críticos jóvenes con ambiciones literarias que pretenden descalificar a la generación anterior. El crítico Alvaro Bisama afirmó que Contreras, tiene “formas narrativas al borde de la inanición.” Alejandro Zambra escribió: “algunos percances en el manejo de los tiempos verbales y ciertos problemas en la construcción de la verosimilitud resultan enormemente distractivos y finalmente amagan los méritos del relato.”

Francisco Bertrán, el personaje, es un arquitecto cuarentón que va a recibir al aeropuerto a Bárbara, su sobrina de 15 años, media holandesa y media chilena, y que está embarazada. El padre de la chica, Pascal Bertrán, aparece luego de improviso en Santiago con una mujer, Muriel. Y la hija Bárbara no quiere irse con su padre, desea quedarse con su tío Francisco, que está en proceso de separación de su mujer, Diana.


Yo creo que el principal problema de la novela de Contreras no es la verosimilitud, ni su lenguaje opaco (algo que otros admiran en Contreras). Tampoco su notoria facilidad para urdir historias, lo que yo considero un real mérito.
El tema es otro.
El personaje Francisco Bertrán, es un arquitecto pagado de sí mismo, que ve con suma desconfianza el mundo exterior y a su entorno. Principalmente le hostiga su hermano Pascal, medio volado, medio hippie, medio vagabundo, y medio cínico–es decir, distinto, ambiguo y sin certezas. Y le hostiga pues Francisco Bertrán se cree central, no marginal. El cree que su forma de vida –mediocre, gris- es esencialmente canónica, políticamente correcta. En eso, el personaje, por más que le ocurran cosas, por más que la vida le grite evidencias, no cambia nunca. Si la realidad no se me parece, yo cambio la realidad.
Es la Ley natural.
Me saco de encima a mi hermanito tontorrón y caprichoso y ya está.

Gonzalo Contreras ha dicho que su novela es la novela del cambio. Se supone que Francisco Bertrán entró al cambio. Sí, todo ha cambiado, pero Francisco sigue igual de presumido. Francisco, a pesar que todo cayó a su alrededor, sigue siendo el pedante antipático. “Ahora, acalladas las voces, todo volvía al orden, al desorden, acostumbrado” (Lampedusa) Francisco ve cierta pureza o cierta salvación, en una niña excéntrica y abandonada de quince años, tema por lo demás ya planteado en La Ciudad Anterior, la primera novela de Contreras. En esa primera novela Feria –el protagonista- elucubra también la posibilidad de quedarse con una joven también en situación de abandono (hija de un desaparecido).

Hum. ¿Es el ordenador de vidas difusas?

Inicialmente, Amalia Espejo de Sagüez también es una siútica fastidiosa, una dama cuarentona que no me gustaría tener ni de amante, ni de mamá, ni de amiga. Inicialmente. Es la protagonista de la bien urdida novela, con una habilidad en los diálogos, Imperfecta Desconocida de Sonia González. Amalia está casada con el médico Marco Sagüez, tiene tres hijos: Raimundo, Salomé y el pequeño Cristóbal, un niño enfermo de Gatum, un síndrome físico y mental. Tiene una empleada, Margaret, muy central en la novela, una amiga que se llama Rosicler y su analista el señor Casas. Esta dama menopaúsica, dueña de casa y fundamentalmente ociosa, se dedica a escribir cartas a los periódicos, su apostolado. Amalia no sabe lo que es un juego de rol, ni que es la música metal, pero se sabe de memoria Rojo y negro de Stendahl. Sin embargo, vaya sorpresa, de joven se declaró revolucionaria, miren lo que es la vida, y estuvo alguna vez en al escalinata de la Biblioteca Nacional de Santiago, vociferando lemas.

¿Cuándo comienza a cambiar? Cuando tiene una relación amante-maternal con un hombre de 20, Leonardo Mariángel. Amalia le coloca el seudónimo de Julián Sorel, (el personaje de Rojo y Negro). Lo que viene es un ahá, miren, lo que es la vida. Cambia, de algún modo, cambia esta señora, muda de aires y empieza a establecer contacto con sus hijos.


Todo se derrumba también en esta novela, pero, para mi gusto, no podía pasar de otra manera, pues nadie puede freírse eternamente en una paila.

Amalia, que ha descubierto el veneno que hay en el agua estancada, debería leer ahora el ensayo Del Amor de Stendahl. El viejo lo sabía todo: “El amor es la única pasión que se paga con la moneda que ella misma fabrica.”

De Escritores de la Guerra, Foro Nórdico de Aura latina, 2004.
Textos
© Omar Pérez Santiago
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