domingo, septiembre 04, 2022

PLAN DE LECTURA, ¿SOMOS LOS ESCRITORES CHILENOS CADÁVERES PETRIFICADOS COMO LOS CIUDADANOS DE POMPEYA? Omar Pérez Santiago

 


Off the Record, Perspectiva Crítica de Arte y Cultura. Septiembre 2022 El presidente Gabriel Boric es uno de los pocos políticos que lee literatura chilena. Hace algún tiempo en la Chascona, la casa de Neruda de Santiago, lo vi sentado en primera fila, en un homenaje a poetas chilenos. Tal como, hace ya más años, 30 años, vi al notable Radomiro Tomic, en el aula de la Universidad de Santiago, en una charla del poeta Gonzalo Rojas. Momento notable. Entró con sigilo y se sentó a mi lado a escuchar al poeta. Cuando Rojas terminó su charla, Tomic se retiró con el mismo sigilo con el que llegó. Sin parafernalia. Yo estaba allí. No lo soné. Boric, Tomic, políticos que respetan a los escritores chilenos y practican con el ejemplo. Pocos.

Diré -qué lata decir esto- que se instaló en Chile un mal hábito: confundir el concepto de cultura con el arte. Se ha dicho desde hace décadas que no se debe mezclar el concepto de cultura con el concepto de arte. No.
Cultura es lavarse los dientes, ir a la escuela, respetar a los padres. Y no es particular de los humanos. Es ampliamente aceptado -con el neurocientífico Jaak Panksepp- que todos los mamíferos heredan sistemas sico conductuales para transmitir vinculaciones sociales.
El arte (la música, el teatro, la pintura, la literatura, el cine), en cambio, es una sublimación de sentimientos. Es una labor intrínsicamente humana. No se ha visto nunca a una vaca recitar un poema, por más linda y saludable que sea la vaca.
Luego. Hace unas décadas, el estructuralismo y el posestructuralismo, desde la semiótica y la lingüística, enfermaron el arte.
Usted Barthes, usted Lacan, usted Derrida metieron a los alumnos de literatura en una jaula más sociológica o antropológica que literaria. Dominaron la academia. Al fin, los libros escolares chilenos ya no hablan de poemas, como eran usual por siglos, sino de “textos”. Ya no hablan de poeta, como se ha hecho por siglos, sino de “hablante lírico”.
Cuando surgieron los “agentes culturales”, una forma de modernización de la administración cultura, hubo un alumnos equívocamente orientados. En algunas escuelas se les hace creer que sonn más importante que los artistas. Y que cualquier cosa podía ser arte.
En fin, cuando la literatura se iguala a las tareas comunitarias va en camino erróneo. Las tareas comunitarias son muy importantes, pero son más bien labores de las escuelas, de los liceos, de las universidades públicas, los centros culturales.
Se ha elaborado durante un largo tiempo El Plan de lectura que ahora circula desde el Ministerio de las culturas.
El Plan no menciona nunca la palabra escritores.
¿Pueden creerlo?
Tampoco el Plan de lectura prioriza con los escritores chilenos.
Se habla genéricamente de creadores, pero nunca de escritores chilenos.
Es la primera seña. ¿Estamos vivos? ¿No es una forma drástica de matarnos? ¿Somos cadáveres petrificados como los de Pompeya, petrificados en vida?
Veamos. El plan consigna 5 ámbitos de acción: Lectura, Creación, Industria e internacionalización, Patrimonio y Marco Jurídico.
En el ámbito de la lectura se propone fortalecer las bibliotecas públicas o más bibliotecas regionales. Ya se han construido muchas bibliotecas en Chile y sin embargo la lectura no mejora. Por lo demás, las bibliotecas de aula se llenan con libros de autores españoles, no chilenos. Las nuevas generaciones leen digital. Pero el plan no habla de la urgencia de digitalizar libros de autores chilenos. El sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional cumple un rol importante. Eso hay que, a los menos, nombrarlo. Llevamos años de retraso.
En el ámbito de la creación se habla de visibilizar los premios literarios, pero en ninguna parte se expresa el rol activo de los escritores chilenos en los jurados o evaluadores, donde, digámoslo, un gran número son bibliotecarios, es decir, funcionarios del Estado.
En el ámbito de la industria e internacionalización la cosa es igual. Vi una estadística española que afirma que Chile importa casi 2 millones de libro cada año desde España. ¿Quién compra esos libros de autores y de editoras españolas? ¿quién paga ese negocio? ¿No será hora de aclarar estas cosas?
Finalmente, ni en el ámbito del patrimonio ni del marco jurídico hay referencia al apoyo de escritores chilenos.
Me pregunto. ¿Qué nos pasó a los escritores chilenos? ¿Somos fantasmas? ¿Estamos vivos? ¿Estamos condenados a seguir solos?
Busco un trocito de luz que se cuele por las rendijas.
Tengo la preocupación de que los escritores chilenos queden fuera del Plan de Lectura del Ministerio de las Culturas.
Espero que me equivoque.

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