Hay quienes aman El Quijote de Cervantes.
Yo no.
Desde que fui obligado a leerlo en el Colegio Claretiano, apurado, estresado, en una edición roñosa y mal hecha que tomé de la biblioteca. Como un castigo escolar.
El lugar común lee el Quijote como estrategia de la sátira, como la moda irónica o parodia que yuxtapone personajes o escenas para comparar valores, una reflexión crítica sobre los ideales que representan. La ironía, la caballerosidad y el amor. La ironía, la técnica narrativa y verbal.
Sin embargo, en 1972 fui al cine Santa Lucía, nuestro cine de Santiago de Chile famoso por su tecnología Cinerama. En el antiguo cinerama Santa Lucia vi la versión de El Hombre de la Mancha, con Peter O'Toole y Sophia Loren.
Y ahí aparece la versión romántica e idealista. Los personajes son la rebeldía y buscan un ideal, temas muy apreciados por los románticos y su defensa de lo imposible.
No es raro que esa crujiente versión romántica o idealista la vi después por primera vez en el teatro.
Era el año 1974, Chile.
Según recuerdo, protagonizado por José María Langlais como Cervantes/Quijote, Alicia Quiroga como Aldonza y como Sancho Panza, Fernando Gallardo, entonces conocido como el popular Cachencho.
Un día leí lo siguiente. El tiempo pasa rápido, quizá por eso no recuerdo donde ni porqué, seguramente de algún eclesiástico, pero un día leí lo siguiente: las obras se leen de acuerdo a la sensibilidad de la época que vivimos, o como sentimos una era, (que tal vez es lo mismo).
Eso no más.

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