lunes, julio 06, 2009

El niño terrible del exilio, Revista Marusia, mayo de 1990.

Hablar bien o mal, pero hablar del escritor chileno Pérez Santiago, fue un hobby a la moda en Malmö, la ciudad en la que reside desde 1978. Buscado por la dictadura de Pinochet ingresó, junto a otros perseguidos, a la embajada de Venezuela en Santiago vestido de gala y con invitaciones falsas a la fiesta diplomática. Allí, para sorpresa de todo el cuerpo diplomático reunido, pidió asilo político. Amante de la controversia, escribe artículos periodísticos en sueco, ha publicado una novela en sueco y ha escrito un guión de cine que se filmó en Suecia. Sus cuentos, con el humor e ironía que aparentan un divertimento, ha sido publicado en diferentes antologías y revistas. Una antología de joven poesía sueca, que él ha traducido al español aparecerá dentro de poco.

¿De dónde sale Pancho Pérez Santiago?

Nací el año 1953. Mi padre, obrero orgulloso, fértil como mi madre. Parieron mis seis hermanos. Me llamo Omar, como mi padre y no Pancho. Pancho es un seudónimo. La historia del seudónimo es un poco larga. Luego estudié en el Colegio Claretiano y egresé de la escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile.

Jesús Ortega dice que tú eres el niño terrible del exilio chileno. ¿Qué opinas?

A Jesús lo estimo mucho, por eso le digo siempre lo que pienso...

Pero a ti te gusta realmente provocar...

Mira, me ahogan las camarillas, las mentiras acomodaticias y me agravia decir cosas o guardar silencio por convivencia. El autoritarismo nos coloniza y se dicen cosas por cobardía. No me gusta la uniformidad. Y ha habido mucha! Hay que estar un poquito contra la corriente para no aceptar convencionalismos.

Tú estás bien adaptado a la sociedad sueca, escribes en los diarios, animas veladas culturales en sueco, haces programas de radio, das charlas. ¿Cómo se logra eso?

El exilio es una beca, decía Cortázar. He vivido como si me fuera a morir aquí. No me asusta. Los escritores deben viajar, aprender idiomas, acostarse con una rusa y una americana, ojalá con las dos juntas, menage a trois cultural y carnal. Pero en los gethos de exiliados chilenos de los suburbios de las ciudades de Europa se hablaron las mismas cosas durantes 15 años, sostenían los mismos prejuicios políticos y culturales. O se juntaban por ahí a quejarse de la vida, a lamentarse o a criticar injustamente a los que algo nuevo hacía.

Puede ser entendible que los exiliados sufrieran...

Sí, sí, el dolor de todo lo sucedido, pero la vida continúa...! Y durante los 80 han pasado cosas culturalmente importantes.

Escribes en sueco, has hechos antologías, cuyo título fue rayado en toda la ciudad

Fue un grupo de muchachas que les pareció que el título de un texto mío "Malmö es un bunker de eremitas calientes", era simpático. Lo copiaron y lo distribuyeron durante el festival de Malmö

Has escrito una novela en sueco "Malmö är litet", ¿cómo es eso de escribir en otro idioma?

Es una tarea casi imposible

¿Y por qué entonces?

Bueno, romper el aislamiento quizás. Además es una historia sobre la elite cultural de Malmö.

¿Y la literatura latinoamericana en Suecia?

Los suecos creen que los latinoamericanos escriben sólo como García Márquez y sus epígonos. Alguien administra el realismo mágico en Suecia.

¿Y la literatura en Chile?

Hay buenos y originales prosistas de mi generación: Marco Antonio de la Parra, Roberto Rivera. Hay algunos más aburridos que el invierno sueco. Pero la generación que empezó a publicar los ochenta comenzará a instalarse en los ´90.

¿Qué crees que se necesita entonces?

En Chile ha comenzado una apertura política en marcha para desmontar la dictadura, falta la gran "Movida" chilena, una revolución cultural que interprete los deseos de vivir y convivir, ganas de estar en la calle, hablar, amar, expulsar quince años de dureza, aprender a quererse a sí mimos de nuevo, a insertar la cultura chilena en los nuevos marcos internacionales. La "movida" chilena debe desmontar, con arte, cultura, el autoritarismo. Los chilenos deben sacarse el terno gris. La literatura debe estar a la altura de los tiempos. Hay que escribir para los demócratas, o sea, la gente que no tiene miedo, que sabe reírse de sí misma. Abrir los microcosmos intelectuales. No se puede seguir acusando a la dictadura de la trama cultural del presente. Además, hay una clara relación entre el lenguaje y la estructura de poder. La dictadura construye un sistema de símbolos, de lenguaje, de sus clichés. Son las visiones oficiales. Sin embargo, la oposición ha producido, durante todos estos años, sus propios clichés. Al fin, se mete en el juego, usando retórica reactiva, defensiva. Hay que estar fuera de esos códigos y a las élites políticas hay que criticarlas para que hagan las cosas mejor, no chuparles las medias. Hay que mantener la independencia. Además, veremos ahora sin dictadura, males de esta sociedad que existían antes de Pinochet: el compadrazgo de los poderosos, la envidia de los mediocres, el cortoplacismo de los arribistas, etc.

¿Ves con optimismo el futuro de la sociedad chilena...?

Lo más difícil es lograr en un mundo de pluralidad y diferencia una normativa que no sea dogmática ni injusta ni arbitraria. Luego no me gustaría que los chilenos fueran pechoños y beatos. Qué los políticos hagan lo suyo, que sean responsables y serios, pero a la gente no se le puede pedir la disciplina de una escuela primaria o de una parroquia.

¿Has echado de menos Chile durante estos años de exilio?

Vaya, a mis padres, mi familia, mis amigos y el vino barato. Luego el calor me asfixia, el smog me irrita, los cantantes de micros me dan pena, los pitucos y la siutiquería me agreden. Hay tanto tonto que se cree superior! Aparentan lo que no tienen. Pero, las mujeres chilenas son riquísimas. Las chilenas tienen una coquetería infantil que conquista a cualquiera. Se empiezan a reír y contagian a medio mundo. A parte de eso, no creo en la nostalgia de la infancia, en querer obsesivamente volver a las raíces, a la esencia.


Revista Marusia, mayo 1990

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