Irita apareció en la cocina tras llegar de la calle. En su bello rostro lucía un delicado maquillaje en tonos pálidos, casi flemáticos, obra del estilista Pali del barrio Italia, con delineador de ojos Khol y labios glossy. Su cabello lo llevaba tocado hacia arriba, como si fuera una novia, y adornado con unos pendientes de plata y turquesa.
Al entrar, percibió un delicioso aroma que le abrió el apetito. El presidente Gabbe estaba ahí, con un delantal cubierto de harina, preparando la cena (Taggliata à la Gabbe). Se encontraba de buen humor, se movía al ritmo de Inner Circle (Sweat, A La La Long). Saludó a Irita con un beso.
—Hola, hermosa. La cena está lista y hay ostras al limón y merkén y un vino Chardonnay enfriándose en el refri.
Gabbe le sirvió en una pequeña mesa redonda de madera.
Irita se emociona al sentir el agradable ambiente.
—Oh, hombre deconstruido. Me gusta.
Irita se quitó el blazer verde palta y se quedó con una refinada camisa blanca satinada (posiblemente de Zara).
Irita se comió una ostra y tomó un sorbo de Chardonnay (tal vez de Casablanca). Se sintió muy satisfecha y usando un modismo, afirmó:
—Uy, quedé chuuuk.
Gabbe había promovido un momento romántico de ensueño.
Pero, el ambiente se congeló cuando Irita dijo:
—Reconociste públicamente que quieres tener hijos.
—Sí, me lo preguntó un periodista.
—Y ¿qué vas a hacer al respecto?
—Le dije también al periodista que eso es una cuestión de dos.
— Eso es un deal breaker.
—¿Sí?
—Es ruptura de un acuerdo previo. Mira el chismorreo en las redes.
—¿Es el chismorreo de las followers en los podcasts de las influencers feministas?
—¿No empieces, Gabbe? Esos podcasts son bacanes.
Gabbe sirvió dos platos de Tagliata humeante.
Se acercó y la abrazó por detrás.
—Parece que andas tirando el carro…
Ella le hizo un gesto irónico mientras empezó a comer.
—Aún te molesta que despidiéramos a tu amiga del ministerio de cultura. ¿eh?
—¿Quieres un viernes con política inmersiva?
—A ver, creo que ya estamos inmersos en la trama.
—Me molesta que resucites a las dinastías boomers del PPD o del MAPU y los pongas en el ministerio de cultura.
—¿Por qué?
—Fortalecen la distopía. Vuelven como zombis para dar pan y circo a una juventud arrinconada en sus barrios por la droga y la delincuencia.
—Te gusta la hipérbole, Irita. Te molesta que hayamos bajado a tu amiga del ministerio de cultura.
—Más me molesta que las mujeres seamos el pato de la fiesta. Y me molesta ver exhumar zombis.
—Pero, dime, Irita ¿dejamos el arte reducido a sólo categorías identitarias y a demandas de representación tribales?
—Pero, dime, Gabbe ¿quieres arte despolitizado?
—No. Pero tampoco podemos invitar a la Feria del Libro de Buenos Aires sólo a escritores comunistas.
—Eso también es una exageración, Gabbe. No te hagas el Larry.
Gabbe levantó los platos y trajo un postre helado, tan helado como el ambiente.
—Fue el ministro Gorgy quien me sugirió un nuevo secretario de cultura.
—Gorgy se ha convertido en el ministro de Guardar las Apariencias.
—Es difícil gobernar cuando, por ejemplo, una diputada se acuesta con un futbolista y luego llama al alto mando de Carabineros para defenderlo.
—Me fastidia también que en esta mesa siempre terminemos hablando de la opinión del ministro Gorgy.
A pesar de su enfado, ella tendió a sonreír.
Después de comer en silencio, la discusión les causó un gran estrés emocional. Gabbe se acercó dulcemente a Irita
—¿Por qué después de una discusión de pareja aumenta el deseo sexual, Irita?
Ella sonríe. Se besan.
—El sexo de reconciliación es más rico.
—¿Crees que el sexo de reconciliación conduce al orgasmo feminismo?
La deriva de la conversación es un intenso preámbulo erótico que acaba en las sábanas del dormitorio, un destino de placer inmersivo y lujurioso.
Después, Irita, con su cuerpo sudoroso y delgado se dirige al baño del dormitorio usando sus elegantes bragas (quizá marca Hipster de Intime).
—Siento malas energías en el baño, dice ella al volver.
Gabbe fue el baño, puso atención en un bloque de cristal labrado con forma de huevo en una esquina. En ese instante, un temblor sacudió el lugar y dos tirones le indicaron que se trataba de un sismo de grado 5.6. El huevo de cristal se hizo añicos y un socavón se abrió ante sus ojos, revelando un desconocido sótano. La sorpresa invadió a Gabbe. Espeluznante anomalía. La aparición del portal creó un agujero a un mundo ignorado.
—¡Mierda!
Gabbe llamó a Irita gritos.
Ambos, —ella flaca, él achaparrado—, desnudos, se abrazaron, embargados por la turbación, frente al inédito portal.
—¡Oh! Mira Gabbe, mira allá...
jueves, abril 06, 2023
Los Millennials del Barrio Yungay 2 [Los acontecimientos son reales. Los personajes, imaginarios] Por Omar Pérez Santiago Revista Off The Record, Abril 2023
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