sábado, enero 15, 2011

Éxtasis del middsommar

Foto de Claudia Pérez Gallardo 
"Me siento mejor en campo abierto, cerca del mar deseo vivir
Me siento mejor en paz y libertad, en cuerpo y en alma."


Campo abierto,
canción del sueco Ulf Lundell



Incurables románticos de la naturaleza, los nórdicos, amantes del amplio hábitat, de sus fiordos y de sus bosques, durante el middsommar, el solsticio de verano, el 21 de junio, es el momento para las frutillas y el arenque, la cerveza, el aguardiente y la fertilidad nórdica. Cerca del lugar del rito de las danzas, el obelisco de flores, se tiran sobre la hierba, entre musgos y líquenes, con el murmullo de los grillos, los mosquitos y las hormigas y, como en los cuentos, flota una luz amarillenta melancólica que se une con la oscuridad. Es el día del amor, el reencuentro con el paraíso perdido.

Según la leyenda nórdica, una vaca gigante, llamada Audumbla, lamió la escarcha sagrada de rocas salobres, y de allí surgió lentamente el primer hombre, Bure, que era hermoso, grande y poderoso. Otras viejas leyendas afirman que hay árboles que dan como fruto seres humanos, fábulas cuentan de una especie humana que nace de una raíz en el suelo y a la cuerda está sujeto por el ombligo, como una calabaza o un melón, iguales a los hombres en todo: cara, cuerpo, manos y pies. El sueco, el genio sueco Carl von Linné (1707-1778), padre de la taxonomía moderna, minucioso, trascendente, estudioso de la reproducción: estambre borlilla y polen, ovario estilo y estigma. En su manía clasificó y reclasificó. Pero Linné dudó frente a ciertos sujetos que estaban entre vegetales y animales, plantas verdes con movilidad extraordinaria.

Efectivamente, quizás deben haber nacido estos nórdicos en los bosques, de rocas o de calabazas maduras. Quizás. Así, tal vez, se podría entender mejor el placer de los nórdicos por mimetizarse con su útero, la señora naturaleza. Aunque a nosotros, escépticos, nos cueste entender como alguien evolucione de una cosa en otra.

Tal vez, del mismo modo como los nórdicos han nacido de la naturaleza y se procrean, quizás también estos nórdicos sueñan volver a reconvertirse en piedra o, -como la Dafne de Ovidio-, en árbol y desean ver como sus senos se ciñen con una tierna corteza, sus cabellos se alargan y se transforman en follaje y sus brazos en ramas; los pies, se adhieren al suelo con raíces hondas y su rostro es rematado por la copa. El nuevo árbol tiene un corazón que palpita bajo su corteza joven.

Carpaccio Magazine #20, año 2010.


Fotos de Claudia Pérez Gallardo
Texto de Omar Pérez Santiago

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