domingo, diciembre 29, 2013

Evangelio según mi zombi de Rubén Aguilera.

Eran las postrimerías de los años 80, finalizaban los tan mentado años 80. Rubén Aguilera era joven en 1989, según veo en la fotografía del libro bilingüe, Los escarabajos (Aura Latina) de 1989.
Recuerdo además su obsesión para que su libro quedara tal como él lo soñaba. Obsesiones de escritores, eso de soñar un libro,  cosas difíciles de entender por el entorno. Rubén había estudiado arte, y uno de sus gustos era pasarse metido en museos, y copiar cuadros, y tenía la manía de valorar a los libros por sus calidades estéticas. Manía de escritor. Deseaba que su libro “Los escarabajos”, que él había diseñado y dibujado, fueran contra un fondo oro. No sé que hizo la imprenta Team Offsett de Malmö para darle el gusto al poeta. Escarabajos de Oropel. Así salió esa edición bilingüe sueco/español de Aura latina, con espléndida versión sueca de Clemens Altgard, poeta fundador de la Pandilla de Malmö.

No recuerdo bien como fue el solemne momento aquel, de abrir los paquetes y ver los libros impresos. No recuerdo.  Pero, Rubén Aguilera hablaba hacia el futuro, como sueñan inútilmente los escritores con sus primeros libros. Como sueñan los futbolistas que harán al meter un gol en un mundial.
“La vi venir y allí vi descolocado al arquero y le pegué de cabecita…”
Momentos claves.
Alguien grabaría esos momentos tremendos para el poeta. Alguien los contaría después.
Bueno, yo soy ahora, que tenía entonces el oficio de editor, que cuento ahora ese momento en que Rubén soñó que alguien contaría. No es hueveo, pero los sueños delirantes de los poetas suelen cumplirse, aunque sea su editor el que cumpla ahora con ese ritual. Su editor y amigo de parranda, habría que agregar.
Ahora, yo, editor de Aura Latina de entonces, me coloco en la tarea de comentar su nuevo poemario editado y dibujado por la activa Ximena Narea, “Evangelio según mi zombi”. Y para hacerla muy breve y fácil, diré que es igual al libro que publicamos hace 24 años, “Los escarabajos”.
Igual, igual, no.
Pero se le parece mucho.
Poemario sobre los sobrevivientes, Los Escarabajos, bichos difíciles de morir como especie. Como ese poema Victoria a Nike de Samotracia, diosa degollada, en medio del caos, restos hermosos del naufragio que vuelve para estar omnipresente.  O que ahora resucitan uno a uno, Los zombis dormitantes hechos pedazos, que no añoran el sueño ni la vigilia.
Rubén Aguilera replica su poemario “Los escarabajos”, libro bilingüe que publicamos el año 1989 en su “Evangelio según mi zombi”. Se le parecen.
En ambos escribe en plural:
“Nosotros astronautas invencibles/
de escafandras rebosantes de rocío”
(Verano efímero, Los escarabajos)
“Somos inútiles comas /
 simples imitaciones del originario”
(Punto, Evangelio)

En ambos escribe en tono apocalíptico.
“Sus acorazadas espaldas de buzo /
logran vastos vuelos nocturnos /
en danzas de amor y muerte”
(Sueños de verano, Los escarabajos)
“En sus vientres brillan
Sistemas solares, esquirlas”
(Megalópolis, Evangelio))
Juega con la cultura pop con versos que a menudo alternan entre siete, ocho y cinco sílabas, como las cuecas chilenas.
El libro de hace 24 años era re bueno y recibió elogios, incluidos los del que era entonces el Papa de la poesía en esa zona, el danés Paul Borum. Uno de los mejores libros del año, escribió. Y al igual que “Los escarabajos”,  el libro de los zombis es existencialismo nortino (o nórdico, da igual) algo crudo y directo y potente.
En fin.
Podría contar otras anécdotas, para gusto de él, pues él me enseñó que la literatura es una anécdota.
“Alguien alguna vez dirá que estos poemas fueron escritos cuando el poeta vivía en su exilio y bla, bla bla…”
Anécdotas. La literatura como anécdota.
 Por ejemplo. Hace unos años, alguien, alguien cuyo nombre recordar no quiero, una mujer para ser exacto, una linda dama,  recordará a Rubén Aguilera en la nortino puerto de Antofagasta.
Era temprano. Dormía yo en la pieza de un hotel de Antofagasta, donde había venido a hablar de literatura, cuando sonó el fono. Me despercudí y tomé el aparato sonoro.
Era la dama de Antofagasta, cuyo nombre recordar no quiero, a quien yo había conocido el día anterior. Quería saber más de Rubén Aguilera.
 Más. Más. Más. Insaciable.
Aguilera había sido líder juvenil y estudiantil en esta ciudad. Dirigió marchas y protestas que salían desde la Universidad.
-Cuéntame más, más, dijo por teléfono. ¿Qué es de Rubén Aguilera?
Sí, Rubén había sido presidente de la Federación de estudiantes de la Universidad del Norte. (y ya no sé si se llama así)
Y me habló al oído esa mujer, mientras yo tomé agua mineral para pasar la resaca de la noche anterior.
-Dale saludos a Rubén Aguilera.
Marcaba la ees.   Rubeeeen Aguileeera. Ese extraño modo de marcar las ees.
No entendí porque no le mandaba ella misma los saludos, si yo le di su correo electrónico.
En fin. Cosillas de mujeres.
Hay cosas sobre las que un editor debe hacerse el leso.
Ahora bien.
Ahora bien, sé que a Rubén le gustaría que yo escribiera un ensayo muy sesudo sobre este libro sobre zombis. Como si yo fuese un profesor universitario estructuralista:
“RA nació el año 1948, estudió arte  y castellano en la Universidad del Norte. Dirige la revista O Tempora y bla, bla bla…”
Como un común profe estructuralista chileno, un tipo de profesor con sobrepeso, de la cual están infectadas las universidades chilenas.
Pero yo sólo soy escritor, aunque a veces doy clases. ¿Y estructuralista? Naaa,  odio al estructuralismo, como se sabe.
En fin. Qué se yo.
Lo único cierto es esta última anécdota verdadera  que contaré ahora; dolorosa, claro. Fue el día que salió su libro “Los Escarabajos” y allá, a diferencia de acá, se celebran los libros con una fiesta.
Platónicamente amaba Rubén a una chica hermosa, mezcla nórdica y andaluza, que llamaremos, por razones prácticas, María Dolores. Rubén se preparó en mi departamento para ir a la fiesta editorial, donde habíamos invitado a María Dolores. En la fiesta Rubén le declararía su amor a María Dolores. “Me gustas cuando callas porque estás como ausente y me gustaría estar contigo”.  Algo así.
María Dolores estaba allí con una coqueta minifalda amarilla.
En algún momento Rubén le dijo lo que quería decirle hace  rato.
Pero María Dolores lo rehusó. Eso no era inusual, pero Rubén lo tomó a pecho. Vago un rato entre gente que lo felicitaba.
-Me voy -me dijo Rubén luego- se tomó un trago al seco  y se marchó de la fiesta.
-Bonita, -fui yo y le dije luego a María Dolores-,¿por qué le has hecho eso a mi amigo poeta, bonita?
La bonita María Dolores me miró con esos ojos muy verdes, la bonita.
-¿Pero, Maja, no te da cuenta tú, lo que tú hace sufrí a ese poeta?
Se lo dije con tono andaluz.
Y ella sonrió. Eso sí que le pareció divertido a la bonita.
Qué más da.

De todas estas cosas me acuerdo ahora cuando leo el original “Evangelio según mi zombi” de Rubén Aguilera (Evangelium enligt min zombi), que ha publicado Heterogénesis de Ximena Narea en Suecia, y que se une a las nuevas sagas poéticas sobre pobres seres destrozados, indignos, tristes, descerebrados, que vuelven de la muerte en busca de una siempre inalcanzable felicidad. 

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