jueves, abril 01, 2021

KARIN BOYE: WALKIRIA SUECA, Revista Off The Record, abril 2021

 



Anoche con espadas soñé.

Soñé con una batalla anoche.

Soñé que combatí a tu lado

armada y fuerte, anoche.

 Un rayo con fuerza brilló en tu mano,

y los monstruos cayeron a tus pies

Nuestras filas se cerraron y cantaron

en la quieta amenaza de la oscuridad.

 Anoche soñé con sangre.

Soñé con la muerte anoche.

Soné que yo caía a tu lado

con llagas mortales, anoche.

 

Tú no notaste que yo caía

Tu boca seria.

El escudo con mano firme sostienes

y sigues tu camino de frente

 Anoche con fuego soñé.

Soñé con rosas anoche.

Soñé mi muerte buena y hermosa-

Eso soñé anoche.

 Walkiria escudera, Karin Boye, 1928

 

Pongo mi mano en el corazón y declaro que la poeta sueca Karin Boye no es invento mío, como se rumorea a veces. En las horas frías de mi remoto exilio en Suecia, leí encantado a Karin Boye. Hoy, en la apocalíptica pandemia traduzco sus libros de poesía. Releo su legado, su magnífico ritmo de oleadas sonoras surgidas de su fantasía personal.

Durante los hermosos años de anarquía que siguieron al tratado de Versalles de 1919     -fin de la guerra y de la pandemia-, Boye vivió la vida que deseó, como una Lady Gaga o una Madonna. Era vital, de espléndidos ojos azules. Gentil. Graciosa. Pelo corto a la moda.

En la Universidad de Uppsala estudió idiomas, útil para su elocuencia.

Durante los felices años veinte fue activa en asociaciones femeninas y en revistas culturales, fue crítica literaria y traductora. Era una influencer, (se dice hoy) y de avant-garde, (se decía entonces).

Bailó en los bares lésbicos El Dorado y Silhouette de Berlín, antes de que Hitler los prohibiera. Estuvo en Moscú antes de la sangrienta purga de Stalin.

Vida sexual activa. Se casó con el escritor Leif Björk. Relación breve con el profesor Victor Svanberg. En Berlín, según escribió en una carta, se acostó con una gigoló griega. Desde 1934 vivió con la joven judía alemana Margot Hanel.

En abril de 1941 viajó a Alingsås a la casa de Anita Nathorst, su amiga desde la universidad de Uppsala. El 23 de abril Boye desapareció y  el pueblo puso en marcha su búsqueda. El granjero Carl Gottfridsson la halló muerta apoyada en una roca, tres días después, “aparentemente dormida”.  

El ave rapaz de la muerte siguió volando en círculos. Un mes después, Margot Hanel de 29 años, su conviviente, abrió los grifos de gas de la cocina. No tenía ganas de seguir en este mundo.

“Si tú no existes más, por qué existiré yo”.

Suecia era un bunker de eremitas calientes. El país de la medida justa, (logom). La prelacía despolitizó su vida. Antes de entrar al Walhalla, el salón nórdico de los caídos, le inventaron el rol de  sufrida. En el olimpo sueco de diosas y dioses, la convirtieron en la “santa Karin Boye”. Disimularon su vida real. Un punto de dolor, cuando la vida les duele, mis queridos suecos prefieren el silencio.

“Hacerse el sueco”.

Nuevas biografías indican que tal vez Boye no deseaba suicidarse. Incluso se habría congelado. Incluso hacían 10 grados bajo cero por la noche.

Al final de los años 30 fue una época ruda para una mujer: guerra, totalitarismo, corrupción, opresión y misoginia. Fácil de ser injuriada.

Tánatos es un tema en su poesía. Sí.  ¿Y qué?

¿Los genios no deben pensar en la muerte, acaso?

La forma de morir no determina una obra.

Karin Boye soñó con espadas.

 

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