viernes, enero 29, 2016

Midssommarextas. Éxtasis del midsommar: fotografías en un bosque sueco de Claudia Pérez

 Fotografías: Claudia Pérez Gallardo
Incurables románticos de la naturaleza, los nórdicos, amantes del amplio hábitat, de sus fiordos y de sus bosques, durante el midsommar, el solsticio de verano, el 21 de junio, es el momento para las frutillas y el arenque, la cerveza, el aguardiente y la fertilidad nórdica. Cerca del
lugar del rito de las danzas, el obelisco de flores, se tiran sobre la hierba, entre musgos y líquenes, con el murmullo de los grillos, los mosquitos y las hormigas y, como en los cuentos, flota una luz amarillenta melancólica que se une con la oscuridad. Es el día del amor, el reencuentro con el paraíso perdido.
Según la leyenda nórdica, una vaca gigante, llamada Audumbla lamió la escarcha sagrada de rocas salobres, y de allí surgió lentamente el primer hombre, Bure, que era hermoso, grande y poderoso. Otras viejas leyendas afirman que hay árboles que dan como fruto seres humanos, fábulas cuentan de una especie humana que nace de una raíz en el suelo y a la cuerda está sujeto por el ombligo, como una calabaza o un melón, iguales a los hombres en todo: cara, cuerpo, manos y pies. El sueco, el genio sueco Carl von Linné (1707-1778), padre de la taxonomía moderna, minucioso, trascendente, estudioso de la reproducción: estambre borlilla y polen, ovario estilo y estigma. En su manía clasificó y reclasificó. Pero el sueco dudó frente a ciertos sujetos que estaban entre vegetales y animales, plantas verdes con movilidad extraordinaria. 
Efectivamente, quizás deben haber nacidos estos nórdicos en los bosques, de rocas o de  calabazas maduras. Quizás. Así, tal vez, se podría entender mejor el placer de los nórdicos por mimetizarse con su útero, la señora naturaleza. Aunque a nosotros, escépticos, nos cueste entender como alguien evolucione de una cosa en otra.
Tal vez, del mismo modo como los nórdicos han nacido de la naturaleza y se procrean, quizás también estos nórdicos sueñan volver a reconvertirse en piedra o, -como la Dafne de Ovidio-, en árbol y desean ver como sus senos se ciñen con una tierna corteza, sus cabellos se
alargan y se transforman en follaje y sus brazos en ramas; los pies, se adhieren al suelo con raíces hondas y su rostro es rematado por la copa. El nuevo árbol tiene un corazón que palpita bajo su corteza joven.
Texto: Omar Pérez Santiago
Fotografías: Claudia Pérez Gallardo

MIDSSOMMAREXTAS

Nordborna är obotliga naturromantiker, som älskar breda vidder, fjordar och skogar. Midsommartid kring sommarsolståndet den 21 juni är tiden för jordgubbar och sill, öl och brännvin, fruktbarhetens tid . Nära den av blommor pyntade majstången, som är föremål för rituella danser, lägger man sig ned i gräset mellan mossor och lavar, till sorlet av syrsor och mygg, och som i sagorna förenar sig det gula melankoliska ljuset med mörkret. Detta är kärlekens dag, dåmänniskan återförenas med det förlorade paradiset.
Enligt den nordiska legenden slickade jättekon Audumbla den heliga rimfrosten av salta klippor och ur detta stod långsamt Bure fram, den första människan; vacker, stor och kraftfull. Andra gamla sägner berättar om träd som bär människor som frukt. Fabler berättar om ett slags männniskor som föds ur en rot i marken, som sitter fast vid naveln, som en pumpa eller en melon, lika människor i allt: med ansikte, kropp, händer och fötter.
Svensken Carl von Linne (1707-1778), fader till den moderna botaniken, studerade hur växter reproduceras och indelade minutiöst ståndare, pistiller och pollen. På sitt maniska sätt klassifierade han om och om igen, men han tvekade inför vissa arter som var en blandning av växter och djur, gröna växter med extraordinär rörlighet.
Kanske har dessa nordbor fötts fram i skogar, ur klippor eller mogna pumpor. Kanske. Så kan vi bättre förstå varför de njuter så av att bli ett med naturen, jordens livmoder, fast vi som skeptiker har svårt att förstå hur någon kan utvecklas från en sak till en annan. På samma sätt som människor i Norden härstammar från naturen drömmer de kanske om att åter förvandlas till stenar eller, – eller som Ovidios Dafne – till träd, och ser gärna hur deras bröst förvandlas till bark; hur håret växer sig långt och blir till blad och grenar; hur fötterna rotar sig djupt och hur ansiktet blir en trädkrona.
Det nya trädet, som har ett hjärta som bultar under sin unga bark.


översättning: Anna-Karin Gauding

Apóstol Santiago apareció en Isla Negra


Cuando uno ha llegado tan lejos en la futilidad como yo 
cada palabra es de nuevo interesante:
Hallada en el suelo poroso
con una pala arqueológica:
Esa pequeña palabra tú
tal vez una perla de vidrio
que ha colgado alguna vez en el cuello de alguien
La gran palabra yo 
tal vez una talla lítica
con la que alguien desdentado raspó su dura

carne.

GUNNAR EKELÖF, 
CUANDO UNO HA LLEGADO TAN LEJOS

No habiendo salvado diversas pruebas, sin la paciencia ni la sabiduría que da la fe, me encontraba en un descampado. Yo era una onda confusa del mar que  el viento arrastró y lanzó lejos. O el viento abrazador, el sol y su calor secó la  hierba del campo y las flores se marchitaron en su hermosa apariencia. Flores secas.
Yo no había soportado la tentación, no resistí las pruebas.
Fui tentado, atraído y seducido por mi  propia concupiscencia.
Esa es la verdad.
Erré.
No oí.
Hablé más de la cuenta.
A veces me llené de ira. Me engañé a mí mismo. No perseveré. No refrené mi lengua. Engañé mi corazón. Tuve malos pensamientos. La vana palabrería y la fe de pura fórmula. La idolatría, la impudicia, la ebriedad, los elixires del diablo, la lujuria, el egoísmo.
Insulté a la belleza.
Mal comportamiento frente al prójimo.
Así me encontraba, delirando una temporada en el infierno. Atribulado estaba yo sentado en una roca frente al mar de Isla Negra, en el Pacífico, en una vigilia por mí mismo. Pensé que mi lápida diría “Luchó contra el diablo y perdió”.
Y entre ensoñación y sueños, entre el ir y venir de las olas en una playa del océano Pacífico, se me apareció el apóstol Santiago el justo, el hermano de Jesús.
De pronto, ¡yo lo vi con estos ojos!
 Apareció  Santiago, como un caminante, por unos minutos, mientras yo estaba frente al mar de Isla Negra.
El apóstol Santiago estaba con túnica, cubierto con sombrero y ayudado de un bordón o bastón. Se sentó en una roca cerca de mí.
—Yo era también de carácter vehemente, apasionado e impetuoso, como tú, me dijo con un tono nasal pero de acentos blandos.
—¿Qué sabes tú de mí?
—Más de lo que crees.
—¿De dónde?
—Te he ayudado en varias ocasiones, sin que tú te dieras cuenta. Te he salvado de algunos de tus barrancos. Te he dado nuevas oportunidades. Te podría recordar varios momentos, pero sería inoficioso. Y, no te vengo a cobrar.
—¡Vaya! ¿Así que eres tú el que camina a mi lado? ¿Eres mi sombra?
—Mmm…, aunque no soy tu lado sombrío. Quizá soy tu media conciencia.
—¿Mi sosias?
—Sí, podría decirse. Tu Doppelgänger.
—¿O eres el que me viene a buscar?
—No te preocupes, relájate, no soy La Señora Muerte.
—Al menos dame una señal, una marca secreta. Vamos…
Hocuspocus. Desapareció como hace un mago.
Apareció parado sobre el mar batido por las olas.
Le grité:
—¡Eres un fantasma!
—Soy el Apóstol Santiago… Soy yo, no tengas miedo.
—Santiago, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas.
—Ven.
Caminé hacia él  andando sobre las aguas.
Milagro.
Pero en un momento la fuerza del viento me chicoteó mis pantalones y me  asustó. Trastabillé y empecé a hundirme entre las olas. Santiago me tendió la mano, me  agarró y me dijo:
—Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?
—Verdaderamente tú pareces ser quien  dices que eres. Pero ¿Por qué a ustedes los apóstoles les gusta tanto caminar sobre el mar?
—No te rías. Es nuestra imaginería expresionista del cristianismo primitivo que nos enseñó el Señor.
—Ahora, ¿qué has venido a hacer aquí tan lejos en Isla Negra?
—Te he soñado a veces, como si fueses mi hermano menor, dijo.
—¡Ah, chuta! A lo mejor soy yo el que te está soñando ahora, Apóstol.
—Somos parte de un largo sueño del creador.
—Aunque ahora que te veo mejor, en algo nos parecemos, Apóstol. A lo mejor tú sin tu barba…
—O tú con barba. ¿Verdad?
—Sin duda, Santiago. Pero, mira, de todos los apóstoles, de todos ustedes el Equipo de los Doce,  tú eras el último en que yo hubiese creído o confiado. A pesar que dicen que tú eras el preferido del Señor y estuviste sentado a su diestra y bebiste de su misma copa en la última cena.
 —¿Por qué tanta animadversión en mi contra?
—Porque aquí en América Latina, entre nosotros, tienes, Apóstol Santiago, fama de mataindios. Eras un malvado. Te aparecías frente a los mapuches arriba de un caballo blanco con una espada desenvainada.
—¡No me juzgues tan rápido! Los conquistadores españoles usaron mi imagen para darse valor a sí mismos.  Me inventaron arriba de un caballo blanco persiguiendo mapuches, incas, aztecas. Pero ¡yo soy apóstol de Jesús y apóstol del amor, no de la guerra!
—Ja. Te convirtieron en el Santo que conquistó América, y tú te dejaste, al menos.
—Yo no tuve nada que ver.
—Pero dejaste que te usaran. ¡En España te dijeron Santiago Matamoros!
—Sí. En España me dijeron Matamoros. Pero son leyendas tan falsas como españolas castellanas, inventadas siglos después que yo hubiese muerto. ¡Infantilísimo!
—Te usaron aquellos a los que su utopía les daba la razón para matar a miles. Y la fe, la fe les disculpa todos sus pecados.
—No fui yo. ¡Ya te le he dicho! Mi Iglesia es de la pobreza y de la austeridad, del cristianismo primitivo. Una iglesia de los impuros.
—Je. La pobreza y la austeridad de Santiago de Compostela…por ejemplo…
—¡Entiende! Tampoco nunca estuve en carne mortal en la península ibérica o Hispania.
—¿No se te apareció la Virgen del Pilar, acaso?
—No. Nunca se me apareció la Virgen del Pilar en Zaragoza. No creo que la Virgen haya tenido el don de la bilocación, pues para la supuesta fecha, el año 40, aún ella estaba viva, no había sido aún asunta a los cielos
—¿Ficciones?
—Sí. Los españoles fueron grandes inventores de ficciones religiosas. Son los grandes inventos españoles castellanos. Necesitaban mitos, leyendas, milagrerías, mentiras y publicidad para crear su Estado Nación. Esos españoles castellanos han tenido gran habilidad de vender la fe y gran habilidad para hacer   negocios con ello también.
—Hasta el escritor brasileño Paulo Coelho se hizo famoso contando fábulas sobre tu famoso camino de Santiago. ¿Lo conoces?
—¿Coehlo? Ficción banalizada.
—Pero, Apóstol Santiago, Coehlo se hizo famoso y vendió millones en tu nombre con “El peregrino de Compostela”.
—¿Por qué me culpas a mí de que se escriban en mi nombre una ensalada de kétchup y mayonesa?
—Apóstol Santiago: nos enseñan en las escuelas de América Latina esas alabanzas del llamado mester de clerecía, ese riojano llamado Gonzalo de Berceo en su poema “El romero engañado por el enemigo malo”: Un monje licencioso se ha cortado los testículos y tú, Santiago, tú le ruegas a la Virgen del Pilar, que no se consume la muerte del monje. Y bien. Le devuelven la vida. Pero ustedes hacen un milagro a medias. Lo dejan vivo. Pero no le restituyen eso sí, lo que el monje se ha cortado con el cuchillo. No vuelven  a crecer sus testículos, para evitar la vuelta a la antigua vida atrevida y lujuriosa del monje. ¿Eso es lo que nos enseñan  tu bondad? Dejaste castrado, sin pene ni testículos, al monje licencioso.
—Esas son leyendas castellanas del medioevo,  falsas biografías de los santos de Gonzalo de Berceo.
—Pero lo han repetido otros. Lo repitió unos años después el rey de Castilla, Alfonso X en su Cantiga 26 donde refrenda el milagro con el peregrino que amputó su miembro.
—¡Un remolino de insensatas imágenes creadas por castellanos vanidosos!
—Y después el agustino Fray Luis de León dijo claramente que tú tenías “teñida la espada y la mano en  sangre” y que de “muertos dejaste lleno el monte, el llano”.
—Mentiras, mentiras, mentiras…Una vieja costumbre española castellana de falsear y magnificar. Un tinglado político, turístico y cultural. Mentiras  repetidas constantemente terminan siendo aceptadas como verdad.
­—Da lo mismo…, Apóstol, no te sulfures.
—¡No da lo mismo…! Yo soy hermano de Jesús, predico la pobreza y la sencillez, el amor y no la guerra. Nunca estuve en Hispania. Nunca. Uno de los mayores engaños de la historia ¡Ni mi cadáver está en Santiago de Compostela!
—¿Y a quién veneran los peregrinos?
—¡Anda a saber tú! Quizá hasta podrían ser unos huesos de perro. ¿Quién lo sabe?
—Bueno. No es necesario que me grites, Apóstol. A mí ya me da lo mismo…a veces me alegro simplemente que un día más ilumine, aunque sea débilmente.
— Perdona. Perdona. Me descontrola la falsedad.
—En eso nos parecemos, Apóstol, tienes razón.
—Sí. Ya te lo dije. Hemos ido repitiendo los mismos pecados.
—No te preocupes, Santiago. Ahora, lo único que me inquieta es que seas tú, el Mataindios, que se aparece aquí frente a mí. 
—No vengo a nada malo.
—Santiago ¿Vienes a decirme que he pecado, que he sido cascarrabias, que he ofendido?
—No te diré nada que no sabes. Te diré simplemente que no te has esmerado de la forma correcta.
—Eso ya lo sé. Estoy derrotado y lo sabes, Santiago.
—Te has esmerado, pero no correctamente, quiero decir.
—Siempre me agriaron los políticamente correctos, siempre nadan a favor de la corriente. Siempre son los que sacan partido de las supuestas causas nobles. Eso también me ha agriado. Son los que ganan mediatizando el dolor y las esperanzas de las mayorías.
—¿Tú quieres ser el sobreviviente del error, acaso?
—¡Difícilmente sobreviviré!
— Aaah ¿Y tú crees que morirás ahora por culpa de tu excesivo gesto de honestidad…? ¿De tu desmesura? ¡Qué equivocado estás!
 —¿Qué? ¿Vienes tú aquí para que yo me rehabilite? ¿Vienes  a ver si se puede sacar algo sano de tanto procaz infierno, de tanta mierda?
—Lo primero es, quizá, que te liberes de ese común desenfreno de tu lengua.
—¿Es un garabato un pecado?
—Es una forma de degradación, sí. El espíritu de las tinieblas comienza en el lenguaje y en las malas conversaciones.
—Perdona, Santiago, pero todo el mundo echa chuchadas aquí en Chile.
—Nada lo justifica. De todos modos es una mala práctica. Las corrupciones espirituales comienzan en pequeño. Poco a poco todo se pudre. La corrupción empieza cuando se robaron  el primer peso. Un peso imperceptible, pero muy importante. ¿No lo ves así?
— Puede ser, Santiago. En América en este momento estamos llenos de corruptos.
—Tú mismo no eras una mala persona.
—Pero, ya ves en lo que estoy
—No te diste cuenta, porque todo daba lo mismo, el primer detalle te pareció inocuo.  Y el segundo detalle también. Y así, un garabato llevó a otro garabato. Así se empieza. Y esos garabatos te llevaron a la ira. Y la ira era el demonio incubado.
—¿Y?
—La sabiduría comienza con la experiencia directa del lenguaje, una experiencia interior palpable, íntima e intensiva. Por eso, para las revelaciones se buscan a los pecadores vivenciales, los que están o han estado una temporada en el infierno.
—O sea, yo.
— Para ascender hay primero que descender.
—Ya no puedo ir más abajo.
—Estás en tu infierno por cosas concretas, no abstractas, por cosas que empezaron como detalles. Una mala palabra, un mal pensamiento.
—¿Y qué hago?
—Debes perdonarte.
—¿Yo me tengo que perdonar a mí mismo?
—Sí.
—¿De qué serviría?
—Acepta que tus errores empiezan con un apresuramiento o  degradación del lenguaje. Y luego debes cambiar. No seas espinoso. Debes hablar menos, esperar más. Debes creer más en las palabras, pues dan sentido.
—¿Creer en las palabras…?
—Sí. Eres escritor, ¿no?
—Sí.
—Cree en las palabras. Y luego debes ser constante. Mantente firme. No desprecies los detalles prácticos. Y espera el milagro.  Los milagros acontecen a veces rápidamente.
—¿Debo creer en los milagros?
—Debes creer en la calma.
—¿Y cómo me libero entonces de mis pensamientos compulsivos?
—Permanece tranquilo. No seas heroico. A veces es preferible no moverse. Tienes que entender tus limitaciones.
—A ver si ahora entiendo. Parece que para la divinidad, tú y yo somos dos, pero una sola persona. ¿No?  ¿Somos gemelos?
— Aunque tenemos antagonismos y rivalidades, sí, parece que sí. De Santiago a Santiago.
—Supongo ahora que eres mi doble, o si ya somos uno, me has buscado para algo más. Quizá tú estás escindido y también necesitas reparar tu desmembración.
—Estás en lo correcto.
—Y supongo que, en compensación, me pedirás algo o me harás una revelación. ¿O me equivoco?
—No.
¿Deberé fundar una nueva orden religiosa a tu nombre, Apóstol Santiago?
—No bromees. Te hago una sola pregunta: ¿Has oído hablar de los lobos en las conferencias episcopales?
—Ah, las patas de los caballos… Las sociedades secretas católicas.
—Por ahí va la cosa. Las fuerzas del mal, tenebrosas y astutas que obran con método.
—¿Quieres que me queme? ¿Enfurecer a la jerarquía eclesial?
—¿Tienes miedo?
—No me gustaría meterme en esas preocupaciones. Dicen que cada vez que uno se mete más de la cuenta con los asuntos de los muertos estos adquieren vida. No puedo identificarme mucho contigo, Santiago, so pena de autodestruirme.
—Sólo me gustaría que quedara un registro de mi aparición en Isla Negra.
—Explícate, Apóstol.
—Quizás espero una humilde piedra tallada. Una figura de piedra. Una cosa sencilla.
—¿Sólo eso?
—Sí.
—¿Una piedra tallada con tu imagen en Isla Negra?
—Sí. Sólo eso te pido. La gente hará lo demás. Sé bueno.
—Veré que puedo hacer, Apóstol.
—Gracias.
—Gracias a ti.

Y el Apóstol Santiago se fue caminado sobre el mar, hasta desaparecer.

jueves, enero 28, 2016

Vicente Huidobro y la sociedad imaginada. 100 años del Creacionismo: Ficcionar el mundo


Cartagena, Enero, 2016.

Se cumplen 100 años del Creacionismo, una corriente poética de la imaginación que se vincula a la primera época de lo que se dio en llamar las vanguardias, un imparable terremoto, más potente que cualquier otra cosa que se hubiese creado entonces, para que se imaginaran y dijeran cosas nuevas, buscando palabras para provocar una ruptura. La labor –dijo Vicente Huidobro- es crear, imaginar e inventar o ficcionar el mundo.

El chileno Vicente Huidobro tenía cabeza libre sobre sus hombros y con su virulencia y su pasión y su desenfado y en relación a una intensa interacción con otras almas libres, inventó el Creacionismo, junto a individuos que estaban muy cansados de los límites que imponía una sociedad corrupta, endogámica, oligárquica, completamente equivocada. Vicente Huidobro odiaba a su clase social decadente y le dio la guerra a la estupidez de la oligarquía.

Huidobro dio el debate y se lanzó contra la campanilla de los monaguillos, que decían cuando uno debía sentarse o hincarse. Una sociedad parroquial muy podrida, -tan podrida como lo está la nuestra-.
Saldría, con las luchas de años, una narrativa moderna, una sociedad sustentada en ficciones más modernas, más inclusivas. Vicente Huidobro quería imaginar e inventar el mundo, un deseo sencillo y patente. Tal como nosotros creemos que hay que imaginar e inventar o ficcionar el mundo nuestro.
No había manera de detener a Huidobro.
Y Huidobro permanece y está vigente hoy porque la sociedad ahora también está podrida, y es una muy extraña e indeseable sociedad distópica de relaciones cruzadas anti-éticas en que domina el poder del dinero. Una sociedad que hay que reimaginar y reinventar y ficcionar.
Existe el peligro que la enorme concentración del poder del dinero y de riquezas y los experimentos biotecnológicos nos lleve a una sociedad catastrófica.


Por otro lado, Vicente Huidobro combatió también las estrechas visiones nacionalistas, patrioteras, de corto plazo.  A él lo acusan de afrancesado, de no hablar de la patria, de ser un escapista. De haber copiado de aquí y de allá. Visiones nacionalistas han querido coartar la necesaria  libertad de relacionarse y cooperar con las corrientes intelectuales y artistas internacionales, la única forma en que surgen las grandes ficciones poéticas y las corrientes artísticas flexibles y poderosas.

El lenguaje poético y narrativo del Creacionismo no nació en una tabula rasa, en un cerebro en blanco. No nació de un genio aislado. Pues los verdaderos lenguajes poéticos y narrativos no nacen, no pueden nacer en una tabula rasa. Los lenguajes poéticos son  capas tectónicas intercaladas, que conviven entre ellas, a veces tiene grandes colisiones, y crean terremotos y temblores, y a veces una de ellas se monta sobra la otra. Siempre en juego, siempre intercomunicadas, siempre flexibles.

Vicente Huidobro fue en busca de esa galaxia poética y ficcional, viajó y luego dio vueltas varias veces a esa galaxia poética. Esa Vía Láctea poética y ficcional –a la que pertenecen los escritores y los poetas vivos y muertos- una corteza que cubriría el globo y conecta a toda la galaxia poética y ficcional en un único sistema nervioso. 
Vicente Huidobro se movió, viajó y activó los ambientes poéticos creativos, las colonias de creadores que interactúan y se influencian unos con otros. Vicente Huidobro sabía que la teoría de los genios poéticos aislados no existe, o era falsa. Vicente Huidobro creía que las ideas poéticas se producen en ambientes poéticos creativos, flexibles y colaborativos, en escenas creativas y apasionadas,  redes colaborativas abiertas donde las ideas diferentes pueden conectarse.



Última caminata de Huidobro
Vicente Huidobro nació el martes 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile.
Una vieja media bruja y media sabia predijo que Huidobro sería una gran bandido o gran hombre.
Huidobro vivió 55 años.
El martes 16 de diciembre de 1947, Huidobro tomó el tren a Cartagena, en la Estación Alameda de Santiago. El ferrocarril recorrió los 108 kilómetros entre Santiago y Cartagena. 
En 1618 el capitán español Juan de Cartagena fundó el pueblo de Cartagena, en una playa que le pareció fastuosa. A comienzos del siglo XX ricachones de Santiago transformaron la sencilla caleta de pescadores de Cartagena en un selecto balneario. Levantaron casas que imitaban los acantilados franceses y las divinas playas de Italia. Aquí pasó Huidobro jornadas memorables en la casa que heredó de su madre, María Luisa Fernández Bascuñán.

Cuando el poeta llegó a la estación de Cartagena eran las tres de la tarde y el clima estaba templado, 18 o 19 grados. Desde lo alto de la loma donde estaba la estación, el poeta observó la playa Chica, donde las muchachas se paseaban en trajes de baño "last-tex" y los osados "Catalina", que estaban de moda y causaban furor. Más allá, entre playas, en el paseo peatonal, unos niños compraban manzanas confitadas. Huidobro esperó un taxi. Finalmente repechó a pie hasta lo alto de la colina, maleta en mano y deteniéndose para tomar aliento. Entonces le dio un derrame cerebral. Lo llevaron a su casa de veraneo del poeta, una vivienda de un piso y techo de tejas, de aspecto vulgar y distribución defectuosa, cuyos planos había confeccionado Huidobro. Desde allí veía el inmenso panorama oceánico, puntillas, ensenadas, dunas y pinares. 
El poeta estaba inconsciente. En su dormitorio escaso de adornos y cuadros, porque Vicente Huidobro carecía del sentido de la decoración.
Esa casa se llenó de gente. 
El día viernes dos de enero de 1948 a las 16:15 murió el padre del Creacionismo.
¿Fue Huidobro un gran bandido o un gran hombre como predijo la media bruja y media sabia?

Nacimiento del Creacionismo: 1916
Durante el helado invierno de Santiago del mes de junio de 1916, Teresa Wils Montt, una demoiselle encantadora de 23 años, huye del Convento de Preciosa Sangre del barrio Brasil de  Santiago de Chile, ubicado en la Calle Compañía 2226.  Ha permanecido encerrada ocho meses en el monasterio por orden de su padre y su marido que la condenan por adulterio, como si el adulterio fuese una gran cosa.
La ayuda a escapar de allí Vicente Huidobro. Teresa Wils era hermosa. Huidobro dijo que ella era "La más grande que ha producido la América, perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de educación, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia". 
Huidobro y Wils huyen en el tren Transandino, Santiago-Buenos Aires, inaugurado en 1910.  El tren demoraba 36 horas de Santiago a Buenos Aires. Unas 16 horas para cruzar la cordillera de Los Andes y llegar a Mendoza en un coche de primera clase marca Schindler. Y luego del trasbordo, unas 20 horas para cruzar la pampa y llegar a Buenos Aires.
Vicente Huidobro y Teresa Wils tienen la misma edad, 23, vienen de las mismas cunas doradas, son cultos y refinados. Aman la poesía. Ambos odian y les han dado la guerra a sus familias decadentes, controladoras, endogámicas, dueñas de Chile. Ambos son espíritus libres.
Teresa Wils Montt, anarquista y feminista,  conflictuada con su matrimonio y su amante, decide acompañar a su amigo Vicente Huidobro a Buenos Aires. 

El Ateneo Hispano había sido inaugurado el año 1912, por el catalán Carlos Malagarriga. Se dice que en el Ateneo Hispano de Buenos Aires, el sábado 1° de julio de 1916, nació el Creacionismo.
Allí bautizaron a Vicente Huidobro como “creacionista” por haber repetido en su conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda es crear, y la tercera, crear. Ese espíritu del Creacionismo ya se había expresado en su poema Arte Poética, sus primeras conferencias La poesía y su manifiesto Non Serviam. 
Hasta entonces, Huidobro había publicado los libros Ecos del alma (1911), Canciones en la noche (1913) y Las pagodas ocultas (1914).

Vicente Huidobro tenía vigor de roca. Dejó Buenos Aires y volvió a Santiago. Y vuelve a Buenos Aires con su familia, su esposa Manuela Portales Bello y con dos hijos, Manuela de tres años y Vicente de dos, para viajar a Europa en el navío de lujo, el vapor Infanta Isabel de Borbón, de la compañía Transatlántica española. El barco levó anclas en Buenos Aires el día 2 de noviembre de 1916 vía Montevideo, Rio de janeiro, hasta Barcelona. 
Desde Barcelona viajan a Madrid y de allí a París. Vicente Huidobro vivió en París en el número 41, de la rue Victor Massé.
París ya era una fiesta. Es un  momento de eclosión, de un boom artístico, ruptura y aire nuevo  que afecta a pintores, músicos, dramaturgos, novelistas, escultores, poetas y artistas. Huidobro se vincula con todos ellos: Juan Gris, Varesse,  Picasso, Delaunay. Y las corrientes y sus infinitas peleas: Dadaísmo, Surrealismo, Ultraísmo. 
En 1918 cruza los Pirineos y viaja a Madrid y se relaciona con Federico García Lorca, Rafael Cansinos-Assens, Ramón Gómez de la Serna, Guillermo de Torre,   Gerardo Diego y Juan Larrea. Huidobro realiza un camino de ida y vuelta: lleva vanguardia y trae vanguardia. 
Publica libros en París, en Madrid, en Santiago de Chile; es antologado e incluido en revistas italianas, inglesas, norteamericanas, checas y polacas.
Con Altazor, publicado en 1931, su obra consolida la vanguardia y la belleza transparente, del asombro penetrante.


CARTAGENA
El año 1926 su primer matrimonio terminó y conoció a la que sería su segunda esposa, Ximena Amunátegui.
La historia es un guión de cine. El tenía 33 años, casado 14 años con Manuela Portales, cuatro hijos. Entonces se enamoró de una delicada muñeca de 14, Ximena Amunátegui, heredera de una conocida familia rica de Santiago. El escándalo removió la sociedad. Los hermanos de Ximena lo buscaron para matarlo. 
“Lo vamos a matar”, dijeron. 
Ximena fue enclaustrada en un convento. Huidobro huye a New York. Su padre no volvió a hablarle.
La cuestión no quedó allí: regresó clandestinamente con un desorbitado plan de raptar a la novia. Ximena pidió permiso a las monjas para ir al dentista. En una esquina de Santiago, en un automóvil la esperaba Vicente. Cruzaron la cordillera de Los Andes y llegaron a Mendoza, Argentina. Luego se fueron a taquillar a París.
Sabemos que fueron felices en Europa. Volvieron a Chile algunos años después. En Santiago tuvieron un hijo, Vladimir.

Huidobro pasó en Cartagena lapsos inolvidables. 
Huidobro trajo semillas y forestó el alrededor de su casa. Aquí llegaban los leales de la trupp Huidobriana: los poetas chilenos Eduardo Anguita y Braulio Arenas. Se alojaban en un cuarto sobre el que tenían un derecho adquirido. A veces, se entretenían con eternas partidas de cartas. El juego terminaba en pelotera. Vicente trampeaba. Braulio se enfurecía, se despedía y tomaba la maleta. Huidobro salía tras él, le cogía del brazo pidiéndole perdón. Una vez se trenzó con Ximena. Ella le dijo: “tramposo”; él contestó: “los tramposos son los Amunátegui y el señor Domingo Amunátegui es un señor prehistórico”. 
Peleas infantiles que se tomaban en serio.
Pero luego las cosas se pusieron graves.
Un día ocurrió lo inconcebible que lo paralizó como una estatua. Son esas cosas sensibles, duras y tristes, que por pudor, uno quisiera no oír. Apareció un joven poeta argentino, simpático y canchero: Godofredo Iommi. También se empezó a quedar en Cartagena. Todos sabemos lo que ocurrió. No digamos más. El triángulo se prolongó por varios meses. Huidobro no quiso aceptarlo. Se volvió doloroso. A veces, rudo.
Bajoneado se fue a Europa en 1943 en plena II guerra. Entonces, Godofredo y Ximena se casaron. Orgulloso, Huidobro le escribió a un amigo: “Ninguna mala voluntad a Jimena. Cómo voy a tenerla. Ella me dio a mí sus mejores años, su juventud, su primavera y su verano y ahora le da a otro su otoño y su invierno. ¿No es esto una gran finura? Y luego casarse con quien lo hizo es otra finura...su marido es uno de los pocos que no puede dar celos a nadie”.
Se dejaba a ver que el poeta estaba picado.
Su hijo Vladimir dice que su padre nunca se recuperó.

Vicente Huidobro participó en la guerra. Buscó o inventó nuevos mitos, como el teléfono de Hitler, que habría sacado del gabinete del nazi.
En 1945, finalizada la guerra, volvió a Cartagena con el teléfono de Hitler y con una nueva y joven esposa, Raquel Señoret, a quien Huidobro conoció en Londres.
Regresó con el alma malherida. Algunas de las cartas del escritor, muestran amargura.
Su muerte fue pre-sentida. Su hija Manuela se encontró con una clarividente en la calle Miraflores: 
“Sufriría la pérdida de un pariente”, le dijo.
Pasaron algunos meses. 
El lunes 15 de diciembre Huidobro fue al cine Bandera en el centro de Santiago a ver la película “Las Ferias de las Quimeras” del director francés Pierre Chenal. Salió a las nueve de la noche y le dijo a su amigo Carlos Valdés: “Anda a verme mañana a Cartagena, después ya no me verás”.


La sobria urna de caoba barnizada de negro -del tipo 14, según dijo uno de las pompas fúnebres- se instaló en la austera casa de Cartagena. No tenía cruces, ni cirios, ni flores. El féretro solo. "No seré de los que se ablandan a última hora, pidiendo confesor", había dicho el poeta. 

El día sábado tres de enero de 1948, a las 17:30 el funeral inició su viaje, desde lo alto de Cartagena. La bella Raquel Señoret de 25 años y vestida de negro, blanca de piel y azul de ojos, subió al primer auto. "Siento por mi esposo adoración y cariño", declaró a un periodista de La Nación. En otro auto iba su amigo Hugo Montes, en otro la pintora Henriette Petit. Veinte autos cruzan lentamente la playa de Cartagena. Media hora se demoró el cortejo entre la casa del poeta y el cementerio. 
En el vano del cementerio de pescadores tomaron la urna Vladimir, hijo del poeta de 13 años, vestido con un traje gris, descubierto y llevando en su brazo derecho una franja de luto; sus amigos Luis Vargas Rosas, Carlos Soto y Carlos Valdés. Caminaron tras ellos: Raquel Señoret, Henriette Petit, los poetas Braulio Arenas, Eduardo Anguita y Jorge Hübner, Hernán Díaz Arrieta, Alfonso Bulnes, el embajador de Francia y el embajador de la república española, los cuatro hijos del primer matrimonio de Vicente Huidobro: Manuela, Vicente, María Luisa y Carmen. Otro grupo de jóvenes escritores, entre ellos dos enriques: Enrique Lihn y Enrique Lafourcade. 
Total: sesenta personas. 
Dicen que el cortejo erró entre los nichos. La urna fue colocada en una bóveda de cemento. 
Desencajados, ninguno de los amigos del poeta pudo hacer uso de la palabra. Salvaron dos diplomáticos: primero, el masón vasco, Antonio de Lezama, representante oficioso del figurado gobierno republicano español. Y luego, el embajador de Francia, vestido de pulcro blanco. 
"Es el funeral más barato que hemos hecho. Madera corriente", declaró el de las Pompas al periodista aguja. 
Días después, con el permiso presidencial, Manuela sepultó los restos aquí en su propiedad. Quería estar en su heredad, frente al mar, en el pequeño parque rodeado de sus sauces, jacarandas, acacias y flores. 


La vieja media bruja y media sabia que predijo que Vicente Huidobro sería un gran bandido o gran hombre, tenía razón.
Huidobro fue un gran hombre con gestos de gran bandido. Inventó, ficcionó e imaginó un mundo.