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jueves, abril 18, 2024

Los cuentos de Luis Alberto Tamayo y el corpus literario de los existencialistas

 


Disfruto del libro de cuentos «Nos cuesta la vida» de Luis Alberto Tamayo por su narrativa bien escrita, a través de frases concisas y diálogos ágiles. Los cuentos se desenvuelven con una fluidez que se beneficia de su brevedad, y la edición de Edebé, con su cómodo formato y diseño, se suma a la experiencia de lectura.

Los 10 cuentos que componen la obra giran en torno al tema de la derrota. La derrota es central en el corpus literario de estos cuentos de Luis Alberto Tamayo.

Personajes chilenos comunes: esforzados, trabajadores, estudiosos quienes están convencidos que esa es la única manera de progresar. Sin embargo, por razones inexplicables, quizás caprichos del destino, la vida de estos personajes invariablemente termina en derrota

Es decir, son cuentos del vencimiento. Un tema recurrente en la obra.

El cuento ‘El Rucio y el río’ sirve como claro ejemplo de esta temática. En él, el Rucio lucha por mantener a flote su negocio al borde del río, pero es el mismo río el que, inexorablemente, lo derrota. Se ahoga.

De igual manera, en el primer cuento, ‘Atardecer en sepia con piscina y álamos’, narrado a coro por los diversos miembros de una familia que aparenta ser ideal, bajo la superficie se esconde una realidad ominosa: la familia fracturada, un tío que manosea a las niñas.

Esta derrota no es externa, sino interna, una condición inherente a la existencia de estos personajes. La derrota se convierte en una constante en la vida de estos individuos, marcando su destino. Es la naturaleza omnipresente de los personajes: ser derrotados.

Silencio y escucha: ¿Has reconocido tu derrota y la admites?

Personajes que buscan caminos como parte de su naturaleza, pero terminan mal.

En el cuento ‘Vestido Rojo’, unas amigas se preparan para ir a una fiesta vestidas de rojo. Pero, no pueden evitar la derrota de llegar a un sitio lúgubre donde  no conocen a los invitados. Es el fracaso de las expectativas juveniles.

La derrota es una forma especial del espíritu y se aferra a todas las enseñanzas y filosofías, pero más aún a la vida cotidiana, ya que la vida misma está llena de derrota y en el fondo es totalmente ilógica. Los personajes se esfuerzan hacia el triunfo, para poder ser, al fin, derrotados. La derrota misma no tiene reglas. Ese es su misterio y su ley desconocida e incomprensible.

‘La Pichosa’ es un cuento sobre un profesor que ve llegar a su colegio a Pichosa, una antigua compañera de curso. Pichosa matricula a su hija en el colegio. Así el profe es testigo del sufrimiento de un niño que se enamora de la niña, la Pichosa Chica. El alumno sufre igual como el profe sufrió con la mamá.  Dos derrotados en el desamor: el alumno y el profe. Todo se repite. Castigo eterno.

Así, los personajes de estos cuentos son de carácter existencialista. Es el mito de Sísifo de Alberto Camus. Sísifo es uno de los antiguos mitos griegos. Era un rey de Corinto mañoso con la muerte. Cuando la muerte fue a buscarlo la sedujo y la ató inmovilizándola. Zeus le impuso el castigo eterno de hacer rodar una roca por una colina en el Hades. Obligado a subir la roca que caerá de nuevo. Un loop. En literatura, un loop o bucle se refiere a una estructura narrativa en la que una secuencia de eventos se repite de manera similar o idéntica, creando una sensación de circularidad o repetición.

El mito de Sísifo es la metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre. A pesar de nuestros impulsos sinceros, haya algo desconocido e irreductible que siempre nos atrapa.

Lo sabía Alberto Camus. En enero de 1960 había pasado unas vacaciones en Lourmarin y volvía alegre. Pero su auto chocó contra un árbol. Murió a la edad de 46 años. Camus no pudo inmovilizar a la muerte. Muerte absurda e imprevisible, su derrota.

Mi cuento favorito se titula ‘El día que vuelva Mariela’. La trama, tan simple como absurda, narra la historia de un joven estudiante que alquila un pequeño departamento. Desde el primer día, comienzan a aparecer personas preguntando por Mariela, la antigua inquilina. La historia se torna absurda a medida que se multiplican los personajes que esperan el regreso de Mariela.

En resumen: persisten en los excelentes cuentos de Tamayo la sensación de que la filosofía del absurdo está a la vuelta de cualquier esquina.  En los cuentos de Tamayo los personajes tienen tendencia a vivir en la filosofía del absurdo que sostiene que sus vidas son fútiles, o a lo menos, inasibles.



lunes, diciembre 31, 2007

El ciudadano no vence, mas el fracaso no le refuta su libertad

“-¿Y por qué se cambió?
-Estaba desapareciendo la gente como yo, y no se supo nunca más.”


El Juicio Final
Guillermo Martínez W
Pentagrama editores


El título del libro El Juicio Final de Guillermo Martínez Wilson, es uno de los seis cuentos de su libro. Allí el narrador está leyendo Los Signos del Juicio Final de Gonzalo de Berceo, un poema escatológico en 77 estrofas en que la introducción incluye el motivo:

Para que el tema el pueblo que anda descaminado,
Mejore sus costumbres, y Dios –apaciguado-
No lo deje –de Cristo-, al fin, desamparado.

(Según la versificación moderna del profesor chileno y rector del Instituto Nacional, Clemente Canales Toro (1904 - 1987)).

Un señor lee a Gonzalo de Berceo en el parque y dos señoras sentadas en un escaño aledaño ven pasar la vida y la comentan con ácido criticismo. Aparece un vagabundo con sus colchones y afirma que se cambió de barrio por que en el otro estaban pasando cosas.

Estos cuentos del desencuentro comienzan con Volver. Un hijo de 33 años vuelve del largo exilio y no es el hijo pródigo. Su madre nunca tuvo mayor compasión con su hijo, un joven que se metió en la izquierda, siendo ella de derecha. Tampoco tiene compasión ahora que el hijo retorna. “Retornado”, otro estigma.

Ya ven, un pueblo descaminado es este que aparece en el libro de cuentos de Guillermo Martínez Wilson. Y sus personajes son narrados por ciudadanos menores, habitantes inevitables de ese pueblo desviado y al que ya le cuesta mucho mejorar sus malas costumbres. Como en el Juicio Final, los hombres y mujeres de estos cuentos tienen sus males ante sí y ya nada se puede esconder. Y los héroes, pequeños héroes, son muy existenciales, como sombras que se mueven lentamente en escenarios escatológicos. Son héroes que van o vienen de la desilusión, sujetos de una disputa que enfrentaran lealmente. No esquivan a los demonios -no se puede ya esquivarlos-, y esos demonios vendrán de todos modos a enturbiar las cosas.

Mas vale estar lúcido.

En Santiago Antiguo, un distribuidor de cartas de una oficina de abogados se encuentra con un par de damas, viejas damas, viejas y algo seniles, que juntan firman para protestar por la muerte de sus gatos en manos de un fingido vecino desalmado. Viejas que habitan la ciudad y dan lástima, cuando, en realidad, son auténticas arpías.

El cuento La Carta son dos páginas de derrumbe y soledad vernacular. Un señor escribe una carta y relata como se arruinó su pueblo. “Por fin se acabaron las profesoras de esta calle”, comenta alguien. Dos páginas. No hay mucho más que contar. “Cuando vengas, si vienes, vas ver lo que ha cambiado todo.”

El crimen de la calle Septiembre es el cuento más escatológico de todos.
Un minusválido está con sus muletas en las faldas, en su primera visita a ese antro de la ciudad, donde copetineras le piden un whisky y otras se desnudan en medio de un hedor sexual, y rateros y tiras cobran compromisos. Un vecino lo ha llevado allí con el fin filantrópico que el inválido pierda su virginidad con las putillas de la mazmorra, ya que no prostíbulo. El discapacitado rememora, en el hervor obsceno, a su tía Elsa y a su tío Oscar, judíos sobrevivientes del holocausto.

Finaliza el libro con el cuento Tedeum, donde aparecen, en la tradición de Rulfo, los fantasmas de un pueblo. “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.” Un señor llega a una convención minera en un céntrico hotel. Se despierta temprano y pasea por la ciudad vacía. Se imagina los primeros años de la plaza de Armas, en la colonia, y durante un momento participa de la discusión por la venta de aguas, o indios en taparrabos, y observa los cerros y las almas en pena, las animitas de un pasado doloroso, mezclados en personajes históricos en purga y momentos muy delicados del país.

El libro de Guillermo Martínez Wilson es inquietante y es plástico en su composición y en la tradición de autores existencialistas. La gente en estos cuentos está sola, irremediablemente sola. Pero son individuos desolados que se nota que no han olvidado nada y viven el purgatorio de tiempos mixtos de presente y pasado. Tampoco se les nota miedo y sobre todo no quieren retroceder cuando aparecen los demonios. El héroe no triunfa siempre. La mayoría de las veces pierde. Pero al héroe, o anti-héroe, en su melancolía, le basta ser justo, vivir y enfrentar a los demonios que acechan. Es un caballero en un tiempo confuso, un hidalgo de coraje, que no es la bravura de los militares, sino de los ciudadanos. Este ciudadano casi nunca vence, pero ese fracaso, curiosamente, no lo desmiente. No le refuta su libertad.

Abandonarla cruel invierno ha sido. Soneto de William Shakespeare

Abandonarla cruel invierno ha sido.  Soneto de William Shakespeare Abandonarla cruel invierno ha sido, lo peor del año, placer efímero. ¡Qué...