“Desarrollo de la cultura y las artes.
Posibilidades y desafíos para el 2018”.
Ministerio de Planificación, Gobierno de Chile.
2008
Omar Pérez Santiago
Los
análisis estratégicos y estudios prospectivos que promueve hoy el Ministerio de
Planificación, y que buscan explorar escenarios futuros de desarrollo de Chile
analizando el impacto de tendencias y eventos que incidirán en el devenir del
país en los próximos años, es una tarea interesante y necesaria y un ejercicio
intelectual muy actual y muy técnico. Es una manera sabia de abrir una grieta
en el gris muro del presentismo de los
tiempos, fisura por donde entre algo de luz.
Cuando se
me solicita esbozar el escenario más posible en el arte y la cultura para el
año 2018, una futurología cultural, lo primero que se me ocurre, paradojalmente,
es comenzar con un acto retrospectivo, y retrotraerme hasta hace más de diez años
atrás, para buscar las huellas de como
estaba el estado del arte y la cultura.
Entonces Chile
había salido de una cruel dictadura que dejaba un gran hoyo negro cultural. El
mundo del arte y la cultura estaba expectante por los cambios que se esperaban.
Y con el nuevo gobierno democrático
comenzó en esos años un factor de cambio
muy central en la configuración de políticas públicas culturales. Desde
entonces se produjo en el ámbito de la cultura y las artes profundas
transformaciones dadas centralmente por la diversificación y expansión
cuantitativa, a través de los años, de los fondos de cultura y la
institucionalización de la cultura en un Consejo de Arte y Cultura.
El Fondart, el Fondo del Libro, el
Fondo audiovisual, el Fondo de la música y el Fondo nacional de escuelas
artísticas se desarrollaron de un modo muy específico. No financian obras,
libros, pinturas, u obras de teatro, como ocurren en muchos países, si no que
financian “proyectos” “artísticos culturales, Se financian parcial o
completamente simples planes, ideas, intenciones, deseos, aspiraciones.
Pero esta política
cultural no estuvo exenta de crítica. Podemos hacer un eco prospectivo a esos
primeros años de cambio. Yo mismo sostuve públicamente mi divergencia. El año
1994, hace ya 14 años -había yo vuelto hace algún tiempo de mi exilio sueco-, y
tímidamente pero con claridad, realicé en el diario La Época una opinión prospectiva sobre los riesgos de los nuevos fondos de cultura
Dije
entonces: “Los fondos tienden a una estandarización de la producción cultural.
Producen o tienden a producir una actitud consensual e institucional. Liman las
aristas culturales. No sólo por los evidentes riesgos de que los fondos sean
dominados por criterios ideológicos de moda. No sólo porque los miembros de los
comités sean de una cierta tendencia. Eso ocurre o puede ocurrir, sobre todo cuando esas llamadas personalidades
del jurado son designadas por funcionarios que a su vez han sido nombrados por
la autoridad política. Eso ocurre. Si no ocurriera, sería bien extraño en un
país altamente partidizado.
El
problema principal es que los mismos creadores tienden a autocensurarse, a
frenarse y buscar escuchar los rumores de las conversaciones de pasillos, las
orientaciones estéticas de los jurados. El creador se autocensura por una
actitud pragmática, a objeto de tener posibilidades en el concurso del Fondo.
La llamada producción cultural tiende a recaer sobre aquellos que saben
desarrollar funciones diplomáticas. Los
fondos son discriminatorios. Para tener oportunidades se debe usar un cierto
lenguaje, un cierto código, una cierta forma de pensar. Hay que estar
conectado, tener relaciones, usar la figuración pública. El Fondo tiende a apoyar
a determinados conglomerados, aquellos que saben hacer el trabajo de lobby y
que se informan directamente de los criterios que se manejan dentro de las
comisiones y las formas de hacer presión. Se desarrolla el arte de manejar las
influencias y se fortalecen los circuitos auto recompensados. Se desfavorece a
aquellos que no participan de ese juego de los circuitos de la influencias,
principalmente los creadores de las regiones, de las comunas populares, los
jóvenes y los sectores marginados en general.””. (“El Fondart no es progresista”
La Época, Jueves 18 de septiembre de 1994).
Postulaba
yo como alternativa a esos fondos concursables el fortalecimiento de la
infraestructura cultural sobre todo en
comunas y regiones más pobres del país, que no tenían cines, ni teatros,
ni salas de exposiciones y carecen de escuelas artísticas y centros de
extensión cultural. Los conglomerados culturales copaban el escaso espacio
existente, en relación con el tamaño de la población, como para haber creado un
monopolio por defecto. El trabajo cultural mantenía un carácter piramidal,
estaba politizado y había ausencia de mecanismos democráticos de presión.
Nivia
Palma, entonces una joven directora del Fondart, y hoy actual Directora de la Biblioteca Nacional,
respondió en el mismo diario, algo molesta que yo presumiera mala fe. O creyó
ella quizás entonces, que lo mío era una simple boutade.
Pero quién iba a decirlo, pasarían los años. Y sí, pasaron los años, rápidamente me
parece a mí ahora,
Y luego de
estos años que pasaron rápidos, hoy la situación de la cultura y de los fondos
de cultura está muy enrarecida. Tal como lo sospeché hace 14 años, sustentado
en experiencias internacionales, hoy
los postulantes a los fondos comprenden perfectamente como hay que adaptarse al
sistema mediante el lobby, un lenguaje apropiado y simulacros verbales para
elaborar un “proyecto” artístico. Y cuando se denuncian las permanentes
irregularidades de los fondos, los funcionarios someten a los fondos culturales a sucesivos ajustes formales. Pero esos acomodos
no solucionan los problemas de fondo, lo único que hacen es complejizar los
formularios, es decir, burocratizan aún más los procesos. Hay expertas y expertos en Fondos de cultura, creo
que existen cursos universitarios. En general no son artistas, son peritos de
la treta y del timo, expertos inventores de pomadas y encubridores de
antecedentes.
El
sistema, como agua estacada, no funciona, las obras no circulan, las obras no
se ven, no se habla de literatura, de pintura o de teatro. Más y más hablan
agentes y funcionarios donde el arte en general ha sufrido un embarazoso
proceso de funcionarización.
Irritación artística
La
molestia por la situación de los fondos de cultura en el mundo artístico y
cultural se ha expresado de modo persistente, pero subterráneo. Pero ya el año
pasado la critica al fondo del libro fue explicita y más de 300 escritores
firmaron una carta de protesta que se llamó “La infelicidad permanente”. Ese solo
título demostraba el enojo y el descontento de la clase literaria. Hay rabia también y se nota en el tono de las
críticas permanentes a los fondos de cultura entre músicos, actores, pintores. Esta
rabia es, en parte, producto de la frustración que genera la impotencia de ver
el modelo constituido y funcionando sobre si mismo.
Los
artistas andan con sangre en el ojo, y lo dicen en todos los circuitos como
funciona esto: hay que ser mamón por un rato, formatearse, aprende a leer
formularios, saber quien es el jurado y hacer lo que le guste al amigo funcionario, ese
crupier de feria que reparte los números de la lotería. Y luego a esperar rogando como lo
niños: “viejito pascuero, acuérdate de mi, me porto bien en casa y también en
el jardín”. Ese ambiente de entreguismo ya está plasmado en la excelente novela
“Informe Tapia”, de Marcelo Mellado. Este deterioro va unido a un paralelo enfriamiento
de un movimiento democrático progresista y la ausencia de medios críticos de
comunicación.
En
general, el artista no tiene otra alternativa que ser cobardón, nunca dirá las
cosas claramente. Gasta su tiempo en hacer vida social, para que lo vean aquellos
que deciden los fondos. Existe toda una cháchara seudo intelectual de truquillos baratos archi conocidos del arte
oficial. Más o menos ese es el estado del arte. Así el arte
ya no incomoda y ya no tiene efectividad.
Paralelamente, no ha habido distribución
del capital cultural. La situación continúa, en general, de la misma manera. En
la mayoría de las comunas de Santiago todavía no hay cines, teatros, librerías, salas de exposiciones. .
Futurología
¿Cómo se verá Chile el 2018 en el área del
arte y la cultura?
El futuro sobre el arte y la cultura es
altamente predecible y estadísticamente pueden describirse por medio de modelos
matemáticos simples. El pronóstico estratégico es que si el país sigue
funcionando de este modo en el ámbito de la cultura, en diez años más los
fondos de cultura habrán aumentado al doble. Se duplicarán. Pero lo único que
harán será construir más funcionarios, y más arte mediocre y de cartón que no
servirá para nada más que para el tedio. Los artistas estarán aún más condicionados
y, les puedo asegurar, los ganadores de
proyectos seguirán siendo esencialmente los mismos, un particular centro de
pequeños negocios, aunque diez años más
viejos.
Si las cosas siguen así como ha sucedido en
los últimos quince años, se consolidará una costra artística burocrática. El
arte será acrítico, amable y manso con los encargados del reparto, triunfante
en ese pequeño reducto. La
historia, si continúa de esto modo,
mostraría la ocupación paulatina y definitiva del espacio artístico
por un poder funcionario.
Por otro lado, los jóvenes habrán acumulado
aún más rabia en las poblaciones, aún más desoladas.
Actitud proactiva
¿Qué habría que hacer para cambiar esta
situación si deseamos tener una actitud proactiva?
Primero, habría que tener una visión
temeraria. Frente a los delicados problemas, no podrá haber cambio con
mentalidad timorata. Por lo tanto, la
primera condición, es naturalmente, ser valiente y mirar lucidamente las cosas como son. El mismo camino seguido
hasta hoy no es la solución. La solución, sociológicamente hablando, está
definitivamente en una revolución político cultural.
Segundo, El capital cultural real en Chile
está vinculado al ejercicio del poder y autolegitimación, por lo tanto la
revolución política cultural debe ser parte de un nuevo proyecto social y
político que postule redistribuir el poder. Verdaderos actores culturales no pueden
existir si no hay una democratización efectiva de la cultura. De ahí que es
importante redefinir lo que se entiende como servicio público cultural. La
exclusión cultural producto de la pobreza, y el hecho de que la gente no tenga
acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación son temas de poder.
Es decir, no
habrá cambio cultural artístico auténtico mientras no haya un movimiento artístico
ligado a la lucha por la democratización
plena, por una Constitución democrática, por la lucha por el agua, los ríos, el
mar, el aire limpio, de los ecosistemas, las carreteras gratuitas, de la
educación en todos sus niveles, las
ondas electromagnéticas del Internet, de los nuevos movimientos de
consumidores, del rescate de la diversidad cultural de los pueblos originarios y particularmente al
pueblo mapuche.
Es decir,
el cambio de la cultura y el arte necesitan ser inserto en cambios integrales.
Juntas de Desarrollo Cultural
El cambio
puede empezar con la participación de la gente a nivel barrial, comunal,
territorial construyendo efectivos centros de activación o juntas de desarrollo
cultural. Se deben modernizar las bibliotecas comunales y construir allí
verdaderos centros de reunión, de acopio e intercambio de ideas, verdaderos
centros de comunicación digital, de espacios compartidos, de alcance nacional,
que vaya más allá de la gestión de los centros propios. El desarrollo, en un marco de cooperación, la creación de centros culturales a partir
del engrandecimiento y modernización de
las bibliotecas públicas contribuirá a garantizar el derecho y la libertad
de acceso a la información y la cultura de los ciudadanos chilenos, ayudará a
paliar la desigualdad, garantizando el derecho de todos los ciudadanos a acceder a
Internet y a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sin
discriminación alguna y en igualdad de condiciones; facilitar la formación de
los ciudadanos para el uso de las tecnologías y aprovechar las posibilidades en
el nuevo entorno de la cultura y la lengua, que suponen una ventaja objetiva y
comparativa.
El
objetivo es que las actividades culturales surjan desde las comunidades. Las
actividades culturales que coordinan las propias comunidades tienden a ser más
duraderas. La vinculación con la sociedad civil es un elemento de gran
importancia para el desarrollo y la promoción de las políticas culturales. Deben
ser un centro de patrimonio, de teatro, de encuentro con escritores, centros de recuperación y estimulo de la
participación ciudadana organizada, mediante la descentralización de fondos
públicos participativos y poner el arte al servicio de la gente.
Si en diez
años se invierte en todas las comunas más pobres del país en bibliotecas modélicas
y modernas, que incluyan, cafeterías, Internet, servicios básicos, salas de
lectura de periódicos y revistas y salas de reuniones, en un programa de ese
tipo, administradas por consejos locales de cultura, mejorará, qué duda cabe,
de modo significativa la vida social y comunitaria de Chile, la gran falencia
de estos años.
Omar
Pérez Santiago es escritor.
Egresó de la Escuela
de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, y estudio Historia económica en la Universidad de Lund.
Libros: Breve historia del
comic en Chile, Editorial Universidad Bolivariana, 2007. Escritores de la Guerra. Vigencia de
una generación de narradores chilenos, ensayo, Aura latina, 2005. Editorial
Universidad Bolivariana, 2007. Trompas de Falopio junto a Gabriel
Caldés, novela. Foro Nórdico de Aura latina, 2002. Editorial Universidad
Bolivariana, 2007. Negrito no me hagas mal, novela -comic, Centro
Nacional de Cómic, 2000. Memorias eróticas de un chileno en Suecia,
cuentos, Editora Kipus & Aura Latina, 1992. Malmö är litet novela en
Sueco como Pancho Pérez Santiago, Skrivareverkstad, Suecia. 1988. La
pandilla de Malmö con traducciones al castellano de poetas suecos (1990).
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