jueves, enero 28, 2016

Vicente Huidobro y la sociedad imaginada. 100 años del Creacionismo: Ficcionar el mundo


Cartagena, Enero, 2016.

Se cumplen 100 años del Creacionismo, una corriente poética de la imaginación que se vincula a la primera época de lo que se dio en llamar las vanguardias, un imparable terremoto, más potente que cualquier otra cosa que se hubiese creado entonces, para que se imaginaran y dijeran cosas nuevas, buscando palabras para provocar una ruptura. La labor –dijo Vicente Huidobro- es crear, imaginar e inventar o ficcionar el mundo.

El chileno Vicente Huidobro tenía cabeza libre sobre sus hombros y con su virulencia y su pasión y su desenfado y en relación a una intensa interacción con otras almas libres, inventó el Creacionismo, junto a individuos que estaban muy cansados de los límites que imponía una sociedad corrupta, endogámica, oligárquica, completamente equivocada. Vicente Huidobro odiaba a su clase social decadente y le dio la guerra a la estupidez de la oligarquía.

Huidobro dio el debate y se lanzó contra la campanilla de los monaguillos, que decían cuando uno debía sentarse o hincarse. Una sociedad parroquial muy podrida, -tan podrida como lo está la nuestra-.
Saldría, con las luchas de años, una narrativa moderna, una sociedad sustentada en ficciones más modernas, más inclusivas. Vicente Huidobro quería imaginar e inventar el mundo, un deseo sencillo y patente. Tal como nosotros creemos que hay que imaginar e inventar o ficcionar el mundo nuestro.
No había manera de detener a Huidobro.
Y Huidobro permanece y está vigente hoy porque la sociedad ahora también está podrida, y es una muy extraña e indeseable sociedad distópica de relaciones cruzadas anti-éticas en que domina el poder del dinero. Una sociedad que hay que reimaginar y reinventar y ficcionar.
Existe el peligro que la enorme concentración del poder del dinero y de riquezas y los experimentos biotecnológicos nos lleve a una sociedad catastrófica.


Por otro lado, Vicente Huidobro combatió también las estrechas visiones nacionalistas, patrioteras, de corto plazo.  A él lo acusan de afrancesado, de no hablar de la patria, de ser un escapista. De haber copiado de aquí y de allá. Visiones nacionalistas han querido coartar la necesaria  libertad de relacionarse y cooperar con las corrientes intelectuales y artistas internacionales, la única forma en que surgen las grandes ficciones poéticas y las corrientes artísticas flexibles y poderosas.

El lenguaje poético y narrativo del Creacionismo no nació en una tabula rasa, en un cerebro en blanco. No nació de un genio aislado. Pues los verdaderos lenguajes poéticos y narrativos no nacen, no pueden nacer en una tabula rasa. Los lenguajes poéticos son  capas tectónicas intercaladas, que conviven entre ellas, a veces tiene grandes colisiones, y crean terremotos y temblores, y a veces una de ellas se monta sobra la otra. Siempre en juego, siempre intercomunicadas, siempre flexibles.

Vicente Huidobro fue en busca de esa galaxia poética y ficcional, viajó y luego dio vueltas varias veces a esa galaxia poética. Esa Vía Láctea poética y ficcional –a la que pertenecen los escritores y los poetas vivos y muertos- una corteza que cubriría el globo y conecta a toda la galaxia poética y ficcional en un único sistema nervioso. 
Vicente Huidobro se movió, viajó y activó los ambientes poéticos creativos, las colonias de creadores que interactúan y se influencian unos con otros. Vicente Huidobro sabía que la teoría de los genios poéticos aislados no existe, o era falsa. Vicente Huidobro creía que las ideas poéticas se producen en ambientes poéticos creativos, flexibles y colaborativos, en escenas creativas y apasionadas,  redes colaborativas abiertas donde las ideas diferentes pueden conectarse.



Última caminata de Huidobro
Vicente Huidobro nació el martes 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile.
Una vieja media bruja y media sabia predijo que Huidobro sería una gran bandido o gran hombre.
Huidobro vivió 55 años.
El martes 16 de diciembre de 1947, Huidobro tomó el tren a Cartagena, en la Estación Alameda de Santiago. El ferrocarril recorrió los 108 kilómetros entre Santiago y Cartagena. 
En 1618 el capitán español Juan de Cartagena fundó el pueblo de Cartagena, en una playa que le pareció fastuosa. A comienzos del siglo XX ricachones de Santiago transformaron la sencilla caleta de pescadores de Cartagena en un selecto balneario. Levantaron casas que imitaban los acantilados franceses y las divinas playas de Italia. Aquí pasó Huidobro jornadas memorables en la casa que heredó de su madre, María Luisa Fernández Bascuñán.

Cuando el poeta llegó a la estación de Cartagena eran las tres de la tarde y el clima estaba templado, 18 o 19 grados. Desde lo alto de la loma donde estaba la estación, el poeta observó la playa Chica, donde las muchachas se paseaban en trajes de baño "last-tex" y los osados "Catalina", que estaban de moda y causaban furor. Más allá, entre playas, en el paseo peatonal, unos niños compraban manzanas confitadas. Huidobro esperó un taxi. Finalmente repechó a pie hasta lo alto de la colina, maleta en mano y deteniéndose para tomar aliento. Entonces le dio un derrame cerebral. Lo llevaron a su casa de veraneo del poeta, una vivienda de un piso y techo de tejas, de aspecto vulgar y distribución defectuosa, cuyos planos había confeccionado Huidobro. Desde allí veía el inmenso panorama oceánico, puntillas, ensenadas, dunas y pinares. 
El poeta estaba inconsciente. En su dormitorio escaso de adornos y cuadros, porque Vicente Huidobro carecía del sentido de la decoración.
Esa casa se llenó de gente. 
El día viernes dos de enero de 1948 a las 16:15 murió el padre del Creacionismo.
¿Fue Huidobro un gran bandido o un gran hombre como predijo la media bruja y media sabia?

Nacimiento del Creacionismo: 1916
Durante el helado invierno de Santiago del mes de junio de 1916, Teresa Wils Montt, una demoiselle encantadora de 23 años, huye del Convento de Preciosa Sangre del barrio Brasil de  Santiago de Chile, ubicado en la Calle Compañía 2226.  Ha permanecido encerrada ocho meses en el monasterio por orden de su padre y su marido que la condenan por adulterio, como si el adulterio fuese una gran cosa.
La ayuda a escapar de allí Vicente Huidobro. Teresa Wils era hermosa. Huidobro dijo que ella era "La más grande que ha producido la América, perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de educación, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia". 
Huidobro y Wils huyen en el tren Transandino, Santiago-Buenos Aires, inaugurado en 1910.  El tren demoraba 36 horas de Santiago a Buenos Aires. Unas 16 horas para cruzar la cordillera de Los Andes y llegar a Mendoza en un coche de primera clase marca Schindler. Y luego del trasbordo, unas 20 horas para cruzar la pampa y llegar a Buenos Aires.
Vicente Huidobro y Teresa Wils tienen la misma edad, 23, vienen de las mismas cunas doradas, son cultos y refinados. Aman la poesía. Ambos odian y les han dado la guerra a sus familias decadentes, controladoras, endogámicas, dueñas de Chile. Ambos son espíritus libres.
Teresa Wils Montt, anarquista y feminista,  conflictuada con su matrimonio y su amante, decide acompañar a su amigo Vicente Huidobro a Buenos Aires. 

El Ateneo Hispano había sido inaugurado el año 1912, por el catalán Carlos Malagarriga. Se dice que en el Ateneo Hispano de Buenos Aires, el sábado 1° de julio de 1916, nació el Creacionismo.
Allí bautizaron a Vicente Huidobro como “creacionista” por haber repetido en su conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda es crear, y la tercera, crear. Ese espíritu del Creacionismo ya se había expresado en su poema Arte Poética, sus primeras conferencias La poesía y su manifiesto Non Serviam. 
Hasta entonces, Huidobro había publicado los libros Ecos del alma (1911), Canciones en la noche (1913) y Las pagodas ocultas (1914).

Vicente Huidobro tenía vigor de roca. Dejó Buenos Aires y volvió a Santiago. Y vuelve a Buenos Aires con su familia, su esposa Manuela Portales Bello y con dos hijos, Manuela de tres años y Vicente de dos, para viajar a Europa en el navío de lujo, el vapor Infanta Isabel de Borbón, de la compañía Transatlántica española. El barco levó anclas en Buenos Aires el día 2 de noviembre de 1916 vía Montevideo, Rio de janeiro, hasta Barcelona. 
Desde Barcelona viajan a Madrid y de allí a París. Vicente Huidobro vivió en París en el número 41, de la rue Victor Massé.
París ya era una fiesta. Es un  momento de eclosión, de un boom artístico, ruptura y aire nuevo  que afecta a pintores, músicos, dramaturgos, novelistas, escultores, poetas y artistas. Huidobro se vincula con todos ellos: Juan Gris, Varesse,  Picasso, Delaunay. Y las corrientes y sus infinitas peleas: Dadaísmo, Surrealismo, Ultraísmo. 
En 1918 cruza los Pirineos y viaja a Madrid y se relaciona con Federico García Lorca, Rafael Cansinos-Assens, Ramón Gómez de la Serna, Guillermo de Torre,   Gerardo Diego y Juan Larrea. Huidobro realiza un camino de ida y vuelta: lleva vanguardia y trae vanguardia. 
Publica libros en París, en Madrid, en Santiago de Chile; es antologado e incluido en revistas italianas, inglesas, norteamericanas, checas y polacas.
Con Altazor, publicado en 1931, su obra consolida la vanguardia y la belleza transparente, del asombro penetrante.


CARTAGENA
El año 1926 su primer matrimonio terminó y conoció a la que sería su segunda esposa, Ximena Amunátegui.
La historia es un guión de cine. El tenía 33 años, casado 14 años con Manuela Portales, cuatro hijos. Entonces se enamoró de una delicada muñeca de 14, Ximena Amunátegui, heredera de una conocida familia rica de Santiago. El escándalo removió la sociedad. Los hermanos de Ximena lo buscaron para matarlo. 
“Lo vamos a matar”, dijeron. 
Ximena fue enclaustrada en un convento. Huidobro huye a New York. Su padre no volvió a hablarle.
La cuestión no quedó allí: regresó clandestinamente con un desorbitado plan de raptar a la novia. Ximena pidió permiso a las monjas para ir al dentista. En una esquina de Santiago, en un automóvil la esperaba Vicente. Cruzaron la cordillera de Los Andes y llegaron a Mendoza, Argentina. Luego se fueron a taquillar a París.
Sabemos que fueron felices en Europa. Volvieron a Chile algunos años después. En Santiago tuvieron un hijo, Vladimir.

Huidobro pasó en Cartagena lapsos inolvidables. 
Huidobro trajo semillas y forestó el alrededor de su casa. Aquí llegaban los leales de la trupp Huidobriana: los poetas chilenos Eduardo Anguita y Braulio Arenas. Se alojaban en un cuarto sobre el que tenían un derecho adquirido. A veces, se entretenían con eternas partidas de cartas. El juego terminaba en pelotera. Vicente trampeaba. Braulio se enfurecía, se despedía y tomaba la maleta. Huidobro salía tras él, le cogía del brazo pidiéndole perdón. Una vez se trenzó con Ximena. Ella le dijo: “tramposo”; él contestó: “los tramposos son los Amunátegui y el señor Domingo Amunátegui es un señor prehistórico”. 
Peleas infantiles que se tomaban en serio.
Pero luego las cosas se pusieron graves.
Un día ocurrió lo inconcebible que lo paralizó como una estatua. Son esas cosas sensibles, duras y tristes, que por pudor, uno quisiera no oír. Apareció un joven poeta argentino, simpático y canchero: Godofredo Iommi. También se empezó a quedar en Cartagena. Todos sabemos lo que ocurrió. No digamos más. El triángulo se prolongó por varios meses. Huidobro no quiso aceptarlo. Se volvió doloroso. A veces, rudo.
Bajoneado se fue a Europa en 1943 en plena II guerra. Entonces, Godofredo y Ximena se casaron. Orgulloso, Huidobro le escribió a un amigo: “Ninguna mala voluntad a Jimena. Cómo voy a tenerla. Ella me dio a mí sus mejores años, su juventud, su primavera y su verano y ahora le da a otro su otoño y su invierno. ¿No es esto una gran finura? Y luego casarse con quien lo hizo es otra finura...su marido es uno de los pocos que no puede dar celos a nadie”.
Se dejaba a ver que el poeta estaba picado.
Su hijo Vladimir dice que su padre nunca se recuperó.

Vicente Huidobro participó en la guerra. Buscó o inventó nuevos mitos, como el teléfono de Hitler, que habría sacado del gabinete del nazi.
En 1945, finalizada la guerra, volvió a Cartagena con el teléfono de Hitler y con una nueva y joven esposa, Raquel Señoret, a quien Huidobro conoció en Londres.
Regresó con el alma malherida. Algunas de las cartas del escritor, muestran amargura.
Su muerte fue pre-sentida. Su hija Manuela se encontró con una clarividente en la calle Miraflores: 
“Sufriría la pérdida de un pariente”, le dijo.
Pasaron algunos meses. 
El lunes 15 de diciembre Huidobro fue al cine Bandera en el centro de Santiago a ver la película “Las Ferias de las Quimeras” del director francés Pierre Chenal. Salió a las nueve de la noche y le dijo a su amigo Carlos Valdés: “Anda a verme mañana a Cartagena, después ya no me verás”.


La sobria urna de caoba barnizada de negro -del tipo 14, según dijo uno de las pompas fúnebres- se instaló en la austera casa de Cartagena. No tenía cruces, ni cirios, ni flores. El féretro solo. "No seré de los que se ablandan a última hora, pidiendo confesor", había dicho el poeta. 

El día sábado tres de enero de 1948, a las 17:30 el funeral inició su viaje, desde lo alto de Cartagena. La bella Raquel Señoret de 25 años y vestida de negro, blanca de piel y azul de ojos, subió al primer auto. "Siento por mi esposo adoración y cariño", declaró a un periodista de La Nación. En otro auto iba su amigo Hugo Montes, en otro la pintora Henriette Petit. Veinte autos cruzan lentamente la playa de Cartagena. Media hora se demoró el cortejo entre la casa del poeta y el cementerio. 
En el vano del cementerio de pescadores tomaron la urna Vladimir, hijo del poeta de 13 años, vestido con un traje gris, descubierto y llevando en su brazo derecho una franja de luto; sus amigos Luis Vargas Rosas, Carlos Soto y Carlos Valdés. Caminaron tras ellos: Raquel Señoret, Henriette Petit, los poetas Braulio Arenas, Eduardo Anguita y Jorge Hübner, Hernán Díaz Arrieta, Alfonso Bulnes, el embajador de Francia y el embajador de la república española, los cuatro hijos del primer matrimonio de Vicente Huidobro: Manuela, Vicente, María Luisa y Carmen. Otro grupo de jóvenes escritores, entre ellos dos enriques: Enrique Lihn y Enrique Lafourcade. 
Total: sesenta personas. 
Dicen que el cortejo erró entre los nichos. La urna fue colocada en una bóveda de cemento. 
Desencajados, ninguno de los amigos del poeta pudo hacer uso de la palabra. Salvaron dos diplomáticos: primero, el masón vasco, Antonio de Lezama, representante oficioso del figurado gobierno republicano español. Y luego, el embajador de Francia, vestido de pulcro blanco. 
"Es el funeral más barato que hemos hecho. Madera corriente", declaró el de las Pompas al periodista aguja. 
Días después, con el permiso presidencial, Manuela sepultó los restos aquí en su propiedad. Quería estar en su heredad, frente al mar, en el pequeño parque rodeado de sus sauces, jacarandas, acacias y flores. 


La vieja media bruja y media sabia que predijo que Vicente Huidobro sería un gran bandido o gran hombre, tenía razón.
Huidobro fue un gran hombre con gestos de gran bandido. Inventó, ficcionó e imaginó un mundo.


   

miércoles, noviembre 11, 2015

Secretos después de la muerte. Melker Garay y la literatura fantástica sueca

Lima: II Congreso Internacional de Narrativa Fantástica en Centro de estudios literarios Antonio Cornejo Polar (CELACP))
“Poéticas del tiempo: Consideraciones sobre lo fantástico y la ciencia ficción en Latinoamérica”  

Por Omar Pérez Santiago
24 de Octubre 2015

Uno de los temas preferidos de la literatura es la muerte. Uno de los temas preferidos de la literatura fantástica sueca es, quizá,  conocer los secretos que nos aguardan más allá de  la muerte, en el cielo o infierno. No es extraño entonces que la muerte  es, a lo menos, uno de los temas preferidos del escritor sueco, Melker Garay. El escritor sueco Melker Garay nació  en 1966 y ha publicado los libros Anotaciones secretas de un sacristán, El sepulturero y la muerte, MCV y la Rata, libros de literatura fantástica que han sido  traducidos al español, al francés, al rumano y al inglés. 

Melker Garay ha publicado físicamente  el libro MCV,  de cuatrocientas diez páginas, en que se repiten las letras MCV. Idea que Melker Garay tomo del cuento de Jorge Luis Borges, “La biblioteca de Babel”.


EMANUEL SWEDENBORG (1668-1772)

Conocemos en América  a la literatura fantástica sueca desde que el místico Emanuel Swedenborg fue incluido por Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares en la Antología de la Literatura Fantástica de 1940 con el texto Un teólogo en la muerte, un  fragmento  de su Arcana Coelestia. Hoy se cumplen 70 años desde la publicación que es, tal como dice el estudioso de este artefacto, el profesor, Daniel Zavala, una antología central en la literatura. Colocar a Swendenborg parecía un capricho de antologadores. La propiedad de Swedenborg como escritor de literatura fantástica fue  cuestionada por el francés Roger Caillois que, (en una carta del 7 de abril de 1941, que le  escribe a Victoria Ocampo) consideró a Swedenborg como un teólogo, no un creador de historias. “En cuanto a poner a Swedenborg, es increíble: nunca tuvo la intención de escribir literatura fantástica. Y si uno se ocupa de la literatura fantástica involuntaria, entonces puede empezarse con la Biblia y algunas otras obras del mismo tipo, bastante importantes”.

Pero la teología es una rama de la literatura fantástica, afirmó y reafirmó Borges.    “Los metafísicos de Tlön no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica.” (1941)  “la filosofía y la teología, lo sospecho, dos especies de la literatura fantástica” (Nota al poema Las dos catedrales) (1981)

Desde entonces se discute en los congresos de literatura fantástica si la teología es o no literatura fantástica, tal como lo expresa el profesor mexicano, Omar Nieto.
De cualquier modo, invento borgiano o no, Swedenborg es un autor tremendamente influyente en muchos escritores.
El texto de Swedenborg en la Antología de 1940 trata sobre Melanchton, un sujeto que creía que para ingresar al cielo bastaba la fe, y que al morir se le asigna una casa similar a la que tenía. No sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo.  El texto de Swedenborg  reafirma la  teoría de que el cielo y el infierno son estados del alma y depende de cada uno y como experto conocer sobre los secretos después de la muerte.

PER LAGERKVIST (1891-1974)

El premio Nobel de 1951 escribió en los años 20 dos libros de cuentos, La Eterna sonrisa (Det eviga leendet, 1920) e Historias Malignas (Onda sagor, 1924), cuentos fantásticos donde la muerte, con su sonrisa eterna es la gobernante de la humanidad. Los muertos, que son los protagonistas de esta historia, se sientan a conversar acerca de sus vidas, muchas veces mediocres, de sus virtudes y de sus defectos. La muerte de un héroe es un cuento corto donde  la gente se divierte cuando presencia un suicidio que incluso es trasmitido por televisión. La historia puede parecer insignificante hoy. Pero esta obra no es solo de la literatura fantástica, también es una obra de premonición. La sociedad del espectáculo ya paga para que la gente participe en arriesgadas maniobras televisivas.  El ascensor que bajo al infierno es un cuento donde una pareja va divertida en un ascensor, son amantes que no se dan cuenta que el ascensor se demora mucho en bajar. Cuando se abre la puerta, los espera el Diablo, han llegado al infierno.


STIG LARSSON (1955-)

Stig Larsson era uno de los escritores suecos más famosos a comienzos de los años 80. Había publicado numerosos poemarios, piezas de teatro y de cine, y novelas y cuentos.  Era considerado el autor que dio inicio al posmodernismo literario en Suecia con su novela Los autistas (Autisterna). Luego apareció  Stieg Larsson, un escritor de nombre parecido con su saga policial Millenium y  el detective Blomkist y la hacker Salander y al parecer, opacó en el mundo el nombre de Stig Larsson.
El año 1992 Stig Larsson publicó Om en död. Sobre un muerto, un extraordinario cuento que habla del mismo tema de Swedenborg, Un teólogo en la muerte, en que relata la extraña primera etapa de estar muerto.

MELKER GARAY (1966-)


En esta poderosa tradición se encuentra el autor Melker Garay.
“El sepulturero y la muerte” de Melker Garay es  un libro sobre la espiritualidad, escrito con elegancia, cultura y humor enraizado en la literatura mística.  El sepulturero y la muerte de Melker Garay contiene un prefacio, un epílogo y 28 capítulos en 200 páginas. El barbero Nikolai está recién muerto. Y sin embargo, alguien le ha solicitado que escriba la forma de pensar de un sepulturero, llamado Josef Kinski, un enterrador de oficio. Melker Garay escribe una literatura fantástica relacionada con la creación de personalidades, de caracteres profanos, con sus tragedias, su memoria, su soledad y con la altura del idioma.
El sepulturero y la muerte de Melker Garay es un libro sobre la espiritualidad, escrito con elegancia, cultura y humor. Creo que el libro está arraigado en una corriente literaria sueca muy principal, la tendencia de la literatura mística, quizá  la más poderosa de todas.

Pertenece, entre nosotros, a una corriente literaria onírica, mágica.  La corriente que moderniza la vieja escuela de los asuntos existenciales góticos, lo terrorífico, lo mágico, lo onírico o lo diabólico de la cultura popular.  Es una literatura fantástica relacionada con la creación de personalidades o caracteres profanos, con sus tragedias, su memoria, su soledad y con la altura del idioma. Narraciones que hablan sobre anécdotas supuestamente imposibles, pero que facultan para hablar sobre los límites de la realidad.
El barbero Nikolai está recién muerto. Y sin embargo, alguien, alguien, (quizá Dios), le ha solicitado que escriba la forma de pensar de un sepulturero, llamado Josef Kinski.
Josej Kinski es un enterrador de oficio. En su currículo se cuenta que ha cavado 2.300 tumbas y ha enterrado alrededor de 700 cadáveres. Posee en su escritorio una calavera que compró de ocasión.
Es imaginable, por tanto, que para un sepulturero de oficio como Joseph Kinski, el tema de la muerte sea un asunto muy serio y que está en todas las preocupaciones existenciales de su vida.
Es un personaje notable. Solitario y con aristas. Con un puñado de personas a su alrededor o en su recuerdo, como sus padres, Herman y Elizabeth, su abuelo Gunther, su colega Nestor y sus mascotas, la cacatúa Vicent y el pez Roland.
También es solitaria su hermana Margareta, con quien Josef se relaciona por cartas. Dentro de la cual juega ajedrez con su hermano. Es un guiño, creo. Este tema de jugar ajedrez en el marco de una conversación sobre la muerte, me lleva inmediatamente a la película de Igmar Bergman, el Séptimo Sello de 1957, donde el caballero cruzado, Antonius Block, para alargar su vida, juega ajedrez con la muerte. Idea que Bergman tomó del pintor medieval sueco Albert Pictor, sobre una imagen que se encuentra en la iglesia de Târby, cerca de Estocolmo. Igmar Bergman tuvo una recepción positiva en América del Sur, cuando  presentó Juventud divino tesoro, en el año 1952, en el festival de Punta del Este. El primer libro sobre Bergman fue editado también en el Mar del Plata, lo que refleja una afinidad con cierto espíritu del tango.
A través de los diarios de Kinski y de las cartas con su hermana, Nikolai reconstruye las preocupaciones del sepulturero.
El sepulturero es un lector de la biblia, de la mística medieval sueca Santa Brígida, de John Donne, del simbolista Maurice Maeterlinck, de Hoffman, Rimbaud y naturalmente, de Emanuel Swedenborg. Swedenborg se dedicó durante gran parte de su vida a las ciencias, donde hizo aportes notables. Después se realizó en las reflexiones sobre el cielo, los ángeles y Dios.
Uno podría imaginarse que el libro de Garay se iría en la línea de los llamados poetas del cementerio, poetas prerrománticos ingleses que abundaron en disgregaciones sobre la nocturnidad y la muerte en los cementerios y que continuó el maestro de lo macabro, el genial Edgar Allan Poe.
El libro El sepulturero y la muerte navega con elegancia en la línea de un cierto espiritualismo racional, con distancia y con ese controlado humor sueco, que siempre nos desconcierta.
Bajo este registro se tocan asuntos claves. Nombraré algunos:
Primero ¿Es la muerte buena o mala? ¿Hay que tenerle miedo a la muerte? Hay quienes ni siquiera se atreven a nombrarla. Los padres de Josef, Herman y Elizabeth, inspirados en Swedenborg creen que se abrirá un sello en el cielo, donde todo será bueno. Claro está, todo será bueno si es que uno no va a parar en el infierno.
Segundo: la muerte de los animales. Dueño de dos mascotas atípicas, un pez una cacatúa, la muerte de los animales es una preocupación para Kinski. El asunto se complica cuando el personaje Kinski tiene un pez muerto. Para Kinski es un problema. No lo tirará por el desagüe, como yo lo haría.
He ahí un problema.
Tercero. Ese tema del entierro de mascota es bonito comparado a este otro que aparece en el libro: el asunto de comer cadáveres. Ahora hay un gran movimiento animalista que ha puesto de moda este tema. Pero aquí en el libro se reflexiona y se nos pide reflexionar sobre la idea de alimentarnos de cadáveres.
Cuarto: la resurrección, o no. El misterio expresado por Ezequiel quien creía que adquiríamos nervios, carne, piel, en algún momento. Es claro que, como lo expresa Kinski en el libro de Garay, hay varios problemillas. Kinski tiene una calavera cuyo dueño vivió casi 30 años, según él averiguó. Esa es la edad, según los teólogos medievales, sería la edad de la resurrección promedio. Pero el asunto parece risible, pues ahora dentro de poco, la gente va para morirse a los cien años. Las expectativas de vida es uno de los grandes saltos de la humanidad. ¿Entonces? ¿Resucitaremos viejos, viejos?
El libro de Garay es de combustión lenta. Pues un párrafo lo detiene a uno en sus propias reflexiones. Por ejemplo.
El asunto de la eternidad. Llegará Dios y el Diablo. Llegaremos los justos y los injustos. Estarán los ángeles y los arcángeles. El día del juicio final ha llegado. Pesarán una a una nuestras almas. Y de modo preciso se sabrá la verdad. Y el resultado será para siempre.
La rata es el reciente libro de Melker Garay (2015) y son cuentos cortos fantásticos como en el cuento La Locomotora, donde la máquina sufre una crisis de identidad, y La Secta donde unos ancianos le dicen a la incrédula Sara que su alma pertenece a Dios.
Hay un gran interés por los temas de la espiritualidad. Estoy seguro que Melker Garay será interesante para muchos lectores.
  
BIBLIOGRAFIA
GARAY,Melker.
                            2013. Las anotaciones secretas de un sacristán
                            2014.  El Sepulturero y la muerte.
                            2014. MVC.
                            2015. La Rata.

BORGES, Jorge Luis.

1940. La Antología de la literatura fantástica.

1941. El Jardín de los senderos que se bifurcan. 

1981. La cifra. 1981.


NIETO ARROYO,
Omar Alfredo. 2015. El sistema de lo fantástico: la quintaesencia de la literatura (Universidad Autónoma de la Ciudad de México)

ZAVALA, Daniel. 2012. Borges en la conformación de la Antología de la literatura fantástica. México: Porrúa, 2012. 376 pp.


LAGERKVIST, Per.  1920. La Eterna sonrisa (Det eviga leendet, 1920)
                             1924. Historias Malignas (Onda sagor, 1924)
LARSSON, Stig. 1992. Sobre un muerto. (Om en död)

(Correspondance. Roger Caillois-Victoria Ocampo, eds. Odile Felgine, con la colab. de Laura Ayerza de Castilho, Stock, Paris, 1997, pp. 114-115


lunes, abril 06, 2015

La muerte del poeta según Enrique Lafourcade. ¡Métanse el Premio Nacional por la raja!

Foto de Rossana Pizarro

Siempre me sorprende que al escritor chileno Enrique Lafourcade se le considere un provocador, o peor aún, un francotirador. “Es un irreverente”, dicen.

Ni provocador, ni francotirador, ni irreverente.
Lafourcade es un gran escritor, un artista de primera línea, enjundioso en algunas de sus obras, vigoroso como Truman Capote y su estilo copuchento y paródico del jet set, como en su libro “Plegarias Atendidas” o sus crónicas descaradas y encantadoras de “Música para Camaleones”.

Pero parece que en Chile, (un pueblo de sentimentales de vino y asado familiar, donde la patota, mientras se adoba, se falsea y se posa), se clasifica de francotirador a cualquier escritor que relate ciertas cosas con médula literaria.

De los trabajos literarios de Enrique Lafourcade (pues de esto se trata esta crónica: de literatura)  yo recuerdo dos con especial júbilo.

El primero es el cuento “La muerte del poeta”, que el mismo Lafourcade editó  en su antología del año 1959, “Cuentos de la Generación del 50”. (Lean aquí) El cuento es un divertimento sobre la muerte del poeta de Cartagena, Vicente Huidobro. Para mayor risa, el poeta en el cuento se llama Javier Corales.  Javier Corales llega en el tren a Cartagena y tacaño, para no pagar el taxi, tira pata hacia el cerro. En el camino le da un patatús, un ataque cerebral que lo tuvo agónico. Entonces llegaron a Cartagena los poetas a tomar vino y a hablar huevadas mientras Javier Corales agoniza. Javier Corales aun estaba vivo, pero los poetas ya estaban vestidos de negro, los miserables, y hablaban mal de los últimos poemas del agónico Javier Corales. Se reían de su “epistemopoética”. “Epistemopoética”. Ja ja ja. (Poetas chuleaos!).



La historia del cuento se parece a la historia real cuando, en 1949, Vicente Huidobro sufre una hemiplejia en Cartagena y de inmediato llegaron a allí, un lote de gente, entre ellos los poetas Braulio Arenas, Eduardo Anguita y otro grupo de jóvenes escritores sin obra. Allí había  entre ellos, dos enriques sin obra: Enrique Lihn  de 20 años y Enrique Lafourcade de 22. Huidobro estaba vivo y de pronto estaba muerto.

El cizañero cuento de Lafourcade me recordó otro cuento que yo también leí con morrocotudo placer, "Jonas o el artista en el trabajo" del Nobel, Albert Camus, que se había publicado dos años antes en 1957, en la colección “El exilio y el reino” y que pueden leer aquí. Es la historia de Jonas, un joven pintor que conoce el éxito y se envuelve en el “aparato cultural del arte”: críticos cínicos, pintores envidiosos, mecenas y las historias con mujeres. El protagonista de este relato escribe Camus al final: “era como esos hombres que mueren solos, en su casa, en medio del sueño, y, llegada la mañana, el timbre del teléfono suena insistente, enfebrecido, en la casa desierta, sobre un cuerpo sordo para siempre.”

Me gustan esos dos cuentos.
Tanto me gustaron esos cuentos de Lafourcade y de Camus, que yo hace muchos años atrás, (para que vean como son las cosas), escribí mi propia versión sobre el asunto del artista y sus miserias. Mi cuento también cizañero se llama “El poeta Chileno”, y está publicado en “Memorias de un chileno en Suecia” y que pueden leer aquí.  Es la historia de un taciturno joven poeta chileno que llega al Malmo, Suecia, cariacontecido porque otro poeta le había levantado su esposa y porque su librito recién autopublicado había sido un fracaso.

Para que vean no más.

La segunda obra de Lafourcade que yo admiro es su gran novela “La Fiesta del rey Acab”,  sobre la muerte de un dictador.

Ahora me acuerdo que hay una tercera cosa que admiro de Lafourcade. Son sus crónicas dominicales en El Mercurio, siempre literarias, siempre filudas, siempre agudas, siempre cultas. Cizañeras, venenosas como tiene que ser la literatura.
El admirado, notable y mordaz escritor Enrique Lafourcade está retirado en Coquimbo.

Finalmente, no caeré aquí en la otra gran afectación sentimental de escritores de medio pelo, ese desagradable mal gusto de lloriquear porque a Lafourcade no le dieron el Premio Nacional de literatura.

¡Métanse el Premio Nacional por la raja! 

jueves, abril 02, 2015

Los suecos son un pueblo terrible fome, según un extendido prejuicio

Hay un prejuicio que dice que los suecos son un pueblo terrible fome. Tan fome como el pueblo chileno. 

Una monomanía que echaron a correr los compañeros brasileños. Recuerdo que en las fiestas, suecos y chilenos nos encerrábamos en la cocina a beber vino tinto y a hablar cosas tristes. Hablábamos cosas tristes y melancólicas mientras los compañeros brasileños bailaban. Y al transcurrir la fiesta, nosotros, suecos y chilenos, más tristes y curaos y los compañeros brasileños más alegres y bailarines.
Los chilenos que llegamos alguna vez a Suecia, aprendimos rápidamente la tradición de sacarnos los zapatos al entrar a una casa, a pesar del olor a pata, y aprendimos a pagar religiosamente el impuesto mensual para ver la televisión abierta, el impuesto más difícil de controlar por Impuestos Internos. Chilenos tan fomes y comportados como los suecos. 

Nos mimetizamos fácil.
En esa época había cosas que sorprendían en Suecia. Recuerdo haber llamado por teléfono a su oficina al canciller sueco , por un asunto literario al que deseábamos invitar, y para mi sorpresa, el canciller Pierre Schori, fue el que contestó el teléfono en persona.
Era la misma época en que el rector de la Universidad de Lund, una de las más antiguas y prestigiosas de Europa, llegaba en la mañana a su trabajo en bicicleta y la estacionaba junto a las bicicletas de cientos de estudiantes.
Suecos fomes, digan ustedes si quieren, pero gratamente sencillos y cercanos.

Del mismo modo, creo que el humor en la literatura sueca, como en nuestra literatura, es escaso. O es un humor de coserías, leve y quisquilloso. Pero sin carcajadas. A lo más una sonrisa educada, similar al humor de la columna de Liberty Valance de la revista del sábado de El Mercurio.
Desgraciadamente, eso ocurre también con la literatura chilena clásica o con la narrativa de nuestros esforzados escritores jóvenes, a los cuales suelo leer de vez en cuando.
La risa parece que les da alergia en su literatura.

Pero ahora, entre el calor y los paseos del estío, acabo de terminar la novela “La analfabeta que era un genio de los números” del sueco Jonas Jonasson, en la traducción de Sofía Pascual Pape. La novela de 410 páginas es de una excepción notable. No todos los suecos son cabezones como Ingmar Bergman, ni sociales como Stieg Larsson. 

Esta una novela delirante. Si casi no parece sueco.
Jonasson es periodista y es autor de “El abuelo que saltó por la ventana y se largó”, novela sobre la rebelión de un abuelo que se echa por la ventana a vivir otra vida, y que ya vendió 8 millones de ejemplares y fue hecha una película, que es la más vista en toda la historia del cine sueco.

La protagonista de “La analfabeta” se llama Nombeko Mayeki, nació en Soweto en 1961, limpiadora de letrinas públicas en el gueto de Johannesburgo, con habilidad innata para las matemáticas. Fue servidora de un inútil ingeniero de nombre Engeltbrecht Van der Westhuizen. La historia paralela la protagoniza Ingmar Qvist de Södertälje, un republicano bajo tutela moral del escritor Vilhelm Moberg. Ingmar tuvo dos hijos Holger 1 y Holger 2. 

En la novela de seis partes y 24 capítulos, aparecen una chica antisistema, un desertor de Vietnam, agentes del Mossad, de la CIA, el presidente chino, el primer ministro sueco Fredrick Reinfeld, el rey sueco Gustav Adolf, un rey sencillo y cercano, algo fome (si es sueco), pero es un campechano que le gusta beber cócteles.

Con un estilo directo, una novela que avanza rápido, con un humor desatinado, extravagante, muy poco sueco, muy poco sueco, pero muy recomendable.

miércoles, abril 01, 2015

Allende es Bacán, en Revista Archipiélago de la Universidad Autónoma de México

En la Revista Archipiélago de la Universidad Autónoma de México ha publicado articulo y entrevistas de leo Lobos sobre el TEATRO COMO RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA que pone en relieve la labor creativa del actor y director chileno Pablo Casals y del escritor Omar Pérez Santiago. Edición 86 — en Cultura UNAM.