Omar Pérez Santiago en el castillo Konrborg, Elsinore de Hamlet de Shakespeare |
Una mujer le dijo a su esposo Anup que su hermano Bata había intentado llevarla a la fuerza a la cama. Y como una furiosa tempestad, las palabras cargadas de su esposa, gatillaron la ira de Anup, se movilizó para la acción y cogió una lanza para ir a matar a su hermano.
En mi juventud, la ferocidad de este cuento, el relato más antiguo que conserva la humanidad, me perturbó como un escalofrío. Me parecía que ese sufrimiento intrafamiliar era un camino cenagoso y un error incomprensible y maligno, para decirlo de algún modo. Quizá les haya ocurrido a ustedes también con algún cuento, que un simple cuento y por largo tiempo, genere hiperadrenalismo en la cabeza. Les prometo que, desde entonces, he investigado el asunto con consciente obsesión. Después, me turbó saber que esta trama tan moderna de sangre y venganza es la Historia de los Dos Hermanos, y paradójicamente, es el relato más antiguo que conserva la humanidad. Es un papiro de hace unos 3.250 años y que se conserva en el Museo Británico. Me conmovió aún más que la horrenda violencia doméstica entre hermanos y el crimen a la mujer fuese un arcaico reiterativo en la literatura, donde es común que los hermanos se degüellen.
Luego supe que Bruno Bettelheim, un estudioso del género cuento, afirmó que hay más de 700 versiones distintas, entre otros, la versión de los hermanos Grimm. Cuando alguna vez leí el libro Informe de Brodie de Borges, incluí a la lista, el cuento La Intrusa, un mundo imaginado y con maestría ejecutado en su estilo (los melancólicos y crueles hermanos Nilsen que comparten la misma mujer, Juliana, la sacrifican tristemente y la mandan a morar con los gusanos viles, para que no haya más “perjuicios”).
Así es. El tema de los dos hermanos y la incordia por una mujer tiene viejas raíces en la literatura. Quizá la ficción creativa más reputada, en un estilo bullente de convicciones emotivas, es Hamlet, una de las más conocidas tragedias de Shakespeare: Claudio asesina a su hermano Hamlet, el rey de Dinamarca. Luego Claudio se casa con la viuda, Gertrudis. El funeral se une con la boda. Nadie sospecha que ha habido un asesinato, pero el espectro del rey se le aparece a su hijo, quien lleva su mismo nombre, le revela la verdad sobre su muerte y le inocula la sed de venganza familiar.
Has de saber que la serpiente
que en efecto mordió la vida de tu padre
hoy lleva su corona.
Al final, un cúmulo de carne sangra a borbotones en el castillo de Kronborg.
En fin. He mencionado los borbotones en el castillo de Kronborg y el destino y mi obsesión, leyes que operan sin que uno lo note, me llevó un día al castillo de Kronberg. Un día de marzo, hace ya muchos muchos años, un día frío y mustio de marzo andaba con mi amigo, el poeta Sergio Badilla, perdidos en una ciudad de nombre Helsinborg. Pertenecíamos entonces a la secta de los Transterrados Escarchados. Éramos un par de entristecidos y macilentos chilenos exiliados, cruzando un estrecho, perdidos en el frío.
Andábamos perdidos, ya lo dije. Sergio andaba perdido -sufriendo las angustias de un mal pagado amor- por una señorita alemana de rizos cortos y de nombre simple como una gota de agua, Ute. Ella había desaparecido de su vida. Yo, por mi parte, andaba afligido por una sueca con nombre de soberana, Anna, cuyo recuerdo -miren lo qué son las cosas- aún me desconcierta.
Mientras tanto y como un modo de dejar pasar el tiempo, en Helsinborg nos subimos a un ferry y desembarcamos luego en Elsinor (Helsingör). De ahí fuimos caminado a ver el castillo Kronborg donde, según la historia de Shakespeare, Hamlet consumó su lamentable parricidio. A qué voy a decirles que La tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca fue escrita entre 1599 y 1601 por William Shakespeare.
En el restaurante del castillo pedimos un vino español de La Rioja y unos emparedados de alce. De pronto, fue el vino o la poesía trágica y melancólica, que nos hizo sentir cosas fantásticas en el castillo.
Una vela de nuestra mesa se encendió sola frente a nosotros.
Nos dio algo de miedo y no éramos los únicos.
Le contamos a la camarera y ella nos explicó que estaba acostumbrada.
-A veces veo una sombra detrás de mí, agregó. Inmediatamente una botella cayó de las estanterías.
Yo de pronto sentí un frío en la espalda y un olor a cadáver.
Qué les puedo decir. La historia de los hermanos, como se ve, me ha seguido y el destino y sus leyes ha querido que yo conlleve una cercanía emotiva con el Hamlet de Shakespeare, como si realmente el fantasma existiera.
Que se aparezca Hamlet en mi vida, no es tampoco muy raro. Para qué vamos andar con cosas. Hamlet tiene que ser el más citado o aludido de una obra de literatura jamás escrita. La obra ha generado innumerables títulos para libros de todo tipo, y se cita o se alude en muchas obras, películas y programas de televisión, así como en entrevistas y reportajes. Ahora existe un sitio completo en internet de la Universidad de Basilea que menciona los miles de autores que lo han mencionado.
Quizás ustedes ya sepan que existen alrededor de setenta versiones cinematográficas de Hamlet. La primera es del año 1900, protagonizada por la carismática Sarah Bernhardt, Le duel d´Hamlet. Dicen los cronistas que las versiones más aclamadas fueron las protagonizadas por el actor británico Laurence Oliver en 1948 y la el italiano Franco Zeferilli en 1990. En Chile, en mi querido y tormentoso país de ají y pebre cuchareado, en diciembre de 1824 se estrena Hamlet en Chile. El papel se le asigna al joven actor uruguayo Luis Ambrosio Morante.
El 26 de julio de 1602 la obra de Shakespeare fue registrada en La Honorable Compañía de Imprenteros y Periódicos (la Stationers’ Company), como The Revenge of Hamlett Prince Denmarke. Se afirma que el primer actor que representó a Hamlet fue el amigo de Shakespeare, Richard Burbage. Hamlet se ubica en las llamadas “tragedias de la venganza” de la época isabelina, entre las que se ubican La tragedia española de Thomas Kyd, La duquesa de Amalfi de John Webster y Lástima que sea una ramera de John Ford
Ahora de viejo, la obsesión me ha llevado a leer dos secuelas contemporáneas. Me pareció curiosa la novela del británico Ian McEwan, Cáscara de nuez(2016) donde Hamlet revive como un feto, un Hamlet prenatal, que aún se encuentra en el vientre de Gertrudis. Es burlesco este McEwan, pues en este caso, su tío Claudio se le presenta como pene, que podría haberle hecho daño, amplificando el carácter freudiano de la trama. Por otro lado, el escritor norteamericano John Updike escribió la novela Gertrudis y Claudio, (2000) y cuenta la historia desde la versión de Gertrudis, la perspicaz versión femenina de la historia. Como maltrato femenino doméstico es otra forma de ver el thriller sicológico.
Siempre escuché o leí, entre profanos y eruditos, que la obra de Shakespeare tuvo su origen en una popular leyenda danesa. Y yo siempre le di crédito, pues en los años que yo viví entre ellos, aprendí que los escandinavos son proclives a escuchar y a emocionarse con las historias de venganza.
Hace años leí Antiguas literaturas germánicas, del argentino Jorge Luis Borges que firmó con Delia Ingenieros y se publicó en México en 1951. En las últimas páginas mencionan a Saxo Gramático y su obra Amleth. No sabía mucho más de Saxo Gramático.
Hace dos años, mi recordado amigo, el músico Francisco Ibarra, condujo en su auto desde la ciudad de Lund donde vive, cruzamos el grandilocuente puente que hoy cruza el estrecho y llegamos a Copenhague, y de ahí seguimos por treinta minutos hasta Roskilde. Nos gusta caminar por los viejos adoquines de las calles del centro histórico de Roskilde y mirar al prójimo. La catedral gótica de Roskilde, la Domkirke de ladrillos rojos, es una de las atracciones turísticas de la ciudad, el Escorial de los daneses, donde entierran a sus reyes. Y fue así que, sin buscarlo, vagando por el frente norte de la Iglesia, el destino me puso frente una placa con un epitafio en latín firmado por un obispo, un tal Lage Urne.
Qui vivens aliens aeternum vivere fecit
Saxo Grammaticus mortuus hic recubat
Mortuus extincto sed tantum corpore, mente,
Qua valuit, magno vivit et ingenio.
Entonces me enteré que Saxo Gramático, según la tradición, estaría enterrado aquí en la catedral de Roskilde. Aunque de nuevo hay teorías negligentes o dudosas. La inscripción se instaló en una renovación de la catedral el año 1728. Quizá el obispo valoraba las tumbas de escritores famosos en las iglesias, como centros turísticos y quizá reconstruyó una idea falsa pero poderosa y rentable para las arcas de la iglesia: iniciar el culto oficial a Saxo Gramático. (Recuerdo que la tumba de Shakespeare en la iglesia Holy Trinity en Stratford on Avon recibe la visita de 200 mil personas cada año.) Excavaciones en Roskilde de 1891 encontraron una tumba de ladrillo que contenía el esqueleto de un hombre muy alto. Se sugiere entonces que estos son los restos de Saxo y esta su tumba, reafirmando el deseo del obispo.
Aunque hay historiadores que no aceptan el necesario ánimo mistificador de ciertos gestos. Por ejemplo, el historiador danés Arthur Fangs dedicó parte de su vida en desmitificar esto que es una fe. En 1945, el estudioso afirma que dos veces, en 1833 y en 1858, la tumba en la piedra estrecha fue estudiada, pero sin resultado; aparece destruida por funerales más jóvenes.
¿Está enterrado aquí Saxo Gramático?
Digamos que sí. O digamos que no. Y lo que sí es seguro es que la popular historia de Shakespeare tiene su base en una leyenda nórdica y en la sorprendente versión escrita del danés Hvad, de seudónimo Saxo Gramático.
Leo a Gramático y reconozco a un semejante, como en una fotografía, a pesar de la distancia de diez siglos y de la geografía que nos separa de él. La prosa es una forma, pero sobre todo una actitud, una cierta manera de observar, de contar y de reflexionar. La obra de Saxo Gramático es una obra completa e interesante. Pero, curiosamente, esta versión del escritor danés es poco conocida.
He agradecido a Saxo Gramático, el primer escritor danés, por dar a conocer esta historia que me obsesiona. No sé mucho de Saxo Gramático. Pero lo que sí sé es que Saxo Gramático escribió, desde el año 1185, en latín, 16 libros en la Gesta Danorum o Historia Danesa. En el libro tercero y cuarto aparece la leyenda de Amleth, príncipe de Dinamarca, sobre una cruel y sangrienta operación de vendetta, con muchos muertos y sangre regada por el camino.
La historia la leo también como una historia de promoción o arribismo social. Gervendill es el gobernador de Jutlandia y tiene dos hijos, Horvendill y Feng. Horvendill logra casarse con la hija del rey de Dinamarca, Gertrudis. De ese modo, por compromiso civil, Horvendill asciende socialmente a la familia real, el puesto más alto del poder. Ellos tienen un hijo, Amleth. Es decir, son ricos, jóvenes, bellos, famosos y felices. Probablemente son muy divertidos. Son la punta ideal de la pirámide del jet-set.
Eso genera envidia, a cualquiera.
Y eso desencadena la tragedia. Aparecen los verdes celos en su hermano Feng que ha quedado rezagado, resentido socialmente. Entonces, Feng aplica una extraordinaria y macabra guía del arribista social, o del político corrupto. Aquel que es capaz de matar y mata por colocarse a la cabeza del reino. Sujeto de la ambición y el apetito de mandar. Es capaz de asesinar y efectivamente, asesina a su hermano y seduce a su cuñada. Es capaz de perseguir a su sobrino, una eventual competencia, para saciar sus deseos de poder.
La trama es patibularia, qué duda cabe: Feng, el tío de Amleth, asesina a su hermano. Peor aún, el tío de Amleth, un morboso y un impúdico, el tío conducido por el deseo incestuoso y arribista, se casa con su madre Gertrudis.
Amleth, a diferencia del Hamlet de Shakespeare, lo sabe todo. Sabe que su tío mató a su padre. Y él, a diferencia del Hamlet de Shakespeare, Amleth nunca duda y prepara meticulosamente la vendetta. Mezcla la pulsión de la pasión y el odio con refinada y exquisita inteligencia vengativa.
La diferencia de carácter entre Hamlet y Amleth es significativa. Dubitativo y perplejo el Hamlet, resoluto y decidido el Amleth.
Sostiene el crítico norteamericano Harold Bloom que Hamlet es un ser más moderno o mejor persona o más civilizado, solo porque duda. Sostiene Bloom como un desmedido hooligans, en el libro Shakespeare: la invención de lo humano (1998), la superioridad estética de Hamlet. Amleth, por otro lado, le parece tosco. Sostiene Bloom polémicamente que Amleth es proto literatura, porque no duda. Amleth no estaría completo. Como si lo nuevo, por ser nuevo, es mejor. O que la trama es superior al estilo.
No diré -como escribió el joven T.S.Eliot en 1920- que Hamlet “es, ciertamente, un fracaso artístico.” Pero Bloom también exagera y descalifica el Amleth de Saxo Gramático, como una “tosca fuente” del Hamlet de Shakespeare. Casi como si su obra no existiera, como si fuese algo difuso que se pierde en el tiempo. No le reconoce la deuda de estilo y de trama, a pesar de sus propios ruegos de leer las raíces.
La visión sicoanalítica de Hamlet de Samuel Taylor Coleridge es mucho más ponderada. Hamlet ralentiza o lentifica la acción.
Por seguridad personal, Amleth se finge loco, mientras urde el desquite absoluto y establece prioridades. Fingir locura es propio, tan propio de ciertos personajes de la literatura.
Aquí vamos: Amleth se ha prometido a sí mismo que el canalla no dormirá en paz. Ojo por ojo, diente por diente. La inveterada Ley de Talión es una pulsión recia. La dura ley ya estaba incluida en el código babilónico de Hammurabi,17 siglos antes de la era cristiana y fue establecida en el Éxodo de la Biblia. “Si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Ex 21,24).
Por intermedio de la venganza, una cierta justicia es restablecida.
Como muchas de las historias de vendetta, de pulsiones violentas que hacen avanzar la trama, Amleth, príncipe de Dinamarca, es una historia delirante y perturbadora.
Efectivamente, no sé mucho de Saxo Grammaticus. Hijo y nieto de guerreros, según Borges. Pero algo sé quizá del ambiente físico en que vivían esos pueblos antiguos, pues viví muchos años en esa región. Una región helada, señor Jesús, qué fría, aún húmeda en el estío. La primera vez que yo llegué al aeropuerto de Kastrup, hace ya muchos años, a la espera de un avión, insistí en visitar la ciudad de Copenhague. Gran error de juventud. Era enero y el frío era tan descarado y gélido para mis ropas de invierno chileno, que me tuve que refugiar en una cafetería. Me parecía que la gente fingía como si todo fuese normal, como si el hielo y las negras nubes fuesen normales. Entonces recuerdo que me pregunté ¿Qué he hecho para merecer esto? Lo había olvidado. Décadas después volví de nuevo allí en verano y, madre mía, quizá lo había olvidado: llovió todos los días del mes. Imagínense esa región entre Elsinor, Lund, Copenhague y Roskilde hace mil años. ¡Era ruda para vivir! Es lo más plausible.
La vida de esos pueblos era severa, por el frío, está claro, y porque era una época donde trabajar era trabajar. Pero no se crea que Saxo Gramático era un marginal, un vagabundo o un vikingo tatuado que lo pasaba mal. No. Saxo Gramático, el autor que creó o imaginó Dinamarca, era cura, y la obra la escribió a petición del arzobispo de Lund, un tal Absalón.
Seguramente Saxo Gramático era un clérigo católico muy especial pues sabía que el bien y el mal son relativos. Como los grandes escritores, conocía bien los impulsos, las coqueterías o las vanidades de la mente o de la psique humana. Sabía que algunos seres son capaces de cualquier crimen para llegar a la cúspide de la realeza y después no se arrepienten. No. Al contrario, un político que llega a la cumbre con crímenes y argucias es un experto encubridor del pasado. Sabe falsear lo acaecido, sabe encubrir las huellas de sus fechorías debajo de la alfombra después de haber obrado mal. Y se inventa o imagina un pasado seductor.
Su elocuente obra demuestra que Saxo Gramático estaba al servicio del arte, más que a ciertos deberes ideológicos o didácticos de aburrida corrección política. Saxo Gramático era un escritor diligente e imaginativo, no un monaguillo que ora para recordar ciertos sueños o propuestas ideales.
Se dice que en latín había leído a Cicerón, Virgilio y Valerio Maximun. Saxo Gramático tenía un estilo literario primordial, de avance rápido, cortante y punzante, una narrativa rupturista y transgresora que iba contra lo establecido y las verdades confortables. Provocación y ruptura. No queda piedra sobre piedra.
Así, con el paso del tiempo, con los ires y venires, de viajes y lecturas, yo he llegado al convencimiento que Saxo Gramático era un escritor vanguardista, un escritor punk o nietzscheano. Saxo Gramático fue creador de su propio estilo vigoroso, un talante no dogmático. También he descubierto que los artistas que me gustan a mí, son anarquistas, son pedantes, no confían en nadie, ni menos en la blandura de la bondad y la compasión, pues quieren consumar su profesión con precisión y rigor quirúrgico.
En varias partes el personaje Amleth, como un rockero iracundo, dice su verdad cruda, sin modales. Pero los siempre cómodos no le creen y lo toman como broma, los siempre satisfechos no quieren escuchar la verdad. Lo toman como un loco, aunque sospechan que, en el fondo, Amleth era un maldito, en el sentido más literario posible. Tal como su tío fue brutal y directo, Amleth es brutal y es directo: trata a su madre de infame y prostituta y no duda, nunca duda en planear la decapitación de su ahora poderoso tío tirano que se hizo del poder mediante el crimen y el engaño. Le pareció saludable matar al sátrapa usurpador.
El personaje es rencoroso, sí. Pero indócil. Amleth dispone a los lectores a la valentía. Construye realidad, moviliza. Hay quienes son violados o destripados y ahí se quedan. Hay jóvenes que se quedan rumiando en la pieza materna hasta viejos, y prefieren ver las cosas inclinados en su Iphone. Quizá, a esos la vida real les parece eterna y aburrida. Hay otros jóvenes, como Amleth, que salen de inmediato al vértigo de la acción y la aventura. A Amleth la pulsión le lleva, le eleva, le arrastra. Es versátil, ágil, agresivo. Amleth vive un lance, una lucha contra un delirio. A él la vida le parece corta. Odia que todos en la corte sean unos simples utilitarios o bufones del sátrapa. ¿De qué otro modo se puede actuar contra un ladino?
Temáticamente, creo ahora que Saxo Gramático era lo que ahora llamamos un entertainer, un artista de la violencia y la truculencia en un mundo en descomposición, o al menos en desorden, en permanente caos, y que con solo leer la trama uno se horroriza. Como las sagas nórdicas, como en toda gran literatura, Amleth es un personaje central muy sabio y perspicaz. Pero es también una verdadera historia de entretención. Saxo Gramático podría ser hoy un guionista de un film de desquite de los directores Quentin Tarantino, de Park Chan-Wook o de Stanley Kubrick. O para una serie de Netflix.
La obra de Saxo Gramático parece la obra de un loco trágico, un maniático. Pero no. El escritor Gramático era, a fin de cuentas, un perspicaz, su historia de Amleth es humor más negro que el carbón, sobre una sabia obsesión vengativa y de justicia.
He tratado de resolver mi obsesión por un cuento sobre la disputa entre dos hermanos, un cuento que me inquieta desde joven. Y he dado la vuelta. Todos tenemos un destino. Quizá, este era mi destino: perseguir la huella del cuento más viejo y más terrible y más doloroso de la literatura: qué corra la sangre, matar a un hermano por una mujer y ¡ack! por las ansias de fama y de poder.
Y la correspondiente vendetta.
Si no hay justicia, habrá venganza.
Lo demás es silencio.
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COLERIDGE, SAMUEL TAYLOR , Coleridge’s essays & lectures on Shakespeare : & some other old poets & dramatists.
Omar Pérez Santiago
es escritor chileno, ha publicado El Pezón de Sei Shonagon, Nefilim en Alhué, una obsesiva y violenta historia de dos hermanos del pueblo chileno de Alhué, que significa en mapudungún “donde nació el diablo”. La violencia entre hermanos y el mal radical en la familia en el contexto de un pueblo mítico latinoamericano.
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