jueves, enero 29, 2009

Incoherencias de Larry Rohter en el New York Times sobre Bolaño

Larry Rohter en New York Times afirma incoherencias y demuestra una débil investigación sobre Bolaño en su reciente artículo A Chilean Writer’s Fictions Might Include His Own Colorful Past.


Rohter pone en duda que Bolaño estuvo en Chile durante el golpe militar de Pinochet contra Allende en 1973, en base a ciertos "amigos mexicanos de Bolaño": "But several of Mr. Bolaño’s Mexican friends, some of whom were in Chile themselves during the Allende years, say that the writer was in Mexico during the time he claimed to have been in Chile."

A la muerte de Bolaño en el año 2003 investigué la situación y publiqué un artículo en el suplemento Utopista Pragmático del diario La Nación, Bolaño: el coraje del Cult-Pop y que en parte decía algo que no ha sido nunca desmentido:

“La historia es la siguiente: el día del golpe militar de Pinochet, digamos un 11 de septiembre, Bolaño vivía en el paradero 20 de la Gran Avenida del sur de Santiago, en la casa del joven poeta Jaime Quezada. Entre el invierno de 1971 y el verano de 1972 Quezada visitó Solentiname de Ernesto Cardenal (Un viaje por Solentiname, 1987). Luego viajó a México y allí vivió con la familia Bolaño, que había llegado a México en 1968. La familia Bolaño era originariamente de Los Ángeles, la tierra natal de Quezada. Roberto Bolaño era un chaval introvertido y que se pasaba el día encerrado y leyendo. Influenciado por la visita del joven poeta Bolaño se viene a Chile en los meses antes del golpe. Aquí se aloja en la casa de Quezada. En su cuento Buba (de Putas asesinas), como en sueños, recuerda cuando caminaba por el Llano Subercaseaux para ver la estatua del Che, que estaba entonces en la Gran Avenida.

Un día, un día aciago, Jaime Quezada lo despierta:

—Roberto, han dado un golpe los militares.

—¿Dónde están las armas?, que yo me voy a luchar.

—No salgas, no vayas, ¿qué le voy a decir a tu mamá si te pasa algo? —(según contó Bolaño en una entrevista con Rodrigo Pinto y según me confirma ahora el propio Quezada).

Bolaño salió no más a buscar células de resistencia. Le dijeron que el general Carlos Prats venía con tropas leales del sur a defender a Allende. Ya lo sabemos, no era verdad, y los líderes de la Unidad Popular llaman a replegarse, o, lo que es lo mismo, a esconderse.

En Los Ángeles, su zona originaria, en una estación de buses, lo detienen por sospecha. Lo llevan a una comisaría. El teniente de carabineros lo ve como un terrorista extranjero pues Bolaño aún hablaba con acento mexicano. Eso podía ser mortal en el mundo enfermo que vivían los milicos. Luego lo envían a una comisaría de Investigaciones. Como relata en el cuento Detectives (de Llamadas telefónicas), tuvo la buena raja de encontrarse con dos compañeros de curso que ahora eran tiras y que lo ayudaron a salir. Menos literarias, pero quizás más reales, hay otras gestiones que también habrían ayudado; son las de su madre, desde México, y del joven Quezada en Chile.”

Todo mi artículo en Letralia .El artículo también se encuentra publicado en el libro Escritores de la Guerra, ( Ed. Foro Nórdico, Stgo., 2004 y segunda edición: Editorial Universidad Bolivariana, 2007)

La estadía de Bolaño no sólo ha sido confirmada, también ha sido investigada y publicada por Andrés Gómez en la Tercera en el año 2006. El libro de Jaime Quezada, Bolaño antes de Bolaño, del año 2007, reconfirma mi artículo del 2003..


martes, enero 27, 2009

Advice To A Son

by Ernest Hemingway

Never trust a white man,
Never kill a Jew,
Never sign a contract,
Never rent a pew.
Don't enlist in armies;
Nor marry many wives;
Never write for magazines;
Never scratch your hives.
Always put paper on the seat,
Don't believe in wars,
Keep yourself both clean and neat,
Never marry whores.
Never pay a blackmailer,
Never go to law,
Never trust a publisher,
Or you'll sleep on straw.
All your friends will leave you
All your friends will die
So lead a clean and wholesome life
And join them in the sky.

written in 1931

domingo, enero 25, 2009

Nueva Política Cultural. Temas de Programa

Chile salió en los 90 de una cruel dictadura que dejó un gran hoyo negro cultural. El nuevo gobierno comenzó una transformación muy central en la configuración de políticas públicas culturales dadas centralmente por la creación, diversificación y expansión cuantitativa de los fondos de cultura y la institucionalización de la cultura en un Consejo de Arte y Cultura.

El Fondart, el Fondo del Libro, el Fondo audiovisual, el Fondo de la música y el Fondo nacional de escuelas artísticas financian “proyectos” “artísticos culturales. Es decir, financian, parcial o completamente, simples planes, ideas, intenciones, deseos o aspiraciones.

Pero esta política cultural tuvo críticas desde el inicio. Yo mismo sostuve públicamente mi divergencia el año 1994, hace ya 14 años, en el diario La Época sobre los riesgos de los nuevos fondos de cultura

Dije entonces: “Los fondos tienden a una estandarización de la producción cultural. Producen o tienden a producir una actitud consensual e institucional. Liman las aristas culturales. No sólo por los evidentes riesgos de que los fondos sean dominados por criterios ideológicos de moda. No sólo porque los miembros de los comités sean de una cierta tendencia. Eso ocurre o puede ocurrir, sobre todo cuando esas llamadas personalidades del jurado son designadas por funcionarios que a su vez han sido nombrados por la autoridad política. Eso ocurre. Si no ocurriera, sería bien extraño en un país altamente partidizado.
El problema principal es que los mismos creadores tienden a autocensurarse, a frenarse y buscar escuchar los rumores de las conversaciones de pasillos, las orientaciones estéticas de los jurados. El creador se autocensura por una actitud pragmática, a objeto de tener posibilidades en el concurso del Fondo. La llamada producción cultural tiende a recaer sobre aquellos que saben desarrollar funciones diplomáticas. Los fondos son discriminatorios. Para tener oportunidades se debe usar un cierto lenguaje, un cierto código, una cierta forma de pensar. Hay que estar conectado, tener relaciones, usar la figuración pública. El Fondo tiende a apoyar a determinados conglomerados, aquellos que saben hacer el trabajo de lobby y que se informan directamente de los criterios que se manejan dentro de las comisiones y las formas de hacer presión. Se desarrolla el arte de manejar las influencias y se fortalecen los circuitos auto recompensados. Se desfavorece a aquellos que no participan de ese juego de los circuitos de la influencias, principalmente los creadores de las regiones, de las comunas populares, los jóvenes y los sectores marginados en general.””. (“El Fondart no es progresista” La Época, Jueves 8 de septiembre de 1994).

Postulaba como alternativa el fortalecimiento de la infraestructura cultural, sobre todo en comunas y regiones más pobres del país, que no tenían cines, ni teatros, ni salas de exposiciones y carecían de escuelas artísticas y centros de extensión cultural.

Hoy la situación de los fondos de cultura está muy enrarecida. Los solicitantes de los fondos comprenden perfectamente como hay que adaptarse al sistema mediante el lobby, un lenguaje apropiado y simulacros verbales para elaborar un “proyecto” artístico. Y cuando se denuncian las permanentes irregularidades de los fondos, los funcionarios someten a los fondos culturales a sucesivos ajustes formales que no solucionan los problemas de fondo, burocratizando aún más los procesos.

El sistema, como agua estacada, no funciona, las obras no circulan, no se ven, no se habla de literatura, de pintura o de teatro. El arte, en general, ha sufrido un embarazoso proceso de funcionarización, la ocupación paulatina y definitiva del espacio artístico por un poder funcionario.

Irritación artística
La molestia en el mundo artístico y cultural se ha expresado de modo persistente, pero subterráneo. Pero ya el año pasado la critica al fondo del libro fue explicita y más de 300 escritores firmaron una carta de protesta que se llamó “La infelicidad permanente”. Ese solo título demostraba el enojo y el descontento de la clase literaria. Hay rabia también y se nota en el tono de las críticas permanentes a los fondos de cultura de músicos, actores, pintores. En general, el artista no tiene otra alternativa que ser cobardón, y gastar su tiempo en hacer vida social, para que lo vean aquellos que deciden los fondos. Así el arte ya no incomoda y ya no tiene efectividad.

Paralelamente, no ha habido distribución del capital cultural. La situación continúa, en general, de la misma manera. En la mayoría de las comunas de Chile aún no hay cines, teatros, librerías, salas de exposiciones.

Nueva Política Cultural
Una nueva política cultural debe sustentarse en cinco cosas complementarias.

1. Tener una visión temeraria. No podrá haber cambio con mentalidad timorata. Por lo tanto, la primera condición, es naturalmente, ser valiente y mirar lucidamente las cosas como son. El camino seguido hasta hoy no es la solución. La solución está en una revolución político cultural.

2. El capital cultural real en Chile está vinculado al ejercicio del poder y autolegitimación, por lo tanto la revolución política cultural debe ser parte de un nuevo proyecto social y político que postule redistribuir el poder y una democratización efectiva de la cultura. Es importante redefinir lo que se entiende como servicio público cultural. La exclusión cultural producto de la pobreza, y el hecho de que la gente no tenga acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación son temas de poder. Es decir, no habrá cambio cultural artístico auténtico mientras no haya un movimiento artístico ligado a la lucha por la democratización plena, por una Constitución democrática, por la lucha por el agua, los ríos, el mar, el aire limpio, de los ecosistemas, las carreteras gratuitas, de la educación en todos sus niveles, las ondas electromagnéticas del Internet, de los nuevos movimientos de consumidores, del rescate de la diversidad cultural de los pueblos originarios y particularmente del pueblo mapuche. Es decir, el cambio de la cultura y el arte necesitan ser inserto en cambios integrales.

3. El cambio puede empezar con la participación de la gente a nivel barrial, comunal, territorial construyendo efectivos centros de activación o juntas comunales de desarrollo cultural. Se deben modernizar las bibliotecas comunales y construir allí verdaderos centros de reunión, de acopio e intercambio de ideas, verdaderos centros de comunicación digital, de espacios compartidos. Deben ser un centro de patrimonio, de teatro, de cafés, de encuentro con escritores, artistas; centros de recuperación y estímulo de la participación ciudadana organizada, mediante la descentralización de fondos públicos participativos y poner el arte al servicio de la gente. Esto contribuirá a garantizar el derecho y la libertad de acceso a la información y la cultura de los ciudadanos chilenos, ayudará a paliar la desigualdad, garantizando el derecho de todos los ciudadanos a acceder a Internet y a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sin discriminación alguna y en igualdad de condiciones; y aprovechar las posibilidades en el nuevo entorno de la cultura y el arte.

El objetivo es que las actividades culturales surjan desde las comunidades. Las actividades culturales que coordinan las propias comunidades tienden a ser más duraderas. La vinculación con la sociedad civil es un elemento de gran importancia para el desarrollo y la promoción de las políticas culturales.

4. Creación de Centro Nacional de cultura ambiental. Directamente ligado a las políticas ambientalistas debe haber un centro nacional que impulse la cultura ambientalista en forma práctica en las escuelas, liceos y universidades, pero también en la comunicad.

5. Creación de una Universidad Mapuche. Esta universidad debe se creada en la Araucania y debe propender a mantener la cosmogonía mapuche. La universidad será en un real centro de pensamiento que fomente el compromiso con el desarrollo integral de los pueblos originarios del país, además de crear un espacio que acoja la diversidad cultural. El proyecto de Universidad Mapuche ya fue aprobado en Chile en el parlamento en 1973 durante el gobierno de Salvador Allende, pero nunca se realizó.

jueves, enero 22, 2009

Qlamton

Por Nelson Omara

Qlampton - Parte I
El primer encuentro fue con el simpático ser de cabellera espinuda que con guiño travieso asomado a la ventana de su útero vegetal encuadrado en una viñeta me miraba saludando optimista deseando en tiempos de violencia y negación un convocante ¡Buenos Días!; y sin más, me sumergió sin escafandra en el microcósmico universo vegetal que proponía su prolífico genial habitante Qumz; el alterego, del fugaz artista de la Historieta, Qlampton. Luego de tan ineludible impacto certero valoré la excelencia de su grafía, la valentía coherente del abigarrado trazo minúsculo hasta el infinitesimal encuentro con su nanouniverso. Es la síntesis entre dibujo y escritura en la más excelsa tradición de los Antiguos Maestros Escribas que dominaron el arte de representar la esencia y la materia como una realidad única. Tan universal artista trasciende los espacios y los tiempos conocidos proliferando exponencialmente y, sé, me habita hasta el reencuentro.
Qlampton - Parte II
Coincidí con él en una tocata de Dikuruza en un bar del barrio Bellabestia. Estaba sin estar estando, sentado impertérrito con una cerveza Escudo en la mano y apoyando el brazo en su pierna; silencioso como un buda en silencio. Acompañábamos a los editores de Trauko que ondulaban sus cuerpos al ritmo de la música y de una movida madrileña que nunca llegó acá del todo. Siendo discípulo de mi búdica madre y del culto de hablar sólo cuando las palabras son más hermosas que el silencio muchas veces confundido con la timidez, me restringí a observarle a través de los filamentos de la dermis. Al regresar caminamos acompañándonos, tras nuestro los amigos de la revista que miraban estupefactos la conversación que sucedió. Cuyo contenido nunca supe si les sorprendió. ¿Qué haces?, preguntó. Escribo, le respondí. ¿Te has dado cuenta que los 12 primeros años de vida son los años más importantes en la vida de todas las personas?

Le respondí compartiendo que tuve una infancia muy feliz porque crecí en una fábrica de helados que estaba en un barrio de prostíbulos, gente trabajadora, un castillo con olor a galletas recién horneadas, Sinagoga y terreno eriazo habitado por los ilustrados vagamundos inmortales de antaño. A su vez comunicando dicha me contó que cuando niño vivió en La Serena y que recordaba mucho el faro que allá existe. Conectados seguimos ‘callaminando’. Al cruzar el río por el Puente Pío Nono volvió a hablarme: ¿Te has fijado que hermosas son las puestas del sol en el río Mapocho? Mientras el río cantor arrastraba sus salmonelas, el cielo estallaba en naranjas y salmones para dar pasos a todos los celestes que degradándose en azules se sumergen en la oscuridad de una noche diáfana de primavera iluminada por luces eléctricas y neones.

Qlampton - Parte III
Varios meses más tarde, en una abrigada noche de invierno, en la casa Trauko de Berlín en San Miguel, le encontré absorto finalizando sus interminables “achurados” de una obra imposible de acabar. Le atestigüé guardando admirante silencio. Cuando regresó al levantar la mirada, me saludo diciendo: tú eres escritor. Asentí. Y me dijo con leve sonrisa: ¿te has dado cuenta que los 12 primeros años de vida son los años más importantes en la vida de todas las personas? y agregó, “cuando niño viví en La Serena y me gustaba mucho estar en el faro”. Me convencí que esa era su manera de decir que me recordaba porque le simpaticé. Más avanzada la noche...esa noche le protegí del acoso de un desatinado homosexual que quería seducirle jugando un burdo juego de inteligencia que todavía no se cansa de jugar y, Qlampton, como agradecimiento me mostró el lugar más oscuro de esa casa. Donde mucho tiempo después, Antonio Arroyo –el George Martin de Trauko- fotografió por casualidad a un fantasma, por decir, ó algo así, por no saber como decir.

Qlampton - Epílogo
Una única conversación dicha dos veces de forma idéntica. No es mucho, concluirán. Junto a la agradecida lectura de su obra, para mi lo es. Se trata de un ser singular perteneciente a la leyenda de seres literarios como el Principito de Saint Exupery que de vez en cuando nos visitan para enseñarnos que lo esencial es invisible para los ojos...

domingo, enero 18, 2009

Angel platónico

Angel platónico
Capítulo de la Novela Trompas de falopio de Omar Pérez y Gabriel Caldés, primera edición Ediciones Foro Nórdico año 2002, segunda edición Editorial Universidad Bolivariana 2008.


“Prendi questa mano Zingara
dimmi pure che destino avró
parla del mio amore
io non ho paura
perché io so che ormai
mi appartiene.”

Zingara
Nicola Di Bari


Nunca olvidé, y creo ya no olvidaré, ese día, ese fascinado día.
Un sábado.
Por fin, por fin. Un platonismo, un “angelismo” que me perseguía, que me hostigaba.
Ella se llamaba. ...
Se llamaba Marcela…
Marcela Ramírez.
Ese sábado, por fin, nos fuimos al departamento del venezolano Mariano, en la calle Mac Iver, a la entrada de la Alameda. El negro Mariano había venido desde Caracas a estudiar a la Universidad de Chile. Habíamos dado una prueba, un duro examen de Administración Pública I con el profe Alvaro Drapkin.
Llegamos dicharacheros al piso. Era un día soleado y complaciente de primavera, propio para un día de verbena. Ya era mediodía. Pasamos a comprar empanadas y unas botellas de vino tinto Santa Rita, en el boliche del turco de la esquina de Mac Iver con la Alameda. La Alameda era un socavón, una larga grieta, donde se construía la línea del Metro.
Los departamentos de Mac Iver eran enanos, apenas cabíamos los seis alumnos de Ciencias Políticas. Charlamos sobre música y canciones. La Lilita, sonrisa amplia, siempre regalona, andaba con su guitarra. Cantó primero “Y Magdalena vendrá caminado del cerro hasta el mar”, una sentida canción de Julio Zegers, un joven antiídolo de bajo perfil que había ganado el festival de Viña del Mar. Luego la Lilí aperró con una canción de Nicola di Bari: “parla del mio amore”
Estábamos Marcela y yo sentados en el suelo con las piernas cruzadas como los indios, o como los gitanos, o como los giles de los chinos. La Marcela con su pelo rizado, sus jeans azu­les pata elefante y una solera bordada y tornasol.
Y allí, cara a cara, Marcela Ramírez y yo, nos pusimos sensibleros, deep sentimentales.
¡Qué cototo fue ponerse así de patéticos y tiernos!
¡Qué potente es ponerse melancólico y turbado escuchando una canción de Nicola di Bari!
Nos miramos y nuestros ojos se pusieron brillantes. Nos abrazamos, y luego lloramos, gimoteamos desencajados, anulados de tanta lástima.
Nos habíamos amados tanto, nosotros que nos quisimos tanto.
Cómo pudimos ser tan... tan... huevones.
Eso siseó ella:
-Cómo pudimos ser tan huevones, Julián, tan huevones, cómo pudimos…
Parecíamos argentinos llorando a Gardel, o españoles llorando la muerte de un torero.
Nos habíamos amado tanto y nunca nos hablamos de amor.
-Cómo pudimos ser tan huevones, Juco.
Ella me había puesto Juco, por Julián Condeminas, Juco.
Amar platónicamente.
Hasta entonces nunca nos habíamos hablado de amor. Never. Éramos espirituales. Éramos ángeles. Orgullosos y pollitos. Fatuos y pubescentes. Pero, éramos pareja. Andábamos. Esa palabra tan arrinconada, tan intimidada. Andar.
Un día fuimos todos a ver una exposición de pintura en la sala de arte El Alhambra en Compañía 1340.
Miramos unos óleos que nos parecieron cursis, definitivamente maracos. Nos reímos como unos diletantes, de un arte que nos parecía pueril como la ausencia. Pero llegado el momento del cóctel éramos los primeros en estirar las manos. Alabábamos a los cuadros.
«¡Qué tersura, qué profundidad de colores!»
Cínicos.
Fuimos los últimos en irnos. Nos tomamos los cócteles y nos comimos los petites bouchées.
Marcela era jaranera y cómica, porosa y asequible. Era regalona e ingeniosa. Devolvía la broma siempre con un silencio previo y una mirada después. Era rápida. Y a mí siempre me han gustado las minocas imaginativas y cómicas. Hay algunos que las prefieren tranquilas, tejiendo baberitos y gorritos, cosiendo calcetas en silencio. No es mi caso. La sentía libre, hechicera y coqueta con sus jeans pata elefante.
Ese crepúsculo pasó algo esplendoroso. Sentía que quería estar sólo con ella. Tenía muy claro que mis jóvenes amigos deseaban a todas las mujeres que pasaban por delante de sus ojos. No quería que mis compañeros de cursos, lachos y entradores, tomaran mucho contacto con ella. Sobre todo y por ejemplo, Jordi Castell, el nieto de catalanes, que en cuanto veía una falda le crecían los colmillos.
Jordi había recién estado en Checoslovaquia en el Congreso de la Juventud Socialista Checa. Aprovechó de ir París y visitar a Pablo Neruda, embajador en París. El Poeta le colgó una medalla llamada Trébol de 4 hojas. La razón nunca quedó clara: mejor allendista, mejor hijo de vecino. Juro por mi madre que no recuerdo.
(¿Por qué Neruda te dio el Trébol de 4 hojas, Jordi?)
Jordi andaba siempre con el galardón. En ese momento ninguno de nosotros nos preguntábamos que significaba realmente la medalla Trébol de 4 hojas, que Pablo Neruda le regaló en París. Pero para nosotros, simples estudiantes santiaguinos, la distinción Trébol de 4 hojas de Neruda en París era mucho y era grande. Y con esa medallita y su blá-blá, Jordi era azaroso con las mujeres.
Lo mantuve lejos.

******

ASÍ EMPECÉ a padecer esa patología adictiva que se llama enamoramiento.
Dejé que todos se fueran y nos quedamos conversando los dos solos en la calle Compañía entre el antiguo Parlamento Nacional y los Tribunales de Justicia, a los pies del monumento a Manuel Montt
Ya era tarde. No teníamos más plata que para la micro, pobres estudiantes becados.
Y allí estábamos en la calle Compañía, entre el Palacio de los Tribunales y la Cámara de Diputados, sin un peso en los bolsillos más que para el escolar de la micro, los dos iluminados, los dos pajaritos, los dos angelitos, los dos ingenuos, los dos necios, los dos inmensamente huevones, apoyados en el monumento a Manuel Montt.
Tenía muchas ganas de besarla. Hum. Su boca, su boca de clavel estaba hecha para besarla, un beso largo, un beso con lengua. Hum. La naturaleza le había dado la boca más sabrosa que había conocido.
Besarla, besarla, besarla.
Pero no se me daba: estaba enamorado, ella era un ideal y a los ideales uno no los puede besar.
Allí en la estatua de Don Manuel Montt empezamos a andar.
Al otro día temprano esperé a Mi Ideal sentado en las escaleras del hall de nuestra escuela. No llegó. Entré a clases de Administración Pública I con el profe Alvaro Drapkin. Pero yo siempre oteaba hacia atrás, hacia la entrada. Por si aparecía, por si venía Mi Ideal.
Fue casi a mitad de clases que se dejó ver con su sonrisa de candelilla, con su rostro transparente de recién salida de la ducha.
Mi cuore empezó a triscar: plat, plat, plat.
Quería que me viera.
Había un banco vacío a mi lado.
Quería que me viera.
Tenía que sentarse a mi lado.
(Siéntate a mi lado, por favor, Marcelita, siéntate.)
El profe Drapkin, que se creía dueño de la escuela, no dejaba pasar un atraso. En realidad, era el dueño de la escuela. Hoy incluso pegan los alumnos a los maestros. En esa época los profes eran respetados. No dejaba entrar a los que se habían ido de puñetes con la almohada. Le pidió explicaciones a la señorita Ramírez con su estilo franco y levemente amanerado.
-¿Por qué llegó a esta hora a clases, señorita Ramírez?
-No vengo a clases, señor Drapkin.
-Ah, no, ¿y a qué viene, señorita Ramírez?
-Vengo a buscar a Julián Condeminas, señor Drapkin.
¡Tum! Me morí.
No podía ser, no podía ser.
Me venía a buscar a mí.
A mí, el libro con más páginas.
Me puse bermellón, sonrojado como cuando era niño.
Mi coure: plat, plat, plat.
Todo el curso me miraba a mí.
Observé al profe.
El profe me ojeó, ojeó a la señorita Ramírez y volvió a ojearme.
-Señor Condeminas, dijo el profe Drapkin, lo buscan.
Eso dijo: señor Condeminas lo buscan.
Estaba enconado, erizado, el profe Drapkin
Me levanté. Salí. Estaba desbordado como un tazón de leche en las manos de un escolar. Ella me fulminaba.
-¿Qué pasa? Le dije a la Marcela.
-No podía dejar que el profe Drapkin me abochornara porque llegué tarde, le metí la chiva de que te buscaba a ti. Vamos, me dijo, vamos al casino.
Eras muy desenfrenada, Marcela Ramírez. Y me eras tan dulce que nada de lo que hicieras hubiese podido provocar algún tipo de reproche.
Uno es tan gil cuando está enamorado.
Es lo más cerca de lo que en España se llama un gilipollas.
¡Gilipollas!
O de lo que los argentinos llaman un boludo.
¡Boludo!
Desde ese día, anduvimos.
Pero nunca hablamos de amor. Andábamos.
Los compañeros se acostumbraron a vernos juntos, a deambular al mismo tranco.
Fuimos a una marcha de la Unidad Popular, pues la Marcela era socialista. Justo en esos días, el Senado y la Cámara de Diputados, reunidos en Congreso Pleno aprobaron la nacionalización del cobre. Alegres en la plaza, mientras Allende se agitaba en el escenario con un discurso bravo: “compañeras y compañeros, en este histórico momento, el Día de la Dignidad Nacional, en que Chile rompe con el pasado, se yergue con fe en el futuro...”
En ese histórico momento, el Día de la Dignidad Nacional, nosotros -mira lo que son las cosas, Marcelita- nos quedamos sentados en una cuneta de La Alameda comiendo mani tostado. Yo los pelaba y te los ofrecía en tu mano.
-«Me haces cosquillas», me dijiste.
En ese histórico momento en que Chile rompe con el pasado, el cielo estaba limpio, estaba estrellado, mientras Allende, mientras los manís, mientras las cosquillas en la mano de Marcelita.
Entonces me pareció que ese día, el día de la Dignidad Nacional, sí era el momento para besarla.
Besarla, besarla, besarla.
Pero, cresta, no, no se me daba. Era mi ideal y a los ideales no se los puede besuquear.

******

LO MÁS CERCA que estuve de ella fue en los trabajos voluntarios.
El día miércoles 8 de Julio de 1971 estaba en la pensión viendo en un Westinghouse blanco y negro el programa del canal 9, La Manivela, con un irónico sketch de Patricio Contreras, Julio Jung y Nissim Sharim sobre tres tipos medios locos que esperaban en el consultorio médico. Eran las once de la noche con 4 minutos.
-Cresta, parece que está temblando, parece que está temblando. Por la cresta. ¡Está temblando!
Estuvimos de un salto en la calle República. Fue largo y terrible. Grado 7,5 en escala Richter. Se cortó la luz. El presidente Allende, que se encontraba en La Moneda trabajando, habló por radio para calmarnos. “Calma, chilenos”. Era un terremoto, el temible terremoto del año 1971. Derribó varias ciudades en Illapel, Los Vilos y La Ligua. Hubo 85 muertos y centenares de heridos. Al día siguiente, el Goyo Navarrete, del Centro de Alumnos, organizó rápidamente el viaje junto con la Federación de Estudiantes que presidía Alejandro Rojas, a ayudar a la gente de Petorca, y a un pueblucho, Hierro Viejo, antigua zona minera, a levantar casitas, a organizar la solidaridad de los chilenos.
Por Cabildo subimos y pasamos de noche por un macabro túnel de piedra. Era muy tarde y el caserío, que no alcanzaba ni para villorrio, parecía un barrio bombardeado. Nunca había visto un barrio bombardeado. Sólo en películas de guerra.
Pero allí estaba Petorca en el suelo. El cuadro no podía ser más desgarrador. De las 400 casas, solo 10 casas de madera estaban en pie.
A esa hora no pudimos levantar las carpas que llevaba nuestra escuela y tuvimos que dormir en la carpa de circo que la Federación de Estudiantes, la FECH que dirigía Alejandro Rojas, había levantado en las afueras de Hierro Viejo. Había cientos de voluntarios tirados en sacos de dormir bajo una carpa de circo.
Cientos de estudiantes parranderos metidos en sacos de dormir bajo una carpa de circo.
Fue un circo.
Alguien gritó:
apaguen la luz,
y porque no te apagái tú más mejor, ja, ja, ja.
Ven a apagarme vos po,
No mándame a tu hermana, ja, ja, ja, ja.
Un circo, un enloquecedor coliseo.
Entre medio de todos estaba yo riéndome metido en mi saco de dormir.
La Ramírez se me había perdido entre tantos giles.
De pronto escuché a mis espaldas, alguien que siseaba:
-Juco, Juco.
Era ella metida en su saco de dormir. Se había arrastrado en su saco de dormir como una lombriz hasta ubicarme.
La masa seguía el tandeo:
y quién se tiró el peo, ja, ja, ja.
Parece que fue con caldo. Ja, ja, ja.
Yo y la Marcela nos reíamos mirándonos a los ojos.
- Tengo frío, le dije.
- Yo también.
Nos ovillamos cada uno en su saco de dormir. Creo que nos dormimos juntos como dos lombrices, riéndonos, de tanta broma en la carpa de circo.
Fue lo más cerca que estuve de ella. Su cuerpo y mi cuerpo. Cada uno en su saco de dormir.
Pero, te lo juro, te lo juro por mi padre que ahora debe estar mirándome desde el cielo, Marcelita, fue una de las noches más radiantes de mi vida.

******

EN ESOS DÍAS Jordi apareció con una perfecta joven holandesa en el campamento de la Escuela, Saskia, que había venido a hacer su memoria de título con los subdesarrollados. Saskia era una guapa castaña que hablaba español andaluz, y que antes había sido pareja con un chico que era fotógrafo de la revista Ramona. Con la medallita del Trébol de 4 hojas, que le había regalado Neruda en París, Jordi había atraído a la belleza holandesa. Saskia entró con Jordi a una pequeña carpa con piso. La carpa se comenzó a mover rítmicamente. Nosotros estábamos afuera alrededor de una fogata, cantando un corrido de la revolución mexicana:
Si Adelita se fuese con otro
Le seguiría la huella sin cesar
En aeroplanos y buques de guerra
Y si se quiere en tren militar...


Pero, la holandesa no sació su apetito sexual y no se detuvo. En su deseo sincero de conocer y acercarse lo más posible a la realidad chilena, luego, se tiró a su hermano, Vicente. Ahora, Vicente y Jordi fueron hermanos de guata. Otros compañeros, como los perros del barrio con la perrita, empezaron a andar tras de Saskia, para enseñarle cosas a la holandesa.
Pero yo, no.
No.
Yo buscaba a mi Marcelita Ramírez.
Yo, el melón con más pepas, estaba platónicamente enamorado. Con toda la afectación del amor platónico.
¡Y, qué gilipolla, qué boludo es uno cuando está enamorado!

******

NOS DISTANCIAMOS con las vacaciones de invierno. La Marcela Ramírez es de Calama, de arena y sal. Pasó sus vacaciones allá con su familia. Nuestra relación se enfrió. Dejamos de andar.
Pero luego, ese sábado, ese sábado de primavera, cuando sentados como indios, como gitanos o como los giles de los chinos, tomamos unos vinachos que nos compramos en el boliche del turco de la esquina de Mac Iver y nos comimos unas empanadas y la Lili cantó Zingara la canción de Nicola de Bari, nos fragmentamos en pedazos, como un espejo que cae al suelo. Paff.
Nos habíamos amado tanto.
“Ma se é escrito che la perderó”
Pero nunca nos habíamos hablado de amor.
«¿Por qué fuimos tan huevones? ¿Por qué? Juco ¿Por qué?»
¡Nunca nos hablamos de amor!
Hasta ese sábado, ese soleado y complaciente sábado de primavera que ya nunca olvidé, en que lloramos con la canción de Nicola di Bari que cantaba la Lili con su voz de canario.
Ya era tarde.
Too late.
«¿Por qué fuimos tan huevones? ¿Por qué? Juco ¿Por qué?»

Capítulo de la Novela Trompas de falopio de Omar Pérez y Gabriel Caldés, primera edición Ediciones Foro Nórdico año 2002, segunda edición Editorial Universidad Bolivariana 2008.

viernes, enero 09, 2009

Dinamarca llora a Inger Christensen

Poema Alfabeto en la ciudad de Copenhague. Foto de Lia Munch
A los 73 años murió la poeta danesa Inger Christensen, una de las voces poéticas femeninas más importantes, sin duda. Citada como permanente candidata al Nóbel de literatura y muy querida por su pueblo, Inger Christensen, fue reconocida por su modernismo y su musicalidad poética. Recibió en el premio Nórdico de la Academia Sueca en 1994 y el premio Tranströmer en el 2004.
Idioma y espíritu
Yo veo las leves nubes
Yo veo el leve sol
Yo veo donde se dibuja
un infinito proceso
como si ellos me siguieran en la tierra
como si ellos supieran que yo
soy sus palabras.

(Det, 1969.)
La traducción del danés es mía