domingo, enero 25, 2009

Nueva Política Cultural. Temas de Programa

Chile salió en los 90 de una cruel dictadura que dejó un gran hoyo negro cultural. El nuevo gobierno comenzó una transformación muy central en la configuración de políticas públicas culturales dadas centralmente por la creación, diversificación y expansión cuantitativa de los fondos de cultura y la institucionalización de la cultura en un Consejo de Arte y Cultura.

El Fondart, el Fondo del Libro, el Fondo audiovisual, el Fondo de la música y el Fondo nacional de escuelas artísticas financian “proyectos” “artísticos culturales. Es decir, financian, parcial o completamente, simples planes, ideas, intenciones, deseos o aspiraciones.

Pero esta política cultural tuvo críticas desde el inicio. Yo mismo sostuve públicamente mi divergencia el año 1994, hace ya 14 años, en el diario La Época sobre los riesgos de los nuevos fondos de cultura

Dije entonces: “Los fondos tienden a una estandarización de la producción cultural. Producen o tienden a producir una actitud consensual e institucional. Liman las aristas culturales. No sólo por los evidentes riesgos de que los fondos sean dominados por criterios ideológicos de moda. No sólo porque los miembros de los comités sean de una cierta tendencia. Eso ocurre o puede ocurrir, sobre todo cuando esas llamadas personalidades del jurado son designadas por funcionarios que a su vez han sido nombrados por la autoridad política. Eso ocurre. Si no ocurriera, sería bien extraño en un país altamente partidizado.
El problema principal es que los mismos creadores tienden a autocensurarse, a frenarse y buscar escuchar los rumores de las conversaciones de pasillos, las orientaciones estéticas de los jurados. El creador se autocensura por una actitud pragmática, a objeto de tener posibilidades en el concurso del Fondo. La llamada producción cultural tiende a recaer sobre aquellos que saben desarrollar funciones diplomáticas. Los fondos son discriminatorios. Para tener oportunidades se debe usar un cierto lenguaje, un cierto código, una cierta forma de pensar. Hay que estar conectado, tener relaciones, usar la figuración pública. El Fondo tiende a apoyar a determinados conglomerados, aquellos que saben hacer el trabajo de lobby y que se informan directamente de los criterios que se manejan dentro de las comisiones y las formas de hacer presión. Se desarrolla el arte de manejar las influencias y se fortalecen los circuitos auto recompensados. Se desfavorece a aquellos que no participan de ese juego de los circuitos de la influencias, principalmente los creadores de las regiones, de las comunas populares, los jóvenes y los sectores marginados en general.””. (“El Fondart no es progresista” La Época, Jueves 8 de septiembre de 1994).

Postulaba como alternativa el fortalecimiento de la infraestructura cultural, sobre todo en comunas y regiones más pobres del país, que no tenían cines, ni teatros, ni salas de exposiciones y carecían de escuelas artísticas y centros de extensión cultural.

Hoy la situación de los fondos de cultura está muy enrarecida. Los solicitantes de los fondos comprenden perfectamente como hay que adaptarse al sistema mediante el lobby, un lenguaje apropiado y simulacros verbales para elaborar un “proyecto” artístico. Y cuando se denuncian las permanentes irregularidades de los fondos, los funcionarios someten a los fondos culturales a sucesivos ajustes formales que no solucionan los problemas de fondo, burocratizando aún más los procesos.

El sistema, como agua estacada, no funciona, las obras no circulan, no se ven, no se habla de literatura, de pintura o de teatro. El arte, en general, ha sufrido un embarazoso proceso de funcionarización, la ocupación paulatina y definitiva del espacio artístico por un poder funcionario.

Irritación artística
La molestia en el mundo artístico y cultural se ha expresado de modo persistente, pero subterráneo. Pero ya el año pasado la critica al fondo del libro fue explicita y más de 300 escritores firmaron una carta de protesta que se llamó “La infelicidad permanente”. Ese solo título demostraba el enojo y el descontento de la clase literaria. Hay rabia también y se nota en el tono de las críticas permanentes a los fondos de cultura de músicos, actores, pintores. En general, el artista no tiene otra alternativa que ser cobardón, y gastar su tiempo en hacer vida social, para que lo vean aquellos que deciden los fondos. Así el arte ya no incomoda y ya no tiene efectividad.

Paralelamente, no ha habido distribución del capital cultural. La situación continúa, en general, de la misma manera. En la mayoría de las comunas de Chile aún no hay cines, teatros, librerías, salas de exposiciones.

Nueva Política Cultural
Una nueva política cultural debe sustentarse en cinco cosas complementarias.

1. Tener una visión temeraria. No podrá haber cambio con mentalidad timorata. Por lo tanto, la primera condición, es naturalmente, ser valiente y mirar lucidamente las cosas como son. El camino seguido hasta hoy no es la solución. La solución está en una revolución político cultural.

2. El capital cultural real en Chile está vinculado al ejercicio del poder y autolegitimación, por lo tanto la revolución política cultural debe ser parte de un nuevo proyecto social y político que postule redistribuir el poder y una democratización efectiva de la cultura. Es importante redefinir lo que se entiende como servicio público cultural. La exclusión cultural producto de la pobreza, y el hecho de que la gente no tenga acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación son temas de poder. Es decir, no habrá cambio cultural artístico auténtico mientras no haya un movimiento artístico ligado a la lucha por la democratización plena, por una Constitución democrática, por la lucha por el agua, los ríos, el mar, el aire limpio, de los ecosistemas, las carreteras gratuitas, de la educación en todos sus niveles, las ondas electromagnéticas del Internet, de los nuevos movimientos de consumidores, del rescate de la diversidad cultural de los pueblos originarios y particularmente del pueblo mapuche. Es decir, el cambio de la cultura y el arte necesitan ser inserto en cambios integrales.

3. El cambio puede empezar con la participación de la gente a nivel barrial, comunal, territorial construyendo efectivos centros de activación o juntas comunales de desarrollo cultural. Se deben modernizar las bibliotecas comunales y construir allí verdaderos centros de reunión, de acopio e intercambio de ideas, verdaderos centros de comunicación digital, de espacios compartidos. Deben ser un centro de patrimonio, de teatro, de cafés, de encuentro con escritores, artistas; centros de recuperación y estímulo de la participación ciudadana organizada, mediante la descentralización de fondos públicos participativos y poner el arte al servicio de la gente. Esto contribuirá a garantizar el derecho y la libertad de acceso a la información y la cultura de los ciudadanos chilenos, ayudará a paliar la desigualdad, garantizando el derecho de todos los ciudadanos a acceder a Internet y a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sin discriminación alguna y en igualdad de condiciones; y aprovechar las posibilidades en el nuevo entorno de la cultura y el arte.

El objetivo es que las actividades culturales surjan desde las comunidades. Las actividades culturales que coordinan las propias comunidades tienden a ser más duraderas. La vinculación con la sociedad civil es un elemento de gran importancia para el desarrollo y la promoción de las políticas culturales.

4. Creación de Centro Nacional de cultura ambiental. Directamente ligado a las políticas ambientalistas debe haber un centro nacional que impulse la cultura ambientalista en forma práctica en las escuelas, liceos y universidades, pero también en la comunicad.

5. Creación de una Universidad Mapuche. Esta universidad debe se creada en la Araucania y debe propender a mantener la cosmogonía mapuche. La universidad será en un real centro de pensamiento que fomente el compromiso con el desarrollo integral de los pueblos originarios del país, además de crear un espacio que acoja la diversidad cultural. El proyecto de Universidad Mapuche ya fue aprobado en Chile en el parlamento en 1973 durante el gobierno de Salvador Allende, pero nunca se realizó.

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