Omar Pérez Santiago & Jorge Calvo. La Chascona. Santiago |
Jorge Calvo, escritor
Aunque resulte difícil de creer muy pronto se cumplirán tres décadas desde aquella fría noche en que conocí a Omar Pérez Santiago en las espectrales estepas del exilio.
Claro que entonces se llamaba Pancho, era su apodo, corrían tiempos difíciles, y en Alhué, -el pueblo de donde ambos proveníamos- si uno quería permanecer con vida se hacía prudente no utilizar el nombre legítimo. Dejamos atrás la adolescencia para inscribimos en un proyecto que buscaba mayor justicia social para el país. Éramos, en aquellos días, jóvenes empecinados, impredecibles e inocentes, y, como este país no estaba preparado para tolerar la palabra “justicia” muy pronto salieron a relucir las armas, se decreto toque de queda y la secta de los assesins se apropio de las calles. A inicios de los 80 cuando conocí a Pancho muchas de estas cosas comenzaban a quedar en el pasado, la realidad estaba mutando, -corrían vientos diferentes-, el Mundo iniciaba una nueva era. Pronto se desplomarían los muros. Y justamente ahí, entre Malmö y Kopenhamn, a la entrada del Öresund Pancho desplegaba una intensa actividad como animador cultural de la vida latina y escandinava. Organizaba recitales de poesía, escribía artículos para los periódicos, gran polemista organizaba debates, viajaba, seducía mujeres, filmaba películas, fundaba editoriales y publicaba libros.
Claro que entonces se llamaba Pancho, era su apodo, corrían tiempos difíciles, y en Alhué, -el pueblo de donde ambos proveníamos- si uno quería permanecer con vida se hacía prudente no utilizar el nombre legítimo. Dejamos atrás la adolescencia para inscribimos en un proyecto que buscaba mayor justicia social para el país. Éramos, en aquellos días, jóvenes empecinados, impredecibles e inocentes, y, como este país no estaba preparado para tolerar la palabra “justicia” muy pronto salieron a relucir las armas, se decreto toque de queda y la secta de los assesins se apropio de las calles. A inicios de los 80 cuando conocí a Pancho muchas de estas cosas comenzaban a quedar en el pasado, la realidad estaba mutando, -corrían vientos diferentes-, el Mundo iniciaba una nueva era. Pronto se desplomarían los muros. Y justamente ahí, entre Malmö y Kopenhamn, a la entrada del Öresund Pancho desplegaba una intensa actividad como animador cultural de la vida latina y escandinava. Organizaba recitales de poesía, escribía artículos para los periódicos, gran polemista organizaba debates, viajaba, seducía mujeres, filmaba películas, fundaba editoriales y publicaba libros.
He tenido la suerte de leer casi todo lo que ha escrito y hace unos pocos años -en el marco de una Feria del Libro de Santiago- participe en la presentación de su ensayo Escritores de la Guerra. De modo que ahora, en esta última semana, mientras leía el volumen de cuentos que bautizamos esta noche he podido cavilar sobre un hecho esencial: los temas sobre los cuales hemos conversado con Pancho a lo largo de estas tres décadas, están aquí, las obsesiones, los fantasmas, los demonios que asedian a un escritor regresan inevitablemente a visitarlo. Es el eterno retorno a imágenes y situaciones que vivimos pero que ahora, en el lenguaje, emergen rodeadas de un aura especial, irradiando colores y facetas desconocidas. Reaparecen con mayor fuerza, con toda su pasión a decir: No quieran ignorarnos, porque todo ésta vivo.
El volumen de cuentos, que aparece bajo el sello de Mago editores, lleva por título Nefilim en Alhué, y ya desde la primera página Omar Pérez Santiago deja constancia de la intensidad y la eficacia de su prosa. En un lenguaje vital, conciso y directo, con frases cortas a lo Hemingway y sin quitarle el poto a la jeringa porque el tema así lo requiere nos ofrece un relato que pinta de modo implacable las condiciones de vida de seres que quizá puedan parecernos difíciles de identificar, con algo de aliens, pero que sin embargo reflejan en sus motivaciones, su lenguaje y sus búsquedas a la mayoría de la gente de este pueblo. Perfectamente podrían ser nuestros vecinos, amigos o parientes. La angustia existencial, el descarnado erotismo y la falta de horizonte son una característica de todos aquellos que no son y nunca serán, winners en el país de hoy.
Si estos cuentos aparecieran bajo la firma de Charles Bukowski seguramente a nadie llamaría la atención: sería normal. Sin ir tan lejos pienso en otro escritor chileno -Armando Méndez Carrasco que en su novela Chicago Chico despliega personajes y situaciones en una ciudad casi esperpéntica, vidas asediadas y limítrofes. Una novela conocida solo por “entendidos” que paso casi desapercibida pero sin embargo hoy se re-edita y se descubre como un verdadero valor de las letras nacionales, porque la remilgada crítica de la época prefería destacar a un José Donoso o un Jorge Edwards.
Como decía los tiempos han cambiado y hoy nos encontramos a mitad de camino rumbo a territorios desconocidos y palabras como neoliberal, globalización, cibernética, chateo, facebook, twittear y realidad virtual se han vuelto inevitables para mencionar nuestras actividades cotidianas. El país también ha cambiado y a raíz del Boom económico mucho se miran al espejo y casi no se reconocen en esta nueva imagen de jaguares latinoamericanos. Sin embargo allí afuera, en las calles campea la delincuencia, el abuso, un odio latente que se expresa en las aulas estudiantiles, si hasta conducir un vehículo resulta mucho más peligroso, el lenguaje citadino también se ha subvertido, surgen nuevos vocablos, antes se decía gañan, roto, hoy es el chanta, el flaite. Y Santiago ha perdido ese aire pechoño y provinciano que tenía y se ha vuelto una urbe cosmopolita, basta con asomarse cualquier día a la Plaza de Armas para encontrarse con toda laya de extranjeros. Y esto significa que lo periférico, lo aledaño ha devenido el centro y por ende no nos debe extrañar que surjan nuevos personajes y se mencionen lugares inverosímiles, que un estudiante mapuche conozca por el chat a una chica aymará y muy luego tiren bajo las estrellas en un lugar tan ajeno a la literatura como Combarbala.
Y para recordarnos como es nuestro pueblo y las cosas que aquí han sucedido antes de convertirnos en este paraíso plástico viajando exitosamente rumbo al futuro ahí nos entrega el último relato, el que da título al libro: Nefilim en Alhue
Y uno, como lector se pregunta: "¿Qué o quiénes fueron los nefilim?"
Encontramos la repuesta en Google: Los nefilim, son ángeles caídos, fueron el producto de las relaciones sexuales entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres en Génesis 6:1-4. Son ángeles caídos o demonios quienes se unieron con mujeres humanas. De estas uniones resultó una raza, los nefilim, una raza de gigantes (Génesis 6:4).
Encontramos la repuesta en Google: Los nefilim, son ángeles caídos, fueron el producto de las relaciones sexuales entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres en Génesis 6:1-4. Son ángeles caídos o demonios quienes se unieron con mujeres humanas. De estas uniones resultó una raza, los nefilim, una raza de gigantes (Génesis 6:4).
Y Alhué es un pueblo de demonios, de fantasmas, de seres que no trepidan en causar daño. En Alhué eso es normal, y por tanto un tío cualquiera puede deshacerse de su familia, torturar a la sobrina, dejar cadáveres tirados en las calles, o retirar cadáveres del cementerio. Tiene un poder inaudito y lo utiliza para dejar claro a los semejantes que en Alhué no existe otra justicia que aquella que detentan quienes siempre han tenido un buen pasar. Sería una injusticia hacerle justicia a los que siempre la pasan mal.
Otra característica de los tiempos que vivimos es que ha desaparecido el concepto de prójimo. Hoy gana el winner, el más fuerte, aquel que ésta dispuesto a pasar por encima del débil. Hoy día estamos dejando ser humanos pa5ra convertirnos en seres de éxito en un Alhué que dirigido por los nefilim se ha internado en los pantanos de la ignominia.
De todo esto da cuenta el excelente volumen de cuentos de Omar Pérez Santiago.
La Chascona, Santiago. Chile
Junio 2011
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