Dellinger is dead de M. Ferreri |
Por Omar Saavedra Santis
Dos sorpresas precedieron mi llegada a la presentación de este nuevo opus de Omar Pérez Santiago.
La primera ocurrió hace ya tres o cuatro semanas y la ocasionó un breve mensaje electrónico de mi tocayo, en el que me preguntaba si podía yo actuar de co-presentador del tomito de cuentos que hoy celebramos. Acepté naturalmente. Con tal demanda, Pérez Santiago me honraba con una confianza que tal vez no merezco, pero también me llenó de inseguridades. Porque esto de andar presentando libros en sociedad –lo digo francamente- está muy lejos de ser una de mis ocupaciones habituales, y por lo mismo tampoco es una que me haga sentir cómodo. Si mal no recuerdo, creo que esta es la segunda vez en mi vida que lo hago.
La primera ocurrió hace ya tres o cuatro semanas y la ocasionó un breve mensaje electrónico de mi tocayo, en el que me preguntaba si podía yo actuar de co-presentador del tomito de cuentos que hoy celebramos. Acepté naturalmente. Con tal demanda, Pérez Santiago me honraba con una confianza que tal vez no merezco, pero también me llenó de inseguridades. Porque esto de andar presentando libros en sociedad –lo digo francamente- está muy lejos de ser una de mis ocupaciones habituales, y por lo mismo tampoco es una que me haga sentir cómodo. Si mal no recuerdo, creo que esta es la segunda vez en mi vida que lo hago.
La segunda sorpresa fue la lectura del libro mismo. Y cuando ustedes hagan la suya, no tengo dudas que también serán sorprendidos como lo fui yo. En estos relatos, Pérez Santiago se enfrenta sin ningún empacho, desde el mero comienzo, de la manera más frontal posible, con el quizás más prístino e incansablemente recidivo sujet de todas las literaturas habidas y por haber. Me refiero a Thánatos –en este caso más exactamente a su brazo femenino, a Ker, la vieja señora amante de los finales sangrientos- y por ende, me estoy refiriendo también a Eros, su alter ego, tan viejo y tan activo como ella. En la lectura de este libro volvemos a ser testigos del convulso pas de deux con que ellos nos fascinan y aterran desde mucho antes que el mundo se nos revelara como redondo.
Pero a diferencia del trato casi siempre estetizante con que a lo largo de los siglos, innúmeros otros autores se han ocupado de este incansable par de veteranos, Omar Pérez Santiago, al echar mano de los servicios poéticos del par, renuncia aquí a cualquier compromiso elíptico en su mención o en su utilización. La línea narrativa que cruza los diez cuentos de su libro está trazada con sangre pura, sin aditamentos saborizantes ni aromatizantes. El autor nos muestra la perenne laboriosidad de las Keres en vivo y en directo, sin los filtros de algún piadoso y pudoroso tropo literario, sin luces indirectas ni bronces con sordina. Nada de eso. Lo que nos hace ver no son las imágenes diferidas de escenas y escenografías de las teatralidades de una Catrala folklórica, lejana y en tercera persona, sino las de la vieja y siempre joven dueña de la guadaña violenta, en cuerpo desnudo y presente, al alcance de nuestra mano y nosotros de la suya.
Junto a ella, decíamos, también Eros cumple con lo que le es menester, pero en las páginas de Pérez Santiago en ningún momento, ni por asomo, él se nos aparece en sus rubicundas formas infantiles de querubín arquero renacentista flechando a una Psique etérea y enamorada con saetas enmieladas, sino en la imagen directa de una bragueta abierta, con todas sus frustraciones a la vista, en bruta cacería mayor, en búsqueda de un improbable desahogo a través de la libación de flores angustiadas que, en todos los casos, resultarán ser venenosas y carnívoras.
Night of the living dead zombie de G. Romero |
The ward de Carpenters |
He de confesar en esta parte que, aunque en mucho seductora, la de este libro no me resultó una lectura fácil. Tal vez porque había transcurrido demasiado tiempo desde mi última incursión en los meandros de las letras góticas, y porque el culto de lo oculto en sus desesperanzadas variaciones actuales y locales, más payasescas que tétricas, me era y sigue siendo perfectamente ajeno. Pero creo que con sus relatos, Omar Pérez Santiago va más allá de una epigonía de fósiles ilustres o del cumplimiento de algún rito de consumo impuesto por el rentable mercado de la necrofilia. Su afán no es tampoco el de épater le bourgeois restregándole una braga usada por las narices. Ni es objetivo de estos cuentos simular la provocación desdentada con que el adolescente heavy le declara su guerra al mundo a través de los ciento veinte decibeles del horror punk. No. La muerte esperpéntica no se nos aparece por entre las páginas de estas narraciones para aterrorizarnos, sino como un V-Effekt, como un teatral efecto distanciador para señalarnos las sombras pestilenciales de la dura actualidad nuestra de cada día, una actualidad a la que Pérez Santiago arranca sus vestiduras de hipocresía vestal con dedos de esqueletos, para dejar al descubierto el lado más rutinariamente perverso de un progresismo vestido de seda y disfrazado de oveja; para hacernos partícipes del proceso de descomposición de nuestro cuerpo social en un tiempo y un lugar infranacionales, aún cuando ello tenga lugar a veces entre las nórdicas bambalinas de Copenhague, como ocurre en “Anette Jensen”, quizá el cuento señalero de esta selección.
Los nefilim de Omar Pérez Santiago no son maléficos gigantes celestiales, sino los reflejos de nosotros mismos mirándonos desde los espejos deformantes de esta feria de compra y venta de almas y vanidades en que ha devenido esta modernidad nuestra. Pérez Santiago cumple con estos designios suyos de llamado de atención sobre la parte oscurita de este muy burgués orden de cosas, sin dar pausas de aliento al lector. Desde “Los interfectos del Valle del Elqui”, el primer cuento de esta selección, hasta “Nefilim en Alhué”, el último, el tempo de lectura es un crescendo molto que culmina literalmente con un terremoto grado 8,9 en la escala Richter. Después, el silencio espectral que sucede a los aquelarres.
Esta, su voluntad de obligarnos a mirarnos en nuestras insanas oquedades de zombis con RUT, tarjeta Bip y derecho a voto, queda manifiesta desde los mismos epígrafes que Pérez Santiago ha seleccionado y montado con singular acierto al comienzo de cada narración, como anzuelos de un espinel que captura nuestro interés y no lo suelta desde el inicio hasta el final. Igualmente no puede dejar de mencionarse, como un especial valor agregado al libro que hoy presentamos, el título que Omar Pérez Santiago escogió para él. Porque “Alhué” no es solamente la arena de Walpurgis donde, bajo la dirección de Osiris Bascuñán, tiene lugar la gran parada final de los muertos que marchan por docenas en sus páginas. Es además una más que justa reverencia al “Alhué” primigenio del maestro González Vera y una sugerente invitación a releerlo.
Creo que la mejor presentación de un libro es la que realiza él mismo ante su lector, sin la torpeza interpretativa de intermediarios que, como el que habla, con seguridad sólo ha logrado percibir una pequeña parte de lo que él ofrece. Y en este caso de los nefilim de Omar Pérez Santiago, me atrevo a asegurar, que tal oferta no es menor.
La Chascona, Santiago, 8 junio del 2011
Omar Saavedra Santis y Omar Pérez Santiago |
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