Una mañana de marzo de 1960, los niños vimos pasar a Gabriel Mistral en su urna. Los escritores la habían retirado del Mausoleo de Profesores del Cementerio General de Santiago para llevarla en su último viaje hacia Montegrande, en el Valle de Elqui, del Norte chico de Chile. Los poetas iban a cumplir el deseo de Gabriela Mistral de descansar en Montegrande.
El féretro pasó
por el corazón de la capital de Santiago hacia la plaza Ercilla, y nosotros, los niños de
colegio, formamos calle con el corazón recogido. Era la maestra poeta, envuelta
en la bandera de la patria, que viajaba para bajar a la tierra humilde y
soleada de Montegrande.
Regresaba al
reducto que ella más amaba y donde ella había formado todos sus valores. Su
núcleo mítico eran las montañas de Montegrande y el silencio tenaz de sus
hombres y mujeres.
Allí, en una
colina, luego de emocionados discursos, quedaría abandonada por largos años.
En 1922 se fue a
México: Tenía sus razones. Gabriela Mistral tenía fuertes razones para irse de
Chile y ya no volver más. Y entonces en Chile ella fue borrada. Funcionó la
moledora del olvido. Ninguno de sus libros se publicó en Chile. (Desolación,
Nueva York, 1922; Ternura, Madrid, 1924 y Tala, Buenos Aires, 1938). Y en Chile
sólo se le recordará por sus poemas escolares. Nada de sus ideas indigenistas,
feministas, pedagógicas, religiosas, ecológicas.
La brutal chilensis
moledora del olvido.
Un día preciso de 1954 vuelve a Chile. Tiene ya 65 años.
Había dado ya vueltas el mundo varias veces. Tiene diabetes y una afección
cardiaca. Pero se le ve altiva cuando el día 4 de septiembre la motonave “Santa
María” cruza la frontera marítima y llega a Arica. El barco venía
gobernado por un conde ruso, el capitán Vladimir Zernin.
Arica estaba abanderada. Los pescadores habían adornado sus
botes y se subieron a la motonave.
En Antofagasta el pueblo sale a recibirla también en toda la
ciudad, cuando la barca recala en el puerto.
Cuando pasa frente a Iquique sufre ella una descompensación.
Le colocaron cataplasmas en los pies y hielo en la cabeza.
El lunes 6 amanece y se detiene en la caleta de Barquito,
vecina de Chañaral. A dos cuadras del barco se ven las hileras de niños y niñas
escolares saludando a la poeta.
Y por la tarde la motonave siguió su barco hacia el sur.
El Santa María ancla en el puerto de Coquimbo.
Aquí en Coquimbo, su tierra, ella se comporta de modo muy
diferente. Aquí le salen las espinas desde su piel.
-No quiero ceremonias, ni discursos, ni niños en las calles.
Baja a su tierra y se dirige al oriente de la ciudad. Llega al
cementerio de La Serena. Camina hasta la calle número tres y se
enfrenta con un mausoleo que dice “Tumba
de la familia de Gabriela Mistral”.
Allí están los restos de su media hermana Emelina Molina
viuda de Barraza (1869- 1939) y su sobrina Graciela Amalia Barraza Molina. Y allí están los
restos de su madre Petronila Alcayaga de Godoy (1845-1929).
“Gracias en este
día y en todos los días por la capacidad que me diste de recoger la belleza de
la tierra, como un agua que se recoge con los labios, y también por la riqueza
de dolor que puedo llevar en la hondura de mi corazón sin morir. Para creer que
me oyes he bajado los párpados y arrojo de mí la mañana, pensando que a esta
hora tú tienes la tarde sobre ti. Y para decirte lo demás, que se quiebra en
las palabras, voy quedándome en silencio...”
Más tarde llega a Valparaíso. Los habitantes de la ciudad de
Valparaíso se desbordan desde los cerros. Miles de niños y luego otros miles
canteaban el camino del tren que la llevó a Santiago. El pueblo de la capital
también se agolpó en la estación para recibirla.
Fue en 1954
cuando Gabriela Mistral es instituida como monumento oficial. Las autoridades
la pusieron en el lugar que a ellos más les convenía: el rol de estatua.
Un escritor o una
escritora, da lo mismo el género, es tratado en Chile de dos modos: primero, no existe y luego es un blasón.
Primero, no se le reconoce, es un extranjero y cuando el escritor por sus
méritos ha logrado un reconocimiento, entonces es una efigie improductiva.
Pero.
Gabriela Mistral tenía 65 años y ya se cansaba fácil, pero su
núcleo mítico inicial, que condiciona su visión del mundo, está intacto y ella
no se va a quedar callada.
Ella es la misma pedregosa que sale de Montegrande, la única
diferencia es que ella, la nómada, la viajera (“en el 2000 se señalará como un albino a aquel que no lleva en el cuerpo el
olor de sus cuatro Continentes”) ha adquirido
trucos y oficios.
Gabriela Mistral
venía clara, venía lúcida.
Ya se había
realizado.
Ya era lo que
sería cuando joven.
Mistral recordó a
los periodistas aquel momento en que alguien –un miserable- le solicitó abandonar la dirección
del Liceo de Niñas Nº 6.
Postuló y ganó el
puesto prestigioso de directora del Liceo, pero ciertas fuerzas poderosas le
reprocharon su falta de estudios profesionales:
"Aquello me
dolió profundamente, y me sentí inmensamente sola".
Además, les
recordó cuando a ella, siendo niña, en la escuela la trataron de ladrona.
En el Salón de
Honor de la Universidad de Chile, mientras recibe el Doctor Honoris Causa, en
presencia del Presidente de la República, Carlos Ibáñez del Campo, Gabriela
Mistral recuerda la necesidad de la Reforma Agraria.
Los problemas de
Chile eran sus campesinos, eran sus obreros, era la gente sencilla.
La patria es un concepto político, es una unidad. No quería
ella entregar u obviar el concepto patria, pues de ese modo se le regala el
derecho a decidir por todos nosotros a la oligarquía endogámica, auto
reproducida.
En la Federación
Chilena de Instituciones Femeninas, les dice a las mujeres que lean dos poemas
de Lagar: "La desasida" y "La abandonada".
Esto dice en
parte "La desasida":
"Y yo
decía como ebria:
¡Patria
mía, Patria, la Patria!
(&)/ Pude no
volver y he vuelto.
De nuevo
hay muro a mi espalda,
y he de oír
y responder
y, voceando
pregones,
ser otra
vez buhonera.”
Gabriela Mistral
está obviamente resentida y quiere cobrar.
Pero no es el
resentimiento de la simple mala leche.
Es el
resentimiento de la rockera empelotada con la estrechez de corazón.
Es el sentimiento
de rockera, rasposa agitadora de consciencia.
“Ahora no voy a
aguantar”.
Es la ojeriza que
existe en la barricada.
Es la animosidad
contestataria, rebelde, sediciosa.
Es la falta de
cordura de la rockera.
Sí.
Me late que el
año 1954 estábamos entrando en otro planeta. El rock nació ese mismo año de 1954.
“Rock Around The Clock” de Bill Halley. Tres meses después, el 5 de julio de
1954, un chofer de camioneta de 19 años de edad, un tal Elvis Presley,
entró a un pequeño estudio de grabación en Memphis a realizar una canción épica
inaugural, That's All Right Mama. Ese año de 1954 nacía
el rock con un sonido de acordes y ferocidad, fruto de un descontento social.
Qué curioso. Ese
año de 1954, Nicanor Parra publica Poemas y antipoemas, el
lenguaje de la tierra.
Nicanor Parra,
otro rockero. 1954.
El rock y Nicanor
Parra y dos hechos fácticos, puros y simples, una canción y un libro, marcaron a toda mi generación,
durante los siguientes cincuenta años.
Nos hicimos
viejos con el rock y con Parra. Y por supuesto, con la presencia inmanente de
Gabriela Mistral, que también está hecha de rocas, rocas de la montaña.
En el camino,
durante ese viaje de 1954, Gabriela Mistral, como vieja rockera, no se quedó
callada.
Cuando un
periodista le pregunta cual lugar le ha gustado más de todos los que ha
visitado en su largo viajar, ella dice:
“Montegrande.”
Cuando ella
piensa en que se ocuparán sus derechos de autor, cuando ella ya no esté, ella deja testamentado:
“se los lego a
los niños pobres del pueblo de Montegrande, Valle de Elqui, Chile.”
Son sus años
humildes en los que ella piensa, son sus años en Montegrande. Es la gente del
Valle:
“casta
sobria en el comer, austera en el vestir, democrática por costumbre mejor que
por idea política”
En septiembre de
1954 visita el Valle de Elqui y desde allá le envió el siguiente telegrama al
Presidente Carlos Ibáñez del Campo:
“Vuestra
Excelencia ofrecióme solicitarle algo en favor de mi valle de Elqui. Deseo que
Vos. Excmo. Señor, que en anterior Gobierno unisteis Serena con Vicuña con
camino carretero, completéis esa obra monumental que perpetuará vuestro nombre,
ordenando su inmediata pavimentación. Respetuosa y afectuosamente, vuestra
elquina. Gabriela Mistral”.
Los derechos de
autor de Gabriela Mistral nunca llegaron a los niños de Montegrande. Y hay
gente con poder que han dado vergüenza más de una vez por este tema.
La ley de
propiedad intelectual, 17.336 de 1970 estipulaba que el plazo de protección de
las obras intelectuales sería durante toda la vida del autor más treinta años
luego de su muerte. Esto significa que, a la fecha de la publicación de esa ley, la obra de la
poetisa pasó al dominio público el año 1987, treinta años luego de
su muerte.
Los habitantes de
Pisco Elqui, de Paihuano y Montegrande, esparcidos en el Valle del Elqui,
unidos por delgados hilos de agua, las montañas secas y un cielo siempre
despejado, están siendo sobre explotados por grandes empresas. Las cooperativas
han dado paso a la centralización del capital y, por lo tanto, a un molesto
desequilibrio de poder.
Las laderas de
las montañas que encajonan el verde del valle, están siendo súper explotados y
las grandes destilerías generan problemas sociales, ambientales y políticos.
La eliminación de
humedales han sido reemplazados con parras. El uso de fertilizantes y
pesticidas provocan en sus habitantes molestias físicas, enfermedades, e
incluso casos recientes de malformaciones congénitas. La mayor parte de la
población del Valle del Elqui trabaja como temporero en la uva y se ha
convertido en un trabajo precario. La gente del Valle se ha empobrecido.
Gabriela Mistral
era piedra, era roca inspirada.
Sobria como su
terruño.
Seca y sólida.
Ciudadana y
demócrata.
Y no está en el
pasado.
Está muy
presente.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar