La levedad es virtuosa en la coquetería, no en el
pensamiento.
Era un día maravilloso. Un cielo tan claro, tan
tranquilo que nada vaticinaba que la caravana de la talentosa ministra Izkia Siches
fuese emboscada en un camino rural de Temucuicui.
Hubo disparos al aire.
Crac-crac-crac.
Fue una pesadilla para la ministra, una morena de
acción.
¿Cómo fue posible que
una ministra inteligente, una doctora que sabe tanto de la vida, se haya visto
emboscada en un camino rural?
La respuesta parece ser compleja o conmovedora, y lo es.
No es un problema del gobierno de Boric. Es una mala
herencia.
El pensamiento intelectual chileno es ligero, fragmentado e
inmóvil. En Chile no se perfilan bien las fuerzas colectivas de nuestra época.
Hay divorcio de alma y cuerpo que responde a una crisis profunda del
pensamiento.
1.LEVEDAD. No hay
densidad cultural en los análisis de las representaciones colectivas.
Predominan las notas sin carácter para los noticieros. O los llamados “Análisis
de Agenda” en podcasts, donde dicen esto y lo otro, fugaz. (Así debe ser el
gimo de las almas muertas que habría en el Purgatorio). Y nuestro acervo
artístico está inmóvil. Eso nos retrasa.
2.PARADOJA. Cuantos más datos obran en nuestro poder, mejor
entendemos la historia. La acumulación de conocimiento útil altera el curso de
la historia. Le pone ritmo y genera cambios. Al entender qué está ocurriendo,
aceleramos. Es lo que Yuval Noah Harari llama la “paradoja del conocimiento
histórico”. El conocimiento cambia el comportamiento y genera una
transformación en el vivir, y un entendimiento
entre generaciones y su época. De hecho, configura una época. Les pone
nombre a las cosas nuevas.
3.MENTALIDADES. En Chile no hay precisión de la mentalidad,
aquello que uno tiene en común con otra persona. La historia de las
mentalidades o de los pensamientos comunes, es siempre colectiva e impersonal.
Es la percepción de los hechos que tiene un ser común. Las categorías
intelectuales o afectivas o simbólicas compartidas por todos
los ciudadanos de una misma época. Así se consensuan las fuerzas colectivas
amplias que vivimos en una época.
4.VISIÓN. Esto es re importante hoy. No se ve la realidad. A
pocos les importa la vida real ni las nuevas líneas de investigación sobre los
grupos intelectuales, las mentalidades y las emociones latinoamericanas, como
las del argentino Martin Bergel. No se discuten las nuevas categorías interpretativas que
construyen comprensiones inéditas y frescas de problemas antiguos. Y repetimos
los mismos comportamientos en una rueda eterna.
5.Según la historia intelectual, Chile habría tenido dos
épocas brillantes en el siglo XX.
PRIMERO. Los años 30 y 40 fue la inauguración de una
modernidad, la crisis de la oligarquía, el nacimiento del proceso de
substitución de importaciones y la era del nacionalismo popular. Se produce un
cambio de modelo desde el desarrollo hacia afuera a un desarrollo hacia
adentro. Las editoriales se expanden. La
participación dinámica de las clases medias y sectores obreros iba como el
viento. Surge la llamada Generación del 38: intelectuales y artistas de
raigambres modestas, de clase media, buscan una identidad nacional. Es un orden
mesocrático que valoriza las costumbres populares.
SEGUNDO. En los años
60 el modelo se rompió como un cristal. ¡Crack! Las escuelas de sociología de
las universidades de Chile, Católica, y de Concepción impulsó como una tempestad a la joven
intelectualidad chilena. Se creo un poderoso y legitimado movimiento de renovación
intelectual. La música, el teatro, el boom literario latinoamericano, (en fin,
tanta cosa), no eran outsider al poder. No eran unos patipelaos. Definieron las
mentalidades de una era.
6.RUINAS Ese movimiento intelectual y artístico fue un
Boeing que se estrelló en el muro de la represión militar. Un crimen social que
dejó cadáveres, ruinas y desolación. Y las nuevas generaciones intelectuales
han tenido dificultades estructurales. Son universidades fantasmas, centros de
estudios de mercado de mala calidad y escuelas donde la plata manda. Así se
instaló una crisis de imaginación que permea todo. No hay cariño por los
intelectuales, los literatos y por la gente de imaginación. En Chile,
encadenado a su sombra, hay un problema ético central: la heredada crisis del
pensamiento y la educación, una negra nube que oscurece el sol, y que impide
entendernos.
Maldigo al alto cielo.