—¿Cuántos años
tiene la Librería Chilena? le pregunté al librero de 82 años que me entrega el
libro que compré en oferta del danés Peter Høeg, “Los niños de los
cuidadores de elefantes”.
—La Librería tiene más de cien años, me contestó amable el librero de bigote blanco.
—Oh, exclamé yo, ¿entonces esta librería debe ser más la más antigua de Santiago?
—Sí. La fundó don Pedro Salvo Campos en 1917.
Entonces me muestra una foto de don Pedro Salvo y agregó:
—Don Pedro fue un gran patrón.
Me cuenta que ha trabajado décadas en la Librería Chilena de la avenida La Alameda, cerca de la iglesia San Francisco.
Es el jefe de la tienda y se llama Leonardo Ortiz, nació en 1942.
De pronto, suavemente la conversación adquiere un tono profundo. Sus padres eran refugiados de la guerra civil española. Viajaron desde España en el barco Winnipeg.
—La Librería tiene más de cien años, me contestó amable el librero de bigote blanco.
—Oh, exclamé yo, ¿entonces esta librería debe ser más la más antigua de Santiago?
—Sí. La fundó don Pedro Salvo Campos en 1917.
Entonces me muestra una foto de don Pedro Salvo y agregó:
—Don Pedro fue un gran patrón.
Me cuenta que ha trabajado décadas en la Librería Chilena de la avenida La Alameda, cerca de la iglesia San Francisco.
Es el jefe de la tienda y se llama Leonardo Ortiz, nació en 1942.
De pronto, suavemente la conversación adquiere un tono profundo. Sus padres eran refugiados de la guerra civil española. Viajaron desde España en el barco Winnipeg.
Así con unas pocas anécdotas suyas me
encuentro con personaje de cuento. Sus dolores, sus sueños y su frágil
felicidad de ser un hombre muy vivo.
—Mi madre murió cuando yo tenía solo tres años.
—Oh, le dije yo, a usted le debe haber faltado su madre.
—Oh, sí, me hizo mucha falta mi madre.
Y agregó:
—Mi padre pronto nos abandonó y estuvimos vagando en diferentes casas. Viví en La Cisterna y luego vagué de allí y para acá. Hasta que una familia de origen árabe sufí me acogió en su casa que tenían en La Plaza de Armas de Santiago. Estoy muy agradecido de ella.
El misterio elusivo de la vida.
—Soy Ortiz, como la reina Letizia de España, dice sonriente cuando le pregunto cómo se llama.
—A lo mejor la reina Letizia también viene de su familia, le digo y Leonardo vuelve a sonreír.
—Mi madre murió cuando yo tenía solo tres años.
—Oh, le dije yo, a usted le debe haber faltado su madre.
—Oh, sí, me hizo mucha falta mi madre.
Y agregó:
—Mi padre pronto nos abandonó y estuvimos vagando en diferentes casas. Viví en La Cisterna y luego vagué de allí y para acá. Hasta que una familia de origen árabe sufí me acogió en su casa que tenían en La Plaza de Armas de Santiago. Estoy muy agradecido de ella.
El misterio elusivo de la vida.
—Soy Ortiz, como la reina Letizia de España, dice sonriente cuando le pregunto cómo se llama.
—A lo mejor la reina Letizia también viene de su familia, le digo y Leonardo vuelve a sonreír.
¿Le puedo tomar una foto? le pregunté.
Luego agregué:
—Me gustaría llegar a su edad con su salud y lucidez.
—Sólo debo controlarme el corazón, dice y se toca el pecho.
Es Leonardo Ortiz de 82 años, un alma humana.
Ocurrió hace unos días. Y quería contarlo.
Luego agregué:
—Me gustaría llegar a su edad con su salud y lucidez.
—Sólo debo controlarme el corazón, dice y se toca el pecho.
Es Leonardo Ortiz de 82 años, un alma humana.
Ocurrió hace unos días. Y quería contarlo.
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