El aire la sala de teatro de la obra Montegrande se tiñe de una melancolía densa, brumosa, casi palpable. El escenario, un velo brumoso desde el instante en que se cruza el umbral del teatro, parece invitar a un viaje a las profundidades del alma. El humo artificial se aferra a la penumbra, mientras la iluminación tenue y el vestuario de luto de las cuatro actrices transforman la escena  en sombras, de figuras apenas vislumbradas, como fantasmas que danzan al compás de un recuerdo distante. Es el telón de fondo perfecto para el ritual de un regreso que es, en esencia, una despedida prolongada: el entierro de una muerta embalsamada, la Poeta del Valle, que finalmente vuelve a casa.

En el susurro del introito, se nos traslada a 1960. En Montegrande, tres mujeres, envueltas en la quietud de la espera, preparan la recepción del cuerpo inerte de la Poeta del Valle. Su nombre nunca es pronunciado, una ausencia que resuena más que cualquier mención. Pero todos, con un escalofrío en el alma, comprendemos que ella es el eco, el karma ineludible de la gran poeta chilena que partió en 1957 y que, al fin, encontrará su reposo definitivo en la tierra que la vio nacer. Su figura, un manto dramático y pesado, se cierne sobre las mentes de estas mujeres, condicionando sus propias existencias, sus propias reencarnaciones en un pueblo que parece atrapado en un ciclo eterno.

«En Montegrande nadie puede ser feliz», repiten, como un lamento ancestral que se escapa de los labios de las actrices. El alma de Montegrande se revela profunda y oscura, un abismo donde las mujeres se encuentran subyugadas por la imagen idealizada de la Poeta, una figura de fama mundial que, paradójicamente, las aprisiona en las falsas expectativas que el mundo ha tejido a su alrededor.

Así nos adentramos en una obra de humor negro, de sarcasmo que duele y libera a la vez. Un humorismo profano, casi blasfemo, que, si se mirara desde otra perspectiva, provocaría una piedad desoladora, un terror paralizante o una lástima profunda. Pero en Montegrande, extrañamente, desata carcajadas, risotadas que resuenan huecas en la melancolía del ambiente.

El encierro en un ambiente pueblerino puede ser una angustia que carcome el espíritu. Y en Montegrande, estas mujeres parecen haberse transformado en un Club de Disociadas Afectivas, prisioneras de un trastorno psicológico que confunde sus pensamientos, sus recuerdos, sus sentimientos, su propia identidad.

Una disociación afectiva puede nacer también de la sumisión a las cadenas o yugos mentales, sean ideológicas, religiosas o políticas. Expectativas férreas, cimentadas en esperanzas rígidas que no dejan espacio para el respiro.

En Montegrande, el sarcasmo punza, hiere algunas almas sensibles, mientras que otras, en una extraña catarsis, se ríen a carcajadas, como en la vieja comedia humanística universitaria o la comedia urbana de carnaval que se alza contra la inminencia de la muerte que acecha al pueblo.

La comicidad surge de la contraposición de valores, de la risa amarga que brota cuando los valores rústicos, casi obstinados, de estas mujeres disociadas se estrellan contra la imagen sacralizada de la Poeta del Valle. De este choque nace la desmitificación, la ridiculización de la retórica vacía y la falsa ritualidad que envuelven el homenaje a la Poeta. La crítica mordaz, sarcástica y risible busca desvelar comportamientos, cumpliendo la antigua función moral de la comedia: corregir las malas y vanas costumbres que nos arrastran.

Montegrande es, en su desenvoltura, una señal de vida, un eco de que el teatro chileno se mueve, «E pur si muove». Se desplaza desde las profundidades, revelando un sentido crítico que, mientras algunos prefieren cerrar los oídos, la obra agudiza, invitándonos a escuchar con el alma abierta lo que nos acontece, a los chilenos, en esta danza perpetua entre la memoria y el olvido.


Detalles de la Obra

 

  • Obra: Montegrande
  • Compañía: Teatro Sindominio
  • Dirección: Bosco Cayo Álvarez
  • Dramaturgia: Bosco Cayo Álvarez
  • Elenco: Verónica Medel, April Gregory González, Mónica Rios Contreras, Jacinta Rodríguez
  • Equipo: Productor: Gonzalo Araya Arenas – Diseño Integral: Laurene Lemaitre – Universo Sonoro: Luciano Vásquez
  • Año: 2025
  • Fotógrafo: Lorenzo Mella Ruiz
  • Teatro: Matucana 100