lunes, abril 09, 2007

El libro de la Almohada de Sei Shônagon es un tesoro.

Al fin lo compré. Un libro de excepción.
Es una literatura fragmentada, muy moderna, muy libre, como si fuera un blog. Efectivamente, como si fuera una muy actual y estética bitácora femenina de excelencia, en un estilo fugaz y muy poético y el uso de la ironía fresca, autosuficiente y libre. Un libro que, según me entero por el diario El Clarín, lleva vendido en Argentina 10 mil ejemplares.


Sostiene la traductora Amalia Sato (1954) en el prólogo, que el periodo Heian (794-1185) es la época clásica de la tardía literatura japonesa y las mujeres son las verdaderas protagonistas.

“El resultado lo constituyen dos extraordinarias obras en prosa: la primer novela japonesa Genji Monogatari (Romance de Genji), cuya autora es Murasaki Shikibu, y Makura no Soshi (El libro de la almohada) de Sei Shônagon. Ambas escritoras son las figuras más destacadas de un gineceo literario que no habría de repetirse.”

Sei Shônagon era una cortesana perteneciente a un estamento de damas, de servidoras de la emperatriz Sadako (976-1001) intelectualmente autovalentes. Sostiene Sato que Sei Shônagon murió anciana y en la pobreza.

Lean:

Cosas sin mérito
Una persona fea de mal carácter
Cosas encantadoras
El rostro de un niño dibujado en un melón.Huevos de pato. También sus nidos.La flor de clavel silvestre.
Cosas presuntuosas
Un niño sin nada especial y que es consentido por la gente.
Toser
Cosas embarazosas
El hombre que amamos está borracho y se pasa repitiendo las mismas cosas.


La edición de la editorial Adriana Hidalgo que yo he comprado en 15 mil pesos, (28 dólares, un escándalo en un país cuyos índices de lectura son desastrosos) sostiene ser la primera edición completa del libro. Hay una versión anterior con la traducción de Borges y Madame K.

Comparar traducciones. Vean ustedes mismos.

Así empieza el libro en la versión de Amalia Sato:


En primavera, el amanecer. Cuando al insinuarse la luz sobre las colinas, los contornos se tiñen de un pálido rojo y purpúreos jirones de nubes flotan sobre las cimas.
En verano, las noches. No sólo las de luna brillante sino también las oscuras, cuando las luciérnagas revolotean, y aun las de lluvia, tan bellas.
En otoño, el atardecer. Cuando el sol resplandeciente se hunde cerca de la ladera de las colinas y los cuervos el cielo en grupos de tres o cuatro o de a dos, de vuelta a sus nidos; o las garzas en bandada se dispersan en el cielo distante. Cuando se oculta el sol, el corazón se conmueve con el sonido del viento y el zumbido de los insectos.
En invierno, las mañanas. Por cierto bellas cuando ha caído nieve durante la noche, pero espléndidas también cuando el suelo está blanco por la escarcha ; y, cuando no hay nieve ni escarcha y sólo hace mucho frío y las criadas corren de una habitación a otra atizando el fuego y cargando carbón, ¡qué bien se corresponde la escena con la índole de la estación! Pero al mediodía nadie se molesta por mantener los braseros encendidos y pronto sólo hay pilas de ceniza blanca.

Esta es la versión de Borges & Kodama publicada por Alianza Editorial

En la primavera es el alba. Cuando la luz se desliza sobre las cumbres, sus perfiles se tiñen de rosado y hebras de neblina de púrpura se extienden sobre ellos.
En el estío, lo más bello son las noches, no sólo cuando hay luna sino también en la oscuridad, cuando las luciérnagas vuelan de un lado a otro y hasta cuando llueve, ¡qué hermoso es todo!
En el otoño, lo más bello son las tardes, cuando el sol resplandeciente se hunde cerca del filo de las cumbres y los grajos vuelven volando a sus nidos en bandadas de tres, de cuatro y de dos. Aún más encantadora es una línea de gansos salvajes como manchas en el cielo lejano. Cuando el sol se ha puesto, el corazón se conmueve con el rumor del viento y con el zumbido de los insectos.
En el invierno, lo más bello es la alborada. Es muy bello, por cierto, cuando durante la noche ha nevado; pero es espléndido también cuando la tierra está blanca de escarcha. También es bello cuando no hay nieve o escarcha pero sólo hace mucho frío y los servidores se apresuran de habitación en habitación, atizando el fuego y trayendo carbón. ¡Cómo armoniza todo esto con la estación del año! Cuando se acerca el mediodía y el frío se ha cansado, nadie se toma el trabajo de mantener encendidos los braseros, y sólo quedan unos montones de ceniza blanca.


La foto es de la peli The pillow book de Peter Greenaway basada en el libro

2 comentarios:

  1. Anónimo4:38 p.m.

    Amalia Sato va a dar una charla sobre literatura japonesa y traducción este sábado 19 a las 17 horas en CeUAN, Charcas 5157.

    Más información en www.proyectokinsei.blogspot.com

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