El otro día escribí una nota sobre los partidos “realmente existentes” o sólidos que se convierten en complicados instrumentos de aparatichis. El grado de satisfacción que provoca la relación dentro de la coalición gobernante va en caída. Y hay quienes ven que abandonarla no les causará la pérdida de alguna inversión importante.
Parece que el dilema no tiene solución pues parece el fin del tipo de democracia fundada en el No y el Sí.
La tesis era que, en general, cada vez más, las coaliciones tienden a ser flotantes, flexibles y frágiles.
Líquidas, para usar el concepto de Zygmunt Bauman. La fluidez es una tendencia nacional también. La “disolución de los sólidos”, es un rasgo permanente del sistema. Los sólidos, como los glaciares, se están derritiendo. Joaquín Lavín y Ricardo Lagos intuyeron tempranamente la disolución de los sólidos, y ya no quieren dejarse atrapar por sus “tribus”.
Ahora otros analistas han seguido el raciocinio de los paratichis:
Antonio Cortes Terzi afirma en La Nación ayer domingo en su artículo Las ofensivas del progresismo burocrático, la tesis del dominio de la burocracia (aparatichis) en al Concertación:
“Acéptese, el destino de la Concertación depende de una nueva e inédita lite: de una elite de aparatos y burocracias.”
Hum
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