Se puede acusar de muchas cosas a la empresa Fasa, pero no se le puede acusar de vagos.
La empresa Fasa reconoció su culpa ante el tribunal de Libre Competencia, y prometió pagar una multa pequeña. De modo unilateral, establecieron formas irrisorias e ineficaces de compensación, sin formas de fiscalización.
Sus medidas nunca fueron avaladas, en ninguna instancia, con los afectados, los consumidores.
¿Y para qué?
La empresa ya había diseccionado el estado del arte de los consumidores. Y habían detectado que la joven institucionalidad de defensa de los consumidores -más allá de los deseos y las declaraciones- es frágil y débil. Internamente los consideran unos inútiles, unos perdedores. Esos inútiles pueden alegar en la calle, tirar tomates, pueden escribir en Internet, en Facebook y en blogs, y crear una sensación térmica de disgusto general con las farmacias. Pero, no sean bromistas, esto que sería el horror para una empresa, no lo es en Chile.
Las empresas harán al final lo que quieren. ¿Por qué deberían preocuparse?
¿Preocuparse por la mala imagen de la empresa?
Ja, ja, ja. No me hagan reir que me meo.
Si para eso hay lavanderías. Lobbystas-lava-imagen que mezclan la política con los negocios y que –ni brillantes ni originales- son expertos en tergiversar la realidad.
Así los gerentes se pasean por los medios de comunicación, muy sonrientes, familiares y declarativos, aparentemente rectos. Ellos interpretan la historia sin contrapeso.
Infringen la ley, proponen las multas que les conviene a ellos, establecen de modo unilateral formas ridículas de compensar y aparecen limpios y familiares. ¿Qué tal, tío?
¿Qué los consumidores están decepcionados? Sí, muy decepcionados.
Problema de ellos.
Qué demanden si quieren, los inútiles.
No llegarán a ninguna parte, los eternos perdedores.