miércoles, septiembre 16, 2009

¿Autocracia o República Digital?

Anlisis de Galletas
Un estudio en proceso sobre la publicidad de alimentos en la televisión abierta, está demostrando la sospechosa tesis de que la mayoría de esa publicidad es financiada por cuatro o cinco multinacionales de alimentos, llámese Nestlé, Fonterra, Watt´s o Unilever. Es decir, se está aclarando que la televisión chilena, a pesar de su verborrea patriótica, es tributaria de intereses multinacionales.


Esa televisión en Chile -con la televisión digital- podrá desde ahora diversificar sus negocios en un escenario comercial y segmentado. La televisión digitalizada permitirá que la misma información pueda ser transmitida utilizando un ancho de banda menor. Por lo tanto el mercado dispondrá de muchas más señales de las actualmente existentes.
En este muy tentador negocio para las actuales compañías que dominan el sector, ni la voz ciudadana, ni nuevos actores tienen cabida.



Para ellos los ciudadanos constituyen sólo audiencia, “chilenitos” a quienes seducir con una parrilla de programas segmentados en diversos nichos. Sólo se trata de negocios para comerciantes ávidos de utilidades y como tales no les interesa la libertad de información.
El Ministro de Transporte y Comunicaciones, René Cortazar ofreció a ese empresariado, como nuevo “Zar digital del Bicentenario”, un negocio redondo: la casi totalidad del espectro televisivo, lo que les permitirá crear simultáneamente diversas señales, y así multiplicar su inventario, ampliar los negocios de internet, telefonía, canales de compra, bases de datos, licencias, merchandising, eventos, conferencias, revistas, dvd, etc, etc, etc. Allí propagarán las empresas multinacionales sus intereses, que no son los intereses nacionales.
Por lo tanto, los canales se convertirán en fábricas de contenido. Sí, pero de contenido comercial. Ello expresará el triunfo absoluto de la actual tiranía del dinero sobre nuestros derechos republicanos. Por ello, nuestro autócrata digital René I, hace caso omiso a que los espacios televisivos y las señales en disputas son bienes públicos, de uso de todos los chilenos, tal como es aire. Nuestro ministro, mientras el Transantiago bajo su responsabilidad, sigue importunando diariamente a los ciudadanos de a pie, se dedicó con ahínco a solucionarle los problemas a las grandes empresas de medios y transnacionales y a multiplicar los intereses del status quo mapochino .
Al momento que se ha iniciado la cínica celebración del Bicentenario de nuestra supuesta independencia, es clave que exista un amplio debate público. Informado y participativo que de cuenta sobre que tipo de televisión necesitamos los ciudadanos chilenos. Esta es una creciente demanda de una ciudadanía que emerge. Chile necesita canales con sintonía en los asuntos ciudadanos. Canales de ciudadanos libres e informados. La sociedad chilena de cara al siglo 21 no necesita más canales de supuesta audiencias de “mayorías estándares” que idiotizan para controlar. El país necesita una televisión que de cuenta y cabida a los ciudadanos reales, con sus visiones, aspiraciones y propuestas.
Las nuevas tecnologías -más baratas y accesibles- presionan para que los ciudadanos y comunidades se transformen en actores con identidad propia, activos e interconectados. Nuevos canales, con menús propios de programación y amplitud democrática. Ese es el proyecto republicano que se une a emergentes demandas, tales como la necesidad de una asamblea constituyente para nueva constitución.
El autócrata Zar René I le ofrece graciosamente al infelizaje nacional,- obviamente después que la tortilla se reparta-, concursos para que los ciudadanos, transformados en paisaje en movimiento, participen. ¡Gracias ministro! Sabemos en qué consistirán dichos concursos: en la extensión de la mano negra de la casta política mapochina.
El tema de acceso a la televisión y sus contenidos son un asunto central de un sistema democrático moderno donde los ciudadanos organizados, sindicatos, comunidades locales, estudiantiles, asociaciones de consumidores, de vecinos, ecológicas, patrimoniales, culturales y deportivas, deberán presionar para la creación de un sistema de comunicaciones republicano, fuera del control autocrático digital.


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