viernes, septiembre 25, 2009

Clase Huevona




Una nueva clase media y clase media baja surgió en los años ochentas. Venía saliendo de un hoyo, de un socavón de pobreza y dificultades, entre otras, la re concha represión social y política de la dictadura de Pinochet. Esas masas de clase media y baja, era la clase que ahora los cursis publicistas llaman “emergentes” y los analistas políticos llaman, "aspiracionales". En realidad, eran la amplia base del pueblo, un chileno standard que quería progresar.



Ellos y ellas serían quizás los primeros en sus familias en entrar a estudiar en institutos y universidades. Les gustaban Sol y Lluvia, los pajeos intelectuales en las peñas, y eran consumidores voraces de las extravagancias, el camp y el neopop gráfico del Trauko. Era una clase numerosa y curiosa, votaron por el NO y aceptaron la Concertación.

Esa clase media tirada a pobre, también era acomodaticia y pragmática. Muchos de ellos se adaptaron y fueron el sostén o la plantilla de la democracia a medias que instauró la Concertación. Fueron felices al comienzo.

Nunca se dieron cuenta como aceptaron la No ruptura.

Luego, una linda araña les metió un dulce veneno en su interior que lentamente fue realizando una metamorfosis. Lenta y dulce, pero cruel metempsicosis: fueron funcionarios del Estado, de la Concertación o trabajaron en cualquier lesera.
Ahora ya entrando a viejos, allí se diluyen. O se incorporan al movimiento del ponciopilatismo, “yo me lavo las manos”. (El grupo más maricón de todos).

Esa masa estaba contentilla con ser profesionales de medio pelo, y se licuó en su autocomplacencia de su vida standard. De apocalípticos a integrados y su incapacidad de darse cuenta.

Pero, la mayoría de ellos, a pesar del veneno que les metió la araña de la adaptación, (de tanto comerse esos diagnósticos supuestamente tan modernos y en el fondo tan entreguistas, de Tironi, de Halpern, de Correa, de Brunner) tienen en su disco duro las imágenes con las que se dejaron sorprender y seducir cuando eran jóvenes.

Esa masa no sabía bien lo que quería. Eso no es raro. En muy pocos casos sabe la masa lo que quiere. Pero, sin duda que disfrutó con la pastilla de droga aspiracional y adormecedora que les dieron los Tironi-Halpern-Correa-Brunner. Todos querían ser clase media aspiracional.

Esa masa –algo modernilla, algo liberal y acomodaticia-, mutó en, llamémoslo ahora: progresismo aburrido, progresismo jodido, progresismo grave, sin proyecto más que votar (bis) por el católico de Frei.
Pero, ahora han empezado a constatar algo :
La pasta no se distribuye en Chile. Por más que se esfuerzan, no les toca a todos por igual. No hay una movilidad social ascendente. No hay inclusión real. La educación superior no ha servido de mucho. Los huevones con apellido, con contactos, o con pasta, siguen saltándose la cola por delante, en todos los ámbitos de la vida.

La Calaña Conchetumadre, la Corporatocracia nacional, insensible, odiosa, que concentra casi todo el poder, hace lo que les da la gana.

El ascenso social es una paja fulera en Chile. Una paja interruptus. La masa aspiracional tiene pega. Sí, pero una pega rasca, que apenas alcanza para llegar a fin de mes y con derechos laborales apañados.

Primero, se desconciertan, luego les empieza a dar vergüenza y luego rabia.
Son la mayoría de los chilenos, siempre inseguros de que el sistema, (el banco, el patrón), les juegue una mala pasada.
Ese es el sustento material del deterioro de la mentalidad acomodaticia de la política controlada desde arriba.
Es esta masa que hoy se disputan los candidatos.
Allí, acaso por tendencia natural, esas masas desconcertadas ven con desconfianza a Piñera.
Para ellos, Piñera es lo peor del sistema, el culíao.
Por eso, por condiciones materiales, (materialismo histórico, digamos), Piñera, está en grave peligro electoral.
Esa masa acomodaticia está apestada.
Aunque su discurso es liberal de baratija, Marco Enríquez-Omimani-Gumucio-Rivas, con su actitud, también ayuda a despertar a la masa aspiracional de su ilusión huevona.
“Yo educo a mis hijas en los mejores colegios, ustedes no,” les dijo MEO en el debate, mirando a la cámara.
Claro, él y su señora ganan millones.
Esa puta verdad, genera resentimiento social en la masa aspiracional estancada. Eso despierta al weón en su casa:
“-A chucha -piensa el aspiracional deteriorado-, tiene razón el MEO”. “No me puedo morir hueviando en el mall todos los sábados.”
Por eso mismo, Jorge Arrate, en algunos minutos sorprendió, brilló. De pronto, esos jóvenes envejecidos que estaban casi durmiéndose en sus camas, escucharon que les decían: huevones, déjense de mariconadas, hay tareas tan inconclusas de democratización del poder social, político y económico.
Es ese malestar subterráneo, el malestar que no aparece en las encuestas.
Arrate, nuestro querido y viejo socialista, -sin recursos materiales, sin financiamiento, sin partido (o un partido de prestado, una cáscara)-, produjo un leve movimiento en las camas de los descontentos y atribulados.
Descontentos y atribulados por nuestro Chile tan fome, tan re puta fome y tan re concha desigual.


El dibujo

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