domingo, octubre 18, 2009

Amor Nórdico



Ella nació el 12 de junio de 1962. Es una tigresa, según el horóscopo chino. No me sorprendió. Un mago reveló hace muchos años que un día me enamoraría de una tigresa. De algún modo lo esperaba secretamente. Ya sabía entonces que yo perdería la serenidad y sufriría furiosamente. Yo soy serpiente. Nací el 6 de mayo de 1953. Ella, tigresa. Es coqueta, exhibicionista y está habituada a ser cortejada. Enamorada del bienestar y la elegancia, lleva la mejor de las virtudes, el esplendoroso diamante del encanto.



Nos temimos siempre.

Ella, con estrechos pantalones de algodón y un pañuelo de seda en la cabeza como se llevaba a comienzos de siglo, me presentaba en fraternas veladas literarias, leía mis malas versiones suecas de unos cuentos. Mis cuentos pueriles sonaban sutiles en su voz ornamental y su dialecto sueco de la Skane. Tiene la savia de la Skane.



Hubo momentos en que nos quedamos solos, bebimos cerveza bajo las llamas de un candil, nos contamos dilatadas historias, siempre en indiferente tono, nunca trataban de nosotros, sino de alguien etéreo. Deseábamos adivinar signos de acercamiento, y mientras más intentábamos enunciar intimidades, más huíamos de nosotros, como novicios. Yo puedo parecer traidor y de hierro, pero ahora sufría la última inocencia y la última timidez.

Sí, nos temíamos.

Así se quemaba el tiempo, una vigilia inútil, agotadora y adolescente. Ella se iba sola, yo me iba solo, envueltos en una noche de cenizas. La llamaba al llegar al departamento. A veces, ella me llamaba. Hablábamos, hacíamos planes, publicar una revista de copuchas, un largo viaje a China, escribir un libro conjunto. Varias horas, ella tirada sobre la cama, yo tirado sobre la cama, jugábamos con el vértigo de ser frívolos.

En camas diferentes.

Creo que ya dije que nos temíamos.

Un buen día nos tomaríamos fotos para la portada de un libro sobre mis cuentos eróticos. Se desnudó con el culto de una modelo de un antiguo pintor, imagen sofisticada de la hembra, nos acercamos, nos tocamos. Hicimos fotos discretamente voluptuosas, ella en mi regazo, yo le acariciaba el muslo, ella me sonreía, o me besaba. Narcisa y voyeur sobre el espejo. Yo soy el espejo.

El horóscopo chino dice que la relación entre una serpiente y una tigresa puede ser, eventualmente, placentera. Esa noche fue placentera. Ella era una hechicera eminentemente carnal, no deseaba amor, deseaba sexo, deseaba cuerpo, deseaba sudor. No buscaba compasión ni la pedantería que a veces nacen en la lujuria. Mi instinto de dominación se despertó con el olor de su follaje y me sentí hombre malvado, no comprendo las leyes, y quise someterla. Ella se sometió e hizo la experiencia. Se lanzó al vacío. Yo era el asesino y ella la lujosa ramera. En el erotismo hay una dimensión metafísica: alguien ha dicho que el sexo da el placer y el dolor que debe dar la muerte, la muerte de los fieles y los amantes. En el patíbulo ella no pidió perdón, ella cantó en el suplicio. Yo he dudado de muchas cosas, pero no esta noche.

Qué hermoso crimen: la sangre, la leche, las flores, el fuego, las joyas.

Confieso que durante el acto me enamoré varias veces.

Pensé hasta que la amaba.

Mas, después de esta precipitación placentera y salvaje sobre el lecho, volvemos al lado de la sombra, volvemos a ser lo que éramos, yo serpiente, ella tigresa.

Apostaría que ahora nos temíamos aun más que antes.

Ella volvería a ser coqueta.

El mago ya había predicho que la relación sería un drama, una pasión complicada. Tiene ventajas también: no nos aburrimos con la monotonía de ciertos menesteres. La celo en silencio, elaboro secretas redes de control. Nunca funcionan.
A veces me afecto como un niño, me revuelco en las heridas, no doy más y lloro este amor, me da la angustia que me da un puente lluvioso y vacío. Se derrumban mis dioses y no sé buscarme dioses nuevos. Me vuelvo frágil, ruedo penosamente y no sé decir ya más.

Escribo esta historia verdadera porque ella quiere que yo la escriba.

--Pancho --me dijo--, escribe un cuento sobre mí.

Este cuento está dedicado a ella, la coqueta, la sensible exhibicionista que me ha vuelto loco varias veces.

Para ti, sólo para ti.

No te quieres domesticar.

Este cuento es tuyo, todo esto tú lo sabes, igual que yo. Porque la relación está cubierta de la mayor inteligencia, tu inteligencia nórdica que es terrible para nosotros las serpientes nacidas en el año 53, en un pobre país de pimienta y destemplanza llamado Chile, donde un mago predijo hace años que tú y yo sufriríamos mucho.

Praga, enero 1992.

Cuento Del libro Memorias eróticas de un chileno en suecia, de Omar Pérez Santiago, Aura latina, 1992

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