Sería hace un año atrás, exactamente, en el departamento de Patricio Manns y Alejandra Lastra, quizás mientras oíamos el océano Pacífico de fondo-, junto al poeta Sergio Badilla.
Hablamos esa tarde encantadora de Violeta Parra, de Víctor Jara y, de modo inevitable, de Mercedes Sosa.
Pato Manns recuerda entonces aquella vez en que él iba con Alejandra y
Los porteños, cuando reconocían a Mercedes Sosa, desde sus autos tocaban las bocinas o le gritaban:
¡Maestra! ¡Grande, Negra!
Mercedes Sosa lo tomaba con alegría, saludaba de vuelta y sacando la cabeza por la ventanilla gritaba:
"-Che, ¡aquí voy con Patricio Manns! ¡el gran chileno Pato Manns! ¡Aquí va conmigo!
La voz de Mercedes Sosa rebotaba en las calles de Buenos Aires.
Y como nos reímos esa tarde los cuatro- Alejandra Lastra, Patricio Manns, Sergio Badilla y yo- por el carácter tan expresivo, tan alegre y tan entusiasta de Mercedes Sosa.
Además de rica en talento, Mercedes Sosa era rica en amor y era rica en amigos.
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