Elton Honores Vásquez1
Gonzalo Portals Zubiate
2
(Lima, 1961) asiduo amante del horror, lo gótico, lo siniestro y lo
fantástico, rara avis de la poesía peruana, acaba de publicar esta nueva
edición de
Urge púrpura la niebla. Poesía peruana de filiación siniestra (2008)**, libro que me toca presentar esta noche.
Lo siniestro puede ser definido como “lo
funesto, lo aciago, [o] la (…) inclinación a la maldad” (V: 3949); pero
¿desde cuando este sentimiento -llamémosle así- ha estado entre
nosotros?
Lo que haré, será establecer un diálogo
con las ideas de Gonzalo respecto de la poesía siniestra antologada, y
ejemplificar con algunos fragmentos, este tipo de poesía.
Etapa cementérica
Para Portals, lo siniestro irrumpe con
claridad en el Romanticismo de mediados del siglo XIX, dada la
inclinación estética de una línea del romanticismo, hacia lo tenebroso,
lo fúnebre y la muerte. Si en algo se caracteriza esta etapa inicial del
sentimiento gótico y siniestro, es en la inclinación y referencia hacia
la muerte. Así, ésta es referida a través de un espacio concreto y
físico: el cementerio. La muerte se construye como algo físico a un
cuerpo-presencia, que observa y monologa.
Inevitablemente esta primera etapa, que
define el autor como: “Cementérica”, en la que los poetas “acuden como
quien asiste a un confesionario a intentar exculpar sus penas o a
demandar la recuperación de la amada o del tiempo escabullido” (19),
está marcada por el tópico del “vanitas”: es decir, la vanidad del mundo
(belleza, poder, juventud) contra la que irrumpe la muerte, y homologa a
todos (“Dichoso quien no ha perdido flores de su juventud!, escribe C.
A. Salaverry).
En esta etapa se mezcla también el sueño
barroco de “la vida como un sueño” y cierto remanente de la poesía
mística, por la religiosidad implícita en algunos versos. E incluso, una
imagen heredada de la poesía española, en versos de Manrique: “La vida
es un río que va a dar hacia el mar/ que es el morir”, pues el espacio
marino, aparecerá constantemente no solo en esta etapa sino también en
las otras posteriores, con clara alusión a la muerte.
De este primer grupo de autores, llama
la atención el poema de Justa García Robledo, quien en 1871 publica “A
la luna”, con cierto guiño erótico insólito para el período:
[...]
Yo corría cantando alegremente,
Entusiasmada por tu puro brillo.
Risueña contemplabas mi carrera,
Y acariciabas con tu luz plateada,
Mi negra y abundante cabellera
En mis desnudos hombros derramada.
Hurtando el aire a mi jardín florido
Sembraba aromas con su raudo vuelo;
Y alzaba suavemente mi vestido
Cual si quisiera levantarme el cielo.
Portals incluye en este grupo a Mariano José Sanz, Carlos Augusto
Salaverry, Clemente Althaus, Constantino Carrasco, Ricardo Rossel y
Justa García Robledo.
Etapa del horror casero
La segunda etapa es denominada por el
autor “Horror casero”. En ésta “el elemento tétrico o tenebroso comienza
a adueñarse de los espacios (…) de ?puerta calle hacia adentro’ ” (19).
Hay, aquí, evidentemente, una vuelta hacia el mundo interior desde la
perspectiva de la fantasía.
La muerte deja de ser un hecho
percibido, para convertirse en una experiencia del sujeto, lo que
provoca una crisis, expresada en una subjetividad, que llega por
momentos al paroxismo verbal. La muerte ya no es un “espacio”: es un
cuerpo, una presencia. La influencia del modernismo, además de Poe y de
Baudelaire, hace que en esta segunda etapa, irrumpa también lo demoníaco
o lo satánico.
Este grupo incluye a autores disímiles
como Manuel González Prada, Arturo Villalva, Federico Barreto, José
María Eguren, José Santos Chocano, Roger Luján Ripoll, Luis Alayza Paz
Soldán, Abraham Valdelomar, Pedro S. Zulen, Renato Morales de Rivera,
César A. Rodríguez, César Vallejo, Miguel A. Urquieta, Augusto G.
Berríos, Federico Boñalos, Luis Berninsone, Ernesto More, Alberto Rivera
y Piérola, Alcides Spelucín, José Choino, Carlos Dante Nava, Germán
Campos, Ramiro Pérez Reinoso, César Cáceres Santillana, Daniel Ruzo,
Magda Portal, Alberto de Zuleta, Armando Bazán, José Torres de Vidaurre,
Alfonso de Silva [seudónimo de Alfonso Silva-Santisteban], Enrique Peña
Barrenechea, Xavier Abril y Rafael Arenas y Pezet.
De este grupo, destaca, Renato Morales de Rivera, quien en “Fantasía Sabática” (1940), escribía:
Helados, cruentos
y pestosos
vientos de la inesperanza
pudren todos los sentimientos
generosos (…)
un rojo, incandescente
velo de maldición
anubla lentamente
toda la visión de lo real.
En sus tranquilas
seculares cavernas
se derrumban las normas
eternas,
y aquella transfiguración monstruosa de las formas
pone el horror en mis pupilas
y el pánico en mi corazón. (…).
Otro autor es Augusto G. Berríos, quien en “Búcaros negros” de su libro Los poemas estrangulados (1943), dice:
Ya la muerte
araña negra
fatiga mi noche
y me aprieta entre sus garfios
el corazón:
copa
donde tantos dioses
abrevaron jugos
de luna:
mis neuronas crepitantes.
Y Luis Berninsone, figura importante
dentro de esta tradición poética soterrada, con un libro completo
adscrito a lo gótico, titulado Walpúrgicas (1917). En el poema “¡Aleluya al bardo maldito!”, escribe:
Salve al bardo maldito embrujado en lo estrambótico…! (…)
¡Al del hórrido empíreo, macabramente caótico,
y de seráficos gnómides: dantesca corte espectral…!
¡Y que en el lúbrico sábado de su aquelarre neurótico,
decrépita bruja estupra ¡sensualmente sepulcral! (…)
Y en “Himno a la noche”, concluye:
(…)
Virgen de báquicos senos de lirio ¡te quiero violar!
¡Símbolo negro, en la flor de tu sexo, espectral calavera!
¡Noche! No importa ni que ósea floresca en tu sexo… en la flor…!
¡Maga astrológica! es vano… no puede el encanto: tus SUEÑOS
¡Circe, yo voy aspirando el perfume de flores del Mal…!
Etapa del tenebrismo social
La tercera etapa, es denominada por
Portals como el “Tenebrismo social”, caracterizado a partir de la obra
de Manuel Moreno Jimeno, como “la exposición flagrante del dolor” (20);
sumándose a esta etapa la “hondura psicológica” (20) de Juan Ríos. A
ellos se agregan Mario Puga, Carlos Alberto Fonseca [seudónimo de Nelly
Fonseca Recavarren], Aníbal Portocarrero, Gladis Basagoitia Dazza, Roger
Darío de la Vega, Florencia del Río y Marco Antonio Guerrero Caballero.
En esta etapa caben autores importantes
de la tradición poética como Jorge Eduardo Eielson, Manuel Scorza,
Gustavo Valcárcel y Efraín Miranda (“Enfermo en la tierra deseo vivir en
el agua. Junto al peñón elevado de la isla mi cuerpo es profundo, y en
el fondo de mi alma refleja total oscuridad”, p.163), miembros de la
llamada Generación del cincuenta.
Es oportuno considerar esta tercera
etapa como la de madurez en la expresión del sentimiento siniestro, pues
se consigue un equilibrio entre el sentimiento y la forma. Quizás sea
importante destacar la obra de Juan Ríos, quien en “Infierno
recuperado”, escribía:
(…)
Y mientras el triunfal gusano ruge, los cadáveres se pudren en las
vitrinas de la muerte. Porque el hombre es más pequeño que su sombra. Y
nadie muere sin dolor, nadie olvida sus insidiosos sueños, nadie se
resigna a dejar de ser lo que jamás ha sido.
(…)
No hablo del infierno. De la feroz ciudad estoy hablando. De la
feroz, llagada ciudad con sus cien establos acezantes donde los cuerpos
se entregan los hailinos jaguares de la sífilis. No. No hablo del vicio,
sino del hedor. No hablo del prostíbulo. Hablo del vientre pútrido del
hambre, la cloaca…
(…)
Sin vida yacen los solitarios dentro de sus palpitantes ataúdes.
(…)
Etapa de la metafísica de lo oscuro
Una cuarta etapa es definida por
Portals, como la “Metafísica de lo oscuro”, expresado en Juan Ojeda
-poeta de los años sesentas-, casi como único autor de tránsito, entre
la última etapa. Ojeda escribía en “Crónica de Boecio”:
[...]
Así, hemos elegido, tal vez,
un lenguaje que los dioses, ahítos ya de días,
abominan con innoble desencanto.
Tierra de los dioses que el hombre habita,
y bajo el murmullo del tiempo
una muerte segura.
Pero los dioses se cuidan
de ser demasiado terrestres,
Y esa es nuestra futilidad.
Etapa de emulsión de los fueros internos
Esta última etapa, que domina básicamente la producción de los años
ochentas en adelante, es definida por Portals como una etapa
“enmarañada, atomizada por fantoches y aprendices de vampiros, remedos
de héroes góticos (…)” (20); en donde la expresión de lo siniestro se
“estabiliza” como sentimiento, lo cual, inevitablemente, hace que sean
más los elementos comunes, que los propiamente originales. Evidentemente
nos encontramos ante una poesía que asimila la perspectiva
cinematográfica y que recurre a una presencia constante: el vampiro.
En esta etapa se ubica la obra de Miguel Cabrera, Óscar Málaga,
Javier Huapaya, Patrick Rosas, Enriqueta Beleván, Carlos López
Degregori, Michel Mitrani, Guiliana Mazzetti, Enrique Hulerig, Mauricio
Piscoya, Monserrat Álvarez, Leo Zelada y Raúl Solís.
Coda
¿Qué podemos desprender de este breve
panorama del sentimiento poético siniestro, y sobre todo, de la
excelente antología de Gonzalo Portals? Que lo siniestro, como muchas
otras líneas temáticas -como el horror, lo gótico, lo fantástico- han
sido y siguen siendo temáticas excluidas. Aquello que sale de la
normalidad será siempre perturbador.
Además, el sentimiento de lo siniestro
se formaliza a lo largo de nuestra tradición poética, a partir de
símbolos como la muerte y el sueño que se homologan; además de la noche y
la luna, como espacios del caos y de la irracionalidad; a ellos se
suman los aquelarres, lo demoníaco y cierto elemento religioso, que
permite al hablante poético interpelar, de modo directo o indirecto, a
Dios como el Hacedor del mundo.
Poesía de las sombras, de lo oscuro,
esta poética de lo siniestro cuestiona nuestra existencia, nos interroga
respecto a nuestra condición de “cuerpos”, provocando una tensión entre
lo real y lo ideal. La muerte es así transgredida y subvertida al punto
de señalar -tan magistralmente- como Juan Ríos: “¡Solo sabrás la verdad
cuando veas a los difuntos beber sangre!”.
Lima, 06 de septiembre de 2008
* Texto con leves modificaciones leído en la presentación Urge púrpura la niebla (Poesía peruana de filiación siniestra) (2008) de
Gonzalo Portals, realizada en el “II Festival Oscuro” de Lima, el día
sábado 06 de septiembre de 2008, a las 11:00 pm., en el Mao Bar.
** Disponible en la librería Commentarios.
1 Elton
Honores Vásquez (Lima, 1976). Bachiller en Literatura por la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Bachiller y Licenciado en
Educación por la misma universidad. Es especialista en narrativa
fantástica peruana. Ha publicado reseñas y artículos de investigación en
diversas revistas de literatura,
además de un estudio sobre lo
fantástico en el Perú, titulado “Oficio del buen sepulturero:
Exhumación de la narrativa fantástica peruana”, incluido en La estirpe del ensueño
(2008).
Ha
sido ponente en eventos nacionales e internacionales de literatura.
Formó parte del Comité Organizador del I Coloquio Internacional de
Narrativa Fantástica: “Manifestaciones de lo fantástico peruano” (2008).
Tiene concluida la tesis de licenciatura: El cuento fantástico en la narrativa del cincuenta: 1950-1959.
2 Gonzalo Portals Zubiate (Lima, 1961). Escritor, periodista e investigador independiente. En poesía ha publicado Piedecuesta
(1993)
Premio Copé de Poesía, Confirmaciones de un descreído
(1995) Casa de tablas (1997), Itinerario del cuerpo (1998), Histología (2000).
En narrativa: Astro regente: Luna
(1996),
El designio de la luz
(1999), Reyezuelo (2000).
En el campo de la investigación ha publicado La estirpe del ensueño. Narrativa peruana de orientación fantástica
(3ra edición del autor, 2008). Junto a Rubén Quiróz y Carlos Carnero, editaron Los otros
(2006), en donde rescatan cuatro libros de poesía peruana: Peces de Betún (197?)
de Mercedes Delgado, Los puentes (1955)
de Augusto Lunel, Walpúrgicas (1917)
de Luis Berninsone, Idiota del Apocalipsis (1967)
de Guillermo Chirinos Cúneo.