Eran las
postrimerías de los años 80, finalizaban los tan mentado años 80. Rubén Aguilera
era joven en 1989, según veo en la fotografía del libro bilingüe, Los escarabajos
(Aura Latina) de 1989.
Recuerdo
además su obsesión para que su libro quedara tal como él lo soñaba. Obsesiones
de escritores, eso de soñar un libro, cosas difíciles de entender por el entorno.
Rubén había estudiado arte, y uno de sus gustos era pasarse metido en museos, y
copiar cuadros, y tenía la manía de valorar a los libros por sus calidades
estéticas. Manía de escritor. Deseaba que su libro “Los escarabajos”, que él
había diseñado y dibujado, fueran contra un fondo oro. No sé que hizo la
imprenta Team Offsett de Malmö para darle el gusto al poeta. Escarabajos de Oropel.
Así salió esa edición bilingüe sueco/español de Aura latina, con espléndida versión
sueca de Clemens Altgard, poeta fundador de la Pandilla de Malmö.
No recuerdo
bien como fue el solemne momento aquel, de abrir los paquetes y ver los libros
impresos. No recuerdo. Pero, Rubén
Aguilera hablaba hacia el futuro, como sueñan inútilmente los escritores con
sus primeros libros. Como sueñan los futbolistas que harán al meter un gol en
un mundial.
“La vi
venir y allí vi descolocado al arquero y le pegué de cabecita…”
Momentos
claves.
Alguien
grabaría esos momentos tremendos para el poeta. Alguien los contaría después.
Bueno, yo
soy ahora, que tenía entonces el oficio de editor, que cuento ahora ese momento
en que Rubén soñó que alguien contaría. No es hueveo, pero los sueños
delirantes de los poetas suelen cumplirse, aunque sea su editor el que cumpla ahora
con ese ritual. Su editor y amigo de parranda, habría que agregar.
Ahora, yo, editor
de Aura Latina de entonces, me coloco en la tarea de comentar su nuevo poemario
editado y dibujado por la activa Ximena Narea, “Evangelio según mi zombi”. Y
para hacerla muy breve y fácil, diré que es igual al libro que publicamos hace
24 años, “Los escarabajos”.
Igual,
igual, no.
Pero se le
parece mucho.
Poemario
sobre los sobrevivientes, Los Escarabajos, bichos difíciles de morir como
especie. Como ese poema Victoria a Nike de Samotracia, diosa degollada, en
medio del caos, restos hermosos del naufragio que vuelve para estar
omnipresente. O que ahora resucitan uno
a uno, Los zombis dormitantes hechos pedazos, que no añoran el sueño ni la
vigilia.
Rubén
Aguilera replica su poemario “Los escarabajos”, libro bilingüe que publicamos
el año 1989 en su “Evangelio según mi zombi”. Se le parecen.
En ambos escribe
en plural:
“Nosotros astronautas invencibles/
de escafandras rebosantes de rocío”
(Verano
efímero, Los escarabajos)
“Somos inútiles comas /
simples
imitaciones del originario”
(Punto,
Evangelio)
En ambos escribe
en tono apocalíptico.
“Sus acorazadas espaldas de buzo /
logran vastos vuelos nocturnos /
en danzas de amor y muerte”
(Sueños de
verano, Los escarabajos)
“En sus vientres brillan
Sistemas solares, esquirlas”
(Megalópolis,
Evangelio))
Juega con
la cultura pop con versos que a menudo alternan entre siete, ocho y cinco
sílabas, como las cuecas chilenas.
El libro de
hace 24 años era re bueno y recibió elogios, incluidos los del que era entonces
el Papa de la poesía en esa zona, el danés Paul Borum. Uno de los mejores
libros del año, escribió. Y al igual que “Los escarabajos”, el libro de los zombis es existencialismo
nortino (o nórdico, da igual) algo crudo y directo y potente.
En fin.
Podría
contar otras anécdotas, para gusto de él, pues él me enseñó que la literatura
es una anécdota.
“Alguien
alguna vez dirá que estos poemas fueron escritos cuando el poeta vivía en su
exilio y bla, bla bla…”
Anécdotas.
La literatura como anécdota.
Por ejemplo. Hace unos años, alguien, alguien
cuyo nombre recordar no quiero, una mujer para ser exacto, una linda dama, recordará a Rubén Aguilera en la nortino
puerto de Antofagasta.
Era
temprano. Dormía yo en la pieza de un hotel de Antofagasta, donde había venido
a hablar de literatura, cuando sonó el fono. Me despercudí y tomé el aparato
sonoro.
Era la dama
de Antofagasta, cuyo nombre recordar no quiero, a quien yo había conocido el
día anterior. Quería saber más de Rubén Aguilera.
Más. Más. Más. Insaciable.
Aguilera
había sido líder juvenil y estudiantil en esta ciudad. Dirigió marchas y
protestas que salían desde la Universidad.
-Cuéntame
más, más, dijo por teléfono. ¿Qué es de Rubén Aguilera?
Sí, Rubén
había sido presidente de la Federación de estudiantes de la Universidad del Norte.
(y ya no sé si se llama así)
Y me habló
al oído esa mujer, mientras yo tomé agua mineral para pasar la resaca de la
noche anterior.
-Dale
saludos a Rubén Aguilera.
Marcaba la
ees. Rubeeeen Aguileeera. Ese extraño
modo de marcar las ees.
No entendí
porque no le mandaba ella misma los saludos, si yo le di su correo electrónico.
En fin.
Cosillas de mujeres.
Hay cosas
sobre las que un editor debe hacerse el leso.
Ahora bien.
Ahora bien,
sé que a Rubén le gustaría que yo escribiera un ensayo muy sesudo sobre este
libro sobre zombis. Como si yo fuese un profesor universitario estructuralista:
“RA nació
el año 1948, estudió arte y castellano en
la Universidad del Norte. Dirige la revista O Tempora y bla, bla bla…”
Como un común
profe estructuralista chileno, un tipo de profesor con sobrepeso, de la cual
están infectadas las universidades chilenas.
Pero yo
sólo soy escritor, aunque a veces doy clases. ¿Y estructuralista? Naaa, odio al estructuralismo, como se sabe.
En fin. Qué
se yo.
Lo único
cierto es esta última anécdota verdadera que contaré ahora; dolorosa, claro. Fue el día
que salió su libro “Los Escarabajos” y allá, a diferencia de acá, se celebran
los libros con una fiesta.
Platónicamente
amaba Rubén a una chica hermosa, mezcla nórdica y andaluza, que llamaremos, por
razones prácticas, María Dolores. Rubén se preparó en mi departamento para ir a
la fiesta editorial, donde habíamos invitado a María Dolores. En la fiesta
Rubén le declararía su amor a María Dolores. “Me gustas cuando callas porque
estás como ausente y me gustaría estar contigo”. Algo así.
María
Dolores estaba allí con una coqueta minifalda amarilla.
En algún
momento Rubén le dijo lo que quería decirle hace rato.
Pero María
Dolores lo rehusó. Eso no era inusual, pero Rubén lo tomó a pecho. Vago un rato
entre gente que lo felicitaba.
-Me voy -me
dijo Rubén luego- se tomó un trago al seco y se marchó de la fiesta.
-Bonita, -fui
yo y le dije luego a María Dolores-,¿por qué le has hecho eso a mi amigo poeta,
bonita?
La bonita María
Dolores me miró con esos ojos muy verdes, la bonita.
-¿Pero,
Maja, no te da cuenta tú, lo que tú hace sufrí a ese poeta?
Se lo dije
con tono andaluz.
Y ella sonrió.
Eso sí que le pareció divertido a la bonita.
Qué más da.
De todas
estas cosas me acuerdo ahora cuando leo el original “Evangelio según mi zombi”
de Rubén Aguilera (Evangelium enligt min zombi), que ha publicado Heterogénesis
de Ximena Narea en Suecia, y que se une a las nuevas sagas poéticas sobre
pobres seres destrozados, indignos, tristes, descerebrados, que vuelven de la
muerte en busca de una siempre inalcanzable felicidad.
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