martes, marzo 21, 2017

El carácter de Cerrillos: El aire

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En Cerrillos el arte y la cultura deben constituir uno de los ejes para definir una identidad de la comuna , y para fundar un espacio narrativo que sea  integrador. El objetivo es propiciar el diálogo y la reflexión sobre la función de la cultura y el arte en una comunidad y aplicar estrategias de consenso de política pública.
EL AIRE
Gabriela Mistral
Esto que pasa y que se queda,
esto es el Aire, esto es el Aire,
y sin boca que tú le veas
te toma y besa, padre amante.
¡Ay, le rompemos sin romperle;
herido vuela sin quejarse,
y parece que a todos lleva
y a todos deja, por bueno, el Aire…
Los aeropuertos tienen un alma romántica. Narran un viaje.
La esencia de Cerrillos es el aire y el viaje, prepararse para viajar volando o el momento de abrazar y despedir desde la terraza a un pariente que eleva vuelo.
Yo mismo recuerdo que era muy niño cuando llegó mi padre de Lima, Perú, a Cerrillos y me trajo un regalo que no olvido. Fue un momento de alegría plena.  Mi padre era mi modelo con su bigote y su traje negro y yo lo esperaba en la terraza de la mano de mi madre Fresia que se había pintado sus labios de carmín.
Cerrillos es la cuna de la aviación chilena y la ciencia aeronáutica, donde se fundó el antiguo aeropuerto Santiago.
No se suponía que el Aeródromo viviría poco, pero fue casi tan efímero como un poeta. Vivió menos que el gran e inolvidable  Jorge Teillier, por ejemplo, con quien me pasé una tarde calurosa de enero, hablando de poesía rusa, mientras bebíamos un incierto pero cálido vino tinto.
Se suponía que el aeropuerto quedaría para siempre. No fue así. El aeródromo era frágil y muere solitario. Triste, solitario y final.
¡Qué forma más chilena de morir!
Nadie ha entregado una lágrima por el pobre. En nada nos conmueve su demolición.
Ahora Cerrillos cambiará drásticamente. Los terrenos del aeropuerto Cerrillos están preparados para una gigantesca operación inmobiliaria.
Será despostado como una res o un caballo gigante.
El loteo ya lo decidió el gobierno y lo ha anunciado la Ministra de Vivienda, Paulina Saball. En los terrenos del aeródromo Cerrillos vivirán más de 60 mil personas. La comuna casi duplicará su población en mediano plazo. Quizá en 15 años o 20 años la comuna de Cerrillos pasará de tener 70 mil a tener 130 mil habitantes.
No es un proceso de lo que ahora se llama de gentrificación,  el recambio de los vecinos o reocupación de los barrios históricos o patrimoniales.
No.
Aquí estamos frente a un proceso de densificación, y ocupación de los terrenos del aeródromo en manos de inmobiliarias.
El llamado Plan Bicentenario es un feto urbano que no ha nacido aún.
Tal como en la nueva novela de Ian McEwan, Cáscara de Nuez, el protagonista todavía está in utero, es un feto. Pero el feto ya siente con desagrado la penetración del pene del amante de su madre, a escasos centímetros de su nariz.
Las inmobiliarias tienen un humor socarrón, y bastará ver sus folletos de promoción del feto bicentenario, para imaginar que su pene ya está muy cerca de penetrar el ojo del feto.
Cerrillos enfrenta una tarea de ingeniería -imponente pero simplista- y constituye un levantamiento urbano que aumentarán las necesidades de educación,  salud y transporte o movilidad.
Dejar todo en manos de las inmobiliarias de dinero rápido es una solución tan facilista como irresponsable.
¿Cierto?
Existe el evidente riesgo que Cerrillos y su Plan Bicentenario se constituya en lo que se llama un NO Lugar. Un territorio aburrido y sin carácter. De esquinas peligrosas. Donde los vecinos cierran los ante-jardines con alambres de púas hasta el techo. Si las inmobiliarias construyen de modo unilateral, quizá el Plan Bicentenario se convierta en un NO Lugar, es decir, una banalización del territorio que subordinará la construcción de bloques y casas, sin tomar las condiciones patrimoniales y culturales.
Sería un hoyo negro que consume todo, donde no hay diálogo, interacción y comunicación vecinal y que, por falta de integración, aumentará la desigualdad y el creciente malestar y el deseo de linchamiento.
Ay de esos pasajes estandarizados y barrios degradados sin historia y donde la democracia está marchita y en proceso de muerte. Sin espacio, todos hacinados, cerca del infierno.
El poder político,  que debería pertenecer a los ciudadanos, radicará en círculos confidenciales con los lobistas y la especulación financiera.
Ese es un abominable barrio negro, duro e insensible.
Someterse a vivir allí sería una variante lenta del suicidio.
Aparte del reproche amargo y la desconfianza ¿qué se puede hacer?
La respuesta es obvia, amigos.
Habría que gestar una visión auténtica de integración cultural, una urbanización inteligente basada en el valor histórico del lugar. El valor simbólico cultural del lugar llamado Cerrillos es,  en este caso, el valor del vuelo, el valor del aire, “el aire que a todos lleva y a todos deja” (Gabriela Mistral).
El aire y el volar deberían ser sus valores culturales históricos.
El filántropo norteamericano Daniel Güggenheim, un apasionado de la aeronáutica, donó a Chile en 1928 cerca de 500 mil dólares para el fomento exclusivo de la aviación civil y fines educacionales en la ciencia aeronáutica. Con esos dineros, el Estado chileno compró en el año 1929, los terrenos de la Hacienda Los Cerrillos, y el aeródromo  fue inaugurado.
¿Qué hacer, entonces?
Para posicionar a Cerrillos en el circuito de la cultura y el arte uno podría ir y mostrar ejemplos destacados de desarrollo de polos culturales urbanos.
En Argentina hay una admirable experiencia de ciudad construida con criterios de inclusión comunitaria, como es el caso del barrio  Tupac Amaru de Jujuy en Argentina. No es una barrio “dormitorio”, ni es un barrio construido con la sola mentalidad del metro cuadrado, que es  la lógica de operaciones inmobiliarias. El barrio  Tupac Amaru es un barrio vivo y ciudadano. la han llamado la utopía de la ciudad compartida.
Obviamente, están además  los paradigmas, hoy clásicos en el tema, tales como la recuperación del puerto de Barcelona o la restructuración de Málaga, así como el impacto de la construcción de los museos Guggenheim (en Bilbao o en Sydney), y como parte de un proceso de recuperación y reurbanización  de áreas de la ciudad.
¡Qué más quisiéramos!
COMUNAS CREATIVAS Y DE INNOVACION
Estos procesos se fortalecieron luego con proyectos que pretendían sacar el arte a la calle para fomentar la inquietud artística en la ciudad creativa, con esculturas,  conciertos al aire libre de música en vivo, intervenciones artísticas, performances y otras propuestas culturales y de ocio.
Las calles como plataforma peatonales y de bicicletas para potenciar los negocios del barrio: galerías, librerías de viejo, restauradores, anticuarios, diseño, estudios de arquitectos, academias de música, de danza y de artes escénicas.
Hay todo un arsenal de ideas y un sinnúmero de agrupaciones con vasta experiencia en desarrollo urbano y valores patrimoniales. Todos los días se publican estudios. Y todos los meses se organizan seminarios y coloquios sobre “economía naranja”  y economías creativas.
Cerrillos, si deseara tener vocación de ser una polo urbano serio, dinámico y atractivo, debe atraer esas experiencias al debate.
Luego, habría que pensar en incluir  a los artistas, (arquitectos, diseñadores, profesores de universidad, científicos, escritores, artistas o músicos) y a las fuerzas creativas, no solo como posibles expositores o  disertantes de un debate necesario, sino, como residentes permanentes.
Sí, pues.
La dinámica o intensidad creativa debe atraer a profesionales asociados al talento creativo para potenciar su desarrollo y que jueguen un rol importante en la renovación urbana. Este entorno creativo, a su vez, atrae a más gente creativa, así como a empresas de capital creativo.
Los estudios indican que la cercanía de una industria creativa tiene una incidencia efectiva en el impulso de la actividad económica y la creación de empleo, además de un alto potencial para el fomento del conocimiento y la atracción de visitantes.
Existe en el paño del cadáver del aeródromo, en la avenida Cerrillos o Pedro Aguirre Cerda, el Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio, el nuevo Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, una Biblioteca pública moderna y el Centro Cultural Tío Lalo Parra.  Pronto se construirá allí el edificio consistorial y una plaza cívica. Hay una estación del metro en la cercanía que se inaugurará en algún momento. Existe el mayor parque urbano de Santiago, con ciclo vías ya instaladas.
Es decir, una parte de la infraestructura ya está disponible con aporte fiscal, es decir por aporte de recursos de todos los chilenos.
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NUEVA NARRATIVA PARA CERRILLOS
¿Y por qué no se hace?
¿En qué topamos?
Topamos con nuestro doloroso fatalismo del “así son las cosas”, un fatalismo tan universal como infame.
Esta revolución urbana necesitaría una institucionalidad basada en certezas jurídicas que represente un esfuerzo unido y consensuado entre el municipio, el gobierno, las empresas, las fundaciones culturales  y los vecinos organizados para promover procesos de desarrollo gestionados de forma más participativa. Y sobre todo con una drástica definición de su carácter cultural.
Además de la infraestructura se necesita el convencer de que las artes y la cultura tienen la capacidad de desarrollar una comuna a escala, atraer nuevos capitales, hacer crecer los barrios, su economía local y la seguridad en ellos.
Sí, amigos. Es una tarea difícil, uf, un sueño.
Sé que no es un camino de rosas, sé que los asuntos culturales se tratan marginalmente por los políticos y los apoyos reales a los temas culturales en Chile no se crean fácilmente.
Pero, la alternativa es, amigos, de algún modo, dejar que el feto se transforme en otro No Lugar.

NUEVA LITERATURA NORUEGA Complacientes versus flagelantes

REVISTA DE LIBROS
El Mercurio

NUEVA LITERATURA NORUEGA 
Complacientes versus flagelantes 

Un escritor chileno ofrece un panorama de las letras noruegas.
OMAR PÉREZ SANTIAGO

Hace un tiempo, los escritores noruegos animaron una querella de varios meses. La disputa llevada a cabo a través de las páginas del "Dagbladet", un sólido diario de Noruega, se sostenía entre dos posturas: por un lado, la liga de los complacientes afirmaba que la última literatura noruega gozaba de muy buena salud, o mejor aún, que vivía una edad de oro. Por otro lado, la logia de los flagelantes refutaba esto diciendo que la literatura noruega de los últimos años era mediocre y anodina.

El complaciente principal era Tore Renberg, quien ha escrito sobre el tema de la familia en libros como Matriarcado (1996) y Mamá, papá, niño (1997), y sobre la intolerancia religiosa en Purificación (1998). En el rincón de los flagelantes estaba Ari Behn, un joven bohemio que en 2002 se casó con la princesa noruega Marta Luisa, la hija mayor del rey Harold V. Behn había publicado un libro de cuentos, Aburrido como el diablo, que vendió más de 80 mil copias. En 2003 publicó una novela con cierto ruido, en la tradición beat, Traspatio, donde describe las experiencias de un gay en la comunidad homosexual de Tánger. Una obra que le ha significado en 2004 recibir el premio "Autor del Año" de una importante revista de Oslo y el premio "Hetero del año" por Blikk Magazine, reconocimiento a los heterosexuales que han hecho algún esfuerzo por la comunidad gay.

Noruega tiene sólo cuatro millones y medio de habitantes, y uno de los más altos índices de lectura del mundo (un promedio de 47 libros por año). Tempranamente los escritores y la literatura jugaron un rol importante en esa nación, quizás por su necesidad de diferenciarse de los daneses y de los suecos. Por razones nacionalistas y de identidad, los noruegos respetaron a sus escritores. Desde su edad de oro, sus clásicos nacionales como Henrik Ibsen, Knut Hamsun y Sigrid Undset, son un sostén que inspira respeto. Los noruegos consumen mucha televisión, cine e internet, pero los libros siguen en el centro de la sociedad. Saben que durante las tres últimas décadas ha ocurrido un claro reposicionamiento de la literatura.

La narrativa de los setenta era comprometida y agitadora. Dentro de los escritores más prominentes destaca Kjartan Flogstad (1944). Ambiciosas novelas son Cara y sello y, últimamente, Paraíso en la tierra, sobre un chileno de Antofagasta que sale a buscar a su padre noruego. Son libros de alto vuelo político con un tono algo burlesco. Flogstad, que ha visitado Chile en varias oportunidades, estuvo en la Feria del libro de Santiago el año pasado.

En los años ochenta hubo una fractura. Fue un período teórico y reflexivo. La literatura se volvió hacia sí misma y adquirió un especie de autonomía. Fue una década de la apertura creativa y de caos fértil. El niño maravilla de esta generación fue Jan Kjaerstad (1953), quien se dio a conocer con su colección de cuentos La Tierra gira lentamente (1980). Culto, consciente del lenguaje y, a la vez, orientado hacia los medios de comunicación, Kjaerstad es bastante posmoderno a la hora de escribir sobre "lo noruego". La novela La gran aventura (1987) es la historia de amor entre un escritor noruego y una estrella de televisión. En 2001, Kjaerstad ganó el Premio Nórdico de Literatura, el más prestigioso del norte de Europa.

De lenguaje minimalista, concentrado y musical, Jon Fosse (1959) imita el carácter repetitivo y persistente de la conciencia. En Plomo y agua (1992) aparecen las palabras "piensa él" más de diez veces en cada página, técnica que perfecciona en las novelas sobre el pintor Lars Hertervig: Melancolía I y Melancolía II (1996). En los noventa, Fosse ha llegado muy lejos como dramaturgo. Es el autor, al lado de Ibsen, más representado dentro y fuera de su país. Sin ir más lejos, dos de sus obras ya se han estrenado en Chile: "Alguien va a venir", con Amparo Noguera, y "El Hijo", con Claudia Di Girólamo en el papel principal, ambas dirigidas por Víctor Carrasco.

En los años noventa apareció una generación más orientada a los mass-media: escritores que a la vez eran guionistas de cine y televisión. Al igual que sus pares de otras latitudes, escriben principalmente en primera persona, sus relatos son lineales y sin experimentos formales acerca de mundos interiores en crisis y familias fracturadas. Es el caso de Erlend Loe (1969), que en 1996 publicó Naif. Super, vendió casi 40 mil ejemplares y se convirtió en un autor de culto, principalmente entre los jóvenes. Indolente, ágil y autoirónico - al estilo de Douglas Coupland- , Loe habla de la cultura pop, la televisión, la música de moda e internet. También son los temas de Linn Ullmann (1966), columnista y crítica literaria del "Dagbladet", quien además es hija del cineasta sueco Ingmar Bergman y la actriz noruega Liv Ullmann. Hizo su debut con Antes que te duermas, irónica novela con una amplia galería de personajes sobre una familia destrozada. El libro ha sido traducido al castellano por Mondadori.

Otro rasgo de estos autores es que hablan de modo distante sobre la violencia sexualizada, al estilo de Bret Easton Ellis en American Psycho. Nikolaj Frobenius (1965) publicó en 1995 una novela macabra pero muy recomendada, con aire de reflexión filosófica sobre el humanismo y la historia de las ideas: La lista de Latour (traducida al castellano por ediciones B).

La polémica que atravesó todas estas generaciones empezó cuando Jan Kjarstad - el corazón de la literatura ochentista- afirmó que no era la crítica noruega la enferma, sino la literatura. El joven Tore Renberg tomó el guante y salió en defensa de su generación. Afirmó que la literatura de los noventa era tan fuerte que cegaba. Los escritores, según él, habían salido directamente a buscar lectores y para ello crearon una obra capaz de inquietar, compitiendo con las ofertas del cine y la televisión. Sus logros estaban a la vista, aseguró.

El optimismo de Renberg irritó al joven Ari Behn. De los escritores de los ochenta dijo que eran "muchachos muertos". De los setenta, afirmó que habían terminado en el infierno de los hechos, sin mayor fantasía. Y acusó a los más jóvenes de inclinarse ante los más viejos, sin buscar lo nuevo, convirtiendo a la literatura en una disciplina académica. "Se necesita más marineros, que aman la vida y la aventura, y menos estudiantes, que aman la muerte y lo triste", fue su retórica. Pedía una rebelión literaria.

Karl Ove Knausgard sostuvo una posición algo ecléctica, entre complaciente y flagelante, pero igual estaba maravillado por el alcance mediático que habían logrado los escritores de los noventa, y eso a él le parecía significativo, pues habían logrado poner la literatura en el centro del debate. Se habló, entonces, de flirtear con el comercio y de subvalorar la literatura. Y se acusó a los escritores de los noventa de engreídos, de no saber esperar el paso del tiempo, y de que, con uno o dos libros publicados, no tenían derecho a pontificar. La discusión derivó al rol de la crítica en Noruega y si debía ayudar a los escritores jóvenes o mantenerse independiente.

La disputa en sí misma refleja el vigor de la literatura noruega, pero además resume de manera notable los conflictos que la literatura y la crítica siguen teniendo en el mundo.
Viernes 14 de Mayo de 2004