sábado, junio 17, 2023

La importancia de las traducciones actualizadas. El caso de Sören Kierkegaard. Abuso emocional como “Gaslighting” o “Goshting”. Diario de un seductor de Sören Kierkegaard, 1843

 


El libro “Diario de un Seductor” del danés Kierkegaard de 1843 debería llamarse: “La manipulación perversa por una mente diabólica”.

Trata sobre Juan, un hombre blanco, malhumorado en un paisaje urbano frío, la moderna Copenhague. Arropado como se debe estar cuando se camina sobre los adoquines de las calles de Copenhague, donde el viento helado te come vivo.

Juan, un hombre pálido y frío como los adoquines de Copenhague; frío, analítico y sórdido, aunque Juan cree que tiene un alma tierna y cálida, (como todos los arrogantes no diagnosticados).

La figura del seductor, la relación entre Juan, el seductor” -hábil en las artes del engaño -, y la joven e ingenua Cordelia de 16 años. ¿Para qué?

Para abandonar a Cordelia, para dejar a Cordelia sola con su desconcierto helado, en una noche brutalmente helada y lluviosa. ¿Qué hay más allá de esa desolación de Cordelia?

¿Aprender a sobrevivir?

Si se hace una relectura, veremos que hay detrás una "comunicación perversa" y, que según la describe la sicología, es un tipo de comunicación que, en este caso, Juan manipula a Cordelia y ejerce poder y control sobre ella.

Kierkegard en el Diario de un Seductor usó conceptos de la manipulación sicológica tales como "exacerbatio cerebri", “cuerpo parastático” "reflexividad en sí mismo", y aplicaciones de abuso emocional, hoy tan de moda, como el “Gaslighting” o “Goshting”. O "Actiones in Distans" (ejercer influencia a través del vacío o la distancia. Como la violencia a distancia o bullying que se ejerce hoy en las redes sociales).

La esencia de la manipulación. La importancia es enfatizar en la traducción conceptos que están en uso hoy. Es decir, una traducción que enfatice la visión de la seducción desde la sicología de la manipulación, término que se usa a veces para describir la aplicación de la psicología en contextos de persuasión o influencia. Kierkegard usó varios conceptos en su libro el Diario de un Seductor relacionados con este tema. Así tenemos el concepto de "exacerbatio cerebri", un término en latín que se utilizaba antiguamente para describir un estado en el que la actividad cerebral se volvía exagerada o intensa. También está el concepto de cuerpo parastático, que es una adaptación mimética o inmóvil en la sensualidad. O bien, el concepto "reflexividad en sí mismo", el proceso mediante el cual una persona se convierte en objeto de su propia reflexión y acciones de manera crítica e introspectiva. O "Actiones in Distans" influencia que actúa a través del vacío o a distancia.


miércoles, junio 14, 2023

NO SER FELIZ CON REGINE OLSEN, EL TRISTE SØREN KIERKEGAARD. Por Omar Pérez Santiago Revista Off The Record, nr 47, febrero 2023

 


La historia que les contaré es ominosa.

Un día caminé desde el centro de Copenhague hasta el cementerio Assistens, el panteón danés donde  está la tumba de Kierkegaard, el patriarca del existencialismo; un danés triste, hipocondriaco y melancólico.

Kierkegaard era un danés tan triste como su nombre: Søren Kierkegaard, traducido como Severo Cementerio.

El primer libro que yo leí del danés triste fue el “Diario de un Seductor”. Ese libro no me pareció triste. En cambio, muy entretenido. Ese libro de galantería enrevesada me sirvió de inspiración cuando yo escribía mis cuentos de mi libro “Memorias eróticas de una chileno en Suecia”.

El dramaturgo chileno Juan Radrigán vivió unos días en mi casa de Malmö, en los años 80. Presentó su obra canónica, “Hechos Consumados” en el clásico Victoriateatern. Una tarde caminamos a la playa de Ribban.  Era verano. Hacia calor. El día reluciente. Al otro lado se veía la ciudad de Copenhague. Radrigán entonces habló de Kierkegaard. Radrigán había construido un personaje existencialista “con ojos de animal botao”, el triste y taciturno Emilio,  de su obra Hechos Consumados.  Radrigán nunca fue creído o cínico. Sobresale. Con seguridad, Radrigán, fue el primer y único escritor chileno en descubrir un Kierkegaard literario.

Primavera de 1837. Kierkegaard. Copenhague. El 8 o 9 de mayo, en la casa de un compañero de estudios de teología, un tal Peter Rørdam que tenía tres hermanas. Una amiga las acompañaba, Regine Olsen de 15 años. Dicen que Regine era realmente hermosa. Aunque sus retratos me hacen dudar. Cosa de gustos.  Quizá confunden su belleza con su buen gusto en el vestir, su moda elegante, flotante y alegre, su lindo peinado de rulos. De cualquier modo, bella o muy bella, Regine quedó registrada en la historia danesa.  



Ella 15, él 24.

Tres años después,  el 8 de septiembre de 1840, Kierkegaard le propuso matrimonio. Estaban los dos solos en el salón de la casa de Regine.

Toca algo en el piano, Regine.

Entonces, de pronto, él agarró la partitura, la cerró con arrebato, la tiró sobre el piano y le dijo:

Oh, ¡La música me trae sin cuidado, es a ti a quien quiero, a quien no he dejado de querer estos dos años!

Kierkegaard le regaló a Regina un anillo de compromiso, emblema de su amor.

Pero, pronto le acecha la duda, una lucha interior, una enojosa incertidumbre. Un año después, en el  verano del 1841, Kierkegaard pone fin a su compromiso matrimonial.

Regine primero le rogó con un riff de canción.

—¡No me dejes!

Luego Regine sacó de su pecho una nota escrita por Søren; la hizo pedazos y le dijo:

Lo que has hecho es jugar conmigo a un juego atroz.

Le devolvió el anillo.

La comunidad de Copenhague era muy pequeña, un poco más de cien mil daneses. Un pueblín. Los rumores corrieron por sus calles de adoquines. Se preguntaron perplejos: ¿Es todo un pretexto? ¿Un pretexto de qué? ¿De qué huyes, Kierkegaard? ¿De qué estamos hablando?

Parece irracional, visceral, neurótico o sutilmente ominoso.

¿Auto tormento o añagaza o artificio?

Exasperados, los daneses murmuraban, tal como ahora se murmura en las hambrientas redes sociales sobre la separación de Shakira y Piqué.

En casa con su familia, Søren llora de angustia.

Nadie entendía bien por qué.

Era un llorón triste. Histrión.

Me voy a Berlín, dijo.

Huir a Berlín siempre ha sido un consuelo para un filósofo o  un escritor. Un metaverso del mejor exilio.

Después, el verano de 1843, Regine se comprometió con el abogado Johan Frederik Schlegel.

En 1855, Kierkegaard se desplomó en la calle.

¡Plaf!

Lo llevaron al hospital Frederik. Murió a los 42 años de tuberculosis el 11 de noviembre de 1855.  

En uno de sus dedos el muerto triste tenía el anillo de compromiso, el emblema del amor. El anillo se conserva hoy en el Museo de Copenhague, un fetiche danés que ahora es un emblema del remordimiento.



Kierkegaard fue velado en la Vor Frue Kirke, la Iglesia de Nuestra Señora. Hacía frío en Copenhague, ese frío maldito y ese maligno viento de  noviembre. A pesar del frío y el viento, la juventud espiritual de Copenhague de los círculos literarios llenó la neoclásica catedral, para despedir al triste y gran escritor. Entre ellos estaba su vecino, el escritor de cuentos infantiles, hijo de un proletario, el célebre Hans Christian Andersen.

Un día caminé desde el centro de Copenhague hasta el cementerio Assistens, el panteón danés. Visité la tumba donde  está enterrado el gran Kierkegaard, el danés triste, hipocondriaco y melancólico.

Allí descansa también su ex novia, Regine Olsen, que murió anciana en 1904 a los 82 años; murió sin olvidar a su ex novio, su pasión de juventud.

Cementerio de grandes escritores. Allí también está enterrado el otro gran escritor danés, su célebre vecino, Hans Cristian Anderssen. Los rumores biográficos dicen que H. C. Andersen también murió casto.

Y más al fondo del cementerio, la tumba del poeta romántico, Michel Strunge, muerto a los 27 años y de quien yo he traducido algunos de sus bellos poemas de amor juvenil.

Eso.