Sergio Badilla y Omar Pérez-Santiago
Las angustias de un mal pagado amor
Permítanme ser autobiográfico.
Un día de marzo, hace ya muchos años, hace ya muchos años, un día frío y mustio de marzo andaba con mi amigo Sergio Badilla, perdidos en una ciudad de nombre Helsinborg.
Pertenecíamos entonces a la secta de los Transterrados Escarchados.
Éramos un par de entristecidos y macilentos chilenos exiliados, cruzando un estrecho, perdidos en el frío.
Andábamos perdidos, ya lo dije.
Sergio andaba perdido -sufriendo las angustias de un mal pagado amor- por una señorita alemana de rizos cortos y de nombre simple como una gota de agua, Ute. Ella había desaparecido de su vida.
Yo andaba afligido por una sueca con nombre de soberana, Anna, cuyo recuerdo -miren lo que son las cosas- aún me desconcierta.
Mientras tanto y como un modo de dejar pasar el tiempo, desde Helsinborg tomamos un ferry, y desembarcamos luego en Elsinor (Helsingör). De ahí fuimos a ver el castillo Kronborg donde Hamlet consumó su tragedia.
En la explanada frente las altas entradas al castillo, Sergio saca de su mochila un sombrero doblado de pluma roja, y esperó y esperó colocarselo y decir unas palabras en su inglés algo afectado.
Creo recordar que Badilla repitió dos veces:
"The pangs of despised love, The pangs of despised love."
De algún modo, con este rito Badilla viajaba en el tiempo, con zozobra. En ese momento Badilla estaba atado al surrealismo o a un cierto tipo de estética automática. Allí quizás, frotó la lámpara para que apareciera un genio que le hablo de transrealidad. Como en el poema de Coleridge, fue al sueño y del sueño volvió con una rosa.
Las sorpresas no terminarían ahí.
En el restaurante pedimos un vino español de La Rioja y unos emparedados de alce. De pronto, fue el vino o la poesía trágica y melancólica, que nos hizo sentir cosas fantásticas en el castillo.
Una vela de nuestra mesa se encendió sola frente a nosotros.
Nos dio algo de miedo y no éramos lo únicos.
Le contamos a la camarera y ella nos explicó que estaba acostumbrada.
-A veces veo una sombra detrás de mí, agregó.
Inmediatamente una botella cayó de las estanterías.
Yo de pronto sentí un frío en la espalda y un olor a cadáver.
Inspirado en esta visita, hace ya muchos muchos años, Badilla escribió este poema:
EL PRÍNCIPE ACOSADO
Habito desde hace unos meses en una fortaleza de
paredes altas donde las puertas están siempre cerradas
Un príncipe como yo, necesita morar en un castillo verdadero
Sin embargo, Kronborg Slot está encantado
He visto varias veces al fantasma de mi padre en las escalinatas
y he observado desde lejos a mi madre con Claudio
En la explanada frente las altas entradas al castillo, Sergio saca de su mochila un sombrero doblado de pluma roja, y esperó y esperó colocarselo y decir unas palabras en su inglés algo afectado.
For who would bear the whips and
The pangs of despised love,
Creo recordar que Badilla repitió dos veces:
"The pangs of despised love, The pangs of despised love."
De algún modo, con este rito Badilla viajaba en el tiempo, con zozobra. En ese momento Badilla estaba atado al surrealismo o a un cierto tipo de estética automática. Allí quizás, frotó la lámpara para que apareciera un genio que le hablo de transrealidad. Como en el poema de Coleridge, fue al sueño y del sueño volvió con una rosa.
Las sorpresas no terminarían ahí.
En el restaurante pedimos un vino español de La Rioja y unos emparedados de alce. De pronto, fue el vino o la poesía trágica y melancólica, que nos hizo sentir cosas fantásticas en el castillo.
Una vela de nuestra mesa se encendió sola frente a nosotros.
Nos dio algo de miedo y no éramos lo únicos.
Le contamos a la camarera y ella nos explicó que estaba acostumbrada.
-A veces veo una sombra detrás de mí, agregó.
Inmediatamente una botella cayó de las estanterías.
Yo de pronto sentí un frío en la espalda y un olor a cadáver.
Inspirado en esta visita, hace ya muchos muchos años, Badilla escribió este poema:
EL PRÍNCIPE ACOSADO
Habito desde hace unos meses en una fortaleza de
paredes altas donde las puertas están siempre cerradas
Un príncipe como yo, necesita morar en un castillo verdadero
Sin embargo, Kronborg Slot está encantado
He visto varias veces al fantasma de mi padre en las escalinatas
y he observado desde lejos a mi madre con Claudio
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