Islandia, el país de las sagas, Björk y la naturaleza limpia y sana, está a la venta. Las autoridades, las pocas familias que gobiernan a sus 290 mil habitantes, llamadas El Pulpo, desean convertir Karahnjukar -en las tierras altas islandesas, uno de los últimos parajes vírgenes de Europa-, en un infierno de fundiciones de aluminio, las industrias más contaminantes y las principales responsables del efecto invernadero.
La multinacional del aluminio Alcoa cierra dos centrales en Estados Unidos y se traslada a Islandia donde los costes de producción son más baratos y donde puede contaminar más.
Karahnjukar encauza ríos glaciales alimentados por el glaciar Vatnajö kull, un ecosistema de fuentes y manantiales geotermales, ríos con unos bordes de musgo verde esmeralda, florcillas rojas y amarillas sobre las que nadie ha caminado jamás, cavernas de hielo y criaderos de focas.
Todo esto será dañado para siempre si no se evitan el proyecto. Para eso, hoy, en este verano islandés, acampan en el lugar cientos de europeos para intentar frenar este desastre.
En Chile hubo un proyecto similar, (Alumysa). Querían, los perlas, construir una fundación de alumnio en Puerto de Chacabuco (XI región). La empresa holandesa había proyectado la construcción de tres centrales hidroeléctricas, un puente, un puerto, 85 kilómetros de líneas de transmisión eléctrica, 95 kilómetros de caminos, entre otros. Esto, a cambio de la destrucción irreversible de una de las zonas más arcaicas del planeta.
Querían transformar a Chile en un basurero industrial, un región para empresas tóxicas.
Finalmente, este proyecto fue bajado frente a las presiones y la protesta.
Espero que eso ocurra también en Islandia, la bella Islandia.
Espero que eso ocurra también en Islandia, la bella Islandia.
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