De todos los lanzamientos de libros de la feria del libro, la presentación Del profesor Lagos a la Chica de Rojo, crónicas de la casta política del Reino de Estupidilandia se convertirá en mito. El libro recopila las crónicas políticas de Rafael Gumucio Rivas, que firmó como Diógenes de Pelequén, en las Ultimas Noticias.
Su hijo, Rafael Gumucio Araya, el editor de la Últimas Noticias, Patricio Abarca y el diputado y sobrino, Marco Enríquez-Ominami alabaron al escritor. Pero Gumucio inició su disertación tratándolos de siúticos. “Mi mamá decía que un siútico es aquel que alaba a un huevón en vida”.
Gumucio, con uso reiterado de la chuchada, criticó la "Borregolandia" y la “Tontilandia” de la política chilena y se rió de la mediocre casta de operadores políticos: “son moscas que andan alrededor del culo de un diputado o un senador. Cuando hay algo de caca siempre aparece una mosca, esos son los operadores políticos. Nunca van a ser nada, sólo moscas alrededor de la caquita.”
Prólogo del libro
Rafael Gumucio Rivas
La verdad, es que nunca se me había ocurrido escribir columnas y, mucho menos, que los Diarios las publicaran. En el transcurso de vida me he dedicado a burlarme de los mitos de la historia de Chile ante los pacientes alumnos de la Universidad Bolivariana, con miras a desarrollar el análisis y el espíritu crítico en el alumno universitario. De cuando en vez publicaba algunos artículos en la Revista Polis, de esta Universidad. Debo esta nueva pasión, que absorbe mis horas libres, al periodista Sergio Mardones que, después de una inesperada entrevista al Gumucio desconocido, una especie de jamón de sándwich entre mi padre, Rafael Agustín Gumucio, (fundador de la Falange Nacional) y mi hijo, Rafael Gumucio Araya, (escritor de renombre en las letras nacionales), sólo podía ocupar la Tumba del Soldado Desconocido, en la Plaza Baquedano que es tan falsa como la mayoría de los acontecimientos chilenos. No sé cómo se le ocurrió a Sergio Mardones ofrecerme una columna, nada menos que en la página política del diario Las Últimas Noticias. El seudónimo fue todo un acierto: Diógenes, el filósofo helenístico, que vivía en un tonel, y que se burlaba del poder; además, le agregamos de Pelequén ciudad que no conocía, pero me parecía muy chilena. Con el tiempo supe que se celebraba a Santa Rosa que, seguramente, debe ser muy parecida a la virgen Michelle.
Posteriormente, fui conociendo a los editores de Diarios electrónicos, como mis amigos Paul Walder, editor de El Clarín.cl; Raúl Gutiérrez , del Gran Valparaíso; César Carrasco, (amigo desde mi estada en Canadá, donde fui Agregado Cultural), director de Chile Informa, el doctor Hermes Benítez, que envía mis columnas a Piensa Chile dirigido en forma brillante por un ángel; Manuel Cabieses, director de Punto Final; a Patricio Abarca, director de Últimas Noticias. Y Paskin.cl Todos ellos son los responsables de haber dejado pasar mis insolentes estulticias.
No quise titular este libro como Crónicas Irreverentes, pues pienso que muy pocos seres humanos merecen reverencia. Por lo demás, pretendo ser un hombre respetuoso y honesto, que sólo se dedica a criticar lo que encuentra mal en nuestro país. La verdad es que no sirvo para la apología ni, mucho menos, para rendir pleitesía a quienes detentan el poder.
Las Crónicas se constituye en género literario, a mi juicio, mucho más valioso que muchas de las eruditas obras académicas; a veces bastan unas pocas páginas lúcidas e irónicas para presentar una época a algún personaje. El recuerdo de las sopaipillas, degustadas en el campo por el exiliado Padre Lecunza, retrata mejor el amor a Chile, que su famosa Segunda venida del Mesías en gloria y majestad. Algunas frases de Joaquín Edwards Bello bastan para pintar un personaje, como Pedro Montt o Ramón Barros Luco: La tontilandia; de los artículos de Genaro Prieto, en El Diario Ilustrado pintan, a la perfección, a los limitados habitantes de este país. Reconozco que tengo un dulce vértigo por el plagio, por esta razón uso y abuso del cándido Voltaire y de la Tontilandia del escritor Genaro Prieto y, para que no me sorprendan, llamo al Chile actual Borregolandia, Vencejolandia y con otros epítetos. Nada más entretenido que copiar las Vidas Paralelas, de Plutarco, aplicándolas a los mediocres políticos chilenos que, a veces se creen Julio César o Alejandro Magno. Por lo demás, dejémonos de hipocresías: todos los historiadores se plagian unos de otros: Encina, a Nicolás Palacios y Barros Arana, y así suma y sigue.
No pretendo ser un cronista, apenas me alcanza para un plumario columnista que sólo persigue, con esta obra recopilar una especie de conjunto de escritos que retratan un período corto -que los historiadores llaman escenario- que va desde octubre de 2005 hasta junio de 2006. Es una visión irónica y crítica desde la elección presidencial, hasta los cien días de la diosa Michelle. Espero que al lector le provoque, al menos, una sonrisa y, si no le agrada el sarcasmo, puede botarlo al basurero de la historia.
Agradezco a Antonio Elizalde, rector de la Universidad Bolivariana, quien me alentó a publicar estos trabajos; a Eduardo Yentzen, recopilador y corrector; a Ana María Sanhueza, que aportó sus artísticos y creativos diseños; en fin, a todos los editores de Diarios, que han tenido la paciencia de corregirlos y la amabilidad de publicar mis artículos.
Dedicado a mi señora, Clara Castro, a mis hijos, Rafael e Ignacio y a mi sobrino Marco.
Su hijo, Rafael Gumucio Araya, el editor de la Últimas Noticias, Patricio Abarca y el diputado y sobrino, Marco Enríquez-Ominami alabaron al escritor. Pero Gumucio inició su disertación tratándolos de siúticos. “Mi mamá decía que un siútico es aquel que alaba a un huevón en vida”.
Gumucio, con uso reiterado de la chuchada, criticó la "Borregolandia" y la “Tontilandia” de la política chilena y se rió de la mediocre casta de operadores políticos: “son moscas que andan alrededor del culo de un diputado o un senador. Cuando hay algo de caca siempre aparece una mosca, esos son los operadores políticos. Nunca van a ser nada, sólo moscas alrededor de la caquita.”
Prólogo del libro
Rafael Gumucio Rivas
La verdad, es que nunca se me había ocurrido escribir columnas y, mucho menos, que los Diarios las publicaran. En el transcurso de vida me he dedicado a burlarme de los mitos de la historia de Chile ante los pacientes alumnos de la Universidad Bolivariana, con miras a desarrollar el análisis y el espíritu crítico en el alumno universitario. De cuando en vez publicaba algunos artículos en la Revista Polis, de esta Universidad. Debo esta nueva pasión, que absorbe mis horas libres, al periodista Sergio Mardones que, después de una inesperada entrevista al Gumucio desconocido, una especie de jamón de sándwich entre mi padre, Rafael Agustín Gumucio, (fundador de la Falange Nacional) y mi hijo, Rafael Gumucio Araya, (escritor de renombre en las letras nacionales), sólo podía ocupar la Tumba del Soldado Desconocido, en la Plaza Baquedano que es tan falsa como la mayoría de los acontecimientos chilenos. No sé cómo se le ocurrió a Sergio Mardones ofrecerme una columna, nada menos que en la página política del diario Las Últimas Noticias. El seudónimo fue todo un acierto: Diógenes, el filósofo helenístico, que vivía en un tonel, y que se burlaba del poder; además, le agregamos de Pelequén ciudad que no conocía, pero me parecía muy chilena. Con el tiempo supe que se celebraba a Santa Rosa que, seguramente, debe ser muy parecida a la virgen Michelle.
Posteriormente, fui conociendo a los editores de Diarios electrónicos, como mis amigos Paul Walder, editor de El Clarín.cl; Raúl Gutiérrez , del Gran Valparaíso; César Carrasco, (amigo desde mi estada en Canadá, donde fui Agregado Cultural), director de Chile Informa, el doctor Hermes Benítez, que envía mis columnas a Piensa Chile dirigido en forma brillante por un ángel; Manuel Cabieses, director de Punto Final; a Patricio Abarca, director de Últimas Noticias. Y Paskin.cl Todos ellos son los responsables de haber dejado pasar mis insolentes estulticias.
No quise titular este libro como Crónicas Irreverentes, pues pienso que muy pocos seres humanos merecen reverencia. Por lo demás, pretendo ser un hombre respetuoso y honesto, que sólo se dedica a criticar lo que encuentra mal en nuestro país. La verdad es que no sirvo para la apología ni, mucho menos, para rendir pleitesía a quienes detentan el poder.
Las Crónicas se constituye en género literario, a mi juicio, mucho más valioso que muchas de las eruditas obras académicas; a veces bastan unas pocas páginas lúcidas e irónicas para presentar una época a algún personaje. El recuerdo de las sopaipillas, degustadas en el campo por el exiliado Padre Lecunza, retrata mejor el amor a Chile, que su famosa Segunda venida del Mesías en gloria y majestad. Algunas frases de Joaquín Edwards Bello bastan para pintar un personaje, como Pedro Montt o Ramón Barros Luco: La tontilandia; de los artículos de Genaro Prieto, en El Diario Ilustrado pintan, a la perfección, a los limitados habitantes de este país. Reconozco que tengo un dulce vértigo por el plagio, por esta razón uso y abuso del cándido Voltaire y de la Tontilandia del escritor Genaro Prieto y, para que no me sorprendan, llamo al Chile actual Borregolandia, Vencejolandia y con otros epítetos. Nada más entretenido que copiar las Vidas Paralelas, de Plutarco, aplicándolas a los mediocres políticos chilenos que, a veces se creen Julio César o Alejandro Magno. Por lo demás, dejémonos de hipocresías: todos los historiadores se plagian unos de otros: Encina, a Nicolás Palacios y Barros Arana, y así suma y sigue.
No pretendo ser un cronista, apenas me alcanza para un plumario columnista que sólo persigue, con esta obra recopilar una especie de conjunto de escritos que retratan un período corto -que los historiadores llaman escenario- que va desde octubre de 2005 hasta junio de 2006. Es una visión irónica y crítica desde la elección presidencial, hasta los cien días de la diosa Michelle. Espero que al lector le provoque, al menos, una sonrisa y, si no le agrada el sarcasmo, puede botarlo al basurero de la historia.
Agradezco a Antonio Elizalde, rector de la Universidad Bolivariana, quien me alentó a publicar estos trabajos; a Eduardo Yentzen, recopilador y corrector; a Ana María Sanhueza, que aportó sus artísticos y creativos diseños; en fin, a todos los editores de Diarios, que han tenido la paciencia de corregirlos y la amabilidad de publicar mis artículos.
Dedicado a mi señora, Clara Castro, a mis hijos, Rafael e Ignacio y a mi sobrino Marco.