De visita en Chile, mi hija traslada sus cajas con libros a su nueva casa en las cercanías de Talca, donde yo paso unas fiestas dieciocheras con familia, amigas y amigos. Hurgando en esas cajas me encontré con el libro del escritor argentino Mario Goloboff, Julio Cortázar. La biografía.
El libro me apresó y me distrajo varias horas de la activa vida social que ocurría a mi alrededor, como paseos a caballo, caminatas al río y juegos de brisca.
Lo terminé leyendo tirado en la verde hierba, bajo unas nubes muy blancas y un cielo muy azul de la región del Maule.
El libro es admirable pues repasa la cultura literaria de esas décadas, reubica sus obras y re plantea las interrogantes.
Me solazan los datos inútiles: me entero que Cortázar fue el que dibujó la rayuela que está en la portada de su libro. También las historias con sus mujeres: Aurora Bernández, Ugné Karvelis y Carol Dunlop.
Y esos temas elucidarios: La hora de los chacales cuando Heberto Padilla publica Fuera de juego en Cuba y Cortázar escribe:.
“De que sirve escribir la buena prosa
De qué vale que exponga razones y argumentos
Si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,
lo mutilan, le sacan lo que quieren , dejan de lado el resto”
O sus intentos de superar la división tradicional entre política y literatura.
Se discutía mucho si Cortázar era moralmente competente para escribir sobre Argentina, si vivía en París.
(Debate muy argentino, ¿no? Roberto Bolaño escribió todas sus novelas fuera de Chile, al igual que Isabel Allende).
De improviso, tirado sobre el pasto y mirando el cielo maulino rememoro a Julio Cortázar cuando visitó Chile de Salvador Allende. Una masa de periodistas y fanáticos alrededor del Palacio La Moneda y en el centro del tumulto se veía la larga figura de Julio Cortázar.
El libro copia al final el debate y cuchillazos de cuando Cortázar publicó El Libro de Manuel. Un libro muy de moda entonces. La Opinión Cultural publicó en 1974 bajo el título La responsabilidad del intelectual latinoamericano las discusiones argentinas sobre el Libro de Manuel, el premio Médicis que ganó en París y que Cortázar regaló a la Resistencia Chilena, en manos de don Rafael Gumucio.
Allí se refocilan María Rosa Oliver, Ricardo Piglia, Aníbal Ford, Ernesto Goldar, Haroldo Conti, Jorge Abelardo Ramos.
¡Qué contiendas!
El libro me apresó y me distrajo varias horas de la activa vida social que ocurría a mi alrededor, como paseos a caballo, caminatas al río y juegos de brisca.
Lo terminé leyendo tirado en la verde hierba, bajo unas nubes muy blancas y un cielo muy azul de la región del Maule.
El libro es admirable pues repasa la cultura literaria de esas décadas, reubica sus obras y re plantea las interrogantes.
Me solazan los datos inútiles: me entero que Cortázar fue el que dibujó la rayuela que está en la portada de su libro. También las historias con sus mujeres: Aurora Bernández, Ugné Karvelis y Carol Dunlop.
Y esos temas elucidarios: La hora de los chacales cuando Heberto Padilla publica Fuera de juego en Cuba y Cortázar escribe:.
“De que sirve escribir la buena prosa
De qué vale que exponga razones y argumentos
Si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,
lo mutilan, le sacan lo que quieren , dejan de lado el resto”
O sus intentos de superar la división tradicional entre política y literatura.
Se discutía mucho si Cortázar era moralmente competente para escribir sobre Argentina, si vivía en París.
(Debate muy argentino, ¿no? Roberto Bolaño escribió todas sus novelas fuera de Chile, al igual que Isabel Allende).
De improviso, tirado sobre el pasto y mirando el cielo maulino rememoro a Julio Cortázar cuando visitó Chile de Salvador Allende. Una masa de periodistas y fanáticos alrededor del Palacio La Moneda y en el centro del tumulto se veía la larga figura de Julio Cortázar.
El libro copia al final el debate y cuchillazos de cuando Cortázar publicó El Libro de Manuel. Un libro muy de moda entonces. La Opinión Cultural publicó en 1974 bajo el título La responsabilidad del intelectual latinoamericano las discusiones argentinas sobre el Libro de Manuel, el premio Médicis que ganó en París y que Cortázar regaló a la Resistencia Chilena, en manos de don Rafael Gumucio.
Allí se refocilan María Rosa Oliver, Ricardo Piglia, Aníbal Ford, Ernesto Goldar, Haroldo Conti, Jorge Abelardo Ramos.
¡Qué contiendas!
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