Mi ponencia en Lima, Perú, Coloquio Internacional de Literatura Fantástica,octubre 2012. Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar. Publicado en el periódico "El Insular", Chiloé y Llanquihue.
“Actualmente, la literatura fantástica oscila entre dos caminos. Uno, el
onírico, el de Henry James, el de Arthur Machen y el de Kafka; otro el
científico, el de Wells y el de Ray Bradbury, que prefiere atribuir sus
maravillas a invenciones mecánicas. El anillo de Gyges hace que su poseedor sea
invisible; Wells opta por un líquido imaginario en el que se baña un albino.
Ambos medios son lícitos. En cuanto a mí, creo tender al primero, al
onírico, al mágico, al tal vez real.”
Los caminos de la imaginación
Jorge Luis Borges
Revista Minotauro, Buenos Aires, Nº
8, noviembre de 1984.
1. En la nueva narrativa fantástica
existen dos subgéneros, dos corrientes precisas: la reconocida Escuela de la
Distopía, (la utopía que se deforma, que naufraga,) con obras tales como
Ygdrasil de Jorge Baradit, La segunda Enciclopedia de Tlön de Sergio Meier e
Identidad suspendida de Sergio Alejandro Amira. Copiosos en palabras,
información y en referencias, el origen de la escuela de la distopía o
subgénero de la fantasía épica donde se construyen mundos, es tributaria de
Johannes Kepler y su Somnium del año 1623.
2. La segunda la corriente, que aquí
llamaremos La Corriente de la Soledad o de la tristeza, moderniza la vieja
escuela de los asuntos existenciales góticos, lo terrorífico, lo mágico, lo
onírico y lo diabólico de la cultura popular, y que tendrá siempre su origen,
sin duda, en Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft. Es una literatura fantástica
relacionada con la creación de personalidades, de caracteres seculares, con sus
tragedias y su memoria y con la altura del idioma. Una nueva corriente muy
precisa entre los que se cuentan los libros Cuentos de gore, de locura y de
muerte del autor Pablo Espinoza Bardi , la novela gráfica Martin Warp, escrita
por Enrique Videla e ilustrada por Abel Elizondo y ahora, Mente Suicida y otra
muertes del escritor afincado en Quellón de la isla de Chiloé, Aldo Astete
Cuadra. Y hay el surgimiento de editoriales independientes que están sacando a
flote este nuevo espíritu.
3. La literatura fantástica y el
comic pueden acercarse. Por esa vía la narrativa gráfica y la narrativa
fantástica van en camino a tener relaciones serias. Ya se realizan comics con
valores literarios en Chile.
1. La Escuela de la Distopía
Esta corriente tiene una carga
abigarrada, premeditada, artificial, quizás barroca y donde transitan ingenieros,
esotéricos, moralistas, dibujantes y diseñadores. Uno de sus inspiradores es
Miguel Serrano propugnador de un esoterismo antártico que en 1957 publica Quién
llama en los hielos.
Estos escritores consideran, en su
mayoría, a Hugo Correa y su novela Los altísimos (1959) el cenit en la
construcción de un imperio galáctico. En la novela, Hernán Varela despierta
sobre una cama quirúrgica. Un señor (llamado L), su Cicerón, le informa que ha
sido tratado por una intoxicación alcohólica. Está rodeado de tipos bucólicos y
silenciosos que por alguna razón, al estilo de una película de gansters, lo han
suplantado. Se entera que está en Polonia, y después que está al interior de la
tierra. En realidad vive en una esfera con mundos interiores o anillos. Le
enseñan un idioma en cuestión de horas mediante un casco pedagógico.
Antoine Montagne, seudónimo del
ingeniero Antonio Montero, publica la novela Los Superhomos (1963) Un
científico crea hombres inteligentes, que después salen de su control y en un
mundo post atómico, la nueva raza dotada de poderes extraordinarios impone su
ley sobre los más débiles.
Durante los años 60 surge en el comic
las revistas: Rocket, Robot, Cómicnauta, Mampato, 5 X Infinito, Dimensión Cero
donde ocurrirá una parte de la narrativa fantástica en Chile. Dos protagonistas
deben citarse: Máximo Carvajal y Themo Lobos que demostraron gran interés en
los relatos fantásticos y las aventuras de ciencia-ficción.
De los escritores de los 80 de los
años se pueden citar, entre otros, Flores para un Cyborg (2003) del ingeniero
civil de la Universidad de Chile, Diego Muñoz y a Darío Oses con su Chile en
llamas (1998). La distopía propuesta por Oses presenta un fin de mundo a manos
de la codicia del modelo neoliberal a ultranza.
Distópica es también la obra De
repente los lugares desaparecen (1991), de Patricio Manns, sobre un mundo
llamado Moob Nwot, donde su personaje principal, Kirlian, puede desdoblar su
“aura”.
Neodistopía
Jorge Baradit y la novela Ygdrasil,
(2005) con un lenguaje funcional y barroco, nos cuenta de el capitán Ramírez
que infiltra el banco de México manipulando a una mujer, llamada Mariana. El
selkman lo rescata. La protagonista Mariana no sabe nada del mundo en que vive,
es una mujer naive y es víctima de un mundo de chamanes sin sensibilidad.
Mariana es una violada social.
A partir de un cuento de Jorge
Baradit se publicó una novela gráfica, Policía del Karma (2011), un libro de
gran formato, una ambición creativa gráfica del talentoso Martín Cáceres, sobre
un cuerpo policiaco, truculento y patológico. Con resabios del cuento de Philip
Dick, los nepaleses, unos videntes mantenidos en coma y colgados de ganchos,
les informan donde se encuentran los asesinos de una vida anterior.
La segunda Enciclopedia de Tlön
(2007) de Sergio Meier, del subgénero steampunk sobre imperios galácticos es un
libro que se divide en tres partes. Es la historia de la corporación Acuarius e
Isaac Newton y sus viajes a través de agujeros negros en la nave “S.S.
Melville”.
Sergio Alejandro Amira y su Identidad
suspendida (2008), es una novela sobre la secta “La Compañía” que usa redes
humanas y alta tecnología para dominar el mundo.
2. La escuela gótica existencial o la
escuela de la soledad
La escuela gótica existencial y todas
sus alusiones parentéticas como la escuela de la fealdad o de la muerte que en
una hora lo destruye todo, o todo tipo de danzas macabras, brujas, nigromantes
y heresiarcas, tiene un corpus riguroso de aportes literarios, pues sus autores
han estado en el centro del arte literario, escritos a la vez con más
inocencia, o más autenticidad, construyendo personajes inolvidables, como en el
libro canónico, (o sea inmortal), de “triste magia” (Borges dixit), de María
Luisa Bombal, La Amortajada (1938). Un personaje extraordinario, Ana María, que
desde la muerte, desde el cajón funerario, en un monólogo interior desde su
catafalco, reconoce y recuerda a los que pasaron por su vida. Una obra que
influenció a su amigo Juan Rulfo, creador de Pedro Páramo (1955).
Esta línea valiosa se ve reflejada
desde los años 50 en dos cuentos que aparecen en la antología preparada por
Enrique Lafourcade en 1959, Cuentos de la Generación del 50. Primero, es el
cuento Zipelbrúm de Alejandro Jodorowsky, y su personaje preciso, Octavio, que
soñaba liberar su voz y en la que hay reminiscencias de sosias, del Golem, o el
tema del doble –doppelgängen- con una estética hispérica, en que todo se hincha
y se deshincha, técnica que haría a Alejandro Jodorowsky un autor mundialmente
famoso.
El escritor Luis Alberto Heiremans,
con una suave delicadeza narrativa, en el cuento Miguelito un doctor cuenta que
Miguel Grajales, un hombre de 53, llega a su casa con una gata a la que llama
“Soledad”, una felina que al crecer se transforma en un monstruo y que termina
por acabar con él y con su empleada, Carmela, que muere con dos agujeros en el
cuello. La gata monstruosa -lo feo como un mal moral- quizás, metáfora de la
soledad como perversidad moral y asesina.
El año 1963 se publica la novela
corta Juana y la cibernética de Elena Aldunate. Es la inquietante y
sorprendente aventura voluptuosa de Juana, una señora de 44 años que no había
conocido el amor, encerrada una noche de Año Nuevo en su fábrica, cuando las
máquinas se metamorfosean y la poseen. Una máquina grosera y satánica,
animalesca, sucia y obscena. Y, sobretodo, la creación de una mujer penosa,
melancólica, depravada y masoquista en su terrible soledad.
Quizás el personaje más doloroso y
triste de esta corriente es Roberto, alias “Bobi”, de Patas de Perro, publicado
en 1965 por Zig-Zag, escrito por una personalidad, el escritor Carlos Droguett.
En sus 300 páginas con un monólogo interior relata una terrible historia de la
violencia con que es tratado un niño de trece años, “Bobi”, que posee -por un
accidente de la naturaleza o una brutal injusticia de Dios-, patas de perro.
El año 1967 surge también la
historieta de terror, y un personaje inolvidable, El Siniestro Doctor Mortis,
creación de Juan Marino, que relata y construye historias de vampiros, zombies,
brujas, hombres lobos, momias y fantasmas, dibujadas por las plumas de Máximo
Carvajal, Avelino García , Juan Francisco Jara y Óscar Camino, entre otros.
Tradición que retomarían ahora una nueva generación de guionistas y de
dibujantes, que han dado a luz In absentia Mortis (2011) guionizado por Miguel
Ángel Ferrada.
El poeta Tomas Harris, que desarrolla
una poesía muy cercana a esta escuela del infierno y el Apocalipsis, una
mixtura delirante y alucinante sobre la devastación de ciudades orgánicas y
latientes, un teatro del dolor. Y publica su frenético libro de cuentos La
Historia personal del miedo (1994)
Debe destacarse aquí en esta escuela
de lo gótico existencial, entre los talentos del comic de los 80, la narrativa
fantástica de Clamton, (Claudio Galleguillos) un dibujante profundo, original,
surrealista, creador de un personaje que crece y crece con el tiempo, llamado
Qumz, de origen vegetal y que poliniza bosques de paisajes del subconsciente,
mundos poblados de esporas, flores espinudas y amapolas y un peculiar estilo de
intuir la muerte. Claudio Galleguillos nació en La Serena el año 1968, ingresó
en la Escuela de Artes de la Universidad de Chile en el año 1986. La editorial
Trauko fantasía publicó, en el año 1990, su álbum Planetas, Cerebros &
Atomos. Clamton desapareció tempranamente el año 1994. Lo importante es que,
con sólo 25 años de edad, dejó ese libro, y ese libro inventó un mundo y un
personaje, Qumz, ajeno a las pesadas moralidades, que seguirá siendo señero en
la narrativa chilena.
Los Novísimos
El primer libro de cuentos de Aldo
Astete Cuadra, Mente Suicida y otra muertes (2012) son doce cuentos unitarios
por sus ambientes similares de lluviosos pueblos del sur, y que constituyen un
espejo por el que se desarrolla el malestar, el dolor, y la pesadumbre de
nuestro tiempo. No es extraño que Astete Cuadra viva en Chiloé, una isla o
sociedad mitológica creada a través de los siglos, a la cual el escritor viene
aportar su cuota a ese pozo de imaginación. El primer cuento, Mente Suicida es
una historia prolija, cuyo valor esencial es la construcción de un personaje,
un chico de Panguipulli, nacido en 1978, que vive al borde de la muerte. Es el
impulso infantil a enfrentar el peligro. Son los gestos suicidas. Frente a su
casa esperaba un vehículo a gran velocidad y cuando los veía venir, cruzaba a
toda prisa por delante de ellos.
“Hoy te mostraré algo muy entretenido
–el show acaba de comenzar- y ves un cuerpo hinchado sobre la mesa de
disección”, así comienza el cuento esquizofrénico Alicia de Pablo Espinoza Bari
del volumen Cuentos de Gore de locura y de la muerte (2011) Son breves y
monstruosos relatos que no tienen geografía, no tienen descripción de espacios
definidos, aunque uno se imagina que son los subterráneos del infierno, o el
Hades, un eterno lugar de pena, donde solo importa el personaje y su terror,
sujetos Lovecraftianos y exiliados del reino de los dioses, asesinos en serie y
chuscos que se creen benévolos, en ese reino de la podredumbre, del estiércol,
de la tortura, de parrillas y el dolor.
El poemario Der Golem (2011) de
Lacroix tiene un especial talento en su espíritu narrativo y entreteje una
historia de fervor cabalístico, un bildungsroman, un relato de mutación y
misterioso cambio radical. El poemario, un opus nigrum, mediante un ritmo
lírico obsesivo, arrulla una muerte, la drástica o definitiva presencia de la
muerte, la desaparición de su amada plagada de dolor, y, -como en el mito de
Orfeo, como en Los Sonetos de la Muerte de Gabriela Mistral-, baraja los deseos
de bajar a los infiernos, (o bajar a sí mismo), al moho fétido y graso, y salir
de allí convertido, mediante en un rito de purificación de sangre y vísceras,
de podredumbre y porquería, en un Golem, un hombre limitado, un hombre que ya
es uno con ella.
Dos historias paralelas ocurren en el
libro Martin Warp, (2011) escrito por Enrique Videla e ilustrado por Abel
Elizondo: Martín y su amigo Juan, realizan graffitis subversivos al estilo
Bansky, en una pequeña ciudad llamada Los Angeles y prueban el skate sobre los
techos de las casas. Martín vende películas piratas, roba ketamina y con la
ayuda de su “cinto espacio-temporal”, al estilo Mampato, se inyecta la droga
disociativa y alucinógena la que, al parecer, le permite viajar en el tiempo y
tiene ataques de epilepsia o le ocurren ciertos déjà vu con vuelos chamánicos.
Ese viejo hábito que es la tristeza
Esta última tradición de narrativa
fantástica, la Escuela de la Soledad, hereda una mirada cotidiana de los
espacios negados, la otredad, un terror o un misterio contiguo y onírico, en
que no hay elucubraciones pomposas y conspirativas sino sujetos del margen y de
la soledad existencial. Y de la violencia, habría que agregar.
Son cuentos que hablan de lo abyecto
y envilecido, tragicómico y desgarrado, la ausencia de amor, almas desoladas y
feroces. Parece que las circunstancias de esos pueblos en las que viven los
personajes son una fuente de sufrimiento, un dolor especialmente fecundo, un
desconsuelo desplegado, un nudo de amargura. Hay algo muerto en el fondo de
todos estos autores, una necrosis, una carencia de alegría.
Autores chilenos que pertenecen a la
tradición de María Luisa Bombal y Carlos Droguett, que escriben más cerca del
trance y que parece que escriben un mismo libro sobre un mismo tema, donde se
ventilan los viejos mitos, los sueños y las supersticiones de nuestra
intimidad, este espíritu o tradición literaria chilena donde se cobija ese
viejo hábito que es la tristeza, quizás una de las más íntimas pasiones
chilenas.
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