Publicado en el diario Arbetet de Suecia, domingo 10 junio 1991
La ciudad de Sofía –una de las ciudades Europeas más verdes- se silencia y en sus numerosos parques la gente por cortos segundos se queda pensativa cuando doblan las campanas de la iglesia rusa . Varias décadas en silencio se reúnen en este momento, todos esos años que las campanas no pudieron doblar en Sofía.
Damos vuelta la cabeza hacia el horizonte de la avenida y allá está el centro moderno de Sofía y su funcional arquitectura comunista.
El lado sur de la plaza 9 de septiembre limita con el ostentoso mausoleo de Dimitrov. Allí marchó la gente el año pasado y los más exaltados querían prenderle fuego al mausoleo donde Georgi Dimitrov (1882-1949), el padre del estado comunista, estaba embalsamado. Un sacerdote habló con energía a las masas, como un gallo de pelea elevado en el mausoleo de piedra iluminado por los focos del monumento. El convenció a las masas de no destruir el mausoleo. Al día siguiente llegó un helicóptero militar y levantó la estrella roja . El cuerpo embalsado de Dimitrov se sacó a escondida por la noche y se enterró en un lugar secreto.
Aún no se sabe quien le prendió fuego al edificio del partido, hacia el otro lado de la avenida. La oposición habla de provocadores y al actual jefe de partido, Dimitri Lilof se le llama “von” Lilof. La explicación está en un pedazo de historia europea: George Dimitrov fue acusado por los nazis de haber quemado el Reichstag en 1933. George Dimitrov es ahora un cuerpo desaparecido y el edificio quemado del partido comunista una marca del presente.
En este preciso momento, las campanas de la iglesia rusa han dejado de sonar.
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