Poetas: Sergio Infante, Adrian Santini, Sergio Badilla y Carlos Geywitz
DESDE SIEMPRE INCREDULO
Una luz se me resbala por la infancia:
estoy yo, niño, sentado
sobre mis abismosdías, nombrando,
hacia las doce de la noche
a un Santa Claus
que lucha por librarse
de su paracaídas.
El año 1990 nos encontramos en Santiago de Chile, en el Encuentro Hispanoamericano de Poesía, de la Universidad de Santiago. Es difícil olvidar ya esas sobremesas en un restaurante cerca de las Estación Central, con Jesús Ortega, Sergio Badilla, Jaime Siles, Teresa Calderón, Antonio Cisneros y otros poetas más.
La última vez que vino a Chile fue en el ChilePoesía, que dirige José María Memet, con otros tantos poetas que viven fuera de Chile (Waldo Rojas, Jorge Etcheverry, Hernán Lavín Cerda, Sergio Infante, Ludwig Zeller, Sergio Macías, Raquel Jodorowsky, Carlos Trujillo, Ronald Kay, Hernán Castellano-Girón y Óscar Hahn). Era el año 2005 y yo estaba allí sentado en unas sillas de plástico que habían puesto en la plaza de la Constitución cuando Carlos Geywitz leyó su poema emblemático con La Moneda a sus espaldas. Estaba contento.
Y la noticia ahora dice que Tito Estrella lo encontró en su departamento.
Tito Estrella, emblema de los años de exilio de Estocolmo, lo encontró ya muerto en su departamento.
Todo ha terminado.
Y me han dado ganas de poner una música dura.
Cierro con un poema sobre la muerte seductora de Sergio Infante, que lo imagino lloroso, hoy en Estocolmo de agosto.
EMBLEMATICA
¡Mira!
La muerte se desnuda
en tu ventana,
Y eso
de la osamenta y la guadaña
apenas era un chiste,
un chisme del más acá,
el último susurro
de un mal fabulador.
“Con nuestra púrpura fragancia
Los ángeles de ayer partimos camino al olvido.
Los días aquellos que oscurecieron los sueños
Reducidos a un susurro.
Muerte…"
Carlos Geywitz
Los ángeles de ayer partimos camino al olvido.
Los días aquellos que oscurecieron los sueños
Reducidos a un susurro.
Muerte…"
Carlos Geywitz
Carlos tenía 29 años cuando llegó a Estocolmo. Joven revolucionario de Concepción, estudió sociología, fue detenido por los militares y luego se exilió en Estocolmo huyendo de la dictadura chilena, junto a otros cientos de chilenos y argentinos perseguidos.
En la hermosa Estocolmo aprendió todo lo que tenía que aprender. Aprendió a tomar café, a tomar mucho café, como lo hacen la mayoría de los suecos. Nunca más “nescafé”. Aprendió a sacarse los zapatos al ingresar a cualquier casa. Aprendió a decir su nombre al contestar el teléfono: “Geywitz”. Aprendió a llegar a la hora.
Pero sobre todo, abrazó a la poesía y nunca más la abandonó. Con sus amigos, Sergio Infante, Adrián Santini, Sergio Badilla y Edgardo Mardones, (que ahora están desolados), fundaron el grupo Taller, uno de los grupos poéticos valiosos de la historia moderna de la poesía chilena, aunque aún no se encuentre una antología del grupo. Esos eran chicos muy creídos y muy serios en la poesía. No era fácil polemizar con ellos, ni entre ellos. Se la tomaban muy en serio. Tan comprometidos que Sergio Infante y Adrián Santini se hicieron doctores en literatura en la universidad de Estocolmo. La disputa de un solo verso en un solo poema podía significar que no se hablaran en semanas.
Y yo creo que soñaban conquistar el mundo cuando en 1981 viajaban en tren desde Estocolmo, pasando por Malmö y cruzando Dinamarca hasta llegar a Rótterdam, para participar a ese gran encuentro, el encuentro en Rótterdam, del Instituto para un Nuevo Chile.
Fue en el departamento de Sun Axelsson. Fue en la casa de la escritora sueca que supe que Carlos era el chico regalón de la dueña de casa. Lo mimaba. Y Carlos tradujo dos libros de la Sun al castellano.
En 1989 se organizó un encuentro mundialmente famoso en Estocolmo. El evento "La Reconstrucción del Tiempo" -un mito en los círculos de poetas chilenos-, se inició con una recepción en el departamento de Sergio Infante y Aurora Azócar. Recuerdo que estaban allí poetas que venían de Chile como Teresa Calderón, Diego Maqueira, Carmen Berenguer, Andrés Morales, Elicura Chihuailaf, y otros venidos de otros países como Gonzalo Millán, Tito Valenzuela, Juan Cameron y Walter Hoefler. Estuvieron también allí los argentinos Mario Romero y Cristian Kupchick y los uruguayos Roberto Mascaró, Sergio Altesor, Juan Carlos Piñeyro. Y se hicieron charlas en la universidad de Estocolmo, cuando aún Sergio Canut de Bonn estaba vivo. Sé que Canut de Bon estaba vivo, por que lo vi entrar a la sala apoyado en un bastón. Apoyado en un bastón pero vivo (Canut de Bon al Nóbel). Recuerdo muy bien el día del encuentro en el monumental auditorium del Moderna Museet de la calle Skeppsholmen de Estocolmo. Digo que lo recuerdo bien, pues Carlos leyó su entonces ya emblemático poema sobre el cerdito, Amacnédota, que producía una risa contagiosa en el público, aunque el poema era triste y desolado y crítico de la civilización. Carlos tenía un estilo rockero, algo duro, irónico e incrédulo:
En la hermosa Estocolmo aprendió todo lo que tenía que aprender. Aprendió a tomar café, a tomar mucho café, como lo hacen la mayoría de los suecos. Nunca más “nescafé”. Aprendió a sacarse los zapatos al ingresar a cualquier casa. Aprendió a decir su nombre al contestar el teléfono: “Geywitz”. Aprendió a llegar a la hora.
Pero sobre todo, abrazó a la poesía y nunca más la abandonó. Con sus amigos, Sergio Infante, Adrián Santini, Sergio Badilla y Edgardo Mardones, (que ahora están desolados), fundaron el grupo Taller, uno de los grupos poéticos valiosos de la historia moderna de la poesía chilena, aunque aún no se encuentre una antología del grupo. Esos eran chicos muy creídos y muy serios en la poesía. No era fácil polemizar con ellos, ni entre ellos. Se la tomaban muy en serio. Tan comprometidos que Sergio Infante y Adrián Santini se hicieron doctores en literatura en la universidad de Estocolmo. La disputa de un solo verso en un solo poema podía significar que no se hablaran en semanas.
Y yo creo que soñaban conquistar el mundo cuando en 1981 viajaban en tren desde Estocolmo, pasando por Malmö y cruzando Dinamarca hasta llegar a Rótterdam, para participar a ese gran encuentro, el encuentro en Rótterdam, del Instituto para un Nuevo Chile.
Fue en el departamento de Sun Axelsson. Fue en la casa de la escritora sueca que supe que Carlos era el chico regalón de la dueña de casa. Lo mimaba. Y Carlos tradujo dos libros de la Sun al castellano.
En 1989 se organizó un encuentro mundialmente famoso en Estocolmo. El evento "La Reconstrucción del Tiempo" -un mito en los círculos de poetas chilenos-, se inició con una recepción en el departamento de Sergio Infante y Aurora Azócar. Recuerdo que estaban allí poetas que venían de Chile como Teresa Calderón, Diego Maqueira, Carmen Berenguer, Andrés Morales, Elicura Chihuailaf, y otros venidos de otros países como Gonzalo Millán, Tito Valenzuela, Juan Cameron y Walter Hoefler. Estuvieron también allí los argentinos Mario Romero y Cristian Kupchick y los uruguayos Roberto Mascaró, Sergio Altesor, Juan Carlos Piñeyro. Y se hicieron charlas en la universidad de Estocolmo, cuando aún Sergio Canut de Bonn estaba vivo. Sé que Canut de Bon estaba vivo, por que lo vi entrar a la sala apoyado en un bastón. Apoyado en un bastón pero vivo (Canut de Bon al Nóbel). Recuerdo muy bien el día del encuentro en el monumental auditorium del Moderna Museet de la calle Skeppsholmen de Estocolmo. Digo que lo recuerdo bien, pues Carlos leyó su entonces ya emblemático poema sobre el cerdito, Amacnédota, que producía una risa contagiosa en el público, aunque el poema era triste y desolado y crítico de la civilización. Carlos tenía un estilo rockero, algo duro, irónico e incrédulo:
DESDE SIEMPRE INCREDULO
Una luz se me resbala por la infancia:
estoy yo, niño, sentado
sobre mis abismosdías, nombrando,
hacia las doce de la noche
a un Santa Claus
que lucha por librarse
de su paracaídas.
El año 1990 nos encontramos en Santiago de Chile, en el Encuentro Hispanoamericano de Poesía, de la Universidad de Santiago. Es difícil olvidar ya esas sobremesas en un restaurante cerca de las Estación Central, con Jesús Ortega, Sergio Badilla, Jaime Siles, Teresa Calderón, Antonio Cisneros y otros poetas más.
La última vez que vino a Chile fue en el ChilePoesía, que dirige José María Memet, con otros tantos poetas que viven fuera de Chile (Waldo Rojas, Jorge Etcheverry, Hernán Lavín Cerda, Sergio Infante, Ludwig Zeller, Sergio Macías, Raquel Jodorowsky, Carlos Trujillo, Ronald Kay, Hernán Castellano-Girón y Óscar Hahn). Era el año 2005 y yo estaba allí sentado en unas sillas de plástico que habían puesto en la plaza de la Constitución cuando Carlos Geywitz leyó su poema emblemático con La Moneda a sus espaldas. Estaba contento.
Y la noticia ahora dice que Tito Estrella lo encontró en su departamento.
Tito Estrella, emblema de los años de exilio de Estocolmo, lo encontró ya muerto en su departamento.
Todo ha terminado.
Y me han dado ganas de poner una música dura.
Cierro con un poema sobre la muerte seductora de Sergio Infante, que lo imagino lloroso, hoy en Estocolmo de agosto.
EMBLEMATICA
¡Mira!
La muerte se desnuda
en tu ventana,
Y eso
de la osamenta y la guadaña
apenas era un chiste,
un chisme del más acá,
el último susurro
de un mal fabulador.
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