José de
La pelota es un caramelo, que dará alegría y placer, un rico compensador de la incapacidad de los políticos hondureños de construir una democracia o de unir a su país. Una Honduras pobre, con su gente desnutrida, viviendo en malas viviendas, generalizadas enfermedades infantiles y bandas de delincuentes que aterrorizan en las zonas populares de las ciudades, ha sufrido de inestabilidad política. Un golpe militar derrocó el Presidente electo Manuel Zelaya el año pasado y tras una elección en noviembre fue elegido Lobo como presidente. Los únicos países sudamericanos que han reconocido el gobierno de Porfirio Lobo son Colombia y Perú.
Como en una parodia tardía y delirante del realismo mágico, quizás esperando que el fútbol sea la pócima maravillosa que cambie la insoluble crisis nacional, Porfirio Lobo viajó a Sudáfrica junto a su mujer, a sus tres hijos, y cien funcionarios públicos, en medio de fuertes rumores de que un golpe de estado se planifica en su contra.
Todos saben que Honduras nunca ha ganado un partido en un mundial y ahora están en un grupo difícil junto a Chile, España y Suiza.
Sería folclórico y tragicómico, sería una historia de payasos irracionales, que el extraviado presidente Lobo y sus cortesanos de guayabera deban pedir asilo en el país de Mandela.
Y no sería la primera vez que los politicastros y militares hondureños conviertan el fútbol en un justificativo de violencia y terror.
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