Había esta noche fría de Santiago, este invierno que no nos deja, dos premios nacionales en la sala: Faride Zerán (de periodismo) y José Miguel Varas (de literatura). Y había un candidato a Premio Nacional de literatura, Poli Délano, que sabrá mañana, según se dice, si es o no es el nuevo Premio Nacional. José Miguel Varas se inhabilitó de jurado por que ya había declarado que su candidato era Poli Délano.
Rotundas declaraciones de talentosos poetas treintañeros ante el desprestigio del premio.
JORGE TEILLIER:
“Creo que es el momento de cambiar el sentido del Premio Nacional de
Literatura. No debe darse por antigüedad sino por méritos literarios.
Debería darse cada tres años”
MIGUEL ARTECHE:
“El Premio Nacional debía darse cada tres o cada cinco años, porque en
Chile no hay tantos escritores como para otorgarlo anualmente. El dinero
debería reunirse en un premio grande”
ENRIQUE LIHN:
“Debo declarar que creo que es absolutamente necesario que se termine
el Premio Nacional o cambiarle el carácter. Habría que darlo en forma
mucho más espaciada. Está viciado por su carácter de “desahucio”. Debe
existir un premio literario que premie exclusivamente el valor literario
como tal. Pero últimamente se ha dado sin discriminación desde ese
punto de vista”
5 de septiembre, 1962.
En José Donoso. El escribidor intruso. Artículos, crónicas y entrevistas. Ediciones Universidad Diego Portales, 2004.
Me bajo del metro Los Héroes y camino hasta Almirante Barroso 10, la Universidad Alberto Hurtado. El crítico y ensayista peruano Julio Ortega está cómodo en el centro de un panel. La sala pequeña está llena de profes y alumnos. Ortega está placido, pues sabe que está en un ambiente intelectualmente controlado, como son hoy las universidades chilenas, aunque se llamen Alberto Hurtado.
El motivo es la presentación de su libro La imaginación crítica (un libro regordote que cuesta 10 lucas), y se aprovecha de hablar sobre la crítica literaria en el siglo XXI.