miércoles, diciembre 12, 2018
domingo, noviembre 25, 2018
¿Habrá llegado a tiempo la ley indígena?
La ciudad de Temuco huela a leña quemada. Extrañamente no llueve en Temuco: un sol cálido hace brillar los florecidos y amarillentos pica-pica en la vera del camino. Temuco ha crecido. Los economistas –los sabios de la década- informan que Temuco es la ciudad que más crece en Sudamérica. El nuevo e inmenso edificio del Arzobispado en la Plaza de armas, con una cruz católica pintada al costado, domina el valle. ¿Qué impostergable necesidad tenía el Arzobispado de construir este elevado edificio, en una ciudad de 250 mil habitantes, en que la mayoría de las casas son de un piso?
Es fácil darse cuenta de una ebullición intensa y positiva entre los grupos mapuches de Temuco. La nueva ley indígena ha salido y el presidente Aylwin la promulgó en Nueva Imperial. En la calle Carrera está ubicado el Centro de Documentación Mapuche Liwen, una ONG que dirigen el poeta Elicura Chihuailaf y Pedro Miraman. Escuchamos –frente a un enorme mapa de la región- las explicaciones sobre el mundo mapuche, sus organizaciones, sus diversas visiones mitológicas. Luego nos invitan a visitar a un grupo de mujeres mapuches que tienen una jornada de trabajo, en el local de otra organización, de nombre Nehuen. Unas 40 mujeres beben mate y hablan sobre educación sexual y aborto terapéutico.
Cosas de mujeres. La cultura mapuche asigna un papel decisivo –para el éxito de un objetivo- a la presencia plena e íntegra del deseo de la mujer. Hay también aquí amigas forasteras: una joven rubia de Canadá y Carmen Blanco, hija del legendario líder campesino peruano Hugo Blanco. Otra mujer nos explica el funcionamiento del alfabeto mapuche: se siente orgullosa, es su padre quien ha estado mejorando ese alfabeto.
En la calle Balmaceda, en la sede de Loncokilapan, Luis Inaipil nos explica que están en plena actividad de planificación de un programa de asesorías a las comunidades indígenas. Lo mismo ocurre en la sede de Millantú que dirige Jorge García. En algunas horas en Temuco nuestra sensación es que hay mucha actividad entre los grupos mapuches, mapuches urbanos, como ellos mismos se catalogan. Están preocupados por los más jóvenes, la necesidad de conversar sobre la identidad. Intentan transmitir ancestrales consejos, sentencias y proverbios más químicos que pedagógicos. Una tarea difícil en una país plagado de telenovelas pensadas en la barrio alto de Santiago.
A las seis de la tarde el sol empieza a caer y nos dirigimos hacia las afueras de Temuco. Cruzamos el puente nuevo que cruza el río y tomamos el desvío hacia Truftru. Gente en carreta va de regreso a sus comunidades desde Temuco, adonde han ido a vender sus productos a la feria Pinto o la de animales. El camino que vadea el río está húmedo. Nos bajamos frente a un cementerio que está al costado del camino. Las tumbas están rodeadas de unos cercos de madera que asemejan a una cama. Los colores son azules y verdes azulados que sobre el fondo anaranjado de la tarde dibujan un cuadro místico, mágico. Pronto aparecen, como de las sombras, gentes curiosas que nos observan, mujeres y niños, más allá hombres. Hablan en mapudungun entre ellos, se ríen. Hay algo de escepticismo, de desconfianza. La desconfianza al engaño y a la espada.
La noche y su inmensa oscuridad ha caído. Volvemos a Temuco y nos vamos a comer a una picada en la avenida Caupolicán. Es un lugar pequeño, pero cruzando una cortina blanca se encuentran los comedores. Hay mucha gente aquí. Un grupo celebra un cumpleaños. Una pareja susurra boca a boca sus amorosas cosas y en otra mesa hay varios hombres que conversan animadamente. Son dirigentes de la asociación Nehuen Mapu. Nos sentamos con ellos y la conversación empieza y termina en la nueva ley indígena. Son positivos a la ley, aunque creen que es sólo el primer fruto de una larga lucha. “la leyes siempre fueron hechas contra nosotros. Ahora esperamos que ésta tenga un signo diferente”, nos dice Mario Mallapi.
Al otro día nos internamos hacia Pichihue y nos vamos a saludar a la familia de don Carlos Linqueo. Su mujer, conocida en las comunidades mapuches por su amabilidad y solidaridad, no está en casa. “Anda comadreando” dice su hijo Carlos, mientras corta leña. Su hermana nos ofrece café de trigo y mate. Desde la cocina vemos a don Carlos tirar los bueyes. Pewun, el nombre mapuche de la primavera, significa brotar, tiempo de nacer brotes. Renace la primavera, las frías aguas se deslizan desde los nevados montes, y al soplo del céfiro se va abriendo el terruño, las yuntas empiezan a gemir bajo el peso del arado, hondamente sumido en los surcos. Allí brotarán papas.
Afuera hablamos con Clementina, hija de don Carlos, que teje una frazada. Pronto nos hacen compañía don Carlos, su hijo Carlos y su nieto Alejandro, de sólo tres años. Los tres nos observan desde cierta distancia, a veces sonríen y nos hablan en mapudungún con laconismo sugestivo. Son cordiales más no se mueven, no realizan ningún gesto corporal, los tres parados –padre, hijo y nieto- como estatuas en medio del campo. ¿Qué se sentirá estar quieto así en medio del campo? ¿Qué pensarán ellos realmente en su estrecha cercanía, en su íntimo enlace y silencioso diálogo con el mundo natural? La esquizofrenia del modernismo occidental, el divorcio entre la tecnología y el ambiente, llevó a la cultura a un desequilibrio peligroso. Ya está dicho: la reserva de las sociedades indígenas ya no son más sus selvas, sus tierras, sus costumbres, y ni siquiera sus ritos. Mucho ha sido devastado o está en planes de ser reducido. Hoy, por fin, surge una ley indígena, sobre la protección, fomento y desarrollo de los indígenas. ¿Habrá llegado a tiempo?
Es fácil darse cuenta de una ebullición intensa y positiva entre los grupos mapuches de Temuco. La nueva ley indígena ha salido y el presidente Aylwin la promulgó en Nueva Imperial. En la calle Carrera está ubicado el Centro de Documentación Mapuche Liwen, una ONG que dirigen el poeta Elicura Chihuailaf y Pedro Miraman. Escuchamos –frente a un enorme mapa de la región- las explicaciones sobre el mundo mapuche, sus organizaciones, sus diversas visiones mitológicas. Luego nos invitan a visitar a un grupo de mujeres mapuches que tienen una jornada de trabajo, en el local de otra organización, de nombre Nehuen. Unas 40 mujeres beben mate y hablan sobre educación sexual y aborto terapéutico.
Cosas de mujeres. La cultura mapuche asigna un papel decisivo –para el éxito de un objetivo- a la presencia plena e íntegra del deseo de la mujer. Hay también aquí amigas forasteras: una joven rubia de Canadá y Carmen Blanco, hija del legendario líder campesino peruano Hugo Blanco. Otra mujer nos explica el funcionamiento del alfabeto mapuche: se siente orgullosa, es su padre quien ha estado mejorando ese alfabeto.
En la calle Balmaceda, en la sede de Loncokilapan, Luis Inaipil nos explica que están en plena actividad de planificación de un programa de asesorías a las comunidades indígenas. Lo mismo ocurre en la sede de Millantú que dirige Jorge García. En algunas horas en Temuco nuestra sensación es que hay mucha actividad entre los grupos mapuches, mapuches urbanos, como ellos mismos se catalogan. Están preocupados por los más jóvenes, la necesidad de conversar sobre la identidad. Intentan transmitir ancestrales consejos, sentencias y proverbios más químicos que pedagógicos. Una tarea difícil en una país plagado de telenovelas pensadas en la barrio alto de Santiago.
A las seis de la tarde el sol empieza a caer y nos dirigimos hacia las afueras de Temuco. Cruzamos el puente nuevo que cruza el río y tomamos el desvío hacia Truftru. Gente en carreta va de regreso a sus comunidades desde Temuco, adonde han ido a vender sus productos a la feria Pinto o la de animales. El camino que vadea el río está húmedo. Nos bajamos frente a un cementerio que está al costado del camino. Las tumbas están rodeadas de unos cercos de madera que asemejan a una cama. Los colores son azules y verdes azulados que sobre el fondo anaranjado de la tarde dibujan un cuadro místico, mágico. Pronto aparecen, como de las sombras, gentes curiosas que nos observan, mujeres y niños, más allá hombres. Hablan en mapudungun entre ellos, se ríen. Hay algo de escepticismo, de desconfianza. La desconfianza al engaño y a la espada.
La noche y su inmensa oscuridad ha caído. Volvemos a Temuco y nos vamos a comer a una picada en la avenida Caupolicán. Es un lugar pequeño, pero cruzando una cortina blanca se encuentran los comedores. Hay mucha gente aquí. Un grupo celebra un cumpleaños. Una pareja susurra boca a boca sus amorosas cosas y en otra mesa hay varios hombres que conversan animadamente. Son dirigentes de la asociación Nehuen Mapu. Nos sentamos con ellos y la conversación empieza y termina en la nueva ley indígena. Son positivos a la ley, aunque creen que es sólo el primer fruto de una larga lucha. “la leyes siempre fueron hechas contra nosotros. Ahora esperamos que ésta tenga un signo diferente”, nos dice Mario Mallapi.
Al otro día nos internamos hacia Pichihue y nos vamos a saludar a la familia de don Carlos Linqueo. Su mujer, conocida en las comunidades mapuches por su amabilidad y solidaridad, no está en casa. “Anda comadreando” dice su hijo Carlos, mientras corta leña. Su hermana nos ofrece café de trigo y mate. Desde la cocina vemos a don Carlos tirar los bueyes. Pewun, el nombre mapuche de la primavera, significa brotar, tiempo de nacer brotes. Renace la primavera, las frías aguas se deslizan desde los nevados montes, y al soplo del céfiro se va abriendo el terruño, las yuntas empiezan a gemir bajo el peso del arado, hondamente sumido en los surcos. Allí brotarán papas.
Afuera hablamos con Clementina, hija de don Carlos, que teje una frazada. Pronto nos hacen compañía don Carlos, su hijo Carlos y su nieto Alejandro, de sólo tres años. Los tres nos observan desde cierta distancia, a veces sonríen y nos hablan en mapudungún con laconismo sugestivo. Son cordiales más no se mueven, no realizan ningún gesto corporal, los tres parados –padre, hijo y nieto- como estatuas en medio del campo. ¿Qué se sentirá estar quieto así en medio del campo? ¿Qué pensarán ellos realmente en su estrecha cercanía, en su íntimo enlace y silencioso diálogo con el mundo natural? La esquizofrenia del modernismo occidental, el divorcio entre la tecnología y el ambiente, llevó a la cultura a un desequilibrio peligroso. Ya está dicho: la reserva de las sociedades indígenas ya no son más sus selvas, sus tierras, sus costumbres, y ni siquiera sus ritos. Mucho ha sido devastado o está en planes de ser reducido. Hoy, por fin, surge una ley indígena, sobre la protección, fomento y desarrollo de los indígenas. ¿Habrá llegado a tiempo?
sábado, noviembre 17, 2018
“Ahora no tenía destino y había matado a un hombre”. El Fin, comic de Roberto Martínez Lozano. Guión de Omar pérez Santiago en base a cuento de Jorge Luis Borges
El fin, comic de Roberto Martínez Lozano. Guión de Omar Pérez Santiago. Basado en un cuento de Jorge Luis Borges. Publicado en Revista Límite, Santiago, 1995. “Ahora no tenía destino y había matado a un hombre”
lunes, noviembre 05, 2018
El pezón de Sei Shōnagon: una juventud erotizada e individualista
El Pezón de Sei Shonagon, según Emilio Gutiérrez |
Omar Pérez Santiago
Editorial: Los Perros Románticos
Reseña: Fran Gaete Trautmann
Lujuria por un pezón que es deseado por varios. Venerado pezón de una joven que es astuta, ardiente y deseada, si deseada como el oro.
Crea una atmósfera sexual más que sensual. Hipnotiza a los hombres con ese botón mamario que atesorarían y las mujeres envidian a la protagonista del pezón llamada Sei Shōnagon.
La estética, el arte, la fantasía erótica se une en este libro de Omar Pérez Santiago, escritor y traductor chileno.
“No hay mayor felicidad en el destino de un artista que en la plenitud de la vida, en los años creadores, descubrir una misión” (página 25).
En la página 31 describe muy bien lo que representa el pezón: “los pezones representaban una respuesta introspectiva de sentimientos oscuros o problemas irresueltos de sus vidas y existencia”.
A veces fría, a veces candente. Ella busca placer. Y tiene una idea que mientras más feo sea el hombre, mejor en la cama. Es ahí que conoce a Matsuo, un estudiante de arte al igual que ella que realmente no tiene ninguna gracia, no es estupendo, pero dibuja bastante bien. Por eso hace un dibujo extraordinario del pezón de Sei y todos quedaron locos. Y fue subida a las redes sociales. Ahí comenzó a derrumbarse la relación entre ellos dos.
Ella es todo lo que la modernidad nos muestra en la actualidad: los likes, la música, el arte contemporáneo, el look de pelos de varios colores y una desfachatez que demuestra sin vergüenza ante la gente. Utiliza a los hombres, perversa, pero encantadora.
En un mundo super actualizado un “like” significa el mundo entero, validarse, pero para otras como Matsuo Bashō el eterno enamorado de la joven artista que comenzó a sacar provecho su pezón para darse a conocer. Y él moría por eso, le daba mucha pena. Él lloraba por ella, ella, que, a pesar de ser feo, feo, le puso atención y luego de la obra de arte ella quedo como la reina digital y él como el bufón inexistente. Ella lo utilizó. Estaba en resumidas cuentas cansado de lo que estaba sucediendo.
El internet más lo erótico juega en la imaginación de la chica. Mientras mas me gusta, mas se siente poderosa. Lo extraño que al mostrar algo tan íntimo como su pezón la hace vulnerable y más aún, superficial.
Llama la atención en la parte psicológica que provoca este libro: la falta de libertad y privacidad. Uno es dueño de hacer lo que quiera hacer, sin embargo, el sobre exagerar su vida privada, “mostrando el pezón”, hace que se debilite la vida común y corriente de una persona.
Tras las páginas del libro, se van constituyendo nuevas aventuras artísticas eróticas, en el cual nuevamente internet y las redes sociales juegan un rol primordial para mostrar lo masoquista que el arte puede llegar hacer.
Lo interesante del libro es como el arte, la era del internet y lo sexual se envuelve como si fuera de lo más normal.
martes, octubre 16, 2018
Viejas entrevistas
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jueves, octubre 11, 2018
Homenaje internacional a Borges. Clarín de Buenos Aires
Clarín de Buenos Aires
Por Daniel Mecca.
“Leí una entrevista en el diario El País de España a un señor que fue médico y trató a Borges sobre su eventual impotencia, el doctor Kohan Miller. También leí que Silvina Bullrich había dicho que Borges era virgen. Eso y los rumores persistentes y la sexualidad de Borges me llevaron a Estela Canto y su relación. Me generó interés su relación sustentada en malos entendidos: el encuentro entre 2 personas con diferentes formas de ver la vida."
El escritor chileno Omar Pérez Santiago le resume así a Clarín cómo fue que terminó escribiendo el guión de la película La novia de Borges, estrenada en 1990... en Suecia, con actores y parlamentos en sueco.
Ocurrió en la sala del Konsthallen de Malmö, la más importante institución de arte de la región. El filme dura 45 minutos y se presentó en festivales.
Pérez Santiago conoció en el país nórdico al director peruano Ricardo Arroyo y ya habían trabajado juntos en el cortometraje Plikten, El deber.belga
La novia de Borges no se llegó a hacer en español. Y la única excepción en el elenco sueco fue la argentina Gloria Leyland, que interpretó a la madre del escritor, doña Leonor Acevedo.
En YouTube hay 2 fragmentos.
1: GEORGIE Y LA MAMÁ
Suena el teléfono. El ruido queda colgando en la pieza. Vuelve a sonar. La madre lanza una mirada acuchillada a su hijo. Borges se levanta evitando su mirada y contesta.
—Usted está llorando…, Estela…, cálmese, voy ahora para allá…, encontrémonos en el café. Sí…, ahora mismo.
Borges cuelga y va a colocarse el abrigo. La madre se levanta. Ya no puede controlarse. Le habla duro.
—Creo que esta situación es ya humillante, es una vergüenza. Todos se ríen de ti. Ella juega contigo. Es una mujer mala, es una bruja.
—Madre, ella me necesita…, no está bien…
—¡Qué ciego eres! Ella viene aquí, insulta a tu madre en su propia casa y tú te vas corriendo tras ella. ¿Y yo? No te preocupas por cómo yo me siento.
—Madre, no es así…
—No te preocupas de tu madre…
—Madre…
Borges se abrocha el abrigo.
—¿Saldrás?
—Sí, madre, le prometí que iría…
—¿A qué hora vuelves?
—Pronto, madre, pronto…
—No deseo cenar sola… ¿En una hora?
Ella negocia, chantajea, presiona.
—2, madre.
—Una hora y media... Tu madre no desea cenar sola…
—Bien, madre: una hora y media.
2: CHARLA DE PAREJA
—Es extraño, Estela: me parece haberla conocido hace mucho tiempo. Quizás la historia es un círculo y nada es ya que no haya sido y que no será.
—Georgie, no me dirás que tú también perteneces a la secta de los monótonos. La explicación es más simple: yo te conocí de niña. Tenía 10 años. Tú pasabas frente a mi casa cada día. Yo te observaba desde la puerta.
—El tiempo es un arduo y tembloroso problema.
—Sí, pero tú eres el mismo.
—¿Usted cree?
—La misma silueta. Concentrado, irritante, casi ridículo. A mí, en cambio, me gustan los hombres que me necesiten. Un hombre que me recuerde que soy una hembra, un animal. Ahora soy adulta.
—Joseph Conrad, ¿lo has leído?
—Un poco largo. Una historia de amor debe ser imprevista, como una flor, un olor. Lo único que uno puede hacer es sonreír débilmente o exclamar: "¡Aaah…!".
—El amor, una flor un poco peligrosa.
—¿Qué es el amor? Explícame qué es el amor, Georgie.
—Bueno, si yo logro entender...
—¿Entender? El amor no se necesita entender, uno debe perder la conciencia. Pasión, desesperación. Uno debe morir en los brazos del amante. ¿No lo has sentido así, Georgie?
—No, Estela, en verdad no.
Homenaje internacional
En 1993 el chileno Omar Pérez Santiago editó el guión como libro, con el mismo título: La novia de Borges. Era una nouvelle o, según le dice a Clarín vía Facebook, "realidades ficcionadas".
—¿Qué representaron en tu carrera la película y el posterior libro?
—He sido un admirador del poeta: yo lo viví todo como un homenaje.
—¿Se conocía la historia de Estela Canto y Borges en Suecia?
—No. Borges había sido traducido por Lasse Söderberg, pero era en los años 80. Borges era un escritor para iniciados, es decir para literatos. Hoy, sin embargo, Borges es una estrella pop en el mundo.
El libro tuvo una segunda edición y se agotó.
—¿Sorprendió que un escritor chileno y un director peruano estrenaran en Suecia una película sobre un escritor y una traductora, ambos argentinos?
—Mucho. Y circuló la idea de que había una pequeña cofradía medio secreta de adoración a Borges. Muy al estilo borgeano.
—Habiendo investigado sobre la vida de Estela, ¿cómo la definirías?
miércoles, octubre 10, 2018
EL PEZÓN DE SEI SHONAGŌN: UNA JUVENTUD EROTIZADA E INDIVIDUALISTA
El pezón de Sei Shonagōn
Omar Pérez Santiago
Editorial: Los Perros Románticos
Reseña: Fran Gaete Trautmann
Lujuria por un pezón que es deseado por varios. Venerado pezón de una joven que es astuta, ardiente y deseada, si deseada como el oro.
Crea una atmósfera sexual más que sensual. Hipnotiza a los hombres con ese botón mamario que atesorarían y las mujeres envidian a la protagonista del pezón llamada Sei Shōnagon.
La estética, el arte, la fantasía erótica se une en este libro de Omar Pérez Santiago, escritor y traductor chileno.
“No hay mayor felicidad en el destino de un artista que en la plenitud de la vida, en los años creadores, descubrir una misión” (página 25).
En la página 31 describe muy bien lo que representa el pezón: “los pezones representaban una respuesta introspectiva de sentimientos oscuros o problemas irresueltos de sus vidas y existencia”.
A veces fría, a veces candente. Ella busca placer. Y tiene una idea que mientras más feo sea el hombre, mejor en la cama. Es ahí que conoce a Matsuo, un estudiante de arte al igual que ella que realmente no tiene ninguna gracia, no es estupendo, pero dibuja bastante bien. Por eso hace un dibujo extraordinario del pezón de Sei y todos quedaron locos. Y fue subida a las redes sociales. Ahí comenzó a derrumbarse la relación entre ellos dos.
Ella es todo lo que la modernidad nos muestra en la actualidad: los likes, la música, el arte contemporáneo, el look de pelos de varios colores y una desfachatez que demuestra sin vergüenza ante la gente. Utiliza a los hombres, perversa, pero encantadora.
En un mundo super actualizado un “like” significa el mundo entero, validarse, pero para otras como Matsuo Bashō el eterno enamorado de la joven artista que comenzó a sacar provecho su pezón para darse a conocer. Y él moría por eso, le daba mucha pena. Él lloraba por ella, ella, que, a pesar de ser feo, feo, le puso atención y luego de la obra de arte ella quedo como la reina digital y él como el bufón inexistente. Ella lo utilizó. Estaba en resumidas cuentas cansado de lo que estaba sucediendo.
El internet más lo erótico juega en la imaginación de la chica. Mientras mas me gusta, mas se siente poderosa. Lo extraño que al mostrar algo tan íntimo como su pezón la hace vulnerable y más aún, superficial.
Llama la atención en la parte psicológica que provoca este libro: la falta de libertad y privacidad. Uno es dueño de hacer lo que quiera hacer, sin embargo, el sobre exagerar su vida privada, “mostrando el pezón”, hace que se debilite la vida común y corriente de una persona.
Tras las páginas del libro, se van constituyendo nuevas aventuras artísticas eróticas, en el cual nuevamente internet y las redes sociales juegan un rol primordial para mostrar lo masoquista que el arte puede llegar hacer.
Lo interesante del libro es como el arte, la era del internet y lo sexual se envuelve como si fuera de lo más normal.
El autor ha escrito varias obras, como “Escritores y el Mar” (2002) y se presentó en el último Primavera Libro en el Parque Bustamante.
domingo, septiembre 09, 2018
El pezón de Sei Shōnagon de Omar Pérez Santiago. Por Jorge Calvo
Omar Pérez Santiago |
Esta novela es la más reciente obra de
mi amigo el escritor Omar Pérez Santiago quien ya ha publicado una serie de
libros, cuentos y novelas y quien suele
abordar este tema, un tanto lúdico, y bastante estimulante. Pero también
ligeramente peludo.
Conocí a Omar Pérez hace ya unos
treinta años en una época en que todos éramos escandalosamente jóvenes. Finalizaba
el año 1986. Era el último día de noviembre, hacía mucho frío y había nevado de
modo que un manto blanco cubría las veredas y el parque del Rey de la ciudad de
Malmoe. Nos presentó un amigo común, el escritor sueco Fredrik Ekelund,
estábamos en su casa en el barrio antiguo y muy pronto sonó música, se
descorcharon algunas botellas y desde la noche, cantando, aparecieron unas muchachas que volvían de
haber visto el musical El Hombre de la Mancha. Pronto aquello cedió lugar a una
atmosfera lúdica y erótica. En algún momento, avanzada la noche, salimos al
Parque a jugar a la pelota, los suecos corrían descalzos sobre la nieve.
En los días siguientes coincidimos con
Pancho en el café Siesta y me mostro algunos de los cuentos que publicaría en
las Memorias eróticas de un chileno en
Suecia. Dos o tres años más tarde se embarcó en la escritura de un guión y
la producción de una película, y hasta actuó en el rol principal interpretando
a Borges, la película se titula La Novia
de Borges, y fue a filmada en Budapest.
Cuento todo esto para señalar que el
tema del erotismo siempre ha estado presente en nuestras literaturas y
conversaciones. Sobre la novela breve que me toca en suerte presentar en esta
oportunidad puedo decir, citando a George Bataille -considerado el verdadero y legitimo padre
del erotismo moderno: y metidos en el área chica de este tema –que mucho
consideran escabroso- en la esencia o lo medular Bataille sostiene que “El punto de encuentro de los amantes es el
delirio de desgarrar y ser desgarrado.
Ninguna comunicación es más violenta”
La
verdad indesmentible es que en nuestro actual modo de vida, el ser
humano ha extraviado su dimensión sagrada.
El
ciudadano moderno, entregado por entero a una infinidad de actividades
rutinarias –esquemas, desplazamientos, metas–, sumado a la cantidad de horas
desperdiciadas en los tacos, finalmente ha acabado lejos de la intimidad que lo
define como ser humano. Extraviado en el sistema de los compromisos, dinero
plástico, mall y consumo se debate
día a día en un mundo sin vida que, no obstante, se le presenta como la
sempiterna Shangri-La, el paraíso
prometido- un sistema perfecto con la tarjeta de crédito como síntesis de todos
los sueños. Definitivamente estancado en esa perpetua correa sin fin, el ser
humano (hombres/mujeres) se encuentra a una distancia sideral de la fiesta, del
carnaval en medio de los espesos bosques y del libre ejercicio del deseo. El
sistema ofrece sustitutos: droga sintética y de la otra, vaginas plásticas,
soma y consoladores automáticos. Pornografías diversas: veinte, mil, millones o
si se quiere cincuenta sombras que
distan años luz del erotismo.
Otro escritor, el poeta y ensayista mexicano
Octavio Paz, al analizar y escribir sobre el tema dice que “...para Bataille
el erotismo, la muerte y el pecado son conceptos equivalentes o signos intercambiables que repiten el mismo
significado: apuntan a la absoluta y despiadada nada en que habita el hombre
y su irremediable abyección”
En la novela de Omar Pérez Santiago–astutamente
ambientada en una capital del mundo posmoderno como lo es Tokio- aparecen estos
personajes que además deambulan o existen en el terreno del arte, ambos son
estudiantes y por ende son compañeros en una hiper moderna escuela de arte, la
Tokio Geidai. De un lado aparece el protagonista Matsuo Bashō que nos narra desde su perspectiva su encuentro, los roces
y las citas cargados de erotismo y la poderosa succión a la que se ve sometido
por los siempre activos encantos de ella, Sei Shōnagon la protagonista y eje central de la historia.
No solamente se sabe bella y atractiva
además posa, modela, incita, provoca a generado un mito en la escuela y
especialmente entre los alumnos varones sobre las delicadas y sensibles zonas
erógenas de su cuerpo, elevando uno de sus pezones, que tiene sabor a canela, a
la categoría de deidad. Imágenes del pezón circulan en diversas imágenes,
dibujado, pintado, fotografiado, sometido a métodos de transparencia, viralizado
recorre las redes, lo watsappean, lo envían como mensaje. Ella gradualmente .y
en función del pezón, va adquiriendo notoriedad, se vuelve famosilla, ingresa a
dimensiones mitológicas, la buscan, para fotografiarla, filmarla y hacer
películas con ella,
Es la imagen en la retina de todos, la
adoran, la aman, se masturban con ella.
Sei Shōnagon deviene orgasmo electrónico, un manjar de impulsos eléctricos: icono virtual.
Sei Shōnagon deviene orgasmo electrónico, un manjar de impulsos eléctricos: icono virtual.
Hasta que ciertas bandas, hackers,
mafiosos virtuales, depravados de toda laya, traficantes de niñas y señoritas
se fijan en ella. En cambio el narrador solo la ha visto a veces. Pero la sigue
y la vigila. Entre tanto de vez en vez aparecen por aquí y por allá cadáveres
de chicas que han sido abusadas asi como uno se imagina que gustaría abusar de Sei Shōnagon, han sido violentadas, descuartizadas en el sumun del acto…
Es un mundo donde la tecnología es altamente
avanzada y sofisticada y no existe nada que no se pueda conseguir, todo es alcanzable
sin moverse del sillón, eternamente sentado frente a la pantalla se tiene al
alcance de la mano un mundo virtual, acaso depravado, Pero es la realidad en
que vivimos.
Esta suerte de reality show que Omar Pérez
Santiago nos ofrece en el Pezón se Sei Shōnagon,
no es irreal ni algo inalcanzable, ya está aquí, se encuentra entre nosotros y llego
para quedarse. Lo vemos a diario, Lo que hace la novela de Omar Pérez es
simplemente dejar constancia que a diario vivimos y existimos en esta
inquietante realidad.
Jorge Calvo
Septiembre - 2018
Septiembre - 2018
jueves, septiembre 06, 2018
El pezón de Sei Shônagon” de Omar Pérez Santiago: la higiene del sexo y las malas formas de amar.
Por Jorge Yacoman, Mundo Películas
Omar Pérez Santiago (Santiago, 1953), autor de “Malmö är litet” (1988), muestra en “El pezón de Sei Shônagon” (Los Perros Románticos, 2018) lo más burdo del deseo sexual y de la ambición por el poder.
Situada la actualidad, aunque en un mundo con peculiaridades propias, la novela se centra en Matsuo Bashô, un joven estudiante de arte que se enamora de Sei Shônagon, una llamativa mujer considerada
por sus compañeros una femme fatale.
por sus compañeros una femme fatale.
Omar Pérez Santiago usa estos nombres para sus personajes como un homenaje: Bashô, el famoso poeta japonés nacido en Ueno, en 1644, reconocido por sus haikus; y Shônagon, poeta japonesa nacida alrededor del año 966, autora de “El libro de la almohada” (Makura no Sôshi, c. 1000) cuyo nombre real y gran parte de su historia son desconocidos.
En “El pezón de Sei Shônagon”, Sei Shônagon representa la cosificación de la mujer, lo más repudiable e irracional de nuestra sociedad donde sólo importa el placer personal. La particular obsesión con su pezón se explica en la novela a través de las generaciones actuales que han sufrido una falta de amor maternal por privación a lactancia. A esto se le denomina Trastorno de la Privación Emocional del Pezón.
Matsuo logra entablar una breve relación con Sei, donde él satisface todas sus fantasías, pero esta termina una vez que ella se hace famosa en las redes sociales y se pierde en el mundo virtual.
“Ella ya estaba acostumbrada a la raza de zombis que son adictos al sexo y la masturbación a distancia, sexting, y aplicaciones como Snapchat que envían de inmediato capturas de pantalla picantes a través de dispositivos móviles.”
“Su propuesta era el sexo higiénico. Puro, limpio. Sin sudor, sin olor. Sólo mirarse a través de una pantalla. La proterva novedad de la masturbación a distancia.” (P. 61)
Omar Pérez Santiago usa una narrativa explícita y breve, de frases cortas, y articula así un imaginario representativo de la psicología de estas generaciones saturadas por el internet donde lo más único de nuestra existencia es reducido a frases que se ajusten a los caracteres y expectativas de cada red social, usando siempre lo sexual como señuelo. Esto queda en aparente contraste con Matsuo que es más idealista y romántico, más a la antigua, pero que también lucha con sus celos y malas formas de amar.
sábado, septiembre 01, 2018
Novela “El pezón de Sei Shonagon”, de Omar Pérez Santiago: La sensibilidad en el desarraigo por Emilio Vilches Pino
POSTED BY: CINE Y LITERATURA 31 AGOSTO, 2018
Esta es una obra escrita de manera fragmentada, con un lenguaje simple, que habla de una sociedad milenaria en crisis, de crímenes en las calles, de oscuras organizaciones que funcionan en la Deep web, pero también de personas desorientadas, sedientas de aceptación en una sociedad insegura y huérfana de soportes reales. En suma, se trata de una ficción a la que hay que prestar atención.
Por Emilio Vilches Pino
Publicado el 31.8.2018
El pezón de Sei Shonagon, la nueva novela de Omar Pérez se sitúa en el Japón actual para contarnos la historia de la relación de (des)amor entre Matsuo Basho y Sei Shonagon. Se conocen en una Escuela de Arte (la Tokyo Gaidai). Ella es una mujer que “no tenía miedos; tenía autoestima, audacia y ambición” y de quien se rumoreaba en la Escuela que “seducía a los hombres con solo mirarlos a los ojos. Los usaba sexualmente y luego los lapidaba (…) una femme fatale cuyos novios aparecían después arrastrando tristes su propio sarcófago”. La llamaban Pezón Dorado por la altura casi legendaria del deseo que sentían por sus senos. Él, en cambio, “además de malcarado, era relativamente gordito e ingenuo y vestía con traje de factura sencilla y parca”. El autor es enfático al resaltar las diferencias entre ambos, no solo en lo físico sino en toda una forma de ver y vivir el mundo. Él la ve casi como a un ídolo (“hincado, como si estuviese rezando al divino, Matsuo Basho se acordó de sus compañeros de arte de la Universidad que soñaban con este pezón”), tanto así que crea una obra de arte, una especie de escultura, del pezón de Sei Shonagon y la exhibe en la Escuela.
La obra comienza a ser admirada y alabada, pero no precisamente por la calidad de la misma, sino por su referente: el pezón de Sei Shonogan. Empieza así un vertiginoso proceso en que la mujer irá sucumbiendo ante las bondades efímeras de la fama virtual, perdiéndose entre redes sociales y páginas web, dejando atrás su vida y convirtiéndose, de cierta forma, en nada más que una imagen digital. (“Ella era un nuevo tipo de animal digital. Se utilizaba a sí misma voluntariamente. Ella estaba imposibilitada de amar a un ser de carne y hueso. Todo tenía que estar en gigas, o no era seductor para ella.”) Por otro lado, su novio, irá viviendo un proceso de celos artísticos en un comienzo, para luego ir derivando a la tristeza y la desesperación ante una mujer que lo deja de amar tan pronto se convierte en una celebridad de Internet.
Andy Wharhol, casi como un oráculo, anunció en un programa de televisión en los ya lejanos años sesenta que “en el futuro, todos tendrás sus quince minutos de fama”. Internet y todas las actuales tecnologías han cambiado la manera de comunicarse y de obtener notoriedad pública, tanto que hoy, efectivamente, muchas personas pueden tener sus quince minutos de fama a través de YouTube, Facebook, Instagram, virales, etc. El arte mismo ha cambiado producto de esto. La técnica y el talento parecen ya no tener una supremacía total por sobre la masividad, y este proceso lo refleja el cambio en los personajes:
“Los llamativos y enigmáticos pezones se viralizaron en las redes sociales de todo el mundo. Paradojalmente, junto con la fama de los pezones, comenzó la ruina de Matsuo Brasho (…) Así Sei Shonagon se valorizó en el mercado del arte de las redes sociales, en spams y motores de búsqueda. Toda una máquina digital barata y persuasiva funcionó gratis para que Sei Shonagon expusiera sus hermosos pechos. Like, like, like. Mientras ella recibía más like, ella era más feliz”
La novela, desde este punto en adelante, permite ser leída como un trhiller, debido a la misteriosa desaparición y muerte de una serie de muchachas japonesas, a la vez del acontecer de Sei Shonagon; también puede ser leída como una novela juvenil con tintes ciberpunk; pero sobre todo como una crítica al mundo superficial de las redes sociales y a cómo han cambiado la manera de concebir las relaciones humanas y de percibir el arte.
El Japón actual aparece hiperconectado e hiper-tecnologizado. El autor hace gala de un no despreciable conocimiento de la cultura nipona, incluyendo referencias sociales, religiosas y culturales, pero que se van mezclando con las nuevas tecnologías y formas de comunicación, dándoles un nuevo significado. Por ejemplo, los mismos nombres de los personajes son homenajes a antiguos escritores japoneses y, tal como lo hizo Jim Jarmusch en Ghost Dog: The Way of the Samurai (1999), existen referencias directas a los códigos y la tradición de los samuráis, pero insertas en un mundo donde el honor y la lealtad ya no son prioridad.
El pezón de Sei Shonagon es una novela escrita de manera fragmentada, con un lenguaje simple, que habla de una sociedad milenaria en crisis, de crímenes en las calles, de oscuras organizaciones que funcionan en la Deep web, pero también de personas desorientadas, sedientas de aceptación en una sociedad insegura y huérfana de soportes reales.
Una novela a la que hay que prestar atención.
Emilio Vilches Pino (Santiago, 1984), además de ser autor de la novela Labios ardientes (La Polla Literaria, Santiago, 2014), y del volumen de cuentos Noches en la ciudad (Santiago-Ander, Santiago, 2017) -ambas lanzadas bajo el seudónimo de Emilio Ramón- registra ser profesor de Estado en castellano, titulado en la Universidad de Santiago de Chile, y magíster en literatura latinoamericana y chilena, también por la misma Casa de Estudios.
Omár Perez, escritor y cronista chileno. Egresó de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, y estudió historia económica en la Universidad de Lund. Últimos libros publicados: El pezón de Sei Shonagon (novela); Caricias, poemas de amor de Michael Strunge (traducción); Allende, el retorno, (novela); Introducción para inquietos, de Tomas Tranströmer (traducción); Nefilim en Alhué y otros relatos sobre la muerte, cuentos, 2011; Breve historia del cómic en Chile (2007), y Escritores de la guerra. Vigencia de una generación de narradores chilenos (ensayo, 2007).
Crédito de la imagen destacada: Editorial Los Perros Románticos.
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