martes, octubre 11, 2022

LA VIDA ES SUEÑO, COMO GOBERNAR EN EL FIN DE LOS TIEMPOS BARROCOS.

 

                               



LA VIDA ES SUEÑO. COMO GOBERNAR EN EL FIN DE LOS TIEMPOS BARROCOS.

El gobernante sabio reconoce que todo es apariencia en su reino.
(Lo aprendió del cineasta Robert Bresson: la historia se narra con fragmentos, sin deseos totalizantes).
Hoy, en los tiempos barrocos de una realidad de apariencia nerviosa, se necesita una imagen vaporosa para gobernar.
Un gobernante sólo merece el nombre de líder, cuando inventa un imaginario emotivo.
Por ejemplo, ¿Cómo expresarse de un modo puramente visual?
El gobernante sabe que la gente es mirona.

En cambio, el crítico, con rostro grave como una roca volcánica, va con un cuchillo entre sus ropas. Usa su inteligencia en buscar errores con un malestar abusivo, sin humor. Desconcertado critica al gobernante porque, aparentemente, gobierna mal sobre la supuesta y aparente realidad.
Al crítico matón le gusta el frenesí del suspense de Hitchcock:
“Dios mío, es espantoso, el gobernante no va a llegar a cumplir su periodo.”

Mas el gobernante sabio va tranquilo, pues sabe que hay dos formas de gobierno:
1.La forma invisible. No ser patético y construir un imaginario. La política, el arte y la moda están cerca y hay que saber manejarlas juntas. Es cualitativo.
2. Y la mala forma, la del crítico abusivo- es gobernar con grandilocuencia, pompa y teatralidad grave. Es cuantitativo. Hace encuestas todos los días.

El gobernante lo sabe pues ha leído el cuento de Borges, "Guayaquil". Unas pocas páginas, pero que son un tratado de ciencia política. Que el crítico no ha leído y que muy pocos han leído.

El crítico es disociador. Sin alma y sin calor. No tiene objetivo. Ni es distinguido. Es mal educado. No es respetable. Cada vez que habla cree que lanza un réquiem. La neutralidad del gobernante lo agria. Desea que el gobernante, como una oruga, se queme rápido en la luz y chille de dolor.
¡Actúe!, ¡Actúe!
¡Cómo quisiera, el miserable, apuñalar al gobernante!
Acecha.
Mas no se atreve a sacar la daga que lleva entre sus ropas.
Entonces grita:
¡Suicídate!

El buen gobernante sabio no sigue su consejo.
El gobernante sabio no es patético. Guarda un secreto, un misterio, una gracia, un encanto personal que lo hace mágicamente gobernar.
Evita la dramaticidad del crítico matón.
Se mueve como un personaje de las películas de la Nouvelle Vague, sin corbata. Con encanto, con innovación.
Mantiene la distancia y evita declaraciones rotundas.
Sabe que hay que dejar que ciertos eventos ocurran o se disuelvan.
Para eso hay ministros. Que trabajen sus ministros. Asesores. O los senadores. O los diputados. O los alcaldes.

El gobernador sabio renueva sin solemnidad.
Con aparente espontaneidad mantiene la integridad en una era de pasiones aparentes, pasiones muy volátiles. Volubles o veletas a los vientos. Pasiones confusas que generan vértigos y desengaños.

El gobernante sabio mantiene la distancia.
Un buen pintor no se come la fruta que está pintando.

Es el modelo Da Vinci. En la vibrante ciudad de MIlán, Leonardo da Vinci pintó su obra "La Ültima Cena", quizá su obra más ingeniosa. La pintó lentamente, se demoró más de 3 años. Aunque la muralla estaba en el comedor de los frailes dominicos, Da Vinci no se comía el pan de la mesa que estaba pintando. No pues. Distancia cool.

La mayoría de la gente es mimosa y mirona.
Mira su teléfono móvil y con sus antenas giratorias hacen enlaces inesperados a ideas o motivos.
La mayoría de la gente no se paraliza. Ni moraliza tanto. Sigue adelante. A la gente le gusta vivir.
La gente está preocupada también de su propio viaje, de su perro, de su gato, de la luz del atardecer, de tener un cuerpo armonioso o de escuchar una canción de Mon Laferte.
Es la dislocación irónica y mundana del fin de los tiempos barrocos.
Online mirando fragmentos, trozos. (cineasta Bresson).


La vida no es un documental. Un documental que nadie ve.
La vida no es un "paper" que nadie lee.

La vida es sueño.
(Pedro Calderón de la Barca)
La idea de la vida como sueño, es, por lo demás, una vieja, muy vieja idea hindú, persa, budista, judeocristiana, griega.

Aunque también la idea de la vida como sueño es quizá sólo una idea aparente, vaporosa.
La vida es una novela.
Es mirar en una pantalla el rostro charmoso, espontáneo y lleno de luz de un actriz francesa como Fanny Ardant y su sensual y entrañable voz oscura.

(Recuerden que la señorita Fanny Ardant se enamoró del cineasta Francois Truffaut.
Se enamoró y él murió.
Ella tenía 33, y él, 52.
Qué bello y qué triste.
Todo era un sueño.)

Hay quienes creen que esto es evasión. O que a mí me gusta ser un escritor evasivo.
Sostenía Marcello Mastroianni que solo los pesados de sangre creían que el cine era solo evasión y no una fábrica de sueños. Mastroianni nunca se olvidó de la primera vez que vio entrar elefantes a la Cinecittà de Roma, donde se rodaron más 3 mil películas. 
El silencio y el sentimiento.

El gobernante sabio lo sabe y traspasa la atención online de la gente, al espacio eventualmente real.
Los abraza y los guarda en su corazón:
“Yo estoy aquí.”
Así gobernará más.
Los que más tiempo han reinado en la historia, son los que inventaron un imaginario.
Y aprendieron a manejar las apariencias.

Esta es la fábula del gobernante sabio en el reino de las apariencias.
Donde gobernar es ser aparente y tradicionalista.

Imagen: El mito de la caverna de Platón

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