VERANO 2007
Ese verano nos fuimos a la playa unas semanas. Tenías 4 años, Antonia. Eras muy joven, hija, para recordarlo, pero yo siempre pienso en ti tal como lucías esos días estivales. Era febrero, hacía calor y el tiempo estuvo esplendoroso y el mar brillaba.
Y te picó un alacrán.
(Después no había que hablar del alacrán delante tuyo, porque te irritabas)
Pero, aparte del alacrán, ¿qué cosas hicimos?: dibujamos, pintamos, pegamos los dibujos en la muralla al lado de tu cama.
Cosas que hicimos: nos bañamos en la playa.
Entrabas engrasada con crema protectora para el sol pues la mamá no quiere que te quemes la piel.
Hicimos una piscina, en el borde de la playita.
—Chuuuuuta.
Sube la ola y se lleva parte del dique. Volver a empezar. Lo dejamos pero bien armadito y nos fuimos a almorzar a un restaurante muy bakancito a dos pasos de la playita.
Cuando volvimos dos niñas estaban sentadas en NUESTRA piscina.
—Mishh —dijiste.
—Mishh —dije yo.
—Nadie sabe para quién trabaja —dijo la mamá.
Entramos varias veces a los juegos y te subiste a los caballitos, a los autos de carrera, a los dragones, a los aviones, a la cama de saltar, al castillo escalador.
Lo que más te gustó fue saltar en el benji. Tanto le agradó que luego en la casa te dibujaste saltando en el benjí. Te quedó muy propio.
Cosas que hicimos: comimos cabritas.
Un día a un globo le pegamos papel de diario con engrudo, al otro día estaba seca y jugamos a la pelota con ella.
Hicimos una espada de palos de árbol y luego la pintamos de colores.
Así fuimos espadachines muy hábiles.
Fuimos a la casa de sus primos que tú quieres mucho, y que también vacacionaban por ahí. Allí te ponías muy chifladita con subir a la casa en el árbol de sus primotes, que también te quieren mucho, y colgarse de la cuerda enganchada del árbol.
Al fin: Gua, gua, gua.
Te caíste de popipón.
Cosas que hicimos: dormimos siestas.
Leímos repetidas veces el libro del oso Matías que va a ir por primera vez a la escuela y tiene mucho temor. Pobre oso Matías que no puede dormir tranquilo pensando que al otro día tiene que ir al cole. El osito Matías sufre el horror vacui, el temible horror al vacío. Hicimos unos dibujos del pobre Matías que también pegamos en la muralla.
El otro libro que leímos varias veces fue sobre Beti Botines, la temible niñasaurio, la niña muy, muy plomo que molestaba a su amiga Carla y que al final la mandan a la luna.
Otro día fuimos a almorzar donde tu prima Camila que llegó también cerca de ahí. La suerte nuestra es que al lado había una casa con piscina. Bakán. Nos bañamos. Te tuviste que salir pues te estabas poniendo azul con el agua fría. Tiritabas.
—No-o-o-o —dijiste temblando.
Luego te tomaste la leche en los brazos de tu mamá.
Regalona.
Vimos repetidas veces el video del Libro de selva y otros de monitos.
Te pusiste a observar los caracoles del jardín.
Un día te encontraste con dos caracoles que cruzaban una calle cuando bajamos a la playa.
¿Qué hacían esos caracoles en medio de la calle con sus cachos parados?
—Quiero llevarlos a la playa.
Eran bonitos los caracoles con su concha espiral de café claro
—No —te dije.
—¿Por qué no?
Ahí estaba: tu inevitable ¿Por qué no? de una chica de 4 años.
—Porque de aquí a que lleguemos a la playa van a llegar reventados.
—No si los llevo así.
Pusiste la mano en cucharita
Otro día te bañaste en el patio con la manguera.
Tu mamá gritó:
—¡Qué se va resfriar!
Otro día anduviste todo el día con dos de esos cartones con el precio que le ponen a la ropa en los negocios. Los encontrabas lindos y te los colocaste en el cuello como collares y les pusiste las letras SI.
—Mira, Pa, qué lindos…
Anduviste todo el día pendiente de sus lindos cartones y por la noche les aplicaste tijera.
Efectivamente, estuviste toda una tarde recortando los catálogos de ropa que ahora traen los periódicos del fin de semana. Recortabas los maniquíes y les pegabas zapatos y después los ponías en fila o los hacía caminar, y hablaban, como si fueran títeres.
Un día le dijiste a tu mamá:
—¿Por qué te necesito? ¿Por qué, Ma?
Y la abrazaste.
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