Ari Behn:
Enfant terrible en la realeza noruega
En Noruega los escritores cubren portadas de los diarios y los libros se venden en abundancia. Los escritores más jóvenes conocen la técnica de usar las cámaras como un cantante pop, para pregonar la obviedad de que la literatura debe ser menos elitista.
Mayo del 2002. El joven escritor Ari Behn se casó con la princesa Marta Luisa.
Ari Behn abrió un nuevo debate sobre el rol de los medios de comunicación en la literatura y en el arte -algo que aquí se lidia aburrido por correctos académicos. Behn estaba catalogado como el noruego mejor vestido, fiestero y bohemio, comentador de tragos en la tele, con una relación no aclarada con las drogas y el terror de los porteros de las discotecas. Ari Behn creó un dolor de cabeza en la liberal realeza noruega. Behn tenía la rutina inconfundible del escritor joven y hambriento de éxito. Con sus amigos más pegotes, formó un club social llamado El vino nuevo, cuyos objetivos eran jaranear, bajo pretextos intelectuales. En el 2000, la televisión noruega mostró un documental realizado por Behn en Las Vegas, acompañado de bellas prostitutas que jalaban cocaína. Dijo que se trataba de «una realidad simulada, no documental».
Los Reyes Harald y Sonia, los soberanos de ese país nórdico, tienen dos hijos, la princesa Marta Luisa y el príncipe heredero Haakon. Haakon se casó el 2001 con Mette Marit, una madre soltera, que se convertirá en Reina el día en que Haakon suceda a su padre en el trono. El pasado díscolo de Mette, en el que tuvo afición a las drogas y a la juerga, y el hecho de ser madre soltera y que el padre de su hijo haya estado en la cárcel, no impidió que se convirtiera en Princesa de Noruega.
En el 2002, el rey Harald condujo, creo que con un poco de regaño, a su hija Marta Luisa hasta el altar para entregársela al debatido escritor Ari Behn, que nació en 1972 en Aarhus, Dinamarca y de niño vivió 5 años en Inglaterra. El mismo se considera un trotamundos y un outsider que ha trabajado como chofer y barman. En 1999 publicó un libro de cuentos de casi cien páginas en la editorial Kolon, llamado Trist som faen (que yo traduzco como Qué triste). La primera edición fue de 1800 ejemplares pero llegó a vender 80 mil. Ari Behn se convirtió, a los 26 años, en un escritor pop y top. Qué triste llegó a las listas de los más vendidos y su estilo fue asociado al realismo sucio de Raymond Carver. Del mismo modo, fue tamborileado por la crítica: “No sabía que teníamos un escritor tan bueno entre nosotros”, “Tiene mucho que contar y talento para ello”, “cualidades indiscutibles, alta precisión, sentido contemporáneo, sensual idioma de imágenes“. “Talentoso”, “una especial mezcla de cinismo y melancolía”.
En 2003 publicó una novela con cierto ruido, en la tradición beat, de título Traspatio, donde describe las experiencias de un gay en la comunidad homosexual de Tánger. Una obra que le ha significado en 2004 recibir el premio "Autor del Año" de una importante revista de Oslo y el premio "Hetero del año" por Blikk Magazine, reconocimiento a los heterosexuales que han hecho algún esfuerzo por la comunidad gay.
Ari Behn es un fragmento de un fenómeno cultural: el nuevo boom nórdico, donde escritores algo mayores como Kjartan Flogstad, Jonstein Gaardar, Jan Kjaerstad, Jo Eggen y Lars Saabye Christersen son la punta de lanza.
Más triste que la cresta
Cuento de Ari Behn
Traducción del noruego de Omar Pérez Santiago
“Me encontré con ella a mediodía, entre el fandango de la gente del centro comercial. Ella era rubia y alta y muy diferente de mi –un gitano de bigote negro de mirada caliente y diabólica. Cambiamos miradas cuando ella cruzó. Pero fue todo. Todo hasta que la seguí al subterráneo, más allá de los cabinas telefónicas y directo a los baños. Yo, que siempre ataco al cuello, le grité: Ey, has olvidado algo. Y ella respondió: ¿Qué? Y yo le dije que se había olvidado de mí. ¿Te he olvidado? Respondió ella. Sí, dije yo y ella sonrió y me jaló dentro de uno de los baños. Cerró la puerta y me besó sin más trámite. Ella era tan noruega y deliciosa. No hubo error, pues bajo toda esa frialdad estaba llena de sangre hirviendo. Le rompí los jeans y la tomé con su chaqueta de tweed puesta. Ella se corrió conjuntamente conmigo y continuamos un poco más. Pero luego nos abrochamos y salimos del centro comercial. Ningún nombre. Ninguna palabra más. Nada. Solo un pequeño palmoteo y una sonrisa y ella había desaparecido.”
-“Por la cresta, Kare, muy banal”, dijo Richard Hageberg. El era director de cine y estábamos sentados hablando sobre buenas historias que podían ser películas.
“Banal, huevón, pero una historia completamente cierta.”
“Pero… pero tú estarás de acuerdo que tales historias sólo se oyen como tontas fantasías de adolescentes. El sueño de una dama deliciosa, dama desconocida que se deja tomar sin compromiso, unos minutos después de haberla visto por primera vez. Bastante tonto, ¿o no?”
“¿Tú no crees que es verdad?”
“¿Verdad? Sí, no dudo que tú tiras 15 veces al día. Pero no se hace una buena película con eso.”
“¿No son esas cosas las que exactamente ocurren en las películas?, dije yo.
“Sí, ¿verdad? Sólo clichés por todas partes.”
“Es terrible.”
“Triste”, dijo Richard.
“Más triste que la cresta”, dije yo.
Ari Behn, Trist som faen, fortellinger
Kolon forlag Oslo 1999.
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