Hace algunos años atrás almorzaba con dos amigos en Las Tejas, un local de la calle San Diego. Un señor se acercó con un bolso de libros que colocó sobre la mesa. Le compré por 3 mil pesos el libro de Jorge Edwards, El inútil de la familia. Por la noche comencé a leerlo y me pareció un libro gratificante, aunque algunas páginas estaban algo amarillentas y me costó leerlas. El libro costaba en librería cerca de 10 mil pesos, el precio total de los almuerzos y el vino.
Cuando se habla de piratería en Chile se habla, casi siempre, desde el punto de vista de los productores, casi nunca del consumidor. Quienes más énfasis ponen en la llamada "lucha contra la piratería" son, justamente, las editoriales, las disqueras, en fin, los empresarios cuasi monopólicos. Existe también una cierta predilección a penalizar al consumidor, o al comerciante callejero.
Sin embargo, hay indicios claros que detrás de la piratería no está un vendedor callejero que vive en lo barrios pobres de Santiago, sino unos cuatreros de plata y que viven, seguramente, en La Dehesa. O la piratería institucionalizada de los centros de fotocopiado de grandes universidades. ¿Por qué entonces esta persistencia en hinchar a los consumidores o al vendedor de cuneta?
Comparto con el venezolano Jorge Gómez Jiménez, director de la excelente revista digital www.letralia.com, cuando afirma que "La lucha contra la piratería editorial sería innecesaria si los gobiernos y los empresarios hicieran un esfuerzo real por reducir la carga económica en beneficio de los consumidores. Es decir, si los precios de los libros no hicieran de éstos artículos de lujo, habría menos piratas editoriales."
Quiero también mencionar al crítico peruano Javier Agreda :" "Por supuesto, las grandes empresas están luchando por mantener sus ganancias acostumbradas. Para ello hacen esas campañas mediáticas que presentan como lucha contra la piratería y por los derechos de autor. Ni lo uno ni lo otro. Lo que ellos califican como piratería es simplemente una consecuencia del nuevo mercado global y liberal".
Y el escritor mexicano Juan Villoro contesta: "Me gustaría vivir en un mundo donde hubiera una clara legislación al respecto (como la hay en Gran Bretaña). Sin embargo, en la situación actual, para miles de latinoamericanos el acceso a los libros sólo es posible si no los compran. Buena parte del trabajo que hago es gratuito precisamente por eso. No se puede someter la cultura en América Latina a las leyes del mercado. Sólo cuando los libros están al alcance de todos eso será posible."
Y el chileno Hernán Rivera Letelier: "En la actualidad no es que la gente lea menos que antes, sino que los libros son caros y la posibilidad de acceder a ellos no es otra que adquirirlos comprando las copias piratas, aunque esto dañe al sistema."
En el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago asistí hace un tiempo atrás, al lanzamiento del libro de Lawrence Lessig, Cultura Libre, Como los grandes medios usan la tecnología y las leyes para encerrar la cultura y controlar la creatividad. Lessig es profesor de la Universidad de Stanford y es una las figuras sobre el tema de la regulación y los derechos de autor. Su libro es base para entender los problemas de la propiedad intelectual. Lessig dice que los derechos de autor, tal como se aplican hoy, son una de las principales barreras para el desarrollo de la cultura y que hay hoy un extremismo peligroso del control de la propiedad intelectual. Lessig concentra su análisis en la concentración de poder producido por un cambio radical en el campo efectivo de la acción de las leyes. (Se puede leer el libro de Lessig en internet y se puede comprar la muy actual edición de LOM).
Lessig ha ido un paso más allá y ha creado la Creative Commons, un nuevo tipo de licencia que fomenta la cooperación y la participación.
El Estado chileno debe preocuparse de lo central: asegurar el libre acceso al arte, la cultura y el conocimiento en general. El Estado debe propugnar el precio único marcado en los libros (como en diarios y revistas), el IVA diferenciado para el libro, fortalecer las bibliotecas públicas, poner fin a la fotocopia indiscriminada de universidades y fomentar la lectura con la presencia de autoras y autores en escuelas, liceos y universidades.
El problema del libro, de los CD o de los sofware no es policial ni se solucionará con demandas judiciales.
El conflicto básico es que la piratería surge por una enferma relación de oferta y demanda. La piratería es parte también de lo que últimamente se ha llamado la "deuda social".
Meses después de comprar en las Tejas el libro de Jorge Edwards, me encontré con el escritor en una comida que invitaba el embajador de Finlandia Ivo Salmi y señora, con motivo de la visita del experto traductor finés, mi cordial amigo Matti Brotherus.
Curiosamente, para que vean como son las cosas, Jorge Edwards le llevó de regalo a los anfitriones su libro El inútil de la familia.
Mientras bebíamos el aperitivo, le comenté al Premio Cervantes, a modo de chanza, que me faltaban algunas páginas que leer de ese libro, pues mi copia pirata tenía algunas páginas borrosas.
Jorge Edwards, con su grata diplomacia, tomó bien mi apostilla, y la conversación con los embajadores y otros escritores presentes derivó así sobre los problemas del libro en Chile y las políticas de promoción del libro de los países nórdicos, de las cuales los chilenos algo deberíamos aprender.
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