jueves, mayo 04, 2017

Escritoras (es) del año del perro: Costamagna, Fernández, Jeftanovic, Meruane y Gumucio


Alejandra Costamagna, Rafael Gumucio, Nona Fernández, Andrea Jeftanovic y Lina Meruane, parte de la novísima escuadra literaria chilena, nacieron alrededor del 1970, el año del perro. Según el horóscopo chino los perros son tímidos, desconfiados, fríos de entrada hasta que toman confianza y mueven la cola. Mas, los perros vacilan entre lo propicio y lo nefasto. Son espirituales pero, a la vez, son primos de chacales y dingos.

Fueron criados en el mismo jardín infantil: los talleres literarios de los autores de la nueva narrativa, Carlos Franz, Gonzalo Contreras, Jaime Collyer o Pia Barros. Estos canes son periodistas (Costamagna, Meruane) o bien relacionados con los mass media(Gumucio fue animador de televisión y Fernández escribe teleseries) y se notan ansiosos de fashion (cosmopolitismo y refinación) que la tribu literaria chilena no tiene, jamás ha tenido y ya jamás tendrá.

Literariamente apelan a la técnica teatral de la memoria emotiva de Stanislavski. La alusión les pincha emociones contenidas y así revelan el lado feo de la vida: la descomposición, la muerte, el abandono y las familias fracturadas.

Déjate caer. Un beso a mi madre y déjate caer

En el año del perro sus padres eran jóvenes testigos, quizás activos, del “proceso” (como se decía entonces), un proceso de cambio mundial y estaban –o así lo recordamos- llenos de ardor por cierta épica y se veía venir el desvarío de la historia. Y luego fueron víctimas o victimarios. Y ahora estos canes literarios, sin que nadie se los pida, vienen a pagar karma, a saldar la cuenta con sus padres. Vienen a pasar boleta.

¡Ejemplifique, señor!

Ejemplifico:
En voz baja (1998), la primera novela de Costamagna, en una narración lineal, con turbadora falta de humor y gusto por el melodrama, el padre de Amandita es llevado a un campo de concentración. Mientras tanto su mami le pega en la nuca con Lucas, otro “compañero”. Después el papi se recobra y se acuesta con la tía Bertita en México. En Cansado ya del sol (2002), la tercera novela de Costamagna, el protagonista es el cansancio. Manuel llega a México junto a su hija para escapar de su pasado en Chile. La culpa, la culpa tan católica lo lleva a emprender un peregrinaje melancólico de pueblo en pueblo.

Maturana en la novela El daño (1997) narra sobre dos amigas agobiadas que viajan al norte. Elisa arrastra una incestuosa relación con su padre alcohólico, que no sabe además si es su padre. Con ese stoff lento y moroso nadie viaja lozano.


En la novela de Nona Fernández, Mapocho (2002), la Rucia muerta, navega en un ataúd por la fetidez del río Mapocho. Busca a su hermano, el Indio, otro muerto, de amor incestuoso. En su infancia son separados violentamente de su padre. La madre llora por las noches.

Memorias prematuras (1999) de Gumucio, también va por sus padres, claro que con un humor fiero, que se agradece: “mi padrastro se cree guerrillero, mi padre se cree intelectual y mi madre se cree mi madre”. “Mi padre vive en una casa de ladrillos en la calle Jesús”). Comedia nupcial (2002) es la historia de un matrimonio de la edad de sus padres, sobrecargado, sin amor. En Gumucio –sin la bobería amelcochada del feeling fabricado- sonrojan las relaciones de esa pareja deserotizada y condenada. “Soy hijo de una generación de eternos adolescentes”, ha tartamudeado Gumucio

Andrea Jeftanovic en Escenarios de guerra (2000), Tamara, la protagonista cuenta -con cierta novedad estilística- de una familia desarraigada bajo la visión de la guerra en la patria del padre, y una madre infiel con un pintor de brocha gorda, y sus inicios amorosos con un tal Franz.

En Las Infantas (1988) de Lina Meruane las niñas Blanca y Gretel han sido abandonadas por sus madres, quedando al cuidado de padres inútiles, violentos y vejatorios. Celos y rivalidades en el seno de la casa familiar.

Usted, lector, ya se dio cuenta: esta literatura claustrofóbica y privada es el manifiesto de los Edipos, aunque la mayoría son mujeres y usted sabe como se llama eso. Sólo les falta sacarse los ojos. Los cachorros no encontraron otro lugar más sucio para mear que en su propia casa. Flirtean con la razón enferma, con el terror interno. Por un “descuido” del pensamiento chileno se ha disimulado nuestra tragedia social y el horror sentido no puede ser pensado. En público y en privado se habla con velos. El tío, la abuela y la nana con velos. En ese contexto cultural, el horror sentido es un licor de melancolía circulando por el cuerpo. Por eso estos canes se expresan desde la biología y chapotean en el horror vacui y donde otros nadan, estos se ahogan. Babys del duelo post-moderno necesitan ser arrullados. 

Arrurrú, perrito.

El crítico Rodrigo Canovas (Novela chilena, nuevas generaciones, 1997) bautizó a la última generación como la generación de los Huérfanos. Pero, no. Estos novísimos se linkean más bien con la ya vieja tradición de la novela del Escepticismo, de la generación del 50, de la que habló José Promis (La novela chilena del último siglo, 1993), novelas de ambientes decrépitos, cerrados, sórdidos y enajenados y de la cual otro José, José Donoso, “nuestro” Pepe, es el mentor.

Los canes son escritores busquillas, impacientes y de talento. Pero ¿Y si levantaran la cabeza, si levantaran la cabeza por encima de los muros de la reunión familiar del domingo, del mantelito blanco de la humilde mesa en que se comparte el pan familiar, si levantaran la cabeza y dejaran de regañar o corregir al papi por no haber hecho nada bueno o por haber follado con la tía, o por ser un vago, o por haber tenido una épica y ahora, desencantado, no tener nada?

Publicado en el suplemento El Utopista Pragmático, diario La Nación. Santiago, Chile. Febrero del 2003.

Publicado en el libro  Escritores y escritoras de la guerra: vigencia de una generación de narradores chilenos. Santiago de Chile: Editorial Universidad Bolivariana, 2007.


lunes, mayo 01, 2017

Una historia negra en México de maltrato intelectual según Elena Poniatowska, en El universo o nada

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Uno de los atentados del poder contra la vida intelectual de México fue el golpe asestado en 1965 contra el director del Fondo de Cultura Económica, Arnaldo Orfila Reynal por la publicación de Los hijos de Sánchez —el estudio antropológico de Oscar Lewis sobre la pobreza de una familia marginal de la Ciudad de México. Decenas de destacados intelectuales y artistas, protestaron Y crearon una nueva casa, Siglo XXI Editores. Esta es la historia que cuenta  Elena Poniatowska, en un capítulo del excelente libro  El universo o nada (Seix Barral, 2013).

LOS HIJOS DE SÁNCHEZ DE OSCAR LEWIS

1965 es un referente de la intolerancia en nuestro país. La gran editorial del gobierno, el Fondo de Cultura Económica (FCE), dirigido por Arnaldo Orfila Reynal, lanza el libro Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, que evidencia la pobreza en una vecindad cercana a la cárcel de Lecumberri y denuncia la violencia que un padre machista ejerce contra sus cuatro hijos. Lewis muestra el hacinamiento y la crueldad de una urbe a punto de convertirse en una de las ciudades más grandes del mundo. El juez Luis Cataño Morlet, miembro del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal y presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, acusa a Orfila de publicar textos difamatorios sobre México y le pide a Díaz Ordaz que los expulse. El libro de Lewis pone en evidencia que el “milagro mexicano” es una farsa y que la pobreza es moneda corriente.
-Ese libro deshonra a México y denigra a los mexicanos.
“Bueno, si así lo piensan los miembros de su Sociedad, háganlo.”  Geografía y Estadística demanda a Oscar Lewis por considerar su obra “obscena, ofensiva, subversiva y antirrevolucionaria”, responde Díaz Ordaz, y por medio del subsecretario de hacienda, Jesús Rodríguez y Rodríguez, obliga a Orfila Reynal su editor a renunciar.
­-Usted ha ofendido a México.
El 8 de noviembre de 1965 Eduardo Deschamps de Excélsior, publica la escandalosa noticia del despido de Orfila. Setenta intelectuales, encabezados por Jesús Siva Herzog y Guillermo Haro, se presentan en el departamento de Orfila en la planta alta del Fondo de Cultura Económica.
Esto es un atropello, no nos vamos a cruzar de brazos –advierte don Jesús con su voz de órgano catedralicio.
-¿Por qué no creamos una nueva editorial? –plantea Guillermo.

-Podría llamarse Siglo XXI, como una revista que quise hacer, pero hace falta un millón de pesos –sonríe, tristemente esperanzado, Orfila.

FANTASIEN AV Mathilda Franzén och Maja Franzén på ön Hven

Vi möttes av en behaglig överraskning när vi gick in i konsthallen på ön Hven, Hvens kulturhus. Vi fick chansen att prata en stund med två unga svenska konstnärer, Mathilda och Maja Franzén, som ställer ut sina verk om seendets möjligheter samt fotografins och konstens tekniska frågor.
Maja Franzén är 25 år gammal och jobbar med fosfen-effekten, de ljusfläckar som uppstår i näthinnans bark när man gnider ögonlocken eller när man vistats mycket länge i mörker. Denna företeelse återspeglas i fotografin, som fångar ett ögonblick av en viss verklighet. Det är konstnärens absoluta subjektivitet, hens polykroma språk av ljus och form.
Maja Franzén tar som exempel Evgen Bavar, en blind slovensk fotograf som med en livskraftig strävan bygger ett nytt oändligt universumur det ogenomträngliga mörkret. En förförande kraft av ett magiskt och surrealistiskt fotografi och litteratur genom omedelbara framställningar. I det här fallet strävar fotografen efter att återskapa en i förväg tänkt bild, likt en dagdröm.”Innan jag tar ett foto måste jag ha det i perfekt ordning i mitt huvud.”
Sinnena och sensibiliteten, utgör två grunder för estetiken. Att se för att modifiera och rena, genom konstnärens sensibilitet. En fråga som faller inom ramen för den filosofiska estetiken och samtidigt som pågår i samband med de nya variationerna i de så kallade ”visuella konsterna” (måleri, skulptur och fotografi).
På denna ö, den vackra ön av Hven, levde astronomen Tycho Brahe, som registrerade det första studiet av Supernovan, ett ljus som upplyste skyn under flera månader år 1572 och som han trodde orsakades av en ny stjärna. Brahe var katolik och trodde att Gud hade skapat en ny stjärna. Senare kan vi konstatera att det inte handlade om en stjärnas födelse utanom en stjärnas död. Brahe beskådade skyn från sitt fabulösa forskningscentra, av vilken delar fortfarande bevaras på ön. Brahe registrerar med blott öga. Det fanns inga teleskop då.
Nu ställer Mathilda Franzén ut en bild som NASA nyligen tog och som visar den berörda stjärnans rester eller återstoden, Supernovan från Kassiopeia. Hon understryker också blicken, och rörelsens och tidens relativitet. Från en optisk synpunkt, bedömer man utseendet, tolkningen av det framställda i samband med enhetens stämning.
Den vetenskapliga verkligheten kan inte uppfattas i sin helhet endast genom näthinnans seende. I den konstnärliga framställningen förnimmer man verkligheten även om denna inte finns. Jag gissar att det är de formalistiska teorierna, till exempel Wolffins teorier , som ligger bakom systrarnas intresanta idéerna.
De syftar till konstens interna utveckling, som betonar den framställande formen eller dess synlighet och verkets innehåll, över också skaparens insikt och även över de externa faktorerna. Eller, dessa innehåll måste åtminstone härledas från formen.
Vi, jag och poeten Rubén Aguilera, kom till ön Hvens för att prata om Tycho Brahe och hans kosmiska vision. Vi åkte därifrån berikade med den nya synen av två unga svenska konstnärer, systrarna Maja och Mathilda Franzén.
ön Hven, juni, 2015
Trad: Maria Bonita Flores
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En feria del libro de Antofagasta

Patricio Rojas, Raúl Zurita y Mario Artigas
La imagen puede contener: una o varias personas y anteojos
Soledad Fariña Diana Bellesi
con Alvaro Bisama

Svetlana Alexievich , La guerra no tiene rostro de mujer

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“Acababa la guerra…La vida no valía nada.
“Regresó el Ejército Rojo…
“Nos dieron permiso para excavar las tumbas, para buscar dónde habían sido enterrado nuestros familiares fusilados. Según la tradición, frente a la muerte hay que vestir de blanco: chal blanco, camisa blanca. ¡Lo recordaré hasta el último día de mi vida! La gente iba con lienzos blancos bordados…Todos vestidos de blanco…¿Dónde habrán guardado todas esas prendas?
“Cavábamos…La gente se llevaba lo que había encontrado y reconocido. Uno traía un brazo en una carretilla, otro conducía un carro con una cabeza dentro…Un persona aguanta poco tiempo entera debajo de la tierra, se habían entremezclado. Con la arcilla, con la arena.

“No encontré a mi hermana, me pareció reconocer un trocito de su vestido, me pareció que era suyo…Mi abuelo me dijo: “Nos lo llevamos, así tendremos algo para enterrar”. Y pusimos en el ataúd aquel trocito de tela…”

Svetlana Alexiévich. La guerra no tiene rostro de mujer, 2016.

Con Guillermo Martínez y embajador sueco Jakob Kiefer


En feria del libro de Antofagasta con Alvaro Bisama